viernes, 31 de enero de 2014

Luces

Andando entre la gente, mucha gente, con una iluminación que ayuda a dar una sensación de irrealidad, quizá pensadas para provocar el consumo, ese impulso condicionado de anuncios, gastos...
Cuántos somos. Cuánta gente que no conocemos nos vamos encontrando en esas calles iluminadas. Cada uno con su mundo, historia, pensamientos; sin conocernos pero rozándonos, escuchando retazos de sus conversaciones, compartiendo durante un segundo sus preocupaciones, alegrías, inquietudes.
Quizá entre ellos estén los que en un futuro serán amigos, compañeros, vecinos. Los que ahora miramos y no reconocemos podrían convertirse en gente con la que quedar algún día. No se sabe. No nos hemos encontrado en un ámbito propicio para el trato, solo unos instantes, unos segundos donde hemos intercambiando el mismo lugar, las mismas luces, el mismo tiempo.

miércoles, 29 de enero de 2014

Manga por hombro

Manga por hombro, a veces uno tiene la sensación de que nada está en su sitio; es como un gran chiste sin gracia; lo evidente es imposible, las esperanzas puestas en un empeño claramente erróneo, gente involucrada en gente equivocada, sueños irrealizables que estallan en la cara...
Y sí, hay veces que cumplir un anhelo es cuestión de tenacidad, pero en otros casos la derrota está cantada. ¿Cómo distinguir? Gran pregunta.
Normalmente se sabe, uno intuye que por ahí no es, algo escuece, tortura, rasca. No fluye; demasiadas dudas, esfuerzos más allá de lo razonable, lloros excesivos, búsqueda de afirmaciones demasiado frecuentes..., avisos todos de que algo no encaja, de que vamos por un camino demasiado trillado. No es el nuestro.
Ahí viene el replanteamiento de profesión, vida, pareja, amistades, ciudad, casa, ilusiones. Y con él en la mano, vuelta de nuevo a comprobar, si esta vez el trayecto solo será duro, difícil, arduo, pero no imposible.
Hay que saber rectificar a tiempo para conseguir lo que queremos, no lo que nos habíamos empeñado en querer. Sí, es complicado distinguir, pero en el fondo lo sabemos, si dejamos a un lado la cobardía, el orgullo herido y el miedo al cambio, muy adentro conocemos dónde estamos, qué queremos y en qué punto nos perdimos. ¿O no?

