martes, 31 de agosto de 2010

Malas rachas

Lleva siendo una época un tanto extraña; no van bien las cosas, más allá de la crisis material, hay una crisis espiritual que arrasa.
Veo a mi alrededor nubes negras, tormentas que alejan, con sus truenos, esperanzas, ilusiones y que dejan la tierra anegada. Andar por ella es puro barro. Gente muy cercana ha tenido que cambiar por completo su vida diaria para sobrevivir a este caos. Veo como todo se da la vuelta; el talento no sirve, la obra de toda una vida no avala, las expectativas no se cumplen, todo se posterga, está como hibernando, latente, a la espera..., ¿de qué?...
Más de un amigo me ha dicho que la esperanza la tiene guardada, que no le llena lo que hacía, que mira y no ve, que no sabe bien dónde buscar ese brillo que todo lo ilumina.
Es un gran compás de espera que ya lleva mucho tiempo impidiendo que la melodía viva, suene, alegre.
Esperemos, pues, a que las palabras sean más que palabras, a que el tiempo sea algo más que estar esperándolo, a que lo que nos hace sentir vivos, viva de nuevo.

lunes, 30 de agosto de 2010

Final del verano

Poco a poco, la gente va regresando a sus casas, ya hay más luces en las ventanas antes ciegas, más niños jugando por las calles, apurando sus últimos días de vacaciones, en los supermercados se ha de hacer más cola, los coches son más. Aún no está todo normalizado, hay personas que todavía no se han ido fuera, pero se nota ya el ambiente del final del verano.
Hoy hasta el cielo ha empezado a nublarse, a presagiar las lluvias de septiembre, el fresquito que barrerá todo el calor que ha hecho este estío. Que ha sido mucho.
Poco a poco, el clima irá declinando, nos iremos acoplando a la rutina nueva, aunque igual, de los otoños que nos conducirá suavemente al invierno, al acortarse los días, a la pereza del despertar, a las ganas de que llegue de nuevo, el verano; éste ya está dando los coletazos finales.
Y, cosa que me ha extrañado mucho, en un puesto de frutas y verduras, vendían níscalos.
Qué ganas tiene el otoño de entrar.

viernes, 27 de agosto de 2010

Ciclos

La rutina sin rutina, el ocio sin ocio, el trabajo sin trabajo. Se necesita soñar andando, creyendo que se es otro, que las fronteras se mueven, que uno se disfraza con otras pieles. El calor conduce a la indolencia, es más fácil ceder, abandonar las obligaciones, soltar amarras. Si se puede.
Dentro de poco, con el frío, la maquinaria volverá a engrasarse, soñaremos sin andar por el sueño y adelantaremos proyectos que imaginamos al recorrerlos.
Todo empezará de nuevo.

jueves, 26 de agosto de 2010

Otros mundos

El tiempo se escapa, se escurre entre el espacio, se acortan distancias y eso parece que también transforma al Tiempo que se atrasa o adelanta con respecto a lo que vamos avanzando; no es la misma hora, aunque difieran segundos o milésimas de segundo, en un lado que en otro.
Estar aquí, luego allí, más tarde allá, abrir los ojos en un lugar distinto a donde los cerraste, es caóticamente emocionante. Es como vivir, durante un ratito, diferentes vidas, como si se abriera una grieta en el tiempo para dejarte experimentar un tramo de ellas, siendo lo que nunca fuiste ni serás, pero por un momento, sus vidas lineales se unieron a la tuya, porque dejó de serlo por unos días.
Eso es lo que renueva: hacer bucles en el tiempo, compartir paisajes y vivencias ajenas a uno completamente, salir del espacio-tiempo cotidiano para entrar en un tiempo sin espacio.

domingo, 22 de agosto de 2010

Antes

Hay carreteras en España, parajes, pueblos, gentes, que parecen anclados en el pasado, es como si para ellos, el siglo XXI no hubiese llegado, recorrerlas es ir tiempo atrás, una sensación extraña, curiosa, y muy interesante.
Hay costumbres arraigadas que ya me contaba mi abuela, que siguen ahí, vigentes en estas tierras España adentro.
Fantasmas vivos inmersos en unas maneras de vida ancestrales pero a la vez, actuales.
Hablaré más de esto, ahora no me atrevo, la cobertura es tan escasa que puedo perder este apunte. Lo lanzo antes de que el pasado me lo arrebate.

