miércoles, 31 de octubre de 2012

Contrastes

Hay días donde te arrastras, cansada, apática, sin energías ni ganas de nada. Días grises, doloridos, negros donde los pensamientos se contagian de esa pátina turbia y siniestra que nos impide movernos, atrapados en la sustancia pegajosa y viscosa de las que están hechas.
Son horas cansadas antes de nacer, las vemos forjarse en el rabillo de las manecillas del reloj, atentas a su cometido de no dejarnos levantar cabeza. Se camuflan para sorprendernos, pero en vano; las sentimos. Ya pueden disfrazarse de lluvia, malestar ligero, melancolía, fiebre, que las detectamos. Son minutos tejidos con ese punto denso de la apatía, del desánimo, con un entramado tupido, opaco. Son lo que son y se viven como se viven.
Pero siempre acaban terminando y dejando paso a las horas cotidianas, más ligeras, imprevisibles y vivas.

lunes, 29 de octubre de 2012

A calzador

No hay día que sea igual y no es esa la sensación que tenemos normalmente, sino quizá todo lo contrario. Vemos el tapiz de las horas muy similar, buscamos emociones y estímulos que nos cambien el tono, del tipo que sean: el asunto es ver ese entramado menos gris, menos cotidiano.
Pero no lo es. Se mueve y transforma, somos nosotros quienes nos empeñamos en domesticarlo, necesitamos una rutina para ser más libres, lo que parece paradójico pero no lo es. La mente funciona mejor cuando está menos ocupada, la creatividad surge desde la línea base y se va ampliando en al frecuencia de su onda.
Los días los metemos a calzador porque así los dominamos mejor, solo que si no sabemos descalzarnos de vez en cuando, nosotros mismos perderemos la frescura de andar sobre la hierba. Esa que no veremos al pasar cerca cada día.

viernes, 26 de octubre de 2012

Llegando

No me importa pasar horas y horas en trenes, autobuses, coches, aviones viendo pasar el paisaje al ritmo de los pensamientos, es más, me gusta. Pero si se paran, no. Cada parada, ya sea por un atasco, semáforo, estación, me rompe el hilo de mis ideas, me las deja cojas, en espera. Es irritante. El movimiento las empuja, fluyen.
Ir de un sitio a otro es un momento irreal, no estás en ninguno punto; ni el de inicio ni el de término, vives en un puente entre ellos, la actividad cesó en el primero y no se puede comenzar aún en el segundo. No hay. La espera, el tiempo que se tarda en recorrer ese espacio es de uno. Es como un regalo. Unas horas únicas.
Sé de gente que las aborrece, se aburre, se cansa, va lleno de crucigramas o libros o música. Pero a mí me gusta llenarlas de ideas sin metas, de pensamientos libres porque no tienen razones prácticas de ser: solo son.
Por eso cuando se para el vehículo, los matan, los despiertan, los vuelven a la realidad de un tiempo ya medido. Y dentro de esos metrónomos los sueños dejan de volar.

miércoles, 24 de octubre de 2012

Relato, 6 y Última Parte, El Visitante


Pero, o el trabajo, o la desidia o el miedo a confirmar el asunto le frenaba. Quizás también influyese la vergüenza oscura de dar crédito a lo imposible, a lo supersticioso. Al fin y al cabo, quién mejor que él para no creer en lo sobrenatural, en los fantasmas. Él, que se pasaba las horas enterrando sus huesos para evitarles errar.
Un grupo de personas dolientes le volvió a su presente, dejando para mañana el seguirle.

Samuel se internó por el laberinto de lápidas y nichos, andando decidido hacia la suya. Miraba hacia delante, giraba con la precisión de un ciego en su ruta diaria. No debía encontrarse con nadie. Una vez casi le pilla.
Fue una niña, él no había previsto verla así, pequeña, indefensa con esos ojazos verdes y esa manita que casi  toca la suya.
Señor, por favor. Me he perdido, ¿puede llevarme con mi mamá?
La niña era muy blanca, le recordó a la suya propia, ya muerta. La ternura de la pequeña, el recuerdo de la suya, casi le hicieron asir la pálida manita tendida.
Aún no sabe cómo, pero paró en seco. La miró. Su sonrisa de ángel se agudizó, y sus ojos verdes mostraron la profundidad más negra, más serena, más antigua que ser humano pueda nunca ver, y quedar indemne.
No se lo llevó, como no lo hizo el día en el que fue a por él y no pudo encontrarlo.  En esos segundos en los que se miraron hubo un trato, una suerte de entendimiento tácito. Volverían a encontrarse. Ella había encontrado un reto, él estaba a la altura. Se entendieron.
 Ella lo volverá a intentar, regresará.
 Él procurará que no sea hoy.

martes, 23 de octubre de 2012

Relato, 5 Parte. El Visitante


Una tarde especialmente ajetreada, estaban desalojando a los rezagados, siempre los hay más tardos en despedirse, en retornar a la vida sin él, sin ella, cuando notó que su colega se quedaba tenso, atento. Lo cogió de su camisa y lo atrajo hacia sí.
¿Lo has visto?
¿A quién?
A ese hombre, aquél de negro. Mira por ahí va. Estaba agitado y Juan no le acababa de entender. Eso le puso más nervioso.
¿Dónde? ¿Quién?
¡Pero, sí, hombre! El que se acaba de ir.
No sé, lo siento. No le vi.
¡Pues que bien!
No te enfades, no es para tanto, digo yo.
Entonces es cuando supo, por él, lo que a él le habían contado de niño cuando ayudaba a su abuelo en el camposanto, que a su vez le fue narrado cavando su primer tumba de joven: La leyenda del que engañó a la muerte.
 Con voz grave, como es de ley contar asuntos oscuros, su amigo le narró los detalles, que él fue olvidando, aunque lo principal se le grabó: El hombre se escondió en su propio nicho, y por unos segundos ella no lo encontró. Pasó su momento. Ahora es un duelo entre los dos.
El sepulturero se volvió para seguirle con la mirada. Se había jurado, costumbre muy suya, espiarle para cerciorarse de si era o no él. Sería fácil, el hombre que burló al tiempo ha de visitar su propia tumba vacía, hasta que ella lo encuentra y entonces cambia de cementerio, como el que cambia de ciudad.

