lunes, 29 de septiembre de 2014

¿Somos?

Hoy expongo una pregunta abierta, la cuestión es, si pudiéramos volver a elegir una situación ya experimentada, sin saber qué sucedió después de haberla decidido, si se pudiera volver atrás en el tiempo, pero sin la experiencia de lo ocurrido, si tuviéramos las mismas circunstancias y manera de ser y ver las cosas; ¿volveríamos a elegir lo mismo o no?
Es decir, ¿son nuestras decisiones más azarosos de lo que pensamos, o por el contrario, es lo único que podemos hacer dados esos mismos parámetros?
¿Somos lo que vamos creando, o simplemente somos?

viernes, 26 de septiembre de 2014

Entre todos

Nuevas vidas que te encuentras cada día; observas a las personas que comparten tu espacio diario, intentando deducir, a partir de lo que ves en esos instantes, cómo serán sus días, en qué trabajarán, cuales serán sus anhelos, odios, frustraciones y deseos. Por mucho que lo intentes, seguramente, ni te acercarás a su realidad, pero a veces, es posible que sí lo hagas. Nunca podrás saberlo. Y es bueno, el espacio para soñar, para imaginar, siempre está abierto, es posible que la verdad decepcione, que esa mujer de mirada perdida, ese hombre agobiado que se obstina en mirar al suelo, esos chicos nerviosos que aún no manejan el cuerpo de adolescentes recién estrenado, no tengan las expectativas ni los anhelos o problemas que les has creado. Quizá la mujer absorta sólo tenga sueño, o el hombre distraido esté pensando en el partido de antenoche y los jóvenes aprendices de adultos ni siquiera sean conscientes de que piensan.
Nosotros mismos somos diana de otras miradas, otras conjeturas y alguno habrá que acierte, que se acerque a la raíz misma de nuestra rutina. Nunca podremos saberlo.
A veces, sin embargo, se cruzan las miradas del que observa con quien es observado y sientes que los papeles son intercambiables; nos reconocemos, y en ese momento, optamos por acercarnos o dejarles ir, puede que prefiramos entablar conversación, compartir deducciones y definir posturas, o más bien, sonreír con complicidad, y seguir anónimos, dejando que nos adivinen y adivinando.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Deslunados

Son misteriosos los deslunados, las terrazas, los garajes, esas partes de las viviendas a las que no se hacen caso, desvanes incluidos.
Recuerdo, cuando iba a visitar a mi abuela, su deslunado; era donde se tendía, y claro, caían cosas inevitablemente: pinzas, prendas de ropa, era lo normal pero había de todo; cacharros, escobas, juguetes..., y lo que más me gustaba era intentar pescarlos. 
Tras besar a mi abuela, intentaba que me dejara jugar en su desván sin conseguirlo, así que cuando los mayores empezaban a hablar, me despistaba e iba corriendo a pescar: recuperaba el hilo con pinza que siempre tenía guardado detrás de las macetas y procuraba coger lo que fuese que ese gancho precario agarrase.
Era divertidísimo, y encima estaban los gatos que creyendo que les daba comida atacaban la pesca, logrando muchas veces quedarse con la camiseta atrapada y mi decepción por no izarla tras haber estado tanto tiempo intentándolo. Valía la pena el esfuerzo cuando a pesar de los gatos y del equilibrio, subía la presa: un trozo de tela, un calcetín o una pelota desinflada. Qué tesoros. 
Por supuesto, el fruto de la pesca iba directamente a la basura cuando mi abuela me encontraba. "Pero qué le encontrará de bueno esta criatura a recoger estas porquerías": y es que los niños y los adultos no ven lo mismo cuando miran.
Aún me siguen gustando los deslunados, las terrazas, los garajes, los trasteros y los desvanes. Y si puedo intento recuperar lo que se ha dejado caer en ellos.

lunes, 22 de septiembre de 2014

Nunca

Nunca parar, nunca estarse quieto, sobre todo, cuando más quieto se querría estar. Cuando no sabes para qué moverte, o no ves el porqué de intentar nada, ahí, es donde más necesidad hay de hacer lo que sea; dar una vuelta, aventurarse por diferentes calles, nuevos barrios, distintas tiendas donde comprar lo de cada día, entrar donde nunca se había entrado. Lo que sea.
Y sí, seguramente, ni ese día ni el siguiente ni quizá el otro sucederá nada extraño, sí que se irá la apatía, eso al primer intento, pero con los días, cambiada la rutina, sucederán imprevistos. Es una verdad, casi axioma vital.
Nunca parar. Nunca estarse quieto. Nunca. Ni cuando no vemos motivo para adelantar ni siquiera un paso.
Hay que darlo.