jueves, 19 de agosto de 2010

No es tan aburrido

Me gustan las palabras, me ayudan a entender lo que observo cada día, cuanto más veo, más palabras vienen a susurrarme y más pensamientos surgen, las experiencias son más intensas si las piensas, si eres activo en ellas, si las haces parte de ti.
Es estupendo salir al mundo -que puede ser la calle de abajo-, y observar activamente lo que está sucediendo. Insuperable, siempre; no hay ficción que ate tanto, hile tan fino o distraiga sin aburrir.
Observo cómo, al andar, ir en metro, autobús, etc, la gente tiende a intentar evadirse del trayecto, pero no hacía sus pensamientos, sino con mp3, libros, móviles... Y no estoy en contra, en absoluto, ni de la música ni de la lectura ni de los juegos portátiles, pero siento que se están perdiendo algo. Sí, aunque repitan viaje diariamente, siempre sucede algo digno de registrar; si te abstraes de esa realidad, es como si te desenchufases un rato, como si el viaje sólo fuera el llegar, cuando lo es todo; el camino mismo es tan o más interesante que el final.
Si no miramos, no nos vendrán palabras para explicarnos lo visto, ni pensamientos nuevos. Llegaremos a la Neolengua, viviremos con menos experiencias -sólo las buscadas, no las encontradas al azar-, por lo tanto los pensamientos serán más escasos: el estado perfecto para la manipulación.

miércoles, 18 de agosto de 2010

Pozos

Los hay que tienen suerte, y los hay que no. Los hay que saben aprovecharla y los hay que no.
Cierto que la suerte en sí, no es nada, pero es innegable que un poquito nunca viene mal.
Los pozos negros cansan, a veces, apetece quedarse sentado sobre su brocal, mirar hacia abajo y tirar piedras para intuir su profundidad. Y no que te caigan las de los demás encima.
Siempre me han gustado los pozos, esa humedad oscura, su llamada fresca, el eco, el reflejo abisal de los rostros que se miran, el sabor de su agua pura, libre.
Pero no me gusta verme desde abajo, dentro, con los pies mojados y la mirada buscando el final.

martes, 17 de agosto de 2010

Máximas

Es curioso cómo a casi todo el mundo le gustan los aforismos, las frases ingeniosas, los refranes más o menos atinados.
Nos gusta tener a mano sabiduría comprimida, compacta, que nos haga pensar o nos ayude a cerrar discursos, ideas, impresiones. Sí, son como pequeños gusanitos ingeniosos que se deslizan entre las conversaciones y los pensamientos.
Cientos de frases hermosas escritas por los mejores escritores, filósofos, sabios o científicos al alcance de todos; la sabiduría universal.
Es hermoso, si se mira así, el pensamiento entero de la Humanidad condensado en ingeniosísimas frases clarividentes.
En una cafetería cercana dan con el café y demás infusiones, unos azucarillos impresos con las más bellas palabras nunca dichas; te endulzas el té mientras lees a Shakespeare, te sumes en las reflexiones de Platón o te sorprendes con las agudezas de Oscar Wilde. Buena manera de empezar cualquier día, diría yo.

lunes, 16 de agosto de 2010

Debilidad

Somos un entramado de nosotros mismos junto con otros, anudados por las circunstancias.
Desde que nacemos hemos de empezar a entender los límites que nos hacen como somos; un organismo cerrado y complejo que está circundado por el resto del mundo. Eso somos y hay que asimilarlo: Una cápsula de piel que nos acota y el todo que nos rodea.
Hay que añadir que no sólo lo desconocido acecha fuera de nuestras fronteras sino también dentro; chocamos contra el funcionamiento del cuerpo y de la mente, de la enfermedad y la personalidad, alimentada de las vivencias, de cómo las hemos ido asimilando o no, de la capacidad de superar, de soñar, de frustrarse... de ese subconsciente, tercer golpe al orgullo de la Humanidad.
Y aquí, solos, cada uno en nuestro envoltorio, hemos de recorrer el Tiempo a través de las horas, la Naturaleza, la sociedad acumulada. Y dependerá de las alianzas que hagamos con los demás, la facilidad o no en ser flexibles ante los obstáculos y la fuerza interna, la que nos guiará hasta el último segundo, en el que, se supone, entenderemos algo más del camino.
Qué poca cosita somos, qué proeza recorrer solos la Vida: ya que lo hacemos, que sirva para algo.

domingo, 15 de agosto de 2010

Para adelante

Normalmente se temen las crisis, se las mira, aviesamente, como algo negativo, doloroso, tedioso.
Y es cierto, generan dolor pero porque reestructuran. Son épocas de cambio, de revueltas, de ponerlo todo patas arriba. No son agradables; a nadie le gustan las reformas, cansan: se han de reubicar las prioridades, el día a día, los gustos, las compañías, el sentido profundo de los actos. Y eso no apetece. Solemos acostumbrarnos a ir tirando, a chapotear en la rutina, a parchear situaciones que claramente ya están caducas. Pero hay veces que es mejor tirar de la manta que seguir arrebujado bajo ella, toda apolillada ya.

