jueves, 30 de junio de 2011

Reinventarnos

Esto de tener que seguir día, a día, a día, sin poder salirte de ti mismo, tiene el inconveniente del agotamiento, de la saturación, de tener que reeinventarte cuando se llega demasiado peligrosamente al borde del vaso, en un intento de que no se desborde.
Así cambiamos los paisajes externos e internos, moviéndonos siempre desde dentro, desde el único punto posible, lo otro es mera inercia.
Cuando estamos hartos de ver dunas desérticas, imaginamos olas, corrientes, acantilados, y toda nuestra acción se encamina a buscarlos. Al desdeñar tanta agua, al cabo del tiempo, y recordar lo árido de la arena, soñaremos con bosques, plantas, flores. De ahí pasaremos a los hielos, nieves y cimas, más tarde junglas, humedad y riesgo... la vida es cambio, si no se mustia y muere.
Remodelando los paisajes en los sueños, persiguiéndolos despiertos y renovándolos cuando nos aburren, hemos de lograr, entretanto, absorber lo que se pueda de cada uno, si no, habrá sido en vano tanta inquietud y la curiosidad, si no enriquece, destruye.

martes, 28 de junio de 2011

Negrura

Los pensamientos negros no conocen de meses ni momentos, cuando quieren, se enseñorean de todo: Se autoconvidan.
Suele haber siempre un detonante que los atrae, pero lo superan ampliamente; hay que tener cuidado con que no ganen terreno en el ánimo; si se instalan en él, será muy complicado echarlos, quitarles el derecho que creen tener por la simple razón de haber venido, piensan de sí mismos ser visitas importantes, porque ante ellos, el mundo se paraliza, la risa desaparece, las ganas de vivir se agrisa, y en su afán desmedido de dominio, aplastan cualquier brote de alegría o pensamiento brillante: su negrura es lo único que desean.
No hay que dejarles arrasar, se les ha de distraer, no quitarles el sombrero ni el gabán, no ofrecerles la mecedora junto al fuego, no agasajarles con dulce alguno, mirarles con fastidio, ningunearlos; que vean bien a las claras que no son bienvenidos.
Por muy disimulados y disfrazados que vengan, no hay que abrirles las puertas. Si no, pasarán.

domingo, 26 de junio de 2011

Contraorden

De chica recuerdo que no me iban bien las cosas, como supongo que no le va bien a ningún niño, en esa edad, en la que aún has de obedecer lo que tan claramente ves que ya no va contigo: esos años en los que empiezas a cuestionarte el mundo, a verlo desde tus ojos, lejos de aquellos por los que mirabas. La necesidad de afianzarte, de ratificarte en tus convicciones, te da la fuerza de una rebeldía, que no hacía mucho, ni vislumbrabas.
Pero aún eres pequeño, no se puede acelerar el proceso y toca obedecer, atar corto lo que harías, y hacer lo que ya no ves claro. Esperas.
Junto a esos conflictos, va pareja una sensación de melancolía, casi dramática, que se topa con brotes de furia, lloros y rabia. Es una etapa extraña, eso de hacer la crisálida de donde resurgirás ya tú misma.
El asunto es, que en una de esas noches, atisbe algo en el cielo: "un OVNI", y quizá lo fuese, aún no sé qué vi, y al dormir, supe con fuerza, las ganas que tenía de que se me llevasen, de que me alejaran de una rutina que odiaba y me situaran en otra desconocida, quizá para odiarla más tarde, o no; la incertidumbre del cambio.
Así que cerré fuerte ojos y manos, y con mi mente, que ya sabrían ellos de telepatía, les llamé, les pedí que vinieran a por mí. Al rato, creía que, verdaderamente, ahí estaban; que sí me apartarían de ese tiempo.
Me asusté, tanto, que casi paralizada, recorrí a la inversa mis pensamientos; no quiero, no quiero, no quiero... los alejé. Se fueron, ya no los sentí cerca: me dejaron donde estaba.
Y a día de hoy no sé todavía, si haberme quedado, fue un logro o un fracaso, si debo arrepentirme o alegrarme de mi contraorden.

