miércoles, 31 de marzo de 2010

Vacaciones

El otro día subí en un ascensor con una señora toda indignada, se le notaba en la cara, en los gestos, en la manera de moverse. Me miraba como queriendo transmitirme su disgusto, luego se giraba y murmuraba para sí. Yo esperaba. A la altura del tercer piso, no pudo más y explotó. Se dirigió a mí como si me conociera de toda la vida y expuso con enfado lo que le había sucedido: "Y mira como es la gente, sólo que preguntan "¿Y a dónde vais este año de vacaciones?" Y yo les digo que no nos vamos, que no solemos irnos, y ellos me miran con compasión y dicen "ya, la crisis, ¿no?". ¡Pues no, ni crisis ni nada! -su irritación ya había sobrepasado el quinto piso-, a mí nunca me ha gustado irme de vacaciones en época de vacaciones, yo me voy cuando me da la gana y sí me da la gana". Respiró agitada, cogió la bolsa que había dejado en el suelo y quedó callada hasta su destino. El ascensor paró, se despidió de mí y ya más relajada antes de cerrar la puerta me dijo, "Gracias, es que la gente no sabe, no sabe nada" y ahí se quedó, más tranquila que como empezó el viaje, eso sí.

Y es verdad, la gente no sabemos nada.



martes, 30 de marzo de 2010

Planificar

Pocas veces suceden las cosas como uno las había previsto, pocas por no decir ninguna. Y aún así nos empeñamos en anticipar, en planear lo implanificable, intentamos controlar lo imposible.
Supongo que es una manera de creernos que nuestros sueños dependen de nosotros, y no es así; ellos sólo son nuestros mientras los ideamos, cuando se trasladan a la vida real, dejan de serlo inmediatamente; ahí nos ponemos en manos del azar, los demás, las contingencias, los imponderables: el sueño se evapora en la realidad, luego ya lo recuperaremos, volverá a nuestro mundo, en forma de recuerdos, entrará a formar parte de la imaginación, pues nunca, lo que rememoramos, es real; meros jirones de lo que sucedió, y al no serlo, es nuestro por completo de nuevo.

Sucede a menudo, que además lo que queremos no suele ser lo que nos pasa sino algo que ni soñamos y, a veces, no siempre, es hasta mejor de lo que pudimos imaginar.
La Vida nos vive y nuestra obligación es intentar vivirla a Ella con todos los medios a nuestro alcance, incluido el creer que si planificamos, lograremos algo. Yo prefiero la voluntad de hacer a planificar.

lunes, 29 de marzo de 2010

Cambiamos continuamente

Hay sucesos en la vida que nos marcan un antes y un después.
En ese momento, a veces, intuimos que algo nació o murió delante de nosotros, que nada será igual a partir de ahí. Otras, es sólo al sentir que el día a día no marcha como siempre, cuando investigamos y nos ponemos delante de lo que nos rompió el preacario equilibro, situándonos antes ese inciso vital que nos separó de nosotros mismos, otra vez; la rutina tendrá que amoldarse, los pensamientos mudarse, los sentimientos reagruparse: volver a instaurarnos en las horas.

Al final, da igual que lo que nos trastocara nuestro mundo fuera bueno o malo, hemos de asimilarlo, renacer, entendernos con ese nuevo cambio, amoldarnos a esa molestia que vino a irritarnos la comodidad. Hacerla perla.

Nunca somos del todo los mismos, nuestra actividad diaria puede serlo, pero jamás nosotros, aunque sólo seamos conscientes de esa desigualdad interna cuando algo viene a arrojarnos a ese vacío que se nos viene encima ante la pérdida de la seguridad creada para creernos que siempre somos los mismos.

