Cerrar
los ojos, relajarse, permitir que el tiempo transcurra, por el mero
placer de dejarlo marchar sin necesidad de más, es tan necesario como
aprovecharlo, mimarlo... hay tan poco. La soledad así convocada se llena
de uno, acaparando la totalidad del instante.
La mente libre
vuela recorriendo caminos ya hollados o se aventura por sendas
desconocidas, buscando aquello que ni nosotros sabíamos que queríamos
encontrar, pasos etéreos que recorren atajos imposibles de ver con los
ojos abiertos, distraidos por la vida, atareados en ella, sorprendiéndos
con imágenes imposibles que vienen a tocarnos el hombro, suavemente,
despertándonos inquietudes, renovando posiciones, ayudando en esa
oscuridad intima a ver lo que la luz nos ciega.
La armonía de la
soledad buscada, de los sentimientos libres, del intento de comprender
el absurdo coherente de un tiempo, del Tiempo que tenemos, que hemos de
tejer con sueños realizados. Pero primero los hemos de desear.
Cerrar los ojos, escucharnos desde dentro, saber que sólo ahora, solos, estamos más cerca de todo. De nosotros.
No hay comentarios:
Publicar un comentario