viernes, 24 de junio de 2011

Enhorabuena, Guillermo

Recorriendo los pasillos de un instituto, me retrotraigo a cuando pisé el patio de una guardería o las aulas de un colegio: misma emoción, mismo orgullo de ver a mi pequeño entre sus trabajos finalizados: ese círculo pintado sin salirse apenas del margen, todo él amarillo; esas letras aún un tanto inestables, que grandes, llenaban la libreta de rayas; las redacciones que me llevaban a mundos que conocía bien porque de chica también los visité; los números, cada vez más complejos, bien resueltos... La evolución de un personita curiosa siempre, inquieta, que todo lo tocaba para aprehenderlo bien, y que atento a lo que le rodeaba, ha sabido apropiárselo.
Es maravilloso verle crecer, oírle sus opiniones, desde las primeras cuando iba descubriendo un mundo aún extraño, hasta las de ahora mismo, donde ese mundo, extraño todavía, le sigue gustando y del que quiere informarse y saber y hacerse su hueco en él.
Cada año que pasa somos más, él es más, imparable, abriendo sus propias fronteras que le llevarán a donde quiera ir.
Y yo le seguiré admirando.

jueves, 23 de junio de 2011

Poema, Momentos

Momentos hay en los que el sol no luce,
instantes en los que la luna dispone,
mientras luchamos
soñando que somos.
Buscando lo incomprensible
anhelando lo imposible.

Encrucijadas hay en algún punto del camino
que nos desvían del resto.
Sendas engañosas, rutas que se zanjan.
Palabras mermadas, retumbos distorsionados,
sonidos que enmudecen, colores desteñidos.
Rememorando lo realizado
ansiando lo por hacer.

Nadie hay al otro lado,
no hay sueños que compartir.
Aislados en una sima oscura,
ensueño de luz, rechazo de las tinieblas.
Pugnando con las sombras
Intuyendo la claridad.

Sendas hay posibles,
andarlas las exhuma.
Olores, sabores, propósitos.
Esperanza. Presente. Pasado.
Olvidando lo vivido,
poniendo el alma en lo por vivir.


miércoles, 22 de junio de 2011

¡Suerte!

No todos los días se puede asistir, compartir, y vivir el proceso de la creación. De la Creación con mayúsculas; el que surge desde dentro y se refleja en la disciplina elegida. Yo, como escritora, sé reconocerlo y lo he hecho sentada al lado de Borja Costa: he sido testigo de cómo, todo él, dejaba de ser él, para convertirse en el vehículo de esa música que le nacía desde dentro, impidiéndole hacer nada más que no fuera sentarse ante el teclado y liberarla, darle su espacio, su tiempo.
Yo sentada, sin molestar, sabiendo que aunque le hablase no me escucharía porque mis palabras ni le llegarían, estando como estaba, inmerso en lo que su música interior le dictaba, contemplaba cómo los dedos se convertían en notas, cómo se iba vaciando de ellas que se alineaban, dóciles, por dónde él quería, por donde le llamaban, susurrándole al oído, inundando el ambiente. No comer ni cenar es normal cuando estás sumergido, intentado sacar adelante lo que no te deja dormir ni respirar. La obsesión de plasmar lo que se lleva dentro, y que nunca acaba de ser lo que se escucha fuera, es demoledora. La necesidad de crear es la que te sostiene.
Y al final sale: logras desprenderte de lo que te ahogaba, de lo que te movía, aunque jamás quede como querías, eso sí.
Pero en el caso de Alguien de Alguna Parte, el resultado final debe de rozar muy de cerca a lo que su creador buscaba: esa música que arropa y eleva las imágenes, bellas de por sí, es una partitura realmente lograda, inspirada y magnífica, donde cada nota está donde debe estar y cada imagen obtiene el clima que ha de tener. Es una banda sonora como pocas, inspirada y rotunda que nos lleva de la mano por todos los estados de ánimo que el cuento nos cuenta: la incertidumbre, la pena, el caos, la renovación, la esperanza.
Que haya sido nominada, que sea uno los cinco finalistas para obtener un galardón en los premios Jerry Goldsmith, que tendrán lugar en Úbeda este 22 de julio, es, no solo, una gran oportunidad para esta obra, sino un orgullo para todos los que la conocemos y conocemos a su compositor.
Suerte.

