Cuántas veces se han negado fenómenos, tratados de herejías en su tiempo y que ahora son realidades científicas sabidas de todos. Cuántos han ardido en las llamas, sino de la hoguera, sí de la ignorancia, el desprecio, el ostracismo, el silencio.
Más tarde, cuando se les libera del olvido, todo son reconocimientos, honores, vítores y reverencias, pero a quién le sirve, si lleva muerto años enterrado con la convicción de haberse adelantado a su tiempo o sufriendo porque toda su vida la empleó en sacar a la luz lo que enterraron con él.
La ciencia avanza a trompicones, errores ilustres, ideas renovadoras que tuvieron que hacerse paso a base de esfuerzo, insultos, discusiones y detractores; lo que cuesta introducir un concepto nuevo en las costumbres de la sociedad, la de gritos indignados que promulgan los que nunca cambiarían ese orden, acogiéndose a religiones, ideas o axiomas caducos, lo difícil que es girar el ritmo de la historia.
Eso sí, una vez asimilado, todo vuelve a su cauce; la sociedad se vuelca sobre la idea, antes revolucionaria, protegiéndola contra las otras que vendrán a comprometerla, reiniciando el círculo de nuevo; perlas caducas.
Y nadie será culpable de haber dudado. Incluso los hay que piden perdón cientos de años después de que la evidencia haya dado la razón a quien se condenó.
Y así vamos, evolucionando.
Más tarde, cuando se les libera del olvido, todo son reconocimientos, honores, vítores y reverencias, pero a quién le sirve, si lleva muerto años enterrado con la convicción de haberse adelantado a su tiempo o sufriendo porque toda su vida la empleó en sacar a la luz lo que enterraron con él.
La ciencia avanza a trompicones, errores ilustres, ideas renovadoras que tuvieron que hacerse paso a base de esfuerzo, insultos, discusiones y detractores; lo que cuesta introducir un concepto nuevo en las costumbres de la sociedad, la de gritos indignados que promulgan los que nunca cambiarían ese orden, acogiéndose a religiones, ideas o axiomas caducos, lo difícil que es girar el ritmo de la historia.
Eso sí, una vez asimilado, todo vuelve a su cauce; la sociedad se vuelca sobre la idea, antes revolucionaria, protegiéndola contra las otras que vendrán a comprometerla, reiniciando el círculo de nuevo; perlas caducas.
Y nadie será culpable de haber dudado. Incluso los hay que piden perdón cientos de años después de que la evidencia haya dado la razón a quien se condenó.
Y así vamos, evolucionando.