No hay nada seguro, lo que creemos tener no lo tenemos, lo que pensamos saber, no es tan cierto. La vida en sí misma es insegura. Nos agita y vapulea quitándonos y dándonos lo que ni imaginamos, todo es cambio: hemos de adaptarnos. Esa seguridad cómoda que como espejismo nos parece real, no lo es.
Nada bajo el sol lo es.
Los cambios continuos es la única variable inamovible. Lo que ahora es, no lo será un día cuando abramos los ojos y veamos que todo es distinto a lo soñado, planeado, vivido, y a pesar de eso, se ha de seguir, desde la incertidumbre de estar vivos.
Una puerta sin puerta que nos muestra, invariablemente, lo lejos que estamos de esa comodidad cotidiana que estalla en mil pedazos cada día. Unos más que otros.
lunes, 28 de noviembre de 2016
jueves, 24 de noviembre de 2016
Umbrales
Escuché de un pintor una frase que no creo que olvide nunca. Estaba explicando cómo dibujar; "¿ves ese árbol?, sus ramas, hojas..., si lo quisieras pintar tendrías que fijarte en ellas, esbozarlas. Eso es lo que nos enseñaron desde chicos: pinta lo que ves. Pues bien, se ha de ir más allá: se ha de pintar lo que no se ve también, sobre todo, lo que no se ve: el hueco que dejan las ramas, el cielo que permite ver la distancia entre las hojas. Se ha de aprender a ver lo que el objeto elegido libera, y a su vez, tapa".
Cierto. Se ha de aprender a vivir con lo que se tiene y con lo que se tuvo, con lo que se recuerda y con lo que se ha olvidado; la vida está hecha de tonos, de presencias y ausencias, de recuerdos y realidades inmediatas, de sueños y de logros. Pintar los días es saber ver lo que tienen y lo que justo por tenerlo, no tienen.
Las ausencias, el hueco de las presencias, también forman parte de la realidad, quizá son lo más real que hay.
Cierto. Se ha de aprender a vivir con lo que se tiene y con lo que se tuvo, con lo que se recuerda y con lo que se ha olvidado; la vida está hecha de tonos, de presencias y ausencias, de recuerdos y realidades inmediatas, de sueños y de logros. Pintar los días es saber ver lo que tienen y lo que justo por tenerlo, no tienen.
Las ausencias, el hueco de las presencias, también forman parte de la realidad, quizá son lo más real que hay.
lunes, 21 de noviembre de 2016
Igual sin serlo
No hay día que sea igual y no es esa la sensación que tenemos normalmente, sino quizá todo lo contrario. Vemos el tapiz de las horas muy similar, buscamos emociones y estímulos que nos cambien el tono, del tipo que sean: el asunto es ver ese entramado menos gris, menos cotidiano.
Pero no lo es. Se mueve y transforma, somos nosotros quienes nos empeñamos en domesticarlo, necesitamos una rutina para ser más libres, lo que parece paradójico pero no lo es. La mente funciona mejor cuando está menos ocupada, la creatividad surge desde la línea base y se va ampliando en al frecuencia de su onda.
Los días los metemos a calzador porque así los dominamos mejor, solo que si no sabemos descalzarnos de vez en cuando, nosotros mismos perderemos la frescura de andar sobre la hierba. Esa que no veremos al pasar cerca cada día.
Pero no lo es. Se mueve y transforma, somos nosotros quienes nos empeñamos en domesticarlo, necesitamos una rutina para ser más libres, lo que parece paradójico pero no lo es. La mente funciona mejor cuando está menos ocupada, la creatividad surge desde la línea base y se va ampliando en al frecuencia de su onda.
Los días los metemos a calzador porque así los dominamos mejor, solo que si no sabemos descalzarnos de vez en cuando, nosotros mismos perderemos la frescura de andar sobre la hierba. Esa que no veremos al pasar cerca cada día.
jueves, 17 de noviembre de 2016
Asombros
Dejarte sorprender por lo que te rodea es más una actitud, que un rasgo. Mirar con ojos nuevos lo viejo, pasear a lo largo del día pendiente del pulso de los acontecimientos es un buen viaje. Y da igual que el entorno sea siempre el mismo, porque si lo miras bien, no lo es. O si lo observas desde otro ángulo.