martes, 21 de junio de 2011

Magia

Estás tenso, esperanzado a la vez que ansioso, no haces más que revisar el año entero, escudriñando, evaluando. Cualquier sonido te hace dar un salto; cada crujido, ruido, movimiento. El día se hace largo, la noche no llega nunca. Estás distraído, monotemático, ni a respirar más de la cuenta te atreves. El día transcurre lento, pesado. No paras de preguntar la hora, no ves nada de lo que te rodea aunque no paras de mirarlo todo.
No hay noche más larga y terrible, donde las esperanzas, ilusiones, sueños y expectación será difícil de experimentar de nuevo en la vida.
Quizá la recuperes más tarde, ya un tanto deslucida, en blanco y negro, cuando la veas repetida en los nervios de los hijos, sobrinos, niños chicos que han escrito con su letra ininteligible, dicho con esa lengua de trapo, todo lo que esperan que les traigan los Reyes Magos, lo que pagará su buen comportamiento del año. Los miras con ternura mientras ellos, con esos ojos de plato, te escuchan cada comentario que les haces sobre esos Reyes que todo lo pueden, a la vez que colocan el agua y las nueces, los zapatos brillantes para que al despertar, estén llenos de dulces.
Los miras y te recuerdas, tan emocionado en esa noche mágica, única, la que a pesar de la decepción al saber que jamás vinieron al salón de tu casa, ni los camellos bebieron el agua, nunca, ya nunca, olvidarás la ilusión de esa ingenua credulidad que todo lo podía.

domingo, 19 de junio de 2011

Duendes

Cuando se resiste todo lo que tocas, te sientes incapaz de hacer algo a derechas, la torpeza impera, has borrado ya siete comienzos, dos lienzos, no avanzas en los arpegios, no das una. Quizá deberías desistir y descansar; a pesar de que el trabajo se tenga que hacer: si el mundo invisible se ha vuelto contra uno, no hay más que hacer. Si a pesar de todo, te atreves a desafiarlo, tienes el día perdido. No habrá palabra coherente ni color brillante: nada. Los duendes no lo permitirán.
Y se nota cuando ellos están detrás, va más allá de esos comienzos torpes en la faena; es un incordio continuo, un no fluir y un atasco grave en lo que quiera que se haga.
Mi opción es la de no desesperarme, darles su espacio, no empeñarme en hacer algo que sé positivamente que al día siguiente habré de borrar por incompetente.
Son traviesos, no malvados, así que mejor jugar con ellos, dejar que enreden, cambiar el tercio, escribir cosas intrascendentes, dejar lo importante para cuando estén cansados de marear, de volverlo todo del revés, y disfrutar del caos que surge de la propia ineficacia.

sábado, 18 de junio de 2011

Sueños

¿Qué nos separa de los sueños?
Se desean cientos de cosas, se viven miles de situaciones, se piensan millones de ideas, se sienten innumerables emociones, y todo, mientras la realidad pasa.
Anticipamos en el tiempo lo que vamos viviendo; cuando más potente sea lo que soñamos, cuanta más constancia pongamos en él, más fácilmente podrá solaparse con lo que nos sucede. El imán atrae y los pasos convergen hacia él.
Es difícil mantenerlo, si deja de emitir ilusión, si se diluye en otros diferentes, quizá más asequibles o cómodos, pierde fuerza y los ojos dejan de verlo. El azar también ha de estar de su lado, si no, se corre el riesgo de dar vueltas y vueltas, como en un laberinto donde ves el centro porque destaca, y por eso mismo, nunca encuentras cómo llegar.
A un sueño no es fácil despertarlo. Pero es vital intentarlo.

jueves, 16 de junio de 2011

Nadie conoce a nadie

Lo más triste de las relaciones humanas es el desconocimiento absoluto y real de los que nos rodean: ni conocemos ni nos conocen.
Tratamos a los demás desde un tono superficial, incluso cuando se piensa que es más profundo, nunca es lo suficientemente hondo, no se llega a ese fondo donde ni nosotros mismos nos miramos: Los intereses que nos mueven, y solemos callarnos, o ni siquiera sabemos que están para no perjudicar nuestra propia imagen, la que hace que tapemos, movamos, justifiquemos, fanfarroneemos...
Conocer a alguien, de base, es aceptar incondicionalmente, que nunca llegaremos a conocerlo y desde ahí, intentar compaginar amistad, deseos ajenos con propios y saber que todos erramos; hablamos más de la cuenta, callamos más de lo deseado y vivimos como podemos las relaciones, casi siempre, cojas.
A veces, constatamos, casi siempre por casualidad, lo que se piensa de nosotros o al revés, y suele ser decepcionante; faltan ingredientes, sobran piezas o no se parece en nada el reflejo que se nos muestra.
Se ha de vivir con esa carencia y seguir adelante con amigos, parejas, familia y conocidos, porque a pesar de todo, son parte de nosotros y nosotros de ellos. Y no dejar de intentar mira más allá de lo que mostramos y nos muestran.