sábado, 27 de marzo de 2010

Incomprensible si se toma en serio

Cuando se es niño se juega a ser adulto, imitamos lo que vemos de ese mundo inalcanzable, adoptamos las actitudes de quienes nos rodean, tratamos de comprender gestos absurdos a nuestros ojos y los realizamos con la seguridad de dominarlos. Sólo que cuando crecemos y vamos avanzamos en el conocimiento de las reglas del juego, nos creemos en serio que las entendemos, que estamos dentro de ese mundo emulado, con el agravante de que ya no es ingenuo imitar para intentar entenderlo, asimilarlo, es más bien peligroso.
Y aquí estamos; en un lugar incomprensible.
Creo que tampoco hemos desentrañado demasiado bien ese mundo tan complejo que es vivir. De niños mimetizábamos el entorno, de adolescentes la rebeldía venía a cubrir el tramo entre crío y adulto, pero una vez en el otro extremo, vemos que no tenemos dónde refugiarnos; seguimos sin entender nada, con el agravante de no poder jugar a vivir en él, con una rebeldía que ya nos viene pequeña, y sumergidos en un mundo social, laboral y estructurado del que poco o nada sabemos.
Yo opto por no acabar de creérmelo, conservar la distancia de antes y procurar no dejarme atrapar en esas redes pegajosas que nos indican cómo ser, cómo comportarse según unos cánones que nadie acaba bien de entender. Intento pasar los días creyendo que aún puedo ser yo quien decida, que no me decidan, en lo que pueda.
Por eso escribo, por eso sueño, por eso espero, por eso sigo.

viernes, 26 de marzo de 2010

Esperar

Es fácil entender las cosas una vez sucedidas, ahí ya se tienen, no sólo todos los datos, sino los resultados. Lo complicado es entender qué está pasando mientras ocurre con toda la incertidumbre de algo sin final.
Se puede prever, incluso intuir, pero no saber. El riesgo es el único compañero, dependiendo de la clarividencia de cada cual, o su capacidad de deducción, es posible ver una opción más claramente que otra, pero aún así, hay que saltar al vacío. Y cada uno ha de dar su propio salto, no es lícito ni empujar a nadie ni retenerlo, como mucho, si se quiere, esperarlo con una toalla y una sonrisa por si quiere salir.

A nivel social ocurre igual; no se puede saber cómo va evolucionando nada hasta que el tiempo que se quiere analizar da paso a otro, entonces variables y conclusiones se discuten y se crean perfiles, explicaciones a-posteriori, razones obvias..., pero claro, a toro pasado, y aún con todo eso, en muchos tramos de la historia se es incapaz de entender claramente cómo fue para que pasara lo que sucedió.

Pero lo que sí está claro es que estamos sumergidos, individual y colectivamente, en una época de la historia, la nuestra, que dará que hablar a los sociólogos, historiadores y filósofos del otro cachito del tiempo, porque algo no acaba de funcionar del todo. No sé qué se está dejando detrás, porque sólo se sabrá cuando sea historia, pero espero que algo estemos dejando. Al menos que este individualismo feroz, este hedonismo social, esta falta de norte generalizada marque algo hermoso, que no se convierta en el humo sin fuego que parece ser.
Sólo el tiempo nos dirá qué hacemos haciendo lo que hacemos ahora.

miércoles, 24 de marzo de 2010

Volver

Reencontrarse con alguien siempre es maravilloso. Hay reencuentros en los reencuentros, personas que significan mucho para uno y que nunca, a pesar de no verlas, nunca han dejado de estar ahí. Los hay que se les ve de vez en cuando y el día que se puede uno sentar a su lado, brilla. Hay quienes el contacto retomado es sólo por letras o voz apresada en teléfonos, ya que la distancia lo impide, pero la cercanía de escuchar, de leer sus palabras, es quizá aún más íntima, porque al no verlos, les recordarmos como eran cuando se empezó la amistad, y la ilusión de su presencia es atemporal.
Nunca dejamos de reencontrarnos con ellos, son quienes nos devuelven quienes fuimos, nos vemos a través de sus ojos y se encuentran en nosotros. Gente a la que queremos a pesar de habernos bifurcado.
Verte en la mirada de quienes nos vieron es siempre emocionante, alegre. Puede que ese momento vuelva a tardar, que ya no haya ocasión, en tiempo, de compartir tiempo, pero eso da igual, estamos ahí, siempre.


