Como ahora todos podemos mostrar todo a todos, nos enteramos más de cómo son los demás, mostrándonos más de lo que querríamos.
Una foto, unas reflexiones, lo que se hace en ese momento, lo que se hizo, adónde se fue, dónde se está... Es una saturación de información, casi excesiva, que convierte a quien lo muestra en objeto de sí mismo.
Es curioso ver, por ejemplo, cuando alguien famoso muere, como surge un montonazo de fotos de él o ella junto con la persona que lo comparte, dando con esa imagen una lectura diferente a la pena que quiere comunicar, se lee más bien la de "yo lo conocí, fíjate, estamos ahí, mira qué importante soy".
Nos gusta señalarnos como únicos, con una vida intensa, esparcir nuestros momentos triviales para que así vuelen y se conviertan en especiales.
Es comprensible, porque a pocos les gusta la vida que viven, y a muchos les gustaría vivir otra.
Este modo lo logra, puede que por eso nos agrade tanto compartir lo que, sin tanto vuelo, parece vulgar.
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