martes, 14 de junio de 2011

Relato.7 y última parte. HERMANOS

Se echó a reír de manera callada, con los ojos. Los policías en cambio lo hicieron francamente. Juan siguió tirando del hilo de los recuerdos del hermano. La compasión hacía tiempo que había dejado paso al interés real.
-¿Por qué se mudaron?
-¡Ah, sí! Eso fue cuando mi padre se asustó -enmudeció un ratito, a su estilo-. La verdad, tratar con muertos nos enseña a verlos como algo natural, pero Sandra era una niña, y como tal, tenía que haber aprendido a tenerles respeto, a distinguirlos de los vivos, ya saben.
El día en el que nos trasladamos fue al mes siguiente de que mi hermana le pidiese a mi padre permiso, para quedarse con él... “Ya nadie lo quiere. ¿no?. Para meterlo bajo tierra me lo quedo yo. ¿Puedo, papi?”… Mi padre quedó horrorizado cuando se giró para ver de lo que hablaba la niña. Sandra llevaba en brazos al bebé de los Pérez, que había fallecido de muerte súbita.
No dijo nada, le cogió el muertito de sus brazos y suavemente la persuadió para no quedarse con el bebé.
Al mes nos vinimos aquí.
Esta casa la decoró mi padre, como les dije antes, para darle a Sandra un ambiente de vida. Yo no me he atrevido a cambiarla, ni cuando ella creció y marchó -miró hacia abajo-, no soy bueno con la decoración.
Se quedó callado mucho rato. Tanto que los dos policías se fueron, sigilosos. Habiendo cumplido su misión, no cabía seguir en ese escenario.
Francisco, pensaba, no necesitaba ponerle palabras. Ya no había nadie, otra vez.
Miró a su alrededor. No había modificado nada por pereza. No sabía, realmente, lo que sentía por su hermana. Ni antes ni ahora. Cariño sí la tenía, pero no sabía si de hermano, de compañero, de amigo o del simple roce que da la convivencia de haber estado compartiendo el mismo espacio, el mismo ambiente durante veinte años.
Con Sandra había sentido su fracaso de intentar comunicarse a sí mismo en otro… nunca intentó buscar más compañía.
Miró lo que tenía en la mano -lo cogido de la mesa que los policías no pudieron ver-. Era una foto; su madre, a la que todos decían que se parecía él… pero en su fuero interno sabía que le faltaba lo que a Sandra le había sobrado; el valor para querer.
Tantas veces, en su trabajo, había sido testigo del desgarro de la separación, que ante tanto dolor siempre se preguntó si valía la pena. Si querer así, era necesario. Optó por no sufrir, vivir anestesiado; sin ansias, sin deseos ni frustraciones.
No, nunca entendió a su hermana.