lunes, 27 de enero de 2014

Relato: La maleta

Ahí estaba. Hacía ya una semana que Julián la había colocado en el primer plano de su escaparate. Una maleta forrada de etiquetas de diferentes colores, una por cada país que había visitado. La fascinaba. Le costó mucho entrar en la tienda del prestamista y pedirle por favor que se la dejara mirar, tocar. Con los dedos recorría cada pegatina y memorizaba su nombre: Estambul, París, Londres, El Cairo, Madrid, Milán... países exóticos, lejanos. Cuando el dueño le pedía por favor que se marchase, que molestaba, iba directa a la biblioteca para bucear en la única enciclopedia que había, una polvorienta y anticuada. Recorría de nuevo con los dedos las imágenes de esos nombres para darles vida; así París dejó de ser un nombre hueco para llenarse de bulevares, cafés, catedrales y torres de metal; Londres se vistió de parques, museos, relojes y niebla. Y así con cada uno de los lugares visitados por la valija, hasta que la bibliotecaria, una mujer seca que había perdido los sueños entre esos libros, le pedía también que se marchara, que debía cerrar. La niña asentía y dejaba atrás esas ciudades a las que se juró que iría junto con la maleta. Debía ser suya. Y eso hizo al día siguiente de tomar la resolución. Entró en la tienda del prestamista, “¿Otra vez vienes a verla?”; “Sí, señor, pero quiero comprarla”, y le dio un montón de monedas sudadas por haberlas llevado en su puño bien apretado desde que las sacó la noche anterior de su hucha. “Tenga” y el hombre las recibió con seriedad. No eran muchas. La miró. “Sé que aún me falta, ¿verdad?”, “Sí”. “Ya”, la pequeña era consciente de que con lo poco que había reunido no era suficiente, pero eso no la paró. “Mire, es que no quiero que la venda, yo se la iré pagando, cada semana le traeré más monedas, pero no se la dé a nadie más. Es mía”. Julián, serio, abrió un cajón de detrás del mostrador, sacó un papel y garabateó cifras y fechas. La niña, con los ojos muy abiertos, observaba cómo hacía. “Toma, esto es un pagaré”, ella asintió sin saber qué era eso, pero alcanzaba a intuir que tenía su importancia. “¿Ves? Aquí anotaré todas las monedas que traigas, y cuando esté pagada, te la podrás llevar”. La carita roja de emoción contestó con un gesto; las palabras no le salían. Aturullada, balbuceó unas gracias y salió. Comenzó a caminar, y solo a la altura del parque se dio cuenta de que era propietaria de la maleta. Dentro sentía como si hubiese hecho un pacto con el diablo, pero le dio igual. Esa propiedad la sacaría del pueblo, del destino cerrado que la esperaba si se quedaba en él. Le abría las puertas del mundo. Y semana tras semana iba a ver a Julián, que con ademanes graves para que ella comprendiese que la tomaba en serio, cogía las monedas que Adela reunía trabajando como zurcidora, lavando ropa o fregando suelos. Tardó muchas semanas en completar el pago. Ya había dejado de ser una niña cuando el prestamista le dijo mirando el pagaré que ya era suya, que podía llevársela, y Adela, casi sin fuerzas para cogerla, la tomó del asa, y con ella en su mano, dejó atrás ese mundo limitado y se enfrentó a otro destino. El que ella fue creando pegando, viaje tras viaje, nuevas etiquetas en su maleta.

viernes, 24 de enero de 2014

Pregunta

Cada momento es único, cada instante irrepetible, cada pensamiento infinito.
Es un hecho. 
Entonces,  ¿por qué esa sensación de tedio, de monotonía, de agarrotamiento que nos persigue a cada momento, en cada instante, con cada pensamiento? 
Siendo cada paso único e irrepetible, lo solemos registrar como gris, igual  y prescindible, a menos que hayamos cambiando de lugar o circunstancia y los recordemos admirados, incluso nostálgicos.
El tópico de que cuando algo falta es cuando se aprecia, se cumple. 
Es un hecho. 
Entonces, ¿por qué no despertamos a cada paso, en cada instante, con cada pensamiento para sentirlos especiales sin necesitar de distancias ni añoranzas para vivirlos plenamente?
Cada uno que se lo conteste...

miércoles, 22 de enero de 2014

Opciones

Lo que tiene la vida es que solo tenemos, que se sepa, una, con lo que las decisiones cobran  relieve y nos condicionan; son ellas las que irán marcando lo que seremos, es decir, somos sus consecuencias, crecemos tal como las vamos asumiendo, ya sea escondiéndonos de ellas, afrontándolas, negándolas o retrasándolas. Se dice que las opciones que no tomamos sí las realizamos en otros mundos, en los paralelos, los que se van creando tras cada elección aunque eso no nos ayuda porque solo somos conscientes de uno. Puede que en los sueños, en la imaginación, en los proyectos tengamos una intuición de lo que pudo ser y no es, o es en otro universo, pero lo que tenemos es lo que hay; cientos de elecciones diarias a las que ni prestamos atención y de las que surgimos cada día.
Somos lo que elegimos y crecemos no solo por las elecciones, sino por cómo las enfrentamos.

