jueves, 29 de abril de 2010

Una pregunta

Hay un pregunta clave para los creadores, en la disciplina que sea, y es si lo proyectado sirve, es útil, ayuda a alguien, o por si lo contrario, es para conseguir fama, dinero o prestigio, únicamente, al autor.
Creo que dependiendo de la respuesta, la obra será más o menos válida. Es decir, si sólo busca dinero, no tendrá mucha alma ni contenido. No es que eso sea malo, es que está más predispuesta al olvido, ya que sin alma, no está arraigada en nadie y el paso del tiempo se la llevará, claro que al autor, si tan sólo quería fama, le dará igual.
La mediocridad abunda más que nunca porque cada vez es más fácil divulgarla, hay medios que nos traen lo que no pasaría por otros filtros más exigentes.
No es malo que se hagan obras facilonas, vulgares, temporales, para nada. Pero sí lo es no saber distinguirlas de las buenas.
Publicar, dar conciertos, pintar, exponer es más asequible, así que la genialidad sigue siendo minoritaria, porque se la ha de encontrar bajo capas y capas de obras vacías, torpes, aunque sean millonarias.
Hay que contestarse bien esa pregunta a la hora de crear y mantenerse dignos en ella, sea cual sea la respuesta.
Sigue siendo difícil ser uno mismo, y eso es bueno.

martes, 27 de abril de 2010

Ojos que miran

Pocos niños no son curiosos, con esos ojazos bien abiertos mirando el mundo que se les ofrece.
En cuanto son capaces atraen objetos a la boca para conocerlos, más tarde los manosean como ciegos, para quedarse con sus contornos y texturas, después, siguen explorando preguntando, señalando, deduciendo de los elementos más simples para comentarnos sus conclusiones, de una lógica aplastante. Mirándolo todo como el que cree que lo que ve puede llegar a no estar mañana.
Paulatinamente, dejan de curiosear, preguntar, interesarse por lo de afuera y comienzan a verse por dentro, ya saben que el mundo no va a cambiar, y sienten que ellos mismos sí lo hacen. Las preguntas son menos fáciles de contestar, sus ojos, menos abiertos, empiezan a soñar.
Y en ese punto crítico dejan de ser niños, se aventuran, de nuevo, a recorrer el mundo, uno que ya no puede ser descrito por quienes les llevaban de la mano, sino por su consciencia, encontrándose con otros niños antiguos con los que compartirán deducciones, experiencias.
Crecerán, crecemos, pero no nos olvidemos jamás de abrir los ojos, de preguntarnos y contestarnos. Nunca.

lunes, 26 de abril de 2010

Ilusiones

La ilusión de la compañía, qué necesaria y qué engañosa, a veces. Lo más difícil, lo más fácil. Todos necesitamos sentirnos queridos, arropados por aquellos que nos son más afines, más íntimos.
Y cuántas veces metemos la pata, cuántas veces fallamos y nos fallan, y aún así persistimos en esa ilusión, necesitamos sentirnos parte de alguien, de algo, de un todo. Las palabras, que tanto engañan y que usamos a la ligera, ayudan en el enredo. Las utilizamos alegremente y una vez dichas, nos es imposible devolverlas al silencio, y nos traen otras que nos van enredando aún más en la incomunicación, creyendo que aclaran pero embrollan, nos embadurnan de pensamientos, de imágenes que muchas veces, atascan.
Nos necesitamos, hemos de esforzarnos por ser esos otros que queremos, que buscamos. Si se pudiera ser, durante un tiempo, ese otro que nos habla, sería más fácil; veríamos desde dentro, lo que nos dicen, lo que sienten y luego de regreso a uno mismo, además de estar más llenos, estaríamos más seguros de que esa ilusión no es sólo quimera, sino realidad.

domingo, 25 de abril de 2010

No es fácil

Vas andando despacito, con cuidado de no pisarte las ilusiones, mirando hacia adelante, suavecito, para no perderte nada. Hay momentos de desánimo en los que nada acaba de valer la pena, en los que sólo andar, mirar, ver, salir de uno mismo, los hace más llevaderos.
No es fácil, a veces, nada fácil.
Pero el mar está para cruzarlo.
El camino siempre cambiante ya dará respiro, mientras tanto, hay que respirar solos, despacito, andando con cuidado de no dejar atrás lo que te hace ir hacia adelante, sintiendo los pies que surcan la tierra, para no perderte nada. Caminar, aunque sea en círculos, pero no parar. Adelante. El sentido ya vendrá.
A pesar de que, a veces, no sea fácil.

