Es curisoso cómo suele defraudar la realidad.
La de veces que hemos anticipado qué pasará y luego, al cotejarlo, no se parece en nada. O la de sitios que hemos conocido antes de pasearlos, para más tarde, reconocerlos lejanamente de las fotos vistas. O con cuántas ilusiones que nos han mantenido en vilo días y días y que al realizarlas, no ha sido lo mismo.
De niños es mucho peor, uno se puede pasar noches sin dormir, ansioso, esperando aquello que sea que nos ha hecho anhelarlo, y cuando viene, no es lo que queríamos, no es así del todo; nuestra capacidad de imaginar había desbordado el hecho en sí.
Al crecer vamos aprendiendo a calibrar mejor, nos acorazamos contra las desilusiones, vamos con chalecos antibalas a encontrarnos con los sueños.
Es triste, pero más terrible es chocar una y otra vez sin aprender.
El equilibrio está en soñar, seguir ilusionándote de nada, esperar lo imposible, pero no creer que será lo que piensas, solo que será, y así también te dejas sorprender por la realidad, que a veces, trae cosas hermosas, sobre todo, si no las comparamos con las soñadas. Ahí está el error. En la comparación. Nunca nada será como lo pensamos, sino como es. Y no es tan malo.
La de veces que hemos anticipado qué pasará y luego, al cotejarlo, no se parece en nada. O la de sitios que hemos conocido antes de pasearlos, para más tarde, reconocerlos lejanamente de las fotos vistas. O con cuántas ilusiones que nos han mantenido en vilo días y días y que al realizarlas, no ha sido lo mismo.
De niños es mucho peor, uno se puede pasar noches sin dormir, ansioso, esperando aquello que sea que nos ha hecho anhelarlo, y cuando viene, no es lo que queríamos, no es así del todo; nuestra capacidad de imaginar había desbordado el hecho en sí.
Al crecer vamos aprendiendo a calibrar mejor, nos acorazamos contra las desilusiones, vamos con chalecos antibalas a encontrarnos con los sueños.
Es triste, pero más terrible es chocar una y otra vez sin aprender.
El equilibrio está en soñar, seguir ilusionándote de nada, esperar lo imposible, pero no creer que será lo que piensas, solo que será, y así también te dejas sorprender por la realidad, que a veces, trae cosas hermosas, sobre todo, si no las comparamos con las soñadas. Ahí está el error. En la comparación. Nunca nada será como lo pensamos, sino como es. Y no es tan malo.
De pequeño me encapriché con un juego que se llama "lanza y choca". Lo pedí para reyes pero no me lo trajeron. Como soy muy cabezón lo seguí pidiendo navidad tras navidad durante 3 o 4 años.
ResponderEliminarCuando por fin lo abrí fue decepcionante jejejeje. Creo que no jugué con él ni 1 hora. Aunque a los dos coches que venían sí les saqué bastante partido :P
Eso es lo que te trajo la realidad, esos dos coches... y sí, de niños nos hacemos expectativas maravillosas de lo cotidiano. Qué hermoso y qué terrible a la vez...
ResponderEliminarEva, totalmente de acuerdo, pero no comparto la idea de los "chalecos antibalas". Ya sé que la vida da tortazos, pero, precisamente, porque no miramos a los ojos.
ResponderEliminarA veces aún mirando, Justo, aún mirando o precisamente por mirar directamente a unos ojos equivocados...
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