Cuando se tiene un poco de fiebre y malestar, el mundo da más vueltas de las normales ante uno. Las cosas se deforman en tamaño y cuesta todo mucho más esfuerzo, el sueño nos atrapa y nos presenta imágenes oníricas vívidas y absurdas que nos aplastan contra la almohada y nos hace sudar.
Lo que nos rodea cobra vida, a veces, amenazante, otras, indiferente, pero la percepción, los sentidos, saltan a la mínima y las ideas, que ahora parecen geniales, cuando la fiebre baje y las leamos sin ella, veremos que solo son deformaciones de los reflejos ya de por sí distorsionados.
Pero ahora, son hermosas.
Lo que nos rodea cobra vida, a veces, amenazante, otras, indiferente, pero la percepción, los sentidos, saltan a la mínima y las ideas, que ahora parecen geniales, cuando la fiebre baje y las leamos sin ella, veremos que solo son deformaciones de los reflejos ya de por sí distorsionados.
Pero ahora, son hermosas.
No se puede valorar una idea febril en un estado convencional: no suele haber suficiente lucidez.
ResponderEliminarCiertamente, hay que aprovecharlas cuando te venga de nuevo la fiebre, aunque sea la creadora...
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