miércoles, 28 de noviembre de 2018

Historia de historias

La Historia está escrita con las grandes vidas y hechos de grandes personas y acciones, pero no solo con eso, también entran, y sin ellas no existiría, esas historias mínimas repletas de la vida diaria de todos nosotros, los que hacemos hueco a los grandes que traen los cambios. 
Esas historias de cada día, brillantes en su cotidianidad, son el entramado real de la Humanidad. 
No hace falta irse a encontrarlas en los libros, se ven a cada paso, a cada momento, en cada esquina: ese mendigo que monta una especie de mercadillo hecho con trozos de lata en forma de bicicletas o ceniceros, con libros desechados, juguetes rescatados a la basura, con la dignidad intacta porque vende, no pide. Los que no han tenido tanta suerte con la inteligencia y se pasean por las calles luciendo su manía, como uno que se disfraza cada vez de algo diferente, ya sea mariachi, médico o ejecutivo. pero muy bien arreglado, tanto que su hermana se queja de lo que les cuesta los trajes, la ruina. Esas mujeres que antes de comprar para la familia comentan a su modo doméstico de entender la política lo que sucede. Los ancianos que miran pasar desde los bancos a los jóvenes que no saben si van o vienen.
Las historias que somos.
La Historia que hacemos.

martes, 20 de noviembre de 2018

Invencibles

Unos días uno se siente invencible, otros vencido.
No se tiene muy claro por qué unos sí y otros no, pero pasa, varía el cómo vemos y sentimos las cosas, las pequeñas y las grandes. 
El enfoque se desenfoca, o enfoca tan bien, que duele de lo nítido. 
Es cómo las miramos lo que cambia, es evidente, ellas siguen igual, indiferentes a nuestra mirada. 
Aun así, sabiéndolo, comprendiendo que somos nosotros quienes ponemos voz a nuestras emociones, las dejamos mudas muchas veces.
Puedo que eso haga de nosotros unos invencibles vencidos. 
O unos vencidos invencibles, depende del día.

martes, 13 de noviembre de 2018

Dar miel a los cerdos

Dar de comer miel a los cerdos, siempre ha sido una expresión que me ha llamado la atención, incluso la veía divertida. Hasta que la entiendes realmente. Entonces, no solo deja de hacerte gracia, sino que angustia.
Ese dar algo precioso para uno y ver cómo lo desprecian con una indiferencia olímpica, cansa. Aunque hasta llegar a ese cansancio hay que pasar por varias etapas. 
La primera es de estupor, crees que no comprenden bien el sabor, la textura, con lo que insistes en el tema.
La segunda, con mucha miel ya desperdiciada, te sitúas y comienzas a plantearte que, simplemente, no les gusta, así que empiezas a cambiar alimentos, por si encuentras algo que les agrade.
La tercera etapa te acerca más a ese cansancio porque compruebas que hagas lo que hagas, da igual, el rechazo es el mismo.
Ya en ese estadio, repliegas velas y les dejas solos.
Ni miel ni zanahorias. Te vas.
Y es entonces cuando gruñen de lejos echando de menos lo que les dabas. 
Pero tú ya estás, efectivamente, lejos y fuera.

miércoles, 7 de noviembre de 2018

Hacer haciendo

Hacer y deshacer. 
Es fácil realizarlo todo en la mente, en un instante, en una tarde; qué alto se llega, qué bien sale, cuánto reconocimiento se obtiene. Lo que se idea es siempre ventajoso. 
Ahora hazlo.
Ni se hace en un instante, ni sale perfecto, ni te lo alaban, ni te lo reconocen, ni te gusta, ni es lo que pensaste. Pero es el único modo de hacer. Haciendo, ajustando realidad a proyecto ideal, independizándote del aplauso ajeno, ir en equilibrio entre tu expectativa y tu criterio. Hacer independientemente de que se vaya deshaciendo entre la realidad.
Es la meta, es el camino, es la conciliación del pensamiento, siempre rápido y perfecto, con la realización, siempre lenta, obtusa, coja y desagradecida. Pero si no es real, no es nada. Una idea flotando en la nada, es eso: nada.