Los años pasan, se escurren.
Lo vivido nunca es lo que se deseó.
Se mira atrás con recelo, añorando lo que no se hizo, atascados en la certeza de haber fallado.
El tiempo tiene eso, que no regresa, que impide vivir lo mismo, a ver si se acierta esta vez.
Solo nos deja el recuerdo de lo que creemos que se pasó.
El tiempo, esa trampa que nos atrapa desde que aprendemos que nos gobierna, y de la que no hay modo de escapar vivos.
O sí, desde la imaginación.
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