martes, 26 de abril de 2022

A pesar

Esa insatisfacción vital.
Ese bordear el vacío
para no caer,
para cegarse,
para creer que no es,
que no está,
que somos sin él
a pesar de él.

martes, 19 de abril de 2022

Deseo

Vivir tu ausencia,
ese dolor anunciado
desde el primer encuentro.
Ese saber que todo acaba
porque empieza.
El espejismo que entre dos
nace para olvidar
que, aunque se desee,
el deseo no vence al deseo
de jamas vivir tu ausencia

martes, 12 de abril de 2022

Resurgir

¿Qué siente el fénix cuando arde?
Me pregunto si sabe que renacerá, o si, por el contrario, se abandona, casi agradecido, a las llamas porque ya hacía tiempo que estaba débil, apagado, apático, triste, al comprobar sus plumas mustias, opacas, cerca del final.
No sé si cada vez que ese fuego interno lo reduce a cenizas le duele, o lo espera con el ansia de la renovación.
Qué animal más extraordinario, renacer de sus cenizas, resurgir de su propia decadencia, levantar el vuelo aún más fuerte que antes de morir abrasado por una llama que no quema, renueva.
Pero... ¿y si no lo sabe? Qué espantoso tiene que ser sentirse arder, no entender ni de dónde salió el fuego, ni por qué lo envuelve. Impotente protagonista de un proceso ancestral que lo reducirá a un polvillo gris. A nada. Pero no para él.
Cómo será cuando cada una de esas cenizas se busquen para unirse, recuperando la energía, la forma, la belleza imperfecta de la vida.
Desde lo inerte surgirá con más fuerza, más libre, porque ha vencido a la muerte. Otra vez.
Bella metáfora, bonito consuelo. O terrible maldición: depende de saber si el fuego te consume o te libera.

martes, 5 de abril de 2022

Infancia

Detrás de una puerta hay otra que abres y que da a un pasillo largo y eterno que comienzas a recorrer, las piernas se cansan pero la mente insiste y no las deja flaquear, las distrae pensando en cualquier cosa, y cuando menos te lo esperas, cuando ya iban solas, llegas al final de ese interminable corredor donde quizá hayan transcurrido años, siglos mientras lo recorrías. Te encuentras con que hay otra puerta. La intentas abrir pero no cede. Estás un rato maniobrando el pomo y hasta la golpeas con el cuerpo, pruebas con los insultos, pero no hay caso: no se abre. Miras a tu alrededor pero solo están las paredes que crean el pasillo por donde viniste. Se te pasa por la mente regresar. Los pies aún duelen, la mente rechaza la idea. Te sientas, después de haber intentado de nuevo abrir la puerta que impide que avances. Puede que hasta caigas en un duermevela que te sumerja en la sensación lejana de que habías abierto una puerta que conducía a otra y que esta daba a un pasillo kilométrico que terminaba a su vez en una puerta cerrada donde te acurrucabas a soñar.