Las tumbas de antes, y las de ahora, tienen mucho que decir sobre sus muertos y sobre los vivos: lo que guardan en su interior son piezas vivas de cómo se vive o se vivió.
Uno de esos objetos es la botella de lágrimas; los romanos la usaban para llenarla con su pena y depositarla, junto al muerto que la provocó, en señal de respeto y duelo.
Las hay de muchos tipos: lujosas con adornos, como colgantes, regalos o coleccionables, pero todas están hechas para contener las lágrimas nacidas de la pena; recipientes mínimos donde cabe el dolor máximo: cada gota derramada por la tristeza que no se pierda, que se conserve en estas joyas de cristal donde no se olvida por qué se lloró.
Luego, ese duelo guardado, servirá para alegrar a los que quedaron atrás, aliviando las penas, ungiendo con ese dolor lo que será conjurado al hacerlo.
Las lágrimas lavan las penas para exorcizarlas.
Conjuguemos las penas...aunque no esté de moda.
ResponderEliminarNo lo está,pero debería....
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