jueves, 30 de marzo de 2017

Facetas

Ver, desde todos los ángulos posibles un mismo hecho, nos aporta más que aceptarlo sin crítica, ni investigación, sin dudar de lo que vemos. O de lo que nos han contando. O de lo que recordamos.
Ese modo caleidoscópico de entender las cosas nos las acerca, comprendemos mejor lo que pasa, lo que nos ocurre, lo que es.
Para lograrlo se necesita tiempo, opinión, ganas, imaginación, humildad y algo de originalidad. No muchos quieren perderse en sus mentes; más cómodo y fácil, aceptar lo que ven, escuchan o recuerdan y aferrarse a una sola cara, hasta el punto, en ocasiones, de enfrentarse vehementemente contra cualquier otra faceta de esa misma realidad.
Si nos adentráramos en ella, en la realidad, si pasáramos a través de ese espejo, nos sorprendería comprobar que nada es lo que parece y que todo es posible.

lunes, 27 de marzo de 2017

Ruinas y escombros

Hay veces que un edificio en ruinas, o en esa fase de demolición en la que todavía no es puro escombro, queda como partido, mostrando impúdicamente lo que las paredes ahora inexistentes guardaban; las distintas habitaciones con sus papeles pintados, algún cuadro, muebles que no se quisieron llevar o no pudieron, porque les pilló desprevenidos su hundimiento, sanitarios, objetos que de lejos nos recuerdan a los que tenemos en casa: lámparas, muñecos, alfombras. Sobrecoge.
Es el cuerpo agonizante de lo que todavía no está muerto, del que estuvo vivo. Es desolador, incluso inquietante, ver abiertamente aquello que la gente que habitaba en ese espacio, ahora roto, utilizaba y quería. Intimida un poco, como si estuviéramos espiando algo indebido, mirar esos espacios descarnados que los acogía. Era el hogar, el refugio del mundo de unos propietarios que forzosamente han tenido que abandonarlo. Habitaciones que nunca habríamos visto y ahora se muestran desnudas, impúdicas pero a la vez, turbadas, incompletas, asustadas, abandonadas a su suerte sin acaban de entender qué ha sucedido.
Una de las imágenes más impactantes tras una catástrofe, un bombardeo, es la de esos edificios abiertos, destrozados, imposibles de habitar pero todavía llenos de lo cotidiano, igual que una casa de muñecas a la que se puede ver con un simple movimiento de sus paredes, pero siniestra.
Contemplar las ruinas de algo que en su día nos acogió, siempre duele.

jueves, 23 de marzo de 2017

Rehacer

Somos la frontera entre nosotros y lo que son lo otros.
Actuamos, pero las consecuencias se escapan al radio de acción de uno, se esparcen, rebotan, y conmueven a los demás, queramos o no. Somos protagonistas y observadores de esa misma acción por igual, lo que hacemos, a veces regresa como un boomerang, otras ataca por la espalda, muchas ni sabemos de sus consecuencias, las menos no tienen. Cada minuto lo único que lo enlaza a nosotros con el siguiente es la memoria de lo que hicimos, de lo que trajo después, y al no tener el don, o la maldición, de volver sobre los pasos dados, vamos poniendo un pie tras otro creando acciones y reacciones.
Somos ese punto que al moverse es línea y que dibuja algo imposible de entender sin todos los demás puntos que lo van enlazando. Somos nosotros y los otros, nunca diferentes aún a pesar del entorno, quizá condenados a repetir lo que hicimos si pudiéramos rehacer lo hecho.

lunes, 20 de marzo de 2017

Sentir

Más de una vez los sentidos nos engañan.
No conozco a quien no haya creído ver o escuchar, figuras o voces que luego han resultado no estar.
Los más temerarios y fantasiosos disparan la imaginación y ven en eso fantasmas, avisos o augurios. Los más científicos y racionales, buscan teorías sobre la captación del cerebro de impulsos más allá de los conseguidos a través de los sentidos. Los imaginativos, idean historias, completan cuentos de miedo, algunos memorables. Y muchos más, lo comparten con los amigos cuando las conversaciones se vuelven más esotéricas.
Desde el déjà vu, hasta las figuras fantasmales, desde los sueños recurrentes hasta los avisos o premoniciones, el ser humano no quiere estar solo, no quiere creer en la soledad terrenal de las criaturas.
Los oráculos, los dioses, el mundo de los espíritus, los extraterrestres, los santos. Cualquier presencia, con o sin explicación, que nos dé la sensación de que todo tiene sentido, de que algo superior a nosotros tiene la clave. Un clavo ardiendo al que aferrarnos desde un sinsentido absurdo diario y unas vivencias inconexas a las que no podemos ni controlar ni dominar.
No nos gusta estar solos en este universo.
Es una soledad devastadora, inútil y espantosa.