viernes, 19 de septiembre de 2014

Nada

Un día se acabará todo.
No lo pensamos, lo sabemos.
Mientras vivimos, nos encontramos con pequeños ensayos de la muerte; gente que se nos va, amigos que perdemos, relaciones que se extinguen, trabajos que terminan, libros que se cierran, ideas que no logran materializarse, sueños que al despertar se rompen. Cientos de ejemplos que nos presentan, cada uno a su modo, lo que será aquello que no sabemos cómo será.
Desde el principio se ve el final, y ese final, nos pone en perspectiva, nos ayuda a querer empezar.
Lo más difícil es que tendemos a querer repetir las situaciones en las que hemos sido felices, y cuando acaban, echamos de menos revivirlas y a veces, no buscamos lo nuevo sino lo que se parezca a lo perdido.
Puede que la muerte sea eso, una búsqueda de la vida. O puede que sea la clave para entender el porqué de haber respirado. O simplemente sea la nada.

miércoles, 17 de septiembre de 2014

Trucos

Hay que saber escurrirse de vez en cuando, dejar aparcadas algunas de las tareas o imposiciones diarias, para liberarse de esas trabas y volver a sentir el sol, el cielo, el no saber qué hay detrás de ese minuto en el que, simplemente, no se hace nada de lo que se debería estar haciendo. Hay que tomarse vacaciones de la vida, de nosotros mismos, de nuestra rutina y nuestros sueños, salirse de la piel, del espejo. Ser.
Esos momentos, extrañamente libres de lo que deberían haber contenido, se agrandan y nos arropan como una ensoñación, viviéndolos más intensamente que si los hubiéramos vestido con sus obligaciones y horarios normales. Romper con ese orden, crear ese pequeño agujero negro, es necesario para que tenga sentido de nuevo sentarse a la mesa del día a día y trabajar en ella, con nuestro esfuerzo, dentro de nosotros mismos, atrapados por nuestras ilusiones y llenos del recuerdo de que a la vida también se la puede engañar algún que otro ratito eterno.

lunes, 15 de septiembre de 2014

Aferrarse

Una palabra, una imagen, un sonido. Una búsqueda, un color, un sentimiento. Somos lo que somos por lo que hacemos, por lo que soñamos que hacemos y sentimos y vemos y entendemos. Pero qué somos. Todo, y a la vez, nada. Esa imagen que nos emociona, esa palabra que nos llega, ese sueño que perseguimos, ese presente anclado en un pasado y que mira, a través de la niebla, a un futuro que no es más que ese cúmulo de imágenes, palabras, melodías, ilusiones y acciones
No hay que mirar atrás ni adelante, estamos atrapados en el minuto infinito del ahora. Pero sin anclaje, sin rumbo, ese minuto también pierde sentido, deja de ser eterno para ser sólo una medida de tiempo efímero, sin sentido, sin contenido. Buscar, encontrar, parar, seguir, ha de tener una razón de ser, un todo que lo contenga, que le dé luz.
A veces ese sentido se escapa y sólo se tiene el minuto lleno de segundos amenazantes porque huyen sin más, escapándose, despojándose del Tiempo que avanza, lento, implacable.
Hay que aferrarse a algo, a lo que sea, sobre todo cuando menos asideros se tienen. Un sonido, una imagen, una palabra

viernes, 12 de septiembre de 2014

Equivocados

No por poder acceder a más gente con las tecnologías, ni por tener un marco fácil donde exponer lo que se hace, ha mejorado, ni lo que se crea ni la calidad de la amistad. 
Seguimos siendo lo que somos.
Lo que pasa es que al proyectarnos, nos sentimos más seguros, como escondidos de nosotros mismos. Falso: ahí se refleja el dominante, el servil, el egoísta, el timorato, el que necesita de la aprobación a toda costa... somos igual entre las ondas y encima, apresados.
Creemos, que desde el trampolín tecnológico, llegamos más alto, pero solo se nos ve antes.


miércoles, 10 de septiembre de 2014

Fotografías

Ver fotos propias o ajenas siempre es inquietante.
Si lo que muestran no lo conoces, te sumerges en ellas, observando sus imágenes, adentrándote por las calles nunca pisadas, mirando las gentes inmortales desde ese instante etéreo.
Puede que la fotografía sí la reconozcas, pero que el tiempo, tacaño, no la ha dejado evolucionar y te sea tan ajena como la que no has visto nunca, y mires rostros que ya no son así, solo reconocibles por las miradas, o calles que han cambiado en sus tiendas, topografía, en las modas de los escaparates.
Las fotos inalterables nos recuerdan que todo cambia, que nada queda atrás. Ni los muertos, ni lo desconocido, ni lo familiar. Ni nosotros.
Verlas es anticipar un futuro recordando un pasado, no tienen presente, solo el que se crea cuando las miramos; ese momento siempre renovado al ver lo eternamente estático