sábado, 24 de abril de 2010

Curiosidades cotidianas

Hay muchas situaciones curiosas, normalmente, más de las que detectamos, ya que hay que pararse a analizarlas, pero la vida cotidiana está llena de paradojas y anacronismos.
Hoy estaba hablando con Millás, gran escritor, y era como si lo conociera de toda la vida, por supuesto, él a mí no me conocía así que era una situación asimétrica, y eso ya es de por sí curioso, hablar con alguien a quien conoces por sus escritos y su imagen sabiendo que el otro no sabe de ti nada, en este caso algo común había, pero el desnivel estaba ahí bien marcado.
A la vez, mientras conversaba, veía lo lejos que ya ha llegado él, con su esfuerzo, el tiempo y la vida, y yo me sentía a años luz de estar donde él está ahora. Al irme, justo detrás, una joven me increpó, preguntándome si yo era yo, y al responder que sí, me pidió si le podía firmar mi libro y me contó, ilusionada, que ella estaba también intentando escribir y me trató como si me conociera, sabiendo que yo a ella, no. Y me miró con esa envidia sana que tenemos al mirar las metas que otros han alcanzado ya. Igual que yo con Millás hacía segundos. Igual que hará Millás con otros.
Todos estamos en un punto que otros desean y desde donde queremos seguir subiendo. Siempre habrá más, y menos.

viernes, 23 de abril de 2010

Zapato de cristal

Si la realidad no nos gusta, normalmente, cortamos de aquí y de allá hasta hacerla a nuestra medida.
En esto de hacernos trajes con ella, puede dar lugar a casos espeluznantes, donde la persona vive fuera de lo real, viendo lo que no hay y negando lo que ve. En general, nos cuesta bastante asimilar que lo que nos sucede, no es lo que queremos que pase; la yerba siempre es más verde al otro lado, sea éste cuál sea, el asunto está en no apreciar el color de la que tenemos más cerca. Así, la vida de los otros se nos muestra más interesante que la que llevamos que en la comparación pierde, pareciendo más gris -sin sospechar, que por la misma regla de tres, los demás la verán verde brillante-.
A pesar de esa insatisfacción, que hasta cierto punto es buena ya que nos lleva a superarnos, lo que más se practica es el disfrazar los hechos hasta que nos ajusten.
La mente desmenuza el entorno y nos lo presenta cómo sería si pudiéramos moverlo a nuestro gusto, igual que las hermanastras de Cenicienta, en su versión original, que cuando les presentan el zapato de cristal y en él ven el posible reino, y al probárselo y constatar lo obvio; que no les cabe, deciden, sin dudarlo, cortarse los dedos del pie para que entre: Adaptan el pie al zapato, y ya está.
Esa barbaridad es la que hacemos continuamente, al menos, hasta entender que la vida ha salido así y si por ahí no es, otros rumbos habrán. Aunque gente hay que sigue negándolo.
Más de uno va por los caminos cojo.

miércoles, 21 de abril de 2010

Romper sin querer o queriendo

Es más fácil destruir que construir, romper que crear. Es evidente, cuesta menos esfuerzo, menos tiempo, y sus resultados son inmediatos.
Es fácil ver en los parques, como un niño está entretenido haciendo figuras con arena o colocando piedrecitas en un orden determinado y observar que otro pequeño lo mira esperando, con una paciencia loable, a que termine para, de una patada, derrumbarlo todo. No es infrecuente escenas así. La atracción del caos.
Y eso no sucede sólo con los niños chicos, sino con los más grandes, sólo que ahí suele intervenir, no la curiosidad o el impulso de romper, sino la envidia o los celos.
Esa atracción a destruir lo ajeno nos acompaña de adultos. Se suele dominar, aunque las personas violentas, sin control, acaban rompiendo lo que más quieren, se dejan llevar por el impulso ancestral y en unos segundos acaban con lo que cuesta años de construir, casos extremos de esto son los que matan por arrebato: no hay acto de mayor destrucción.
Lo más triste es cuando, sin querer, bien por no estar atentos, bien por un desliz en la coherencia, se rompe lo que no se quiso hacer añicos; una palabra mal dicha, una acción a destiempo, un roce que vino a dar en tierra con lo que nos costó tiempo mimar y crear.
Cuántas veces se habría querido dar marcha atrás para no hacer lo hecho, no decir lo dicho. Pero no se puede y ahí queda, en el suelo, lo que jamás habría de haberse roto.
La Naturaleza también tiende a la destrucción, es evidente.

