Mamen
García todavía sigue siendo Mamen García mientras me acompaña por dentro del Nuevo
Teatro Alcalá. Ahí ya están todos los que, como ella, en menos de dos horas,
dejarán de ser ellos para ser otros; es la magia de la escena.
Camino a
su lado por donde no suele ir el público saludando a quienes me presenta, hasta
el patio de butacas; ya sé dónde me sentaré. La sigo un ratito más. Llegamos a
una puerta, la que separa la realidad, donde solo entran ellos, los magos. Me
despido de Mamen, porque a quien veré dentro de un rato será a la Abuela de
Billy.
Regreso
sola a la salida escuchando el eco de ese escenario vacío que recuerda, que
anticipa. Oliendo el inconfundible olor de los teatros: a tiempo y emociones.
Salgo. En
una hora entraré para no ser yo; como ellos, seré otra: seré testigo de la vida
de Elliot.
Ya
estamos sentados, no hay ni un asiento sin ocupar. La gente habla, se crea esa
tensión de antes de empezar lo que se ha venido a ver. Como los músicos, el
público se prepara, se oyen voces, tonos, escalas, risas, hasta que se avisa
que va a comenzar. Y comienza.
A partir
de ahí, con los primeros acordes, las primeras conversaciones, te vas metiendo
en esa vida para alejarte de la tuya. Es a lo que se viene; a olvidarte de ti,
a ser ellos. Y eso lo consiguen desde el primer momento.
No es
nada fácil contar los tres planos de la realidad de Billy en un escenario: el
momento social de crisis, desplegado en las vidas de los mineros. Las
relaciones de los miembros de la familia Elliot tanto entre ellos como con los
demás mineros, y la trama que lo sostiene todo: ese posible futuro nuevo y
sorprendente del hijo menor de los Elliot que desea algo impensable en esos
momentos.
Esos tres
planos dependientes entre ellos y, a la vez, separados, se logran representar
perfectamente: la coreografía está supeditada a la historia y no al contrario.
Los actores dominan tanto la interpretación, como la voz y el baile, todos son
buenos: la profesora -Natalia Millán-, que hace saltar la chispa abriendo los
ojos al niño, es una estupenda actriz, cantante y bailarina que le da al
personaje la personalidad adecuada: dura y tierna.
El padre
-Juan Carlos Martín- buen actor que sabe meterse en la piel de ese hombre
tosco, que aun sin comprenderlo del todo, termina aceptando la ilusión de su
hijo, hasta el punto de traicionar sus propias convicciones y las del otro hijo
-Adam Jeziereski-, que no se lo permite y quien, aun queriendo cegarse por esa
situación ya muerta, anima al hermano, creando un personaje rotundo y creíble.
La abuela
-Mamen García- que da vida, de un modo genial y agridulce, a esa mujer que le
tocó vivir la tragedia de tantas, pero sobrellevada desde las ganas de vivir y
el humor, uno que, junto con la pianista de la clase de baile- Aránzazu Zárate-
metida en ese personaje algo brutote y entrañable, y el amigo de Billy, Michael
-Álvaro de los Santos-, brillante en su papel de ese otro niño distinto del
resto, dan, los tres, el contrapunto al drama con un humor ácido y agudo.
Y por
supuesto, Billy -Pablo Bravo-, que está en medio de todo sin quererlo y sabe
ser el centro con su magnífica actuación; bailando es realmente bueno.
También
mencionar a la madre -Noemí Gallego- con una voz increíble, al bailarín que
hace de Billy adulto -Jerónimo Ruiz- con un número difícil y bien resuelto, a
las niñas, a los policías, a los mineros. A todos y cada uno de los caracteres
que están vivos gracias a quienes los interpretan.
Los
números musicales, las coreografías envolventes donde se juntan varios momentos
de la realidad, como la clase y la huelga, o el desespero de Billy y la carga
policial, están muy logrados.
Los
escenarios, sobre todo, el de la casa, son ingeniosos y nos meten donde
quieren: en la vivienda de la familia, la calle, las aulas, el teatro
londinense... Las luces, el sonido, todo ayuda a que no se note el trabajo duro
de cada foco, cada vibración, cada espacio, cada nota. Sin olvidar a los
músicos que son quienes, dirigidos por Joan Miquel Pérez crean, invisibles al
público, la música: los grandes olvidados, a veces. Los grandes protagonistas
de los musicales.
Ellos,
todos y juntos, son quienes logran que la historia de un niño que desea bailar
sea parte de nuestros recuerdos.
Gracias.
No hay comentarios:
Publicar un comentario