Quién no se ha visto ante la impotencia de tener que elegir, digo impotencia, aunque parezca un contrasentido, porque al optar por un camino, invariablemente, no cogemos los demás: sólo se puede con uno a la vez. Eso no es libertad ni es nada, es una encerrona continua ya que se ha de estar eligiendo sin parar; a qué hora levantarse, qué ropa ponerse, qué hacer primero, si miramos lo nimio; qué trabajo escoger, con quién compartir tu tiempo, si vamos a lo más importante. Pero el hecho es que si se coge algo, inmediatamente se suelta lo contrario. Y es eso lo que nos va acotando, perfilando, creando las vivencias que darán paso a la memoria, a nuestro yo en suma.
Cuántas veces nos hemos quedado pensando qué habría sucedido si hubiéramos hecho lo que no hicimos, si la opción que no tomamos nos habría encaminado a donde ahora no estamos y deseamos ir, echándola falsamente de menos, porque no es parte de nuestros recuerdos, está en otro apartado, en el de los sueños, en el de las probabilidades; las que están a salvo de la realidad, de las opciones.
En más de una ocasión, nos lamentamos ociosamente por no haber hecho lo que otros sí; nos traen sus vivencias, las que no cogimos, y las comparamos con lo que nos pasó por rechazarlas, repudiando la elección ya imposible de recuperar: no fuimos. No hay vuelta de hoja. Eso sí, a veces, lo que nos traen del camino abandonado, nos ratifica en el nuestro, y uno se alegra momentáneamente del buen tino. Pero solemos desear lo que no tenemos, vivir como algo grande lo que no vivimos y sentirnos torpes y fracasados en nuestras elecciones.
Hasta que le pillamos el truco, y asumimos que no hay segunda oportunidad ni el tiempo regresa para poder reutilizarlo desde el principio una y otra vez. Hasta que nos va gustando nuestro yo, nuestras memorias andadas, nuestras opciones equivocadas.
Y para ayudarnos a comprender que no tenemos más que una sola vida, de un solo carril, siempre estarán los sueños, las probabilidades infinitas que nos ayudan a montar la ilusión de la no-elección cerrada, los que nos consuelan a cada traspié, los que nos cantan suavito para animar los errores y nos sitúan con ganas renovadas en el siguiente cruce de caminos.
Eva:
ResponderEliminarMuy buen texto. Las (e)lecciones nos dan lecciones para optar mejor en nuestras próximas elecciones, que se producen a cada momento, consciente o inconscientemente. ¡Adelante!
Julián Chappa
Todos los caminos llevan a Roma. Da igual el que elijas, pero, eso sí, tienes que saber qué es Roma.
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