lunes, 19 de abril de 2010

Metaconciencia

El absurdo de lo que nos rodea es tal que hay que disimular, cada uno como pueda. Llámese religión, ideología, arte, hedonismo, filosofía, resignación, locura..., hay donde elegir.
No podemos evitarnos plantearnos las preguntas sin respuesta siempre, hay momentos en los que nos surgen, nos ponemos a su merced, nos abismamos en el agujero negro del absurdo, de la vida y la muerte.
Muchos cierran los ojos, pocos intentan una conciliación, menos lo utilizan a su favor.
Ese mismo pavor al desconocimiento absoluto de lo inevitable, a la incomprensión de la misma materia de estar vivo, viene a empeorarlo la certeza del fin. Si ni entendemos cómo somos, cómo es posible estar suspendidos en el infinito sobre un planeta finito, cómo salir adelante con el día a día...
Cuando nuestros antecesores supieron que ese compañero ya no se levantaría y decidieron enterrarlo, despertando la metaconciencia, no dieron mayor respuesta de las que tenemos ahora mismo. Miles de años despiertos ante esa consciencia y nadie ha encontrado la respuesta. Me temo que ya la encontraremos.

domingo, 18 de abril de 2010

Primer paso

El viaje más largo se empieza con el primer paso.
Hasta ahí lo tenemos, eso nos ayuda a emprenderlo, a no abrumarnos por lo extenso del trayecto, pero una vez dado, hay que dar otro, sin agobios, sin prisas, sin mirar lo que queda, y detrás de ese segundo, un tercero, un cuarto, un quinto; hay que seguir lo que se comenzó. Se puede parar un rato, mirar el paisaje o ver, si se quiere, el tramo recorrido, pero sabiendo que el pie ha de regresar a la senda.
Sólo un primer paso no alcanza, no es nada; es la constancia quien nos conducirá a la meta. Eso sí, sin agobios, el recorrer el camino es tan importante como llegar.

Nunca hay que mirar lo largo, difícil o costoso que es lo que queremos recorrer, cuando se esté seguro que es ese, y no otro, ha de dar igual los inconvenientes, los tropiezos, los descansos, desalientos, caídas; estamos ahí, y llegaremos. Dando ese primer paso.

viernes, 16 de abril de 2010

Hoy relato: Tierra

-¿Qué hora es?

-Hija, es la tercera vez en un minuto que me la preguntas. Tranquilízate.

La mujer sin parar, sin notarlo siquiera, estaba andando de un lado a otro de la habitación. Sorteaba la mesa que ocupaba el centro y se daba la vuelta cuando la pared le impedía seguir adelante. Tenía agarrado su chal. Sus manos lo apretaban con fuerza, retorciéndolo. A veces, se quedaba parada, ahí en medio, entre la mecedora y la silla. Quieta. Las manos tensas de tanto apretar. La mirada extraviada. Al rato, rompía el silencio preguntando la hora, luego sus piernas volvían a llevarla por toda la habitación de nuevo.

La anciana, sentada cerca de la puerta, la miraba con sus ojos enrojecidos y secos. Hacía ya rato que había dejado de intentar calmarla con palabras. Se limitaba a dar la hora cuando se la pedían y sus pensamientos los compartía con ella misma en forma de un murmullo ronco que se acompasaba con los pasos inútiles, silenciosos de su nuera.

-¿Qué hora es, madre?

-¡Ay, hija! La misma de antes.

-Madre, yo no aguanto más, me voy.

-Pero hija, y con eso, ¿qué vas a ganar?

-Y quedándome aquí, qué gano quedándome aquí, sin poder hacer nada. Sin saber si puedo ayudar.