martes, 23 de marzo de 2010

La decisión


“Hijos míos os he reunido hoy porque he decidido que ya está bien, que tengo casi ochenta años, que vuestra madre me dejó hace ya veinte, que a tres de vosotros los he tenido que enterrar. No me queda nadie. Sí, no me contradigas, Engracia: nadie. Vosotros no sois lo mismo ni los nietos ni biznietos tampoco. No pongas esa cara Magda, que es verdad, no es que no os quiera, que os quiero, es que estoy solo. He vivido mucho. He visto demasiado y no quiero pasarme el resto que me queda comprobando cómo voy perdiendo facultades día a día. Ahora, para mí, veinticuatro horas es un año, de lo lento que se mueven. El café que me trae Macarena para desayunar, inaugurando que ya son las seis, me marca el hito entre la larga noche de insomnio donde me la paso reviviendo una y otra vez cualquier suceso del pasado, y el día que me espera tan mortalmente tedioso. Me demoro en tomarlo porque hasta el siguiente gran acontecimiento del día aún queda. No tengo prisa en vestirme ni en salir a buscar el periódico en el que buceo horas sentado en el banco del parque hasta que se acercan los demás jubilados, para no decirnos nada nuevo, pero ya sabéis; la ilusión de la compañía. Hacia el final de la mañana nos vienen a buscar por turnos; algunos la parienta, otros los hijos, los demás las mujeres que trabajan cuidándonos. No, no es un reproche, María Antonia. No lo es. Yo fui el primero que no quiso irse a vivir con ninguno de vosotros, yo quiero mi casa con sus recuerdos, mi intimidad, me niego a tener que vivir como un refugiado y ser testigo a la fuerza de vuestros problemas domésticos, o amargar el poco tiempo feliz del que dispongáis con mi presencia. Y no llores ahora, Magda, que hay que ver que blandita eres. Pues eso, me habéis desconcentrado. ¿Por dónde iba, Juan, hijo? Ah, sí, pues lo dicho. Que me planto. Que ya no quiero vivir más. Que cuando os marchéis de aquí me meteré en la cama y de ahí ya no me sacaréis hasta el entierro. Podéis hasta despedir a Macarena porque no pienso ni comer ni nada. Aunque ahora que lo pienso, mejor que no, al menos hasta que no consiga otro empleo. No me vengáis con discusiones ni con rezos ni traigáis al médico ni cuchicheéis, que os lo oigo todo. Ni estoy demente ni se me va a convencer de lo contrario. Así que, ale, todos a casa. Daos por despedidos y que sepáis que si no tomé esta decisión antes fue por lo mucho que os quiero. Pero ahora, lo siento, voy a pensar en mí”. Y se metió en la cama.

lunes, 22 de marzo de 2010

Metas

Detrás de un éxito lo que hay es esfuerzo, ilusión y suerte. Y no es más importante que todos los pequeños fracasos, desesperanzas y luchas que lo han hecho posible.
El empujar cada momento el peso de la magia del deseo es lo que le da luz, y evita perder el camino, uno que no para de dar vueltas y desviarse de la ruta principal. Qué difícil es no perder la senda que casi nunca está enlosada con ladrillos amarillos, que no tiene señales ni indica lugar de destino. Sólo la esperanza, el trabajo diario lo marca.
Da igual la meta, lo importante es tenerla y perseguirla.

domingo, 21 de marzo de 2010

No a la rutina

Nada hay cierto, ni el pasado, nada es seguro, menos el futuro. El día a día ya es incierto, así que vete a pelearte con los demás tiempos.
Cada día es diferente, aunque nos empeñemos en verlo rutinario, a pesar de necesitar esa rutina para anclarnos y no sobrecargarnos con lo que habría que aprender si no.
Los amnésicos que no retienen los recuerdos inmediatos, a los que cada día todo es nuevo; la casa, su ropa, el quehacer diario, tienen el enorme esfuerzo de aprenderlo cada mañana sabiendo que lo olvidarán al cerrar los ojos, para ellos no hay tiempo, no hay recuerdos, no hay yo, pero sí hay vida. Una vida nueva en la que vivirla es siempre intensa.
Es curioso que a pesar de no recordar, les suele gustar lo mismo cada vez, y que las personas que han significado algo en su vida, les caen bien, y lo que les disgusta, sin saber por qué, les desagrada cada vez, cada día desde su aprendizaje eterno y los que no tenemos ese problema, no apreciamos ni vivimos igual.
Habría que levantarse siempre con la incertidumbre cierta de que podemos hacer de nuestros días algo nuevo, distinto y mágico, hora a hora, minuto a minuto, perder la memoria a propósito para reencontrarla a cada paso. La apreciaríamos más, seguro.

sábado, 20 de marzo de 2010

Una paradoja más

A veces se ha de parar toda actividad, dejar el cuerpo aparcado, la mente libre, notar cómo el tiempo te atraviesa sin hacer nada productivo, mirándole pasar con descaro, sin complejos, allá va, tú no eres su esclavo, te has liberado de su radio de atracción. No estás en él.

