lunes, 30 de noviembre de 2015

Ausencias

Escuché de un pintor una frase que no creo que olvide nunca. Estaba explicando cómo dibujar; "¿ves ese árbol?, sus ramas, hojas..., si lo quisieras pintar tendrías que fijarte en ellas, esbozarlas. Eso es lo que nos enseñaron desde chicos: pinta lo que ves. Pues bien, se ha de ir más allá: se ha de pintar lo que no se ve también, sobre todo, lo que no se ve: el hueco que dejan las ramas, el cielo que permite ver la distancia entre las hojas. Se ha de aprender a ver lo que el objeto elegido libera, y a su vez, tapa".
Cierto. Se ha de aprender a vivir con lo que se tiene y con lo que se tuvo, con lo que se recuerda y con lo que se ha olvidado; la vida está hecha de tonos, de presencias y ausencias, de recuerdos y realidades inmediatas, de sueños y de logros. Pintar los días es saber ver lo que tienen y lo que justo por tenerlo, no tienen.
Las ausencias, el hueco de las presencias, también forman parte de la realidad, quizá son lo más real que hay.

jueves, 26 de noviembre de 2015

Silencio

El silencio es un estado difícil de conseguir, en la ciudad casi imposible, ni en las horas más entradas de la noche, donde los camiones de riego van avanzando despaciosamente mojando el asfalto, limpiando las calles del día, del ajetreo. O pasos que resuenan con fuerza por el eco de la luna. O algún que otro grito alcoholizado.
En la propia casa, el silencio está roto por miles de ruidos, crujidos, vecinos que se acuestan tarde, el disparador de la luz del rellano, el goteo de un grifo.
El campo, por mucho que se piense lo contrario, es aún más ruidoso; todos esos animales nocturnos que reviven con la negrura bajo el fresco sin sol, son de lo más escandalosos e inquietantes; ese ulular, gruñido, croar o rascar. Esos pasos suaves, nerviosos, de algo que no ves pero sientes recorrer al lado.
Y el viento, el viento que suena a través de los árboles de día y noche, que cuando encuentra oquedades canta, como cuando se mete juguetón entre botellas o agujeros entre piedras, dependiendo de la zona.
Y lo que más escándalo hace: el propio silencio; que zumba con ese sonido suyo, cuando nada viene a molestarlo y él mismo se anula.

lunes, 23 de noviembre de 2015

Depende

De que poco tiempo se dispone, y a la vez, qué largo parecen ciertos días. 
Si miramos atrás, comprobamos que no hace nada, éramos otros; nos sorprende constatar lo rápidamente que han pasado los años, pero eso no quita que nos impacientemos por lo que tarda en llegar lo que esperamos.
Ese pasado, por supuesto, estuvo lleno de momentos lentos, tediosos, malos, de incertidumbre o simplemente, que ni sentimos pasar, pero no los recordamos, vemos lo que fue, comprimido, sentimos que fueron días intensos, plenos, donde éramos conscientes de todo. Falso. Pero de ahí viene la sensación de que antes todo iba mejor. 
Cómo nos dejamos engañar por el tiempo, nos tiene cautivos, y lo único que nos libera es nuestra imaginación, desde donde surgen proyectos, hechos con los que aprehendemos el tiempo y logramos atraparlo a nuestra vez.

jueves, 19 de noviembre de 2015

Diálogos imposibles

Ahora todos podemos opinar a mayor escala, están los medios para ello. Y se opina. Y opinan los demás sobre lo opinado y ahí entra el caos. 
Qué poco se sabe sobre opinar; o se dice que sí a todo lo expuesto, con una aquiescencia sospechosa, o se ataca frontalmente, muchas veces sin fundamento. 
No se sabe pensar conscientes de que existen otros puntos de vista, se aferran al suyo con uñas y dientes, y si se les contradice, se ofenden hasta el ridículo para dolidos, revueltos, atacar.
No nos enriquecemos con otros modos de ver; los anulamos a gritos, creyendo que si no nos secundan, es que nos agreden. No hay calma ni inteligencia en ver en otros, lo que a uno pudo habérsele escapado, añadiendo información, aunque no sea necesario estar de acuerdo.
Jamás se habla serenamente, nos enrocamos en esa única visión y la defendemos hasta el absurdo, ofendidos y solos, incapacitándonos para argumentar, crecer, saber.

lunes, 16 de noviembre de 2015

Tesoros

No hay nadie que no tenga una caja de latón guardada, llena de recuerdos, ilusiones, anhelos y suspiros; en ella está esa parte íntima que sacamos de su escondrijo, casi a escondidas, como si conspiráramos contra la vida, cuando no nos ve nadie, cuando hartos del barullo de afuera, buscamos reencontrarnos con esos sueños nuestros envueltos en un papel de seda crujiente para compararlos con los de ahora, y comprobar que no se van tanto, que en realidad, siempre hemos deseado lo mismo, siendo nosotros iguales de niños, de jóvenes, de adultos, como lo seremos de ancianos. Los ojos que nos miran en el espejo al buscarnos siempre nos observan con la inocencia de quien no sabe muy bien qué hace detrás del azogue.
El jaleo diario, la inercia, los logros sociales y personales no son nada comparados con esa cajita de latón, la que se guarda en lo más hondo del armario, entre jabones, toallas y ropa blanca o en el altillo, bien resguardada de posibles curiosos. Nuestra esencia representada en recortes, juguetes, apuntes, diversos objetos sin sentido para nadie que no seamos nosotros, sin magia para quien no los sabe ver con la mirada del recuerdo; se confundirían con su forma, dejando de ver su fondo.
Todos somos especiales en algo, tenemos el don de aquello que mejor hacemos, a donde regresamos tras un día cansado, buscando las actividades que más nos gratifican, las nuestras; ese libro empezado, quizá esa receta, la quiniela, repasar la ropa, bordar, crucigramas guardados de revistas encontradas, la guitarra que nos envuelve, un bordado que adornará el cojín, ese partido, aquella serie..., tantas cosas como gente hay, todas igual de válidas porque cumplen su misión: la de aguardarnos en casa, junto al rincón secreto de la caja, para dar sentido al día a día, hacerlo más nuestro.
Son en esos momentos únicos y privados, repasando con los dedos los objetos invisibles de esa cajita de latón, lo que nos da la sensación de que estar vivos vale la pena.