lunes, 13 de junio de 2011

Relato. 6 Parte; HERMANOS

Francisco, calló. Se removió incómodo, como cuando vemos algo que nos perturba y nos agitamos, inquietos.
Me acuerdo que de niña se entretenía maquillando a los muertos antes de que lo hiciese yo definitivamente. Yo la dejaba. Es un trabajo delicado. ¡Imagínense que los familiares viesen a su finado excesivamente vivo! Nuestra madre los maquillaba para que pareciesen dormidos, que es lo correcto. Ella me enseñó ese arte, pero ahora con la moda de las incineraciones se va perdiendo.
Llegará un día que nadie se asomará al muerto para susurrarle sus dudas, sus encargos para cuando ellos lleguen. Sus odios y amores quedarán encerrados, no en la caja, sino dentro de ellos mismos. El fuego purifica sólo al que se va. Los anhelos, los recuerdos, si no se los cuentan al muerto, se pudren en los vivos.
El último desahogo, el último reproche, el último adiós, se ha de compartir con el que ya no puede oír, pero sí, todavía sentir. Lo sé. Lo intuí con mi madre y lo comprobé con mi padre. Mueren mejor cuando ya están muertos y les das lo último que necesitan, les das la certidumbre de que ya no están vivos. Notas como el cuerpo muerto, muere mejor.
Juan y su compañero asintieron.
Ellos también habían tenido esa sensación. A lo largo de sus años de profesión, se les habían muerto en los brazos innumerables personas de todas las edades, y ambos, un día de confidencias, coincidieron en que algo les impulsaba a hablar al herido, incluso cuando ya no le podían doler las heridas. Notaban que el cuerpo se aliviaba, se aligeraba.
Francisco les sacó de su ensimismamiento cuando, con voz jocosa, siguió hablando.
No crean, en mi profesión, a pesar de la fama que tiene, nos pasan cosas de lo más chocante. -riéndose siguió-, el otro día sin ir más lejos, un cliente me hizo firmar que la caja -una de las más caras, por cierto-, debía de ser dañada en su superficie con un punzón, a conciencia. Yo le aseguré que así se haría. Y cuando se fue pude saber por qué; entre dientes murmuraba, “esa caja no la revende, el listo ese”

domingo, 12 de junio de 2011

Relato. 5 Parte, HERMANOS

Para mí, Sandra, fue un misterio continuo. Cuando nació, yo ya tenía doce años, de eso sí me acuerdo. Mi madre murió dos meses después del parto. Algo salió mal, ya no era joven y al bebé nadie lo esperaba, fue una sorpresa para todos.
Con la mirada y un simple movimiento al unísono de sus cabezas, los portadores de la noticia, le animaron a continuar.
Supongo que para una niña no es fácil crecer así, sin madre, rodeada de un padre absorto por su trabajo y con un hermano tan mayor. -Francisco, por primera vez, miró a los ojos a sus interlocutores-. No quiero que se hagan una impresión equivocada, en casa la adorábamos. Mi padre sólo vivía para ella -volvió a respirar hondo-. Cómo les dije, antes no vivíamos aquí. Habitábamos en la misma finca en la que tenemos el negocio. -supongo, que el ordenador les dio mi profesión-.
Ellos asintieron.
Pues, sí -continuó-, en la planta baja, tenemos el negocio de Funeraria todavía, pero antes usábamos el primer piso de la finca para vivir. Era muy cómodo. Nos costó acostumbrarnos a desplazarnos cada vez. No se pueden imaginar con que urgencia nos requieren, fíjense, como si nuestros clientes tuviesen prisa. Si de algo disponen, es de tiempo -sonrió su propia gracia-.
Cuando mi padre murió, me dediqué yo al negocio por entero. Intenté que Sandra siguiese con él, a mi lado. Pero ella siempre estaba queriendo hacer lo que no hacía en ese momento. Soñaba con ser y realizar grandes empresas -las que fuesen-. Le daba igual ser cirujana, que actriz, que modelo. Ella ansiaba lo que no tenía, suspiraba por lo que le había llamado la atención esa temporada. No era constante. Nunca lo fue. Siempre insatisfecha queriendo estar justo donde no estaba… A veces era como si quisiese salirse de su propio cuerpo.

viernes, 10 de junio de 2011

Relato. 4 Parte; HERMANOS

Juan se preguntó quién se parecería al padre y quién a la madre.
Su compañero se preguntaba qué era, lo que nada mas entrar, le había producido una sensación de desequilibrio, de desajuste entre la casa y su habitante. Algo no acababa de encajar y eso le hacía estar en tensión. Observó la habitación por el rabillo del ojo, tan exhaustivamente como tal procedimiento permitía -tras decir a uno que su hermana está muerta, no es adecuado dedicarse al turismo doméstico-. “Eso es” -se dijo-, “la decoración es demasiado alegre para el carácter del dueño; el timbre, las cortinas floreadas, los cuadros de campiñas, el papel pintado… pero no es únicamente eso. Todo en su conjunto rezuma falsedad, es como un atrezzo demasiado perfecto. No es una decoración -se sintió exultante. Lo había descubierto-. Es un decorado.”
-¿Le gusta mi casa? Le veo muy interesado en ella.
Juan miró a su compañero, que enrojeció. Él, que creía haber estado sutil, había actuado como un principiante. Reaccionó rápido.
-¿La decoró usted mismo?
-¡No, por Dios! Pues no soy yo torpe para eso. La decoró mi padre, lo hizo expresamente pensando en Sandra, para que viviese en un ambiente amable. Eso fue cuando decidimos mudarnos. Ella tendría unos ocho años… sí, más o menos. ¿Saben ustedes? Yo no soy muy bueno con las fechas.
Paró un rato y los dos policías -ahora totalmente compenetrados-, esperaron pacientemente. Ahora tocaba el turno a los recuerdos, era el momento más humano de estas inhumanas tareas; el intento fútil de los vivos de recuperar a su recién muerto.