La habituación es tan sólo otro de los famosos recursos del cerebro para no sobrecargarse, pero rebelándote contra él, puedes moverte cada vez por un barrio diferente, escuchar conversaciones distintas y hasta pensar en ideas menos cotidianas.
La capacidad de asombro, la necesidad de curiosear, el querer ver más de lo que capta el ojo, es un ejercicio de la voluntad, sólo de niños es como respirar.
Vale la pena ejercitarlo.
La habituación es tan sólo otro de los famosos recursos del cerebro para no sobrecargarse, pero rebelándote contra él, puedes moverte cada vez por un barrio diferente, escuchar conversaciones distintas y hasta pensar en ideas menos cotidianas.
La capacidad de asombro, la necesidad de curiosear, el querer ver más de lo que capta el ojo, es un ejercicio de la voluntad, sólo de niños es como respirar.
Vale la pena ejercitarlo.
lunes, 14 de noviembre de 2016
Todos pierden
Hay juegos peligrosos, de los que al jugarlos, pierdes aunque ganes. Son todos aquellos que tienen que ver con las emociones de los demás. Hay gente manipuladora que se mete en ellos sin más consecuencias que su propia alma, que ya hace tiempo perdieron en las apuestas. Suelen ser personas frías que se disfrazan de cálidas, mentirosas que dicen contar verdades, egoístas que lo dan todo en un principio, hasta que tienen abierto el camino que buscaban.
Día tras día veo los naufragios de esas víctimas rotas, que todavía no acaban de entender que les mintieron, que se llevaron sus sentimientos, ilusiones, fe, dinero... y no asimilan que los lobos se siguen disfrazando de corderos. Y en este juego, no hay sexos: todos juegan.
Día tras día veo los naufragios de esas víctimas rotas, que todavía no acaban de entender que les mintieron, que se llevaron sus sentimientos, ilusiones, fe, dinero... y no asimilan que los lobos se siguen disfrazando de corderos. Y en este juego, no hay sexos: todos juegan.
jueves, 10 de noviembre de 2016
Espacios infantiles
Los rincones, esos espacios muertos donde se acumula vida microscópica y suelen esconderse los niños, atragantados de risa mientras juegan al escondite.
También pueden ser siniestros, quién no te dice que en ese lugar oscuro, lejano del cuarto que lo contiene no hay algo terrible acechando.
Las esquinas son lugares molestos, no acaban de ser diáfanos, quitan amplitud a los lugares, se les descuida llenándose de suciedad, de olvido, de nada.
Pero a veces, son esos resquicios inaccesibles los que nos acogen.
Qué niño no ha tenido que huir de situaciones desagradables, y no ha terminado encontrando esa parte desechada, olvidada de todos, para refugiarse en ella; un desván, un sótano, un tragaluz, una escalera... Lugares mágicos donde leer, soñar, pensar, llorar y situarse de nuevo para salir a esos cuartos limpios, soleados y sin pizca de misterio ni de calor.
Qué seríamos sin nuestros rincones, puede que almas convencionales, que no habrían aprendido a crear un mundo propio, ni a imaginar. No ha de ser tan malo, pues, haber tenido el dudoso privilegio de tener que estar en ese escondrijo angosto, único, donde si hacemos memoria, hasta volvemos a ver, oler, escuchar cómo nos llaman los adultos, trayéndonos de vuelta a su mundo.
Menos mal que la infancia tiene rincones.
También pueden ser siniestros, quién no te dice que en ese lugar oscuro, lejano del cuarto que lo contiene no hay algo terrible acechando.
Las esquinas son lugares molestos, no acaban de ser diáfanos, quitan amplitud a los lugares, se les descuida llenándose de suciedad, de olvido, de nada.
Pero a veces, son esos resquicios inaccesibles los que nos acogen.
Qué niño no ha tenido que huir de situaciones desagradables, y no ha terminado encontrando esa parte desechada, olvidada de todos, para refugiarse en ella; un desván, un sótano, un tragaluz, una escalera... Lugares mágicos donde leer, soñar, pensar, llorar y situarse de nuevo para salir a esos cuartos limpios, soleados y sin pizca de misterio ni de calor.