Y ves lo que te rodea con indolencia, sin prisas, dejándote llevar, intentando no pensar, no recordar, no planificar. Te das la vuelta, cambias de posición, ya se hará, ya lo haré, no hay prisa.
Curas del tiempo, remedios contra el ajetreo, las obligaciones, replanteamientos, dudas atrasadas, asertividades aparcadas.
Qué necesario parar, pararse, detener cualquier inercia, casi ni respirar para poder resurgir de lo cotidiano, para asegurarse que se quiere regresar con fuerza a la actividad que te agotó, a las palabras que te secaron, a los acordes que te enmudecieron.
Parar si se quiere seguir.

jueves, 18 de marzo de 2010

La curiosidad

Hacía sol así que se acercó a una esquina donde un árbol impedía que el calor agobiase demasiado. Se había enfadado con Tomás y Adrián, no sabría decir por qué, algo de un lápiz de colores roto, en realidad lo único que perduraba era la sensación de enfado, no el recuerdo de la disputa, así que ahora, en el recreo, enfurruñado, se aisló del resto con lo que él creía dignidad ofendida y no pasaba de ceño fruncido.

Se aburría mucho, miraba a sus compañeros con una envidia que no se reconocía ni admitía sentir; “Bah, qué tontos, no saben cómo hacer nada”. Y se entretenía con un palito horadando la tierra. Los niños reían y él dejó de mirarles; un escozor extraño le recorría por dentro, un orgullo dañino le clavaba a esa esquina tediosa, agarrado a un palito en el que centró toda su atención.”Qué sabrán ellos de nada”, y una vez más se concentró en la tierra y el palo; entonces lo vio: un gusanito bola. Encantado se dedicó a golpearle ligeramente cada vez que el animal se estiraba creyéndose a salvo. Alegre por el descubrimiento, ya sí le dio igual que su propia cabezonería le hubiese apartado del momento más divertido de la mañana. Si no lo convirtió en bolita veinte veces en cinco minutos, no lo hizo ninguna, hasta que un poco cansado del tema, se le ocurrió la idea de cómo lo haría el insecto para cambiar de forma. Lo cogió con los dedos y en la palma de la mano lo inspeccionó con ojo de cirujano e indagación de científico. La curiosidad innata del hombre ante la naturaleza reflejada en la carita de un niño arisco al que no se le ocurrió otra cosa que partir al gusanito en dos para ver si así descubría el milagro de la metamorfosis.

Las dos mitades se agitaron unos segundos y cuando comprobó, no sin fastidio, que de ahí no sacaría nada, arrojó lejos de sí los restos del bichito y olvidando su enfado, fue a reunirse con sus compañeros que tampoco recordaban por qué el niño se había alejado a esa esquina sombría en vez de jugar a pelota con ellos como cada mañana.

martes, 16 de marzo de 2010

Nada es igual

Nunca te bañarás en el mismo río.
No, nunca, pero tampoco el río habría envuelto a alguien igual; no somos los mismos, nuestra agua también se renueva.
Ningún lugar se mantiene intacto, ni siquiera en los recuerdos que los van desgastando.
Es verdad que sí tenemos la misma apariencia, el río, los lugares, las personas, pero ni ellos ni nosotros somos quienes éramos. Al igual que cuando leemos un libro y descubrimos en él lo que no supimos entender antes, o nos paseamos por calles que vemos con otros ojos, y hablamos con quienes ahora nos descubren otras sensaciones.
Todo cambia; las células del cuerpo se regeneran constantemente, los pensamientos deberían, los sentimientos se pelean entre ellos para ver cuál nos guiará, las circunstancias en proceso continuo; un ajetreo invisible, un tornado de estímulos imparable que nos mantiene fijos en su centro, el ojo del huracán, donde nos ubicamos y seguimos cambiando.

lunes, 15 de marzo de 2010

... o relatos...

Más allá de las rocas.