jueves, 9 de junio de 2011

Relato.3 Parte; HERMANOS

Le miró y dudó en cómo seguir, el hombre que tenía delante no reflejaba ninguna emoción. Normalmente, en este lapsus, -más la realidad, por este entonces asimilada, de que tienen a la policía sentada en su salón-, las personas se agitan, o lanzan un gritito, o preguntan a bocajarro… pero aquí, este señor, no movía ni un músculo. No reaccionaba en absoluto.
Juan, ni se molestó en buscar el apoyo de su compañero. Contó hasta cinco y se lanzó al vacío.
.La hermana de usted ha sido hallada muerta. Es nuestro deber comunicárselo a la familia. Usted ha sido el único pariente vivo de la víctima que ha encontrado el ordenador -respiro hondo-. Lo siento señor -mirada fugaz-.
-Ya.
Los dos policías se miraron al unísono, comunicándose realmente, por vez primera en el día.
-¿Está bien, señor? -Al compañero de Juan le salió del alma la pregunta. Sabía, por los cursillos, que en estados de mucha presión se pueden producir reacciones inusitadas. Nunca había asistido a ninguna y ésa podría ser la primera. Buen momento para poder aplicar lo estudiado.
Francisco empezó a hablar lentamente. Falsa alarma.
-La última vez que supe de ella, fue hace unos tres años, cuando me dijo que había decidido irse a la capital. Nunca me dio su dirección y yo nunca se la pedí.
Francisco, que se había sentado frente a los policías, se levantó y dio una vuelta a la mesa. Cogió algo de ella que sus invitados no pudieron ver. Se sentó otra vez.
-Supongo que si ustedes vienen a comunicarme su muerte, es que no fue natural.
-No, señor. La encontraron en el Lago Grande, ahogada.
Francisco suspiró hondo, como hacen los atletas antes de realizar una prueba, pero no cogió aire para hablar, sino para hundirse, todavía más, en el butacón. Era un hombre de apariencia tranquila, parsimoniosa incluso. Todo en él indicaba neutralidad. Por lo que los policías habían deducido de la foto de la hermana, toda vitalidad y personalidad, él era el opuesto perfecto.

miércoles, 8 de junio de 2011

Relato. 2 parte. HERMANOS

Al cabo de los años, este caso se podría haber difuminado por el roce de todos los demás realizados; mismo encargo, misma situación, mismo desenlace… por este timbre inusual hubiese tenido una manera de perfilarlo por entre las penumbras de la memoria… aunque este caso no se les olvidó… y no sólo por eso.
Esta segunda vez y antes de acabar el breve concierto, se escuchó, a contratiempo, una voz masculina pidiendo calma, que ya iba.
Efectivamente, al cabo de unos minutos, la puerta se abrió.
-¿Sí? ¿Quién es?-La voz provenía de un hombre de unos cuarenta años, vestido de ir por casa que se asomó, con prudencia, por entre la tacaña abertura que permitía la cadena de seguridad.
-Disculpe. ¿Es usted Francisco Nuñez? -Juan, fiel a su palabra, habló.
-Sí, el mismo. ¿Qué quieren?
-Somos de la policía. ¿Tiene usted una hermana llamada Sandra?
Francisco nada dijo, cerró la puerta y tras un breve forcejeo con la cadena, volvió a abrirla. Ahora ya, de manera francamente hospitalaria.
-Pasen ustedes.
-Gracias.
-Están en su casa -dijo señalando unos butacones de piel marrón claro. Se sentaron uno junto a otro, controlando profesional y rápidamente, su entorno. Ustedes dirán.
Juan no contestó inmediatamente. No se acostumbraba a dar este tipo de noticias, le eran mucho más fáciles las detenciones.
Miró a su compañero, que estaba ocupado intentando disimular, que no se daba cuenta de que Juan esperaba que fuese él, esta vez, quién hablase. El viaje de vuelta sería uno silencioso y lleno de reproches, pero le compensaba. Odiaba comunicar muertes a los familiares.
-Somos de la comisaria del distrito 12 y tenemos una noticia nada agradable que trasmitirle. -Juan hizo una pausa, para que Francisco pudiese ir intuyendo, que lo que iba a escuchar era de la clase de mensajes que uno nunca quiere oír.