Qué seríamos sin nuestros rincones, puede que almas convencionales, que no habrían aprendido a crear un mundo propio, ni a imaginar. No ha de ser tan malo, pues, haber tenido el dudoso privilegio de tener que estar en ese escondrijo angosto, único, donde si hacemos memoria, hasta volvemos a ver, oler, escuchar cómo nos llaman los adultos, trayéndonos de vuelta a su mundo.
Menos mal que la infancia tiene rincones.
lunes, 7 de noviembre de 2016
Cotidianidad
La Historia está escrita con las grandes vidas y hechos de grandes personas y acciones, pero no solo con eso, también entran, y sin ellas no existiría, esas historias mínimas repletas de la vida diaria de todos nosotros, los que hacemos hueco a los grandes que traen los cambios.
Esas historias de cada día, brillantes en su cotidianidad, son el entramado real de la Humanidad.
No hace falta irse a encontrarlas en los libros, se ven a cada paso, a cada momento, en cada esquina: ese mendigo que monta una especie de mercadillo hecho con trozos de lata en forma de bicicletas o ceniceros, con libros desechados, juguetes rescatados a la basura, con la dignidad intacta porque vende, no pide. Los que no han tenido tanta suerte con la inteligencia y se pasean por las calles luciendo su manía, como uno que se disfraza cada vez de algo diferente, ya sea mariachi, médico o ejecutivo. pero muy bien arreglado, tanto que su hermana se queja de lo que les cuesta los trajes, la ruina. Esas mujeres que antes de comprar para la familia comentan a su modo doméstico de entender la política lo que sucede. Los ancianos que miran pasar desde los bancos a los jóvenes que no saben si van o vienen.
Las historias que somos.
La Historia que hacemos.
jueves, 3 de noviembre de 2016
Inútil
Más de una vez los sentidos nos engañan.
No conozco a quien no haya creído ver o escuchar, figuras o voces que luego han resultado no estar.
Los más temerarios y fantasiosos disparan la imaginación y ven en eso fantasmas, avisos o augurios. Los más científicos y racionales, buscan teorías sobre la captación del cerebro de impulsos más allá de los conseguidos a través de los sentidos. Los imaginativos, idean historias, completan cuentos de miedo, algunos memorables. Y muchos más, lo comparten con los amigos cuando las conversaciones se vuelven más esotéricas.
Desde el déjà vu, hasta las figuras fantasmales, desde los sueños recurrentes hasta los avisos o premoniciones, el ser humano no quiere estar solo, no quiere creer en la soledad terrenal de las criaturas.
Los oráculos, los dioses, el mundo de los espíritus, los extraterrestres, los santos. Cualquier presencia, con o sin explicación, que nos dé la sensación de que todo tiene sentido, de que algo superior a nosotros tiene la clave. Un clavo ardiendo al que aferrarnos desde un sinsentido absurdo diario y unas vivencias inconexas a las que no podemos ni controlar ni dominar.
No nos gusta estar solos en este universo.
Es una soledad devastadora, inútil y espantosa.
No conozco a quien no haya creído ver o escuchar, figuras o voces que luego han resultado no estar.
Los más temerarios y fantasiosos disparan la imaginación y ven en eso fantasmas, avisos o augurios. Los más científicos y racionales, buscan teorías sobre la captación del cerebro de impulsos más allá de los conseguidos a través de los sentidos. Los imaginativos, idean historias, completan cuentos de miedo, algunos memorables. Y muchos más, lo comparten con los amigos cuando las conversaciones se vuelven más esotéricas.
Desde el déjà vu, hasta las figuras fantasmales, desde los sueños recurrentes hasta los avisos o premoniciones, el ser humano no quiere estar solo, no quiere creer en la soledad terrenal de las criaturas.
Los oráculos, los dioses, el mundo de los espíritus, los extraterrestres, los santos. Cualquier presencia, con o sin explicación, que nos dé la sensación de que todo tiene sentido, de que algo superior a nosotros tiene la clave. Un clavo ardiendo al que aferrarnos desde un sinsentido absurdo diario y unas vivencias inconexas a las que no podemos ni controlar ni dominar.
No nos gusta estar solos en este universo.
Es una soledad devastadora, inútil y espantosa.
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