De los primeros recuerdos que tengo está el de salir todas las tardes, antes de que el sol se pusiera, con mi cubo y mi pala, hacia las rocas. Era el punto desde donde mejor veía mi madre si ya llegaba papá. Los barcos pesqueros que habían terminado de faenar se acercaban cargados, o no, al puerto situado más allá de esas rocas negras llenas de vidas primitivas; cangrejos, berberechos, mejillones, seres extraños que se refugiaban o anidaban entre los recovecos de esas piedras impresionantes, eternas, contra las que se golpeaba el mar una y otra vez, rompiéndose en una espuma blanquísima que me salpicaba dándome a probar, quisiera o no, su sabor salado, el picor en los ojos si no los había cerrado por pillarme desprevenida, y ese olor a infinito, a misterio; lleno de peligros y traición.

Mamá siempre me instaba a darme prisa. Ansiosa, tensa, me vestía casi con brusquedad, con las manos torpes por la urgencia, y no se calmaba hasta que no descubría el barco, hasta que no escuchaba la señal convenida desde novios, desde ese primer día en el que salió al mar: dos toques largos y uno corto que retumbaban, compitiendo por oírse de entre las demás señales acústicas que los otros barcos también emitían anunciando a los suyos, que una vez más, el mar les había permitido regresar. Mamá no paraba hasta verle, oírle, entonces respiraba, su rostro se relajaba y se acercaba a jugar conmigo; me enseñaba a coger con mi palita esos seres tan raros, medio monstruos, medio chiste, que acabábamos comiendo en casa, cocinados a toda prisa en la cocina antes de que papá llegase con sus historias del día, buenas o malas, impregnando el ambiente de ese olor a mar que habitaba en casa: todo ahí dentro olía a salitre, a vida arrebatada, a rocas negras.

A veces también venía mi abuela; lentamente se acercaba a donde estábamos, sola, el abuelo odiaba bajar a las rocas, le parecía de mujeres no esperar al hijo en el mismo puerto para ayudar a los hombres con las amarras, las redes, la carga. Nunca bajó a las rocas, no quería saber por anticipado si los barcos sobrevivieron al día, al mar, al destino. El abuelo curtido por el sol y la sal se negaba a estar junto a nosotras: tres generaciones que habían aprendido a mirar más allá de las rocas, esperando al padre, al marido, al hijo.

viernes, 12 de marzo de 2010

A veces surgen versos

Enmudecer hablando para callar desde el silencio

aprendiendo del sinsentido diario,

hiponotizados por la débil estela de una ilusión.

Abandonarse entre las brumas que deja el sueño al despertarse,

siguiendo unos pasos que quizá no se anden jamás.

Entrever el sueño del alma mientras duerme, curiosos,

mientras nos susurra en silencio quién es, quiénes somos.

Queriendo abrir los ojos en mitad de la noche sin noche

para asegurarnos que dormimos, que despertaremos.

Y mientras tanto soñamos que necesitamos soñar.

miércoles, 10 de marzo de 2010

Encuentros

Me sucede que a veces una persona en particular me llama la atención, ya sea por la ternura que inspira, su modo de andar y gesticular, la ropa que lleva o cómo la lleva, en fin, por lo que sea, me destaca del resto, a partir de ese momento me la suelo encontrar en los sitios más dispares y con frecuencia.
Hay casos curiosos como el de una mujer a la que me la he ido encontrando a lo largo de su vida, la vi en un parque, años más tarde sentada en un autobús, la vi vestida de novia entrando en la iglesia, luego en un hospital donde tuve que ir, embarazada, y lo más asombroso, la vi paseando a cientos de kilómetros de la ciudad, las dos estábamos en otro país, el mismo, a la vez. Si ella me siguió la pista a mí también, me imagino el desconcierto que tendría al verme, si me vio, allí, mirándola por ese paseo interminable, hermoso bajo ese cielo gris.

Me gusta seguir así a la gente, porque no las sigo en realidad, nos cruzamos simplemente. Hay personas a las que sólo veo en zonas concretas, una abuelilla feliz con su redecilla antigua para comprar que camina por donde yo cada mañana temprano, siempre sonriendo, mirando al suelo por lo encorvada que va, sonrosada y arreglada, con su moño blanco y murmurando para sí. Cada vez que paseamos por la misma acera, me dan ganas de saludarla, preguntarla cómo le va todo, pararme a charlar, hablar de la vida que me imagino que lleva.
Porque eso es lo que me apasiona, observar a las personas y deducir por sus actitudes qué hacen, cómo es su entorno, qué tal les está yendo el día, sus días. Y a lo largo del tiempo, sé de ellos mucho, real o no.