lunes, 20 de enero de 2014

Cenizas

¿Qué siente el fénix cuando arde?
Me pregunto si sabe que renacerá, o si por el contrario, se abandona, casi agradecido a las llamas porque ya hacía tiempo que estaba débil, apagado, apático, triste al comprobar sus plumas mustias, opacas. El final.
No sé si cada vez que ese incendio renovador le reduce a cenizas le duele, o lo espera con el ansia de la renovación.
Qué animal más extraordinario, renacer de sus cenizas, resurgir de su propia decadencia, levantar el vuelo aún más fuerte que antes de morir abrasado por un fuego que no quema, renueva.
Pero... ¿y si no lo sabe? Qué espantoso tiene que ser sentirse arder, no entender ni de donde salió el fuego, ni por qué le envuelve. Impotente protagonista de un proceso ancestral que le reducirá a un polvillo gris. A nada. Pero no para él.
Cómo será cuando cada una de esas partículas se busquen de nuevo, para unirse, recuperando la energía, la forma, la belleza imperfecta de la vida.
Desde lo inerte surgirá con más fuerza, más libre, porque ha vencido a la muerte.
Bella metáfora, bonito consuelo. O terrible maldición: depende de saber si el fuego te consumirá o te liberará.

viernes, 17 de enero de 2014

Realidades lejanas

Leyendo sobre el pueblo armenio, que también le tocó vivir el horror de su genocidio en este siglo pasado, supe historias de sus deportaciones contadas con esa magia, entre superstición y fe, característica de ellos; sus andares bajo el terror lo llevaron con una dignidad serena.
Una de las historias es la que fragmento ahora: para comunicarse entre las distintas zonas donde iban siendo arrastrados y ubicados utilizaron un método de lo más ingenioso.
Llamaban a uno de los niños huérfanos, los padres no les dejaban irse de su lado, que aún tuviera fuerzas y dándole comida para el trayecto y órdenes detalladas de cómo moverse por la noche hasta llegar el emplazamiento final, le limpiaban la espalda, y lo hacían tumbarse con los brazos en cruz. La piel sin grasa por la falta de alimentos era perfecta para hacer las veces del papel, le escribían con una pluma toda la superficie hasta la rabadilla, y el niño aguantaba el dolor, al principio más soportable, luego menos, de la punta de la plumilla rasgando su espalda. Una vez terminado el mensaje, se le ensuciaba la piel con lodo para que no se viese lo que llevaba si lo apresaban y lo mandaban al otro lado, con la advertencia de que si lo iban a coger se tirase al río Eúfrates, por cuyos márgenes iría hasta el campamento, para que mojada, la piel escupiera la tinta y nadie leyese lo que no tocaba. A la vuelta era el mismo proceso.
Mensajeros de mensajes vivos.

miércoles, 15 de enero de 2014

Emociones

La gente le tiene miedo a las emociones, por lo tanto no aprende a manejarlas: si son buenas, se dejan llevar, como si vivieran en una nube sin saber que precisamente por ser nube es fácil caer de ahí, y si son malas, las niegan o buscan remedios para no atravesarlas.
Sea como fuese, las tratamos como si fueran cargas pesadas, y no como lo que son: nosotros mismos porque somos, lo que sentimos, cómo lo sentimos y superamos, es nuestra base para ser, crear, reaccionar y crecer.
No las tenemos en cuenta, como las  hermanas pobres de la personalidad y de la inteligencia. Es un error que nos cuesta caro.
Convivir con ellas, manejarlas, disfrutarlas nos ayudaría a comprendernos, a entender ese pozo negro que siempre hay oculto en cada uno de nosotros.