jueves, 12 de noviembre de 2015

Imágenes sin alma

Hoy todos disponemos sin mucho esfuerzo de esos quince minutos de fama que señaló Warhol. No es malo ni bueno. Es.
La tecnología nos da acceso a mostrar nuestras vidas, creaciones, momentos, pensamientos, o lo que creamos conveniente, de un modo fácil e inmediato; nos da el poder de ser lo que no somos o ratificar lo que soñamos ser.
Como siempre llegan los abusos y banalidades de ese poder, de esa fama inmerecida y efímera que nos sube a una nube cada vez más endeble, inestable, torpe.
Las vidas de los demás se nos señalan como magníficas, entretenidas, repletas de viajes, momentos intensos, buscando la envidia, quizá, o puede que escondiendo las frustraciones diarias: un disimulo o engaño de lo que no tenemos.
Lo interesante es comprobar que esos momentos que se nos ofrecen geniales están hechos de lo que vemos cada día por la calle: personas pendientes de fotografiar en su móvil lo que es imposible que vivan porque lo están despersonalizando ellos mismos. 
O vives el momento para luego rememorlo, o lo apresas sin vivirlo ni recordarlo, dando como resultado imágenes sin alma. 


lunes, 9 de noviembre de 2015

Cábalas

Hay quien postula que el mundo entero puede interpretarse en números, que la Naturaleza es legible, que ellos son la base de cualquier actividad. Incluido el arte.
Cierto que la música es matemática pura y el sonido, longitudes de ondas: el La, para serlo, ha de estar a 440 Hz.
Los colores también vibran, dependiendo de a qué velocidad, será azul o amarillo; se ve el que el objeto rechaza; el único color que no posee. Vemos el que no hay.
Las palabras también se pueden substituir por números, cuántos códigos apasionantes lo hacen y lo han hecho. Y sólo han podido descifrarse a su vez, por números y sus combinaciones --uno de los más espectaculares, en su cifrado y descifrado, fue el utilizado por los alemanes en la Segunda Guerra--.
Con la ciencia, es obvia la utilización de los números, no vale la pena ni mencionarlo, estadística incluida, que agrupa parámetros, que en un principio, no eran susceptibles de ser contados.
El universo tampoco se escapa, ni el infinito ni su principio...
Así parece que todo se puede contar, y si no, se busca el modo de hacerlo.
Es una forma de comprender lo que nos rodea.
Eso sí, en todo esto, algo me da vértigo, y es que nos basamos en axiomas; en que dos más dos, siempre da como resultado, cuatro..., pero ¿y si no es así? Seguro que ese mareo, también se puede expresar numéricamente. La ley de la incertidumbre está ahí.
Si somos fórmulas matemáticas, podríamos buscar un resultado mejor.

jueves, 5 de noviembre de 2015

Añicos

Si miramos de una vez cualquier todo, este pierde individualidad; se convierte en una masa donde los detalles desaparecen.
Como dicen; si un hombre, o mujer, pudiese ver cómo será su vida de golpe, se suicidaría. Y me lo creo. Es un "todo", ahí quedaría lo absurdo, la amalgama sin detalle de unos hechos, el sinsentido de recorrer las horas sin más. Y quizá por eso nadie tiene ese don, porque el ir despacio, segundo tras segundo, sin saber siquiera lo que sucederá en el siguente, nos da el ánimo, o engaño o esperanza de que existe ese cambio que uno quiere, porque todos queremos que el minuto que precede al eternamente presente, sea mejor.
No es agradable vernos esas horas, ese futuro, ya empaquetado, rutinario, inamovible y estancado. Es mejor desmenuzarlo, pasarlo de puntillas sin romper la ilusión de que no es un bloque, sino que está compuesto por miles de fracciones interesantes

lunes, 2 de noviembre de 2015

Días

Andar, observar, pensar, perderte entre tus hilos mientras el cuerpo te lleva a donde has de ir. Entras, aún de día. Estás ahí, mucha gente nueva, apenas se habla; usan el móvil para hablar, para no sentirse fuera de lugar, buscan voces amigas más allá de la gente nueva, nadie rompe el hielo, tímidas palabras, miradas, sonrisas breves. Pasa el tiempo. Situados, el entorno deja de ser algo novedoso, ya se ha pisado, observado. Nos sentamos, hablamos, leemos, los pensamientos se comparten, las miradas ya no son esquivas: la palabra nos ha presentado, nos movemos más a gusto, los móviles ya no son necesarios. Descanso. Encuentros, intercambios, probamos sabores nuevos, nos adentramos en nuevas miradas; nos reconocemos ya. Ya no somos extraños, los corrillos se agrandan, las conversaciones fluyen. La noche ya llegó afuera. El día no se ha ido en vano.