Las crisis son necesarias ya sea para continuar camino o para desviarse de él hacia otro. El tiempo que nos toma asimilar que no somos perfectos, que la vida tampoco y que estar vivos implica cambio, nos acompaña intercalado con las épocas en las que los pasos van fluidos y no nos dan motivo para cuestionárnoslos.
Lo peor de las crisis, no son ellas, sino no atrevernos a entrar, o lo que es peor, salir sin haberlas entendido; así sólo se acumulan, dando pie a un error detrás de otro; se agrandan tanto, que ya no hay tramos hermosos sino paisajes secos, ariscos, llenos de ruido y furia.

jueves, 12 de agosto de 2010

Imitaciones

Ver las ciudades, los campos, la gente, los coches por encima de las nubes, siempre me ha gustado. El gran deseo del hombre de volar, hecho realidad. Siempre hemos querido imitar las cualidades que no teníamos de otros animales; ir por debajo del mar, por encima, correr muy deprisa, volar... y esa curiosidad, o envidia, no sólo nos ha permitido crear leyendas, grandes mitos o fábulas, sino que lo hemos logrado, hemos logrado incluso, imitar características que no tiene nadie, como atravesar el espacio, dar vueltas por el universo, asomarnos a agujeros negros.
La observación primero, junto con la curiosidad, la imaginación, la ciencia y un punto de obsesión nos llevan lejos, mucho, a pesar de algunos Icáros desmedidos, que en el fondo, nos muestran dónde está el sol.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Más kilómetros

Otra vez ante cientos de kilómetros a la vista, buscaré fragmentos en distintos lugares.
Es divertido ver lo de siempre desde otros ángulos, porque por muy lejos que uno vaya, todo es igual, nada cambia, entre otras cosas, porque nos llevamos a nosotros mismos. Eso sí, qué bien sienta ver lo cotidiano de otros desde la novedad de uno.
Iré buscando ondas estos días para escribir.

martes, 3 de agosto de 2010

Opuestos

Nada y todo, blanco y negro, lleno y vacío, amor y odio. Parece que los contrarios son los que marcan los matices. Trabajo y ocio, arriba y abajo. Es complicado, ya que no pueden darse juntos; uno excluye al otro. Y quizá ahí está el error, si pudiéramos lograr conciliarlos, vivirlos al mismo tiempo, puede que agrandáramos nuestra visión, la experiencia diaria, si fuéramos capaces de ser los opuestos a un tiempo, lo podríamos todo.
Puede que por eso tengamos que conformarmos con ir de un lado al otro del continuo, hasta chocar con la nada, después de haber visto el todo, o de llenarnos tras el vacío, o amar tras el odio.
No podemos salirnos de nuestro tiempo lineal y exclusivista; si estoy aquí, es imposible estar allí a la vez.

lunes, 2 de agosto de 2010

Enigma

Iba con la llave buscando su patio, no era desconocido, pero sí lejano, hacía mucho que no lo pisaba y ahí estaba llave en mano.
Era de noche, empecé a buscarlo; recordaba en qué lado de la calle estaba y me fui paseando arriba y abajo mirando los números de las casas. A la primera ronda no lo vi y no me preocupé, la segunda vez que recorrí la calle ya me sentí tonta, a la tercera que leí todos los números de nuevo sin verlo, ya me empecé a asustar.
Crucé enfrente, comprobé que el número de patio era el que pensaba y no otro. Volví a buscarlo: no estaba. El portal no estaba. Era la calle pero el número se saltaba, no existía, del nueve se pasaba al trece, no había once.
A pesar de saber que no era ahí, introduje la llave en el patio trece, entró, pero no giró. Ahí estuve un rato largo.
Un sudor frío me recorría hacía ya rato. Quité la llave, otra vez calle arriba, calle abajo, pero el once seguía sin aparecer. Hasta que de repente una zona oscura de la calle se iluminó; el patio once.
Y puedo asegurar que no estaba cuando miré.

Esta anécdota se la conté a varios amigos y dos de ellos me dieron dos soluciones bien bonitas; una, que no estaba, que se creó cuando lo necesité, y el otro que lo iluminó un ángel.
La anécdota sigue abierta... ¿más soluciones?

domingo, 1 de agosto de 2010

Poema; Soledad


No hay soledad más triste
que la de la compañía no buscada,
más negra que la del que amó y perdió,
más brillante que la propia,
más indiferente que la del mar.

No existen continuos inmutables,
milagros deslumbrantes,
nada cambia en la oscuridad interior,
profunda, indiferente, propia,
la intentamos aliviar, proyectar en otros,
ilusión de nosotros mismos
que acallamos, negándole su expresión,
su nada,
su compañía,
nuestra soledad.