lunes, 13 de enero de 2014

Lluvia que no cesa

El otro día hubo un momento en el que el tiempo retrocedió, cerré los ojos para verlo mejor: Estaban sonando las campanas en plena ciudad, iba a llover, los pájaros se retiraban en bandada hacia los árboles, no había ruido de tráfico y unos niños cantaban, "que llueva, que llueva, la virgen de la cueva..."; cuánto tiempo que no escuchaba esa tonada. Y oyéndola con los ojos cerrados para desubicarme de ese barrio y estar en cualquier otro más lejano en el tiempo y en el espacio, sentí que el pasado nunca se hace presente del todo, pues esa canción que canté de niña porque me la enseñó mi madre por saberla de la suya y así hasta tiempos más lejanos, también se la cantarán los pequeños que ahora la entonan a los suyos propios que lo harán, a su vez, a los bisnietos de quien ahora ni se plantea nada más futuro que un momento de lluvia.
La lluvia siempre moja el mismo tiempo.

viernes, 10 de enero de 2014

Finito

Jamás vemos la realidad en su totalidad, solo una parte. 
La realidad posee cientos de caras, solemos conformarnos con una o dos, a lo sumo tres facetas, y es una pena porque no apreciamos lo que tenemos delante con el esmero que merece. Nos la perdemos.
Ver, por ejemplo, un árbol, apreciar su color, olor, textura, hojas, ramas. Pero también raíces, bichitos, humedad, el Tiempo que esconde en sus anillos..., y no solo desde nuestra posición vertical, sino tumbados, subidos a él, por los lados, desde dentro..., y sus orígenes, cuando fue semilla y estaba dentro del fruto, cuando se enterró, luchó por salir, surgieron sus brotes... Un árbol que será luego, quizá, mueble, o puerta o barco o árbol vivo más allá de nuestra propia muerte.
Y eso con un solo árbol; cada uno es diferente.
La vida no nos da para tanta realidad, la punta del iceberg es a lo más que podemos aspirar. Lástima de tiempo finito.

martes, 7 de enero de 2014

Radio

Os pongo el enlace de la entrevista que me hicieron en Radio Gandía, por quien quiera escucharlo.
http://www.radiogandia.net/images/stories/audio/alacarta/HxHmagazine1_Jue.mp3

Allá va Errantes.


lunes, 6 de enero de 2014

Ilusiones absolutas

Las ilusiones, de niños, son absolutas: es todo a nada, y es normal, son, éramos niños.
Ahora los vemos disfrutar con esa capacidad total de entrega y el sentimiento es entre nostálgico, tierno y triste porque sabemos, o deberíamos, que no existe ese absoluto, ese todo, esa entrega completa: la vida les irá dando matices, modos de sortear los grises, decepciones y alegrías que les hará ajustar sus ilusiones a una realidad para que no se las destroce cada vez que las ideen. Y es bueno que suceda, que se crezca, que se sepa parar el golpe. Que se aprenda a sortear la vida para vivirla.
Ya lo harán, ahora que disfruten de esa idea mágica y completa de creer que lo que sueñas, al despertar, salió del sueño para ser real.

jueves, 2 de enero de 2014

Gotas de lluvia

Los días lluviosos tienen algo de melancólicos, no grises, sino cubiertos de una pátina triste, donde caminar, pensar, recordar se agudiza. Los sentidos algo embotados nos salen al paso mojados, como una fotografía mal conservada, con los rasgos desdibujados, quizá por lo mucho que se ha mirado, desgastando perfiles, imaginando, más que mirando, lo que nos cuenta desde su espacio congelado, eterno.
La lluvia potencia ese estancamiento, esa borrosidad nítida de lo que fue, de lo que es. Nos empapa con lo que no se ha realizado, nos urge a recomponer las figuras de los sueños, de lo que se quiere hacer. Miras cómo el cielo abierto se desparrama sobre nosotros, sobre lo que pisamos y no nos gusta tomar conciencia de lo que no hemos andado, ni hecho.
La lluvia nos recuerda que todo pasa, que nada es lo que es, sino lo que quisiéramos que fuese y los sueños se nos mojan, pendientes de un sol que los ilumine, les de vida y calor.
Sí, son días para dejarse llevar por la melancolía, esa emoción tan suave, dulce y a la vez, sosegada y acuciante.