martes, 7 de junio de 2011

Relato. 1 parte, HERMANOS

-Debe ser aquí.
Juan cotejó la placa, en la que estaba grabada el nombre de la calle, con los datos garabateadas en su libreta hacía tan sólo unas horas, en comisaria.
-Sí. La calle es correcta. Para aquí mismo.
Se apearon del coche, dejándolo aparcado en doble fila. “Sólo será un momento”. Era una manera, tan legítima como otra cualquiera de engañarse a ellos mismos, de intentar quitar hierro al asunto.
Era un barrio tranquilo de calle bien asfaltada, papeleras nuevas, farolas intactas, paredes sin pintadas. Las viviendas eran unifamiliares de ésas exactamente iguales; misma porción de jardín, mismos colores, mismos garajes… Si algo las distinguía unas de otras, a primera vista, era imposible apreciarlo.
Ellos lo tenían fácil. Buscaban la casa número 54.
-Llama tú.
-Yo llamo, pero tú hablas.
Juan miró de reojo a su compañero, hacía mucho que trabajaban juntos y no se llevaban ni bien ni mal. Había días mejores, otros peores. Hoy parecía de los últimos. Se encogió de hombros y llamó .
Al ser accionado, el timbre interpretó una melodía a siete notas que despojó a ambos de toda seriedad profesional. Aunque lograron no sacar conclusiones precipitadas sobre el dueño de semejante instrumento, “Rigor y calma”. No salieron tan fácilmente de la duda de si todos los timbres interpretarían el mismo concierto.
Esperaron un tiempo prudencial antes de volver a tocarlo, quizás menos del aconsejable. Pero volver a escucharlo les era casi imperioso. En esta clase de misiones tan ingratas, éste era uno de esos pequeños detalles que ayudaba a sobrellevarlas, de los que sirven para marcar acontecimientos.

lunes, 6 de junio de 2011

Pobreza absoluta

Lo terrible de la pobreza, más allá de ella misma, es lo espantosamente atada que te tiene la vida: has de vivir cada momento buscando lo básico. Eso es lo aterrador.
En cualquier condición donde falte el agua, la higiene, la comida, el techo, la ropa, sea cual sea, el ser humano ha de invertir todas sus energías en una rutina aplastante y brutal para hacerse con lo que los demás simplemente ni piensan.
En algunos poblados del Tercer Mundo, se ha de caminar kilómetros para conseguir un cubo de agua; se ha de andar, ir y volver, cada día, solo para una ración de agua. No se puede dejar de hacer. La rutina, imposible de variar, les ata. No se tiene tiempo ni para pensar, jugar, descansar, soñar..., se ha de conseguir lo básico para sobrevivir hoy; mañana ya veremos.
Solo cuando se tiene lo necesario cubierto, se puede estar ocioso. El embrutecimiento que conlleva la falta diaria de lo imprescindible, no deja más tiempo a los sueños. La gente sin nada, nada tiene, hasta sus sueños son básicos y sus momentos alegres menos.
Las vidas se mueven entre la búsqueda, diaria, día a día, de lo que es necesario para vivir, inmersos en la lucha contra la entropía y acatando las normas sociales que les permitan, donde sea, trazar y entramar mejor sus esfuerzos para conseguir un día más.

sábado, 4 de junio de 2011

Ojos

Los ojos son lo único que no cambia a lo largo del Tiempo. Son los mismos que miraron por primera vez el mundo, los que van asombrándose de él y en él, son los que al llegar a esa edad en la que el espejo muestra los rasgos cincelados por los años, siguen brillando igual, asomando lo que somos, sea esto lo que sea.
Solo si la energía se ha transformando, no crecido, solo si la mirada esta vacía de nosotros, de esa memoria que fue configurándonos, esos ojos dejan de ser los que fueron.
La mirada dice todo lo que ni las palabras pueden, la mirada y lo que creamos; la manera de tocar, esparciendo notas al viento, la de encerrar ideas en letras, la de componer o pintar armonías, de lo que sea que se haga que muestre lo más hondo de quienes somos. En la manera de tocar, pintar, componer, actuar, escribir, los ojos nos acompañan, porque es cuando más solos estamos, más libres, más aislados, más abismados en esa negrura vital que intentamos comprender y a la que la mirada cuestiona continuamente cuando posa sus ojos en ella.