Pero no soy espía de personas, sólo de historias. Me gusta leer la vida. Es la mejor Literatura.

martes, 9 de marzo de 2010

Territorios

Marcar territorios, algo común a todo ser vivo.
Es curioso como nos buscamos nuestro espacio y lo acomodamos estemos donde estemos; una habitación de hotel, un cuarto prestado, en el hospital, en cualquier sitio en el que tengamos que estar un tiempo más o menos prolongando no podemos evitar hacerlo nuestro, marcarlo. Abrimos el cuarto, lo miramos largamente, y colocamos aquello propio o recolocamos lo ajeno hasta que esté como queremos, volvemos a mirar el espacio, suspiramos, y ya estamos bien, como en casa.
El carácter de cada uno lo acotará tal y como es. Pero todos lo señalamos. Hasta los lugares más inhóspitos -quizá ahí con más razón--, en cárceles, en campos de concentración, en zulos... da igual el sitio, uno llega, y adecua ese pequeño trocito de entorno con sus pertenencias, en un orden propio y único, adornado al gusto; se ha de ubicar, encontrarse pleno en ese territorio ahora suyo, aunque sea en pleno infierno. Un instinto primario, básico que nos ayuda a vencer el miedo, a ser dueños de ese espacio, a indicar a otros que ahí no tienen nada que hacer, que es nuestro. Ayuda y mucho. Vencemos a medida que nos situamos, que nos aseguramos ante lo desconocido.
No hay mendigo que no tenga las pertenencias en su propio orden, presos que no acoten su espacio, refugiados que no adornen sus precarias estancias. Cuando se pierde una casa por las causas que sean, se pierde ese reducto de seguridad, los recuerdos que nos afianzaban, los bienes acumulados que nos habían identificado como queríamos.
Perdemos nuestro territorio, perdemos pie.




domingo, 7 de marzo de 2010

La ley de los equilibrios.

La ley de los equilibrios.
Una balanza que intenta compensar, que nivela los acontecimientos. A veces es el bien de uno que daña a otro, otras la suerte que no acaba de ser redonda, las más, una mezcla de sucesos, malos y buenos, que viene a llenar los días.
Pero lo cierto es que nunca nada sale del todo bien, ni del todo mal; hay un equilibrio elaborado, aunque sea precario, y tarde en verse.
Lo que a unos les hace feliz, a otros los hunde. Cientos de dichos populares lo resumen. Cierto que esa sutil interconexión que nos une está hecha de risas y lágrimas, de alegrías y dolor. Una puerta se cierra para que otras se abran, no llueve a gusto de todos, lo que se te da por un lado, se te quita por otro...

Hay que alegrarse cuando nos toque la puerta cerrada porque a otros se les habrá abierto, y esperar que se despeje el camino de uno, que a veces parece que sean los portazos los que imperen.
Confiemos en la ley de los equilibrios. Confiemos...

sábado, 6 de marzo de 2010

Información

El hombre siempre ha buscado alterar sus sentidos, encontrar un resquicio por donde salirse de la realidad, trascender las barreras del cuerpo: ser mente.
No me refiero aquí a la desidia de los que se abarrotan de drogas por mera incompetencia ante la vida, por aburrimiento, circunstancias equivocadas o equívocas. Eso lo dejo fuera.
Voy más bien por los chamanes, los místicos, los anacoretas, aquéllos que llevaban el cuerpo a límites inhumanos, ya fuese mediante el ayuno, el sufrimiento corporal autoinfligindo, la falta de sueño, hierbas peligrosas..., lo que fuera para salirse de uno mismo, para alcanzar un nivel de consciencia distinto del habitual con fines más allá de la mera experimentación; crear, predecir futuros, hablar con los dioses.

Y es verdad que cuando el cuerpo está al límite se traspasa una dimensión, los sentidos se aguzan, la mente se extravía, los pensamientos se agrandan, la vida se experimenta desde otro punto de vista, casi fuera de uno mismo. Todos hemos tenido momentos así, desde el cansancio, la fiebre, dolor. Esa percepción vívida, onírica casi, que nos desbarata el orden lógico de las cosas y que se recuerda como clarividente casi.

