No hay día que sea igual y esa no es la sensación que tenemos. Vemos el tapiz de las horas muy similar, buscamos emociones y estímulos que nos cambien el tono, da igual de qué tipo, el asunto es ver el entramado del tiempo menos gris, menos cotidiano.
Pero los días jamás son los mismos.
Se mueven y transforman, somos nosotros quienes nos empeñamos en domesticarlos, necesitamos de la rutina para ser más libres, la eterna paradoja.
La mente funciona mejor cuando no se sobrecarga con lo diario. La creatividad surge desde esa base para ampliar su frecuencia de onda.
Los días los vivimos de modo rutinario porque nos va mejor. Pero olvidamos descalzarnos de vez en cuando de nosotros mismos, con lo que nos perderemos la frescura de la hierba.
La que no vemos por pisarla cada día.