viernes, 10 de junio de 2011

Relato. 4 Parte; HERMANOS

Juan se preguntó quién se parecería al padre y quién a la madre.
Su compañero se preguntaba qué era, lo que nada mas entrar, le había producido una sensación de desequilibrio, de desajuste entre la casa y su habitante. Algo no acababa de encajar y eso le hacía estar en tensión. Observó la habitación por el rabillo del ojo, tan exhaustivamente como tal procedimiento permitía -tras decir a uno que su hermana está muerta, no es adecuado dedicarse al turismo doméstico-. “Eso es” -se dijo-, “la decoración es demasiado alegre para el carácter del dueño; el timbre, las cortinas floreadas, los cuadros de campiñas, el papel pintado… pero no es únicamente eso. Todo en su conjunto rezuma falsedad, es como un atrezzo demasiado perfecto. No es una decoración -se sintió exultante. Lo había descubierto-. Es un decorado.”
-¿Le gusta mi casa? Le veo muy interesado en ella.
Juan miró a su compañero, que enrojeció. Él, que creía haber estado sutil, había actuado como un principiante. Reaccionó rápido.
-¿La decoró usted mismo?
-¡No, por Dios! Pues no soy yo torpe para eso. La decoró mi padre, lo hizo expresamente pensando en Sandra, para que viviese en un ambiente amable. Eso fue cuando decidimos mudarnos. Ella tendría unos ocho años… sí, más o menos. ¿Saben ustedes? Yo no soy muy bueno con las fechas.
Paró un rato y los dos policías -ahora totalmente compenetrados-, esperaron pacientemente. Ahora tocaba el turno a los recuerdos, era el momento más humano de estas inhumanas tareas; el intento fútil de los vivos de recuperar a su recién muerto.

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