Por mucho que se desee volver atrás, vivir de nuevo los recuerdos de lo que fue, de esa amistad, pareja, ciudad, es un error.
Pocas veces, gracias a los cielos, se regresa. Es preferible saborear los momentos de añoranza que comprobar, angustiado, que no es lo que era. O peor aún: nunca lo fue.
La memoria retiene lo más hermoso, normalmente, idealiza y nos da ese regalo que empaqueta como recuerdo, nos permite repasarlo, que lo adornemos, desvirtuándolo aún más. Pero la realidad es más cruda. No engaña. Muestra.
Y si tenemos la desgracia de asistir al pasado, después del choque contra lo que pensamos que fue, hemos de recoger los trozos para quedarnos con algo, para recuperar esos momentos que nunca fueron.
Porque nunca fuimos como nos recordamos.
Pocas veces, gracias a los cielos, se regresa. Es preferible saborear los momentos de añoranza que comprobar, angustiado, que no es lo que era. O peor aún: nunca lo fue.
La memoria retiene lo más hermoso, normalmente, idealiza y nos da ese regalo que empaqueta como recuerdo, nos permite repasarlo, que lo adornemos, desvirtuándolo aún más. Pero la realidad es más cruda. No engaña. Muestra.
Y si tenemos la desgracia de asistir al pasado, después del choque contra lo que pensamos que fue, hemos de recoger los trozos para quedarnos con algo, para recuperar esos momentos que nunca fueron.
Porque nunca fuimos como nos recordamos.
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