-Es mejor que no vayas, entorpecerías a los hombres. Una mujer no tiene fuerzas.

-Usted puede quedarse ahí sentada si quiere, yo me voy.

-No creo que sea una buena idea. No lo creo -la anciana siguió diciendo la última frase para ella misma, bajito, a la vez que se balanceaba en su mecedora, la misma que usó para amamantar a sus hijos-. No lo creo, no lo creo.

-¡Madre, por Dios, cállese! Me está poniendo más nerviosa aún.

-No vayas. No es un espectáculo agradable ver cómo sacan a tu hombre de la tierra.

La anciana se mecía cada vez más deprisa, la mecedora crujía peligrosamente. Sus labios se movían al ritmo, sin emitir ningún sonido. Sus ojos sin lágrimas se llenaban de imágenes pasadas: su marido, inerte, negro del carbón, con sus ojos vidriosos, abiertos mirándolo todo por última vez, ya sin ver. Oía su propio grito. El que dejó sin habla a todos los que les rodeaban. Silencio. Tres días de ruidos continuos, de quitar piedras y gritos de ánimo que iban escaseando cada hora más. Se pasó de las palabras esperanzadoras a las miradas veladas y angustiadas; de la rutina rota al recuerdo de lo que hicieron juntos y ya no harían. Su hombre.

La mujer se mecía, se mecía. La joven la miró. Dejó de andar, de quejarse; se acercó a ella, arrodillándose a su lado, cogiéndola de la mano, empezó a llorar.

-No vayas, hija- la mano de la anciana le acariciaba el negro pelo, una y otra vez, como hizo con su marido ese día-.No vayas.

jueves, 15 de abril de 2010

Aprovechar hasta el último segundo

Lo más satisfactorio del día, es acabarlo y estar a gusto con él, a cualquier nivel; mirar las horas transcurridas y sentirlas llenas, de lo que a cada uno le parezca, eso es independiente. Normalmente nunca estamos del todo de acuerdo con ellas; algo se podría haber hecho de más o de menos, aquí habría sido mejor eso o aquello, pero en líneas generales, si el día ha salido de acuerdo con lo que esperábamos de él, lo damos por bueno.

Claro, que todas esas horas, que a veces parecen muchas y otras, muy pocas, no son totalmente nuestras, es decir no las podemos manipular como querríamos, las compartimos con el resto de la gente que las vive, cercanos o no, estamos interrelacionados, todos, más de lo que creemos. Ya lo promulga la teoría del caos con su efecto mariposa: "El aleto de las alas de una mariposa se puede sentir al otro lado del mundo", y es cierto que
algunos comportamientos en sus mínimas variaciones, tienen alcances imprevisibles.

Lo mejor es estar atento a cada segundo y vivirlos lo más intensamente posible, haciendo lo que se ha de hacer, lo que se quiere hacer y siendo flexibles a lo que nos traen, pendientes del posible aleteo lejano de esa mariposa, o atentos por si los que aleteamos somos nosotros mismos.
Cada día podemos crear, sin saberlo un tsunami, o sufrirlo. La vida es impredecible, aunque no lo parezca.

miércoles, 14 de abril de 2010

Gracias

Hola, quiero dar las gracias a todos los que me seguís, me comentáis, me animáis a seguir con estos fragmentos.

Gracias, porque sin vosotros, ninguna de esas palabras tendrían sentido, así que cada vez que las leáis, sabed, que sois vosotros quienes les dais vida.


martes, 13 de abril de 2010

Andreita

"Esto no. Andrea, ven enseguida. Pero, ¿tú ves cómo te has puesto?, anda ve a lavarte a esa fuente. Ven a por la merienda. Anda, deja eso, no te manches. No hables mientras comes, cuidado con ese señor, siéntate, mira a esa nena, ¿ves? está quietecita, tú igual. No, te dije que eso, no".

