Es curioso, cuando entramos en casa, o estamos entre amigos y nos sentimos seguros, es como cuando niños y jugábamos al escondite o a cualquier juego de tensión, se tocaba mare, y si lo hacías, estabas a salvo: nadie podía hacerte nada.
De adultos también necesitamos ese refugio incondicional, y como de chicos, no cuestionable, porque, a ver: ¿por qué detrás de ese árbol estás libre y más allá, no? solo era el lugar arbitrariamente elegido para ser zona segura. Como una frontera y no otra cuando hay guerra. Ese gran juego terrible.
No nos cuestionamos porque, una vez en esa casa, ese país, esa familia, ese amigo, estamos seguros.En realidad, no estamos más a salvo que detrás del árbol: tan solo somos unos minúsculos seres habitando un planeta pequeño precariamente en equilibrio en un universo inmenso, desconocido, infinito....
Somos nada sobre nada en la Nada.