martes, 27 de abril de 2021

Menos mal

 Los rincones, esos espacios muertos donde se acumula vida microscópica y suelen esconderse los niños, atragantados de risa mientras juegan al escondite.
También pueden ser siniestros, quién no te dice que en ese lugar oscuro, lejano del cuarto que lo contiene no hay algo terrible acechando.
Las esquinas son lugares molestos, no acaban de ser diáfanos, quitan amplitud a los lugares, se les descuida llenándose de suciedad, de olvido, de nada.
Pero a veces, son esos resquicios inaccesibles los que nos acogen.
Qué niño no ha tenido que huir de situaciones desagradables, y no ha terminado encontrando esa parte desechada, olvidada de todos, para refugiarse en ella; un desván, un sótano, un tragaluz, una escalera... Lugares mágicos donde leer, soñar, pensar, llorar y situarse de nuevo para salir a esos cuartos limpios, soleados y sin pizca de misterio ni de calor.
Qué seríamos sin nuestros rincones, puede que almas convencionales, que no habrían aprendido a crear un mundo propio, ni a imaginar. No ha de ser tan malo, pues, haber tenido el dudoso privilegio de tener que estar en ese escondrijo angosto, único, donde si hacemos memoria, hasta volvemos a ver, oler, escuchar cómo nos llaman los adultos, trayéndonos de vuelta a su mundo.
Menos mal que la infancia tiene rincones.

martes, 20 de abril de 2021

A pesar

Esa insatisfacción vital.
Ese bordear el vacío
para no caer,
para cegarse,
para creer que no es,
que no está,
que somos sin él
a pesar de él.

martes, 13 de abril de 2021

Puertas

No hay nada seguro, lo que creemos tener no lo tenemos, lo que pensamos saber, no es tan cierto. La vida en sí misma es insegura. Nos agita y vapulea quitándonos y dándonos lo que ni imaginamos, todo es cambio: hemos de adaptarnos. Esa seguridad cómoda que como espejismo nos parece real, no lo es.
Nada bajo el sol lo es.
Los cambios continuos es la única variable inamovible. Lo que ahora es, no lo será un día cuando abramos los ojos y veamos que todo es distinto a lo soñado, planeado, vivido, y a pesar de eso, se ha de seguir, desde la incertidumbre de estar vivos.
Una puerta sin puerta que nos muestra, invariablemente, lo lejos que estamos de esa comodidad cotidiana que estalla en mil pedazos cada día. Unos más que otros.

martes, 6 de abril de 2021

Niños mensajes

 Leyendo sobre el pueblo armenio, que también le tocó vivir el horror de su genocidio en este siglo pasado, supe historias de sus deportaciones contadas con esa magia, entre superstición y fe, característica de ellos; sus andares bajo el terror lo llevaron con una dignidad serena.
Una de las historias es la que fragmento ahora: para comunicarse entre las distintas zonas donde iban siendo arrastrados y ubicados utilizaron un método de lo más ingenioso.
Llamaban a uno de los niños huérfanos, los padres no les dejaban irse de su lado, que aún tuviera fuerzas y dándole comida para el trayecto y órdenes detalladas de cómo moverse por la noche hasta llegar el emplazamiento final, le limpiaban la espalda, y lo hacían tumbarse con los brazos en cruz. La piel sin grasa por la falta de alimentos era perfecta para hacer las veces del papel, le escribían con una pluma toda la superficie hasta la rabadilla, y el niño aguantaba el dolor, al principio más soportable, luego menos, de la punta de la plumilla rasgando su espalda. Una vez terminado el mensaje, se le ensuciaba la piel con lodo para que no se viese lo que llevaba si lo apresaban y lo mandaban al otro lado, con la advertencia de que si lo iban a coger se tirase al río Eúfrates, por cuyos márgenes iría hasta el campamento, para que mojada, la piel escupiera la tinta y nadie leyese lo que no tocaba. A la vuelta era el mismo proceso.
Mensajeros de mensajes vivos.