viernes, 3 de junio de 2011

Crueldad

La crueldad y la maldad se consideran solo humana. Al igual que el altruismo. No sé si es así. Los animales tiene esas mismas capacidad, quizá, lo que nos diferencia no sea el acto, sino el reflexionar sobre el mismo, el saber las consecuencias que conllevan ambos.
La estupidez unida a la maldad es una de las asociaciones más devastadoras que existen, los animales, también difieren entre ellos en inteligencia, pero sus instintos son quienes les hacen actuar: un ritmo vital ancestral que los guía.
Aunque a los humanos también. Somos el resultado de siglos de evolución. Pero parece que el egoísmo propio es adaptativo para nosotros, quizá no para el colectivo, pero sí para el individuo. O a lo mejor esa crueldad de la que hacemos gala, sea una especie de implante de la propia Naturaleza para defenderse de nosotros; al ir destruyéndonos entre todos solitos, Ella se ve libre de unos cuantos: una suerte de autoregulación a distancia.
De la crueldad animal, citar esa muerte a las crías del recién derrocado macho cuando se queda con su hembra (suena humano, ¿verdad?) o la cría del cuco, que una vez depositada por sus padres, que nunca los crían, solo les buscan acomodo en otros nidos, va matando a sus "hermanastros" para que los pobres padres adoptivos le den a él solo todo el alimento y ven crecer antes sus ojos a un ser que no lleva sus genes y es el causante de la muerte de los legítimos (sospechoso también)
De la crueldad humana, ya se tiene más de un ejemplo. Y de la estupidez hablaré pronto.

jueves, 2 de junio de 2011

Experiencia

Nada sucede sin sucedernos.
Es cierto, la experiencia en otros, no nos acaba de servir. La humanidad pasa una y otra vez por los mismos pasos, comete idénticos errores, evoluciona de una manera similar, no importa la de veces que hayamos visto cómo los demás sortean o caen en el obstáculo que tenemos delante; cometemos los mismos fallos.
Es como si estuviéramos condenados a subir la misma montaña una y otra vez, eternamente, porque además, y esto es más grave, no solo no aprendemos de la experiencia de los demás, sino que no lo hacemos de la nuestra propia.
En más de una ocasión nos hemos visto ante la misma situación en la que estuvimos, y olvidando completamente que lo que hicimos no funcionó, lo repetimos casi igual, como si no tuviéramos la certidumbre absoluta del fallo que es mover esa pieza. Y volvemos a caer. Y volveremos.
Lo que nos sucede siempre es nada, si no acumulamos la experiencia que nos da ese suceso.

miércoles, 1 de junio de 2011

Ultramarinos

Paseando por calles que no frecuento, y que por eso me gusta visitar muy de vez en cuando, para que la novedad siempre lo sea, me he detenido ante una de esas tiendas de ultramarinos. Qué nombre tan evocador, casi romántico, de otras tierras más allá de las nuestras, más allá del mar.
Esta era preciosa, de madera antigua, y ambiente de otro siglo, con sus productos enlatados y de envases de cristal que nos muestran productos poco comunes, olores no familiares, texturas imposibles. Cuando entré, involuntariamente, hice sonar una de esas campanitas que se ponen sobre la puerta, esta de cristal esmerilado, y ya dentro, un dependiente con mandil blanco impecable y el dueño, hombre orondo y de bigote engominado, se quedaron mirándome, entre obsequiosos y discretos, para que su presencia no me impidiera pasearme entre ostras, ruibarbos, carnes, embutidos, quesos y salazones.
No se escuchaba el ruido del exterior, era como si el tiempo también se hubiera quedado afuera, esperando, quizá, a que me llevara de ahí una de esas latas o alimentos envueltos en papel de cera que tenían su origen más allá de este instante, de este presente, de este lugar.