En un sólo minuto de reloj, cronometrado, esa buena mujer había dado todas esas órdenes a la pequeña, que por cierto, no acababa de reaccionar. "Qué chiquilla, yo no puedo con ella, me saca de quicio, no sé que más puedo hacer", la mujer se lo decía a quién quisiera escucharla del parque, ahí sentados habíamos unos cuantos, una mujer más mayor le cogió el relevo; "Si es que los chiquillos de hoy en día no hacen caso. Ya se lo digo yo a mi hija, ya". Se empezó un diálogo sólo interrumpido por las órdenes de la madre de Andreita que llegó a dar dos contradictorias a la vez; "Anda, estate quieta, ni se te ocurra moverte de mi lado", para al acabar, decirle que fuera a tirar el papel de la merienda a la papelera que estaba enfrente. La niña se echó al suelo y empezó a gritar. "Mire usted, mire, a ver qué hago yo ahora, no he visto niña más desobediente", "Sí, ya le digo, los niños de hoy en día".





lunes, 12 de abril de 2010

No se puede evitar

Hay ocasiones que aún sabiendo lo que va a suceder, conociendo lo que a otro le va a pasar por haberlo vivido antes, no se tiene más remedio que callar y mirar cómo cae; es descorazonador, pero a veces, incluso, es mejor no hacer nada.
Las experiencias se han de ganar, uno ha de caer al agujero, solo, como mucho se le puede advertir de su presencia, pero si no cae, como caímos todos, no se levantará, no aprenderá, no seguirá adelante.
Sobreproteger es pernicioso, anula cualquier vestigio de libertad individual, uno se ha de quedar al margen, por mucho que duela, y tras haber avisado, si se ha podido, sólo cabe esperar.
Y duele, aunque la persona no sea conocida, verle venir el caos encima; una solidaridad, más allá de saberla amiga, te invade. Duele, aún en otros, el caer.

domingo, 11 de abril de 2010

Caminos

Cada uno haga de su capa un sayo. Y es eso, más o menos lo que intentamos hacer todos, unos más conscientemente que otros, pero en el fondo no hay nadie que no quiera ir a la suya, cómo no.
Hemos de ir ajustando deseos con realidades, empeños con cortapisas, libertad con obligaciones, ideas con opiniones. Conciliarlo todo es una gran labor diaria, más trabajosa de lo que parece, cada día hay que luchar contra la entropía física y psíquica que nos rodea y llegar a la noche indemnes, y si se puede, ganadores.

No hay que dejarse convencer por los demás, hay que creer en uno mismo, ser valientes y hacer, no lo estipulado sino lo correcto. Sí, difícil, ya que la duda está en saber qué es lo correcto, normalmente, es lo que nos hace sentirnos de acuerdo con uno mismo, y además, suele costar llevarlo a cabo; otro indicio.
No es fácil caminar el propio camino, ya que, como se sabe, se va haciendo al andar, es más cómodo seguir el de otros, pero también más gris.

viernes, 9 de abril de 2010

Anticipar

Si no anticipásemos dejaríamos de sufrir por lo que va a venir, y por supuesto, de alegrarnos. No hay un solo día, desde que tenemos memoria, que no vivamos por adelantado lo que nos ha de suceder: en el trabajo ya estamos pensando en la hora del café, o cuando lleguemos a casa, o en planes agradables, todo eso mientras trabajamos, acción que a su vez hemos anticipado al despertar y que nos ha contaminado el desayuno. No solemos hacer, al tiempo, lo que hacemos, no tenemos la disciplina zen del “haz lo que hagas”, siempre estamos adelantándonos al ahora.

De ahí también nace la angustia que nos viene al paso cuando se acercan fechas en las que tenemos que repetir acciones que no nos gustan; al saber que no son de nuestro agrado, los comenzamos a vivir mucho antes de que lleguen, logrando que se expandan en el tiempo y nos anulen más que la primera vez, que al no conocerla, nos sumergimos en la experiencia sin más. Cuando es placentera, por supuesto, el anticiparla nos alegra y ayuda a arrastrar la rutina que nos llevará a ese momento. Claro que si no cumple las expectativas, solemos desilusionarnos más que si no hubiéramos anticipado, exigido casi, que fuera como habíamos estado deseando.

