Al cabo de unos cinco
minutos la anciana suspiró, al ratito carraspeó ligeramente, y ya sin más
preámbulos ni etiqueta, se encaró con su compañero de espera.
Pues es la segunda vez en este mes que no me tiene abierto
cuando toca, estaba realmente indignada. A este Mariano le debe de pasar algo, no es normal en él
esta impuntualidad, su voz se dulcificó un tanto,
pasando a la preocupación en su siguiente comentario. ¿Y si es algo grave?, estaba realmente alarmada. Sus
ojos se quedaron mirando fijamente sin ver, abismándose en su imaginación, lo mal que lo estaba pasando el tal Mariano quizás. ¿Quién
sabe?.
Todo su encorvado
cuerpecillo estaba en tensión, delataba así, que estaba más allá de la realidad
colindante.
Era como si para ella
todo pensamiento fuese real; lo ideado era tan intenso, que cuando se parase a
recordar lo ocurrido en sus días, más de un acontecimiento apócrifo se le
traspapelaría. Era una superviviente de ella misma, de su limitada dimensión de
lo real.
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