Se está más seguro en terreno conocido, aunque sea malo.
El cambio siempre asusta, nos aferramos a lo que tenemos por el miedo a lo desconocido, preferimos aquello que nos ata antes que lanzarnos al vacío de lo nuevo.
Es como trabaja la mente humana: nos retiene en las rutinas que ya conoce porque así maximiza sus recursos, es adaptativo, hasta que deja de serlo, hasta que el inmovilismo cómodo para ella, es peligroso para nosotros. En este punto comienzan las crisis.
Se las teme, pero es el último medio que tiene este cerebro nuestro para evitar el sobre esfuerzo de reestructurarse.
Hay que ser valientes, hay que enfrentarse a la propia mente, la propia pereza ancestral y dar el salto; buscar la novedad alejándose de lo que nos atasca.
Ir hacia lo desconocido es ir hacia lo que conoceremos.
Desde ahí se avanza.
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