lunes, 8 de septiembre de 2014

Curiosos

Pocos niños no son curiosos, con esos ojazos bien abiertos mirando el mundo que se les ofrece.
En cuanto son capaces atraen objetos a la boca para conocerlos, más tarde los manosean como ciegos, para quedarse con sus contornos y texturas, después, siguen explorando preguntando, señalando, deduciendo de los elementos más simples para comentarnos sus conclusiones, de una lógica aplastante. Mirándolo todo como el que cree que lo que ve puede llegar a no estar mañana.
Paulatinamente, dejan de curiosear, preguntar, interesarse por lo de afuera y comienzan a verse por dentro, ya saben que el mundo no va a cambiar, y sienten que ellos mismos sí lo hacen. Las preguntas son menos fáciles de contestar, sus ojos, menos abiertos, empiezan a soñar.
Y en ese punto crítico dejan de ser niños, se aventuran, de nuevo, a recorrer el mundo, uno que ya no puede ser descrito por quienes les llevaban de la mano, sino por su consciencia, encontrándose con otros niños antiguos con los que compartirán deducciones, experiencias.
Crecerán, crecemos, pero no nos olvidemos jamás de abrir los ojos, de preguntarnos y contestarnos. Nunca.

viernes, 5 de septiembre de 2014

Interpretaciones

La interpretación de la realidad es lo que asumimos como lo real. 
No es así. 
Ni es lo que vemos, ni lo que recordamos, ni lo que deducimos. 
Los humanos, ya que de los animales no tenemos datos, nos enredamos en los análisis de lo que es, y no solemos acertar casi nunca. Es un hecho que la memoria falla, que los recuerdos nos engañan, que los sentidos son imperfectos. Si a esto le añadimos los propios filtros personales que desvían aún más las realidades, nos quedamos con unas lecturas muy alejadas de lo que es.
Obvio.
Pero hay personas que no dan el brazo a torcer, ni ante la evidencia incuestionable de algunos hechos realmente indudables; difieren hasta lo ridículo de lo flagrante porque antes muertos que aventurarse a la humildad de saberse falibles.
Una de las conclusiones que se derivaría de esto, es que quizá nunca haya nada evidente, que todo admita una nueva interpretación dependiendo de la mente que lo mire. 
Es posible. Lo que no quita el hecho de que sufrimos de ese absurdo empecinamiento humano que hace que se dividan opiniones, creen guerras, o se muevan montañas. Unas veces, para bien, otras para peor.

miércoles, 3 de septiembre de 2014

Zapatos y realidades

Todos ajustamos, en menor o mayor grado, la realidad; nos la calzamos al gusto, igual que las hermanastras de la Cenicienta, en su versión original, la gran desconocida, desvirtuada por la más ñoña y común. Las hermanastras, ante el zapato de cristal, comprobando que no les entra, instigadas por la madre -madrastra para la dueña del zapato-, se cortan, una dos dedos, y la otra medio talón para que así les quepa. Por supuesto, al lacayo no se le escapa  la sangre, y se lleva el zapato -la transparencia es lo que tiene-.
Eso hacemos todos, nos cortamos lo que haga falta para que esa realidad nos entre, una que los demás claramente distinguen, porque no es la suya; no es su zapato, aunque a veces, entran varios en el mismo engaño.
Hay casos gravísimos de mutilación y ceguera, pero en general, quién no se engaña, quizá, para ilusionarnos con esa nueva persona, o trabajo o proyecto o día... Hasta que se vea la sangre, va funcionando.
No es malo guiñar los ojos; ayuda a no verlo todo demasiado oscuro o luminoso, lo malo, lo que no debería suceder, es cerrarlos.

lunes, 1 de septiembre de 2014

Rutinas

No hay nada seguro, lo que creemos tener no lo tenemos, lo que pensamos saber, no es tan cierto. La vida en sí misma es insegura. Nos agita y vapulea quitándonos y dándonos lo que ni imaginamos, todo es cambio: hemos de adaptarnos. Esa seguridad cómoda que como espejismo nos parece real, no lo es.
Nada bajo el sol lo es.
Los cambios continuos es la única variable inamovible. Lo que ahora es, no lo será un día cuando abramos los ojos y veamos que todo es distinto a lo soñado, planeado, vivido, y a pesar de eso, se ha de seguir, desde la incertidumbre de estar vivos.
Una puerta sin puerta que nos muestra, invariablemente, lo lejos que estamos de esa comodidad cotidiana que estalla en mil pedazos cada día. Unos más que otros.