Buscar esa versión distorsionada de la consciencia, toparte con ella sin querer, tenerla ante ti, hace que te plantes lo poco que sabemos de nada, lo limitados que son nuestros sentidos, lo frágil que es la frontera entre la cordura y la locura.
Dependemos de cómo procesamos la información, y de ella misma, como para que encima nos llegue corrompida.
Y aquí cabría la pregunta clave; ¿qué es, de todo lo que experimentamos, fiable?

jueves, 4 de marzo de 2010

Sólo una raza más

Hay distintas imágenes que nos trasmiten diferentes sensaciones, y lo curioso es que nos suelen despertar lo mismo a todos, independientemente de las culturas, la geografía y la Historia. Al igual que los gestos, que mundialmente los hacemos y los comprendemos de idéntica manera; el de enfado, el de miedo, de risa, de querer comer. La gesticulación es universal. La imitamos nada más nacer y la reconocemos instintivamente. Nos ayuda a elegir gente y lugares.
Así pues un niño pequeño inspiraré ternura, un animal salvaje inquietud, un paisaje hermoso, paz. Ejemplos los que se quieran, y es que los humanos nos comunicamos con imágenes, gestos y sensaciones, más de lo que creemos.
Biológicamente estamos dispuestos para analizar lo que nos rodea y responder adaptativamente al entorno; un icono que inspire miedo nos hará retroceder, uno que nos muestre a un bebé, nos despertará los instintos primarios de conservación de la especie para cuidar de él, otra que más bien indique peligro, nos pondrá en guardia.
Y eso es igual para todos los humanos, da igual la cultura, el idioma, el carácter; ahí, reaccionaremos como estamos programados.

En realidad somos una raza, la humana, y no pocas veces, nos olvidamos de que somos animales, con instintos y un largo historial de rasgos y conductas adquiridas.
Sí que somos algo más que la herencia genética, por supuesto, somos individuos que aprendemos y crecemos únicos, pero eso no debería hacernos creer más especiales de lo que somos; pequeños seres adaptados a las circunstancias, que han arraigado en el hábitat que les otorgó la posibilidad de ser. Ni más ni menos.

miércoles, 3 de marzo de 2010

Empeño.

En la vida hay que arriesgar hasta la misma vida. No se puede vivir pendiente de romperla, hay que atravesarla, creer en ella, a pesar de ella.
Soñar que la vives como quieres, ir a por esas ilusiones, las que sean. No dejarlas de lado creyendo lo que nos dicen otros; ellos tienen sus vidas, no saben cómo manejar la nuestra.
No hay nada posible ni imposible; sólo hay; hay ganas de viv¡rla como mejor creemos que se ha de hacer, hay anhelos que nos levantan por la mañana y nos dan la ilusión de creer en ellos, hay el trabajo constante, hay la suerte, hay la espera, la desesperación, hay vida en la vida.
Y aunque lata lentamente, late, vive. Busquemos cómo queremos soñarla.

lunes, 1 de marzo de 2010

Irremediable

Hay momentos terribles donde a pesar de saberlo, no puedes impedir el hecho de hacer o decir algo que sabes va a romper lo que aún se mantenía, aunque fuera en precario equilibrio.
Son esos instantes en los que a la mente se le adelantan a las palabras y las ve estrellarse contra la situación, pero no las puede detener, como Casandra, ve impotente el futuro pero nada más.
Las vas diciendo, lo vas haciendo, escuchas como estallan en mil pedazos, pero sigues, sigues, sigues.

Luego, con los trozos en las manos, se los mira desolados, arrepentidos, impotentes de ser incapaces de dar marcha atrás, tanto o más, de lo imposible que fue dejar de hablar, de actuar. Ya está hecho, ya se rompió.
Uno se pregunta cómo es posible haber llegado a ese punto, con lo fácil que hubiera sido ir con tacto. O no, quizá si se saltó es que ya se había ido con pies de plomo demasiadas veces, y en ésta, por lo que fuera, se dio rienda suelta a esa furia que nos gobierna soterrada y que surge cuando la acallamos demasiadas veces, demasiado a menudo.

Esa sensación de que algo irrecuperable sucedió es, normalmente, el primer aviso de una crisis; algo que se estaba moviendo por dentro y terminó por surgir a la superficie. Nos hemos saboteado inconscientemente, a ver si así nos dirigimos al centro del asunto.
Los cambios siempre empiezan cambiando, cambiándonos.