Parece inevitable vivir antes de vivir, sólo los bebés, que aún no saben ni sus propios límites corporales, están fuera de ese círculo. Al crecer se les va observando una suerte de memoria, precaria aún, de los lugares y acontecimientos, empezando a definirse, llorando o riendo, al acercarse a ellos, hasta llegar a un día en el que son capaces de anticipar y entran en el círculo adulto de vivir dos vidas: la que estás viviendo y la que anticipas que vivirás. Y es en esa última, donde se sitúan los sueños, aquéllos que la primera ha de conseguir, así, anticipar nos hace humanos, dando sentido a esa humanidad.

miércoles, 7 de abril de 2010

Horas

O todo va acelerado o lento. Los días, con igual número de horas, no duran lo mismo. Unos se eternizan, los más, vuelan. A veces se acaban vacíos, otros, demasiado llenos. Cómo es posible que las mismas horas sean tan elásticas; puede que el cuerpo se pasee por ellas siempre de igual forma, pero la mente no.
El tiempo y el espacio van más unidos de lo que se piensa, cuando nos desplazamos cambiamos el horario, unos segundos, unos minutos, unas horas…, las últimas sí nos las hacen cambiar en el reloj, pero las otras, no. ¿Para qué?, demasiado sutil, aunque no quita que a cada paso que nos alejamos del punto de destino nos movemos también en el tiempo.
Siempre que en esas horas suceda algo no habitual, la mente lo registrará más largo, más intenso, por eso siempre parece que el camino de ida dura más que el de vuelta, porque todos los estímulos nos son nuevos, al regreso, por ser conocidos, no les prestamos tanta atención y la vuelta se nos hace más breve; no hay sobrecarga de información, se almacena más ligero pareciendo más corto, y sucede así, incluso en trayectos conocidos, siempre el regreso parece menos largo.
Las horas físicas duran sesenta minutos, las horas que vivimos, no. Aprovechemos cada una de ellas, engañemos al Tiempo.

martes, 6 de abril de 2010

No hay nada nuevo bajo el sol.

No hay nada nuevo bajo el sol. Ya. Esa frase lapidaria habría que matizarla. Es cierto, nada hay que no haya sucedido antes, que no se haya creado, pensado, sufrido, anehelado, investigado; todo está ya ahí de antes, de mucho antes de nosotros, sólo que ahora nos interesa.

Lo nuevo no es lo que sucede, que ya sucedió y lo hará una y otra vez, sino cómo lo vamos descubriendo, sintiendo, asimilando; la primera vez que chocamos contra cualquier suceso, bueno o malo y ya viejo antes de nosotros, no quita para que nos impacte. Esa primera vez en la que abrimos los ojos a esa realidad, antigua al mundo pero no a nosotros, es única; las experiencias no, como nos van moldeando, sí.

También es ancestral saber que las experiencias ajenas no nos enseñan, que han de sucedernos a nosotros para apreciarlas, entenderlas, superarlas... si no, cada uno nacería con todos los conocimientos que hay bajo ese sol milenario, seríamos viejos al abrir los ojos, y entonces, quizá, si se pudiera crear algo nuevo, pero así no nos da el tiempo para tanto; cada uno hemos de aprender siempre lo mismo que los demás, independientemente de la época, raza, o lugar: condenados a aprender lo que ya se aprendió, por la incapacidad de aprehender sin la experiencia directa.
Puede que por eso lo que hay bajo el sol sea la repetición sistemática de todo, cada vez.

domingo, 4 de abril de 2010

Kilómetros

Hay días que parecen semanas; kilómetros nos distancian de las horas normales, son como viajes en el tiempo donde al movernos por el espacio, se pierda el hilo temporal normal; en cuestión de horas se puede estar comiendo bajo un muralla medieval, pasear por entre columnas renacentistas, admirar un retablo gótico, tocar nieve, retumbar junto a tambores ancestrales, perseguir imágenes en volandas y volver al día a día tras la vorágine.

Las horas libres ocupadas en viajar, en adelantar el espacio al tragarse kilómetro tras kilómetro para compartir cielos ajenos, es algo que se recuerda, no como un tiempo compacto, agitado, sino como un espacio ilimitado, dilatado.
Dejar la mente recorrer sola lo que los ojos distraídos observan por la ventanilla, renueva las ganas de tu espacio, de tu tiempo domesticado, domado. Eso y soñar que se soñó con otras vidas que por un momento fueron tuyas, compartiendo un espacio lejano al nuestro.