La hermana lo veía
ahora, en la escuela desierta, aburrido, escondido tras el libro, soñando. Ella
fue la única que decidió estudiar, irse a la capital. Se hizo maestra, se pagó
los estudios trabajando en un almacén donde se guardaban los paquetes que irían
en los ferrocarriles donde el padre la colocó y se hizo mayor. Vivió su vida.
La vivió bien. Sin arrepentirse de nada. Pero vivió más que los que la
quisieron y decidió regresar al pueblo.
La anciana, aún en
el umbral, ve llegar a la niña que fue, la que ha ido a despedirse de sus
recuerdos; ella con la artritis ya no puede. Caminar duele tanto que ha tenido
que mandarla. “¿Qué tal todo, podemos irnos?” “Sí, ya no queda nadie”. “¿Adonde
iremos ahora?” Pero la niña no supo contestar, se encogió de hombros y quedó
callada mirando, por última vez desde ese ángulo, la calle, las piedras, las
tiendas, el campanario que daba la hora desmenuzada en cuartos y al que se le habían
llevado la campana, pues el bronce valía un pico y no era plan de dejarla ahí,
y esperaron juntas.
Ahora, cuando
lleguen los del ayuntamiento, podrán irse. No volverán la cabeza atrás, no regresarán,
como otros, a ver la presa, a intuir el pueblo enterrado bajo el lago. No. El
agua lo cubrirá todo, será otro mundo ya. Uno sumergido, con distinto tiempo,
diferentes formas y vidas. Aún así, la niña, quizá por su propia curiosidad
infantil, aventuró cómo sería pasear por la plaza Mayor distorsionada por el
agua dulce; los pasos resonarían distintos, los colores puede que fuesen más
luminoso ya que el sol se bañará entre las calles, los peces sustituirán a los
gatos. Sería divertido. Miró a la anciana con una sonrisa soñadora pero no, no
sería bueno quedarse. No se quedarán. El agua cubrirá el cementerio, pero ellas
están vivas. El pueblo mismo se convertirá en un gran templo al Tiempo. Pero
ellas aún tienen Tiempo.
¡Precioso relato, Eva! Hacía mucho que no entraba en tu cuaderno, porque desde que dejé el mío estoy en otras cosas, y me ha encantado el ritmo, el qué, el cómo y el desde dónde de tu historia.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo,
Lucha
Mil gracias, Lucha, gracias por entrar de nuevo, por encontrar mi relato, por viajar en él y por tus ánimos... mil besos!
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