Los niños cuando juegan al escondite han de tocar mare para estar a salvo; ahí nadie puede hacerte nada.
De adultos también necesitamos ese refugio incondicional, algo irreal y arbitrario, porque a ver, ¿por qué detrás de ese árbol estás seguro y más allá, no? Porque es el lugar elegido para ser zona segura. Como una frontera cuando hay guerras; el gran juego.
Los niños no se cuestionan por qué, solo van y se salvan.
Los adultos, en realidad, tampoco estamos más seguros que los críos en su mare, da igual el país, la frontera, la casa..., tan sólo somos unos seres minúsculos habitando un planeta pequeño en equilibrio precario dentro un universo inmenso, desconocido, infinito.... o no.
Somos nada sobre nada en la Nada.
De adultos también necesitamos ese refugio incondicional, algo irreal y arbitrario, porque a ver, ¿por qué detrás de ese árbol estás seguro y más allá, no? Porque es el lugar elegido para ser zona segura. Como una frontera cuando hay guerras; el gran juego.
Los niños no se cuestionan por qué, solo van y se salvan.
Los adultos, en realidad, tampoco estamos más seguros que los críos en su mare, da igual el país, la frontera, la casa..., tan sólo somos unos seres minúsculos habitando un planeta pequeño en equilibrio precario dentro un universo inmenso, desconocido, infinito.... o no.
Somos nada sobre nada en la Nada.
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