Un pintor dijo ¿ves ese árbol?, sus ramas, hojas..., si lo quisieras pintar tendrías que fijarte en ellas, esbozarlas. Eso es lo que nos enseñaron desde chicos: pinta lo que ves. Pues bien, se ha de ir más allá: se ha de pintar, sobre todo, lo que no se ve: el hueco que dejan las ramas, el cielo que permite ver la distancia entre las hojas.
Se ha de aprender a ver lo que el objeto elegido libera, y a su vez, oculta.
Pintar y vivir con lo que se tiene, con lo que se tuvo; la vida está hecha de tonos, de presencias y ausencias, de sueños y logros.
Pintar los días es ver lo que tienen y lo que, justo por tenerlo, no tienen.
Las ausencias, el hueco de las presencias, forman parte de la realidad.
Quizá son lo más real que hay.
Se ha de aprender a ver lo que el objeto elegido libera, y a su vez, oculta.
Pintar y vivir con lo que se tiene, con lo que se tuvo; la vida está hecha de tonos, de presencias y ausencias, de sueños y logros.
Pintar los días es ver lo que tienen y lo que, justo por tenerlo, no tienen.
Las ausencias, el hueco de las presencias, forman parte de la realidad.
Quizá son lo más real que hay.
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