lunes, 13 de marzo de 2017

Imágenes ajenas

Hay imágenes que resaltan entre las demás: un árbol de hojas moradas; una calle mojada que refleja como un espejo lo que ve permitiéndotelo ver a ti mientras avanzas; una escena con niños que juegan o se pelean o piden o lloran; escaparates coquetos, otros más siniestros, como los de ese taxidermista un tanto polvoriento y descuidado que eterno, nos muestra ojos de vidrio, cabezas apolilladas, cuerpos de serrín; olores que se ven porque nos traen recuerdos de lugares y personas que olían igual; cielos con nubes, sin ellas, negros, blancos, estrellados, lunáticos; pasajes silenciosos; calles bulliciosas; paradas de autobuses donde se escuchan conversaciones de todo tipo; gentes que pasan, que se paran, que se miran, que te miran.
Imágenes que por lo que sea captan la atención, y con ellas, te diluyes, te fundes; descansas de las tuyas propias y te llenan.
Imágenes vivas.

jueves, 9 de marzo de 2017

Opinión o verdad

Los que menos saben suelen ser lo que más alto opinan, critican, difaman, o al menos, creen hacerlo, ya que lo que exponen es lo que está en boca de todos, sin idea original ni base real en sus argumentos. 
Con ojear un titular, normalmente tendencioso hacia el lado que sea, escuchar de alguien, quien sea, lo mismo que repiten, se las dan de conocer una realidad compleja a la que olvidarán nada más soltarla, de la que ni habrán intentado hacerse una idea propia, que es lo que cuesta, donde leer, cotejar, investigar, conocer desde más atrás, interpretar datos objetivos sería lo suyo. Pero por ahí no se pasa, el tiempo necesario para crearse una opinión es mayor de lo que durará la noticia estrella del momento. 
Demasiado que decir sin saber qué se dice en absoluto, ¿para qué esforzarse en buscar la verdad?

lunes, 6 de marzo de 2017

Sin culpa

Una de las cosas que siempre me ha impresionado es la capacidad que tiene el hombre de sobrevivir bajo las condiciones más inhumanas y hostiles inimaginables. Ya no digo aquéllos que viven, desde que nacieron en ambientes invivibles, que ya tienen mérito, sino los que habiendo tenido mejor suerte, el destino les cambió las comodidades por infiernos.
Hablo de los que han tenido que sufrir cárcel injustamente, campos de concentración, gulags, guerras, secuestros..., y tantas y tantas aberraciones que para qué seguir.

Pero el asunto está en cómo personas acostumbradas a vivir bien, o al menos a vivir, han tenido que amoldarse, para seguir respirando, a circunstancias terribles, a las que jamás, conscientemente, se hubieran visto capaces de soportar.
Una vez dentro del horror, lo más terrible, es que puede empeorarse hasta límites impensables; lo que ahora aprecias como insufrible, puedes llegar a añorarlo con el tiempo. Es común de los supervivientes comentar que cuando se creían mal, no habían ni empezado a malvivir.

La capacidad de desprenderse de todo, de aclimatar mente y cuerpo a las experiencias más pavorosas es asombrosa. Te pueden arrebatar lo indecible y seguir viviendo. Es un ajuste constante entre tu propia mente y el exterior asfixiante; si se encuentra algo a lo que aferrarse, por mínimo que sea, la lucha continuará.
Hay testimonios espeluznantes a la vez que maravillosos sobre cómo ganar un minuto más a esa vida invivible. No tirar la toalla, aunque sea para arrastrarse por las horas interminables del día. No perder, en suma, la propia identidad. Y no sentirse culpable por desear estar vivo.

jueves, 2 de marzo de 2017

Peligro

Me gusta observar, mirar a la gente como va andando y hablando por sus móviles, si te acercas un poco, sigues la conversación sin problemas, van contando sus asuntos como si estuvieran en el salón de su casa, cosa que no hacen si están diciéndoselo a un amigo presente. Es curioso, pero al hablar con un interlocutor que no está, es como si nosotros tampoco, como cuando un niño cierra sus ojos y dice, no estoy, no me ves.
Se escuchan sin querer problemas laborales, sentimentales, prácticos, triviales, cotidianos. Tenemos una puerta abierta a sus vidas desde ese creerse solos. Y cada vez se ven más personas solas que cogen el teléfono para sentirse acompañados en el trayecto, o con música, para lo mismo.
La tecnología parece que esté hecha para invadir el mundo de uno, esa soledad necesaria para escuchar los propios pensamientos. Si es así: Peligro.