lunes, 22 de octubre de 2012

Relato. 4 Parte. El Visitante


¿Y Mariano? la anciana, con un hilo de voz, espetó a bocajarro la pregunta al hombre, recién llegado, que estaba abriendo la verja.
Él delgado y alto, curtida la piel hasta parecer de leña, tosco en sus maneras, suspiró y empujando la puerta con dificultad se juró engrasarla al día siguiente como se había prometió el anterior.
Pase, doña Mercedes, pase, que ahora viene.
¿Quién? preguntó la mujer con sus azules ojos aguados abiertos demostrando su sorpresa.
Nada, nada. Ande, pase usted.
El hombre se apartó para dejarles entrar en el cementerio, echándole una mirada de tristeza a ella y otra de respeto a Samuel. A ella la veía cada día desde que entró para cubrir la plaza de Mariano, hace ya sus años, y a él desde hacía unos meses.
El primer día que le vio le llamó la atención de inmediato. Correspondía punto por punto con el de la leyenda.
La escuchó por primera vez estando de interino como sepulturero en un pueblo aislado y casi despoblado. Su compañero, un hombre alegre, grandote, guasón hasta la irreverencia, le fue enseñando su oficio. Nada mas ser presentado, le palmeó la espalda y con esa voz ronca que da el fumar constante le dijo: “que no te llame a engaño los pocos paisanos de por aquí, ya verás, ya. Parece mentira que tan pocos vivos den tanto trabajo con sus muertos”.

sábado, 20 de octubre de 2012

Relato, 3 Parte. El Visitante


Al cabo de unos cinco minutos la anciana suspiró, al ratito carraspeó ligeramente, y ya sin más preámbulos ni etiqueta, se encaró con su compañero de espera.
Pues es la segunda vez en este mes que no me tiene abierto cuando toca, estaba realmente indignada. A este Mariano le debe de pasar algo, no es normal en él esta impuntualidad, su voz se dulcificó un tanto, pasando a la preocupación en su siguiente comentario. ¿Y si es algo grave?, estaba realmente alarmada. Sus ojos se quedaron mirando fijamente sin ver, abismándose en su imaginación, lo mal que lo estaba pasando el tal Mariano quizás. ¿Quién sabe?.
Todo su encorvado cuerpecillo estaba en tensión, delataba así, que estaba más allá de la realidad colindante.
Era como si para ella todo pensamiento fuese real; lo ideado era tan intenso, que cuando se parase a recordar lo ocurrido en sus días, más de un acontecimiento apócrifo se le traspapelaría. Era una superviviente de ella misma, de su limitada dimensión de lo real.

viernes, 19 de octubre de 2012

Relato, 2 Parte. EL Visitante


El conductor de la línea tras cobrarle, le siguió con la mirada.
No pudo evitar ver en él a la personificación misma del daguerrotipo de su bisabuelo.
Recordó aquella imagen que tan vívidamente le atrapó de niño, revivió cuánto le impresionó ver ahí dentro, apresada en un cartón grueso, manchado de humedad, la imagen de una persona muerta, ajena a él pero totalmente relevante para su propia vida.
Cobrándole el importe de su billete rememoró ese mismo instante, el que a todos llega, en el que tuvo la certeza de que toda vida acaba. Su ingenuidad de niño se sobrecogió, por primera vez, con la intuición adulta de que detrás de uno puede sólo quedar eso: un cartoncillo inusualmente grueso, que en su día, apresó la imagen de luz y plata de quién sintió, se equivocó, vivió.
Puso en marcha el autobús, parándolo según lo iban solicitando sus pasajeros. Samuel y una mujer muy menguada, de frágil apariencia, bajaron en el cementerio.
La señora iba andando a pasitos cortos, lo cual le confería una velocidad respetable, incluso ágil, para la poquita cosa que su figura representaba. No dejaba de murmurar mientras se encaminaba al camposanto.
 Samuel la seguía de cerca. Ambos llegaron a la puerta de hierro negro más o menos a la vez.
Estaba cerrada. Esperaron.

jueves, 18 de octubre de 2012

Relato, 1 Parte, El Visitante

Buenos días.
Buenas.
La portera de la finca dejó de barrer para ver mejor cómo el nuevo inquilino se alejaba calle abajo.
Estuvo sus buenos minutos apoyada en la escoba, rezongando. Cuánto no habría dado en esos momentos para tener a alguien con quien comentar sus impresiones del caballero que acaba de salir, como cada día a la misma hora desde que se alojaba en sus dominios.
Su hijo ya no la hacía ni caso, harto estaba de oírla durante todos los desayunos de estos meses atrás.
Pues lo que yo te diga, hijo, que ese señor es muy raro.
Pues no sé que le ve usted de raro al hombre. Yo le veo normal. Normal, normal… ¡pues no es normal!, tiene un no sé qué, un escalofrío le hizo agitarse toda ella, es el tipo de hombre del que no me extrañaría nada que apareciese en los periódicos.
Usted ve mucho la tele, madre. Déjele en paz.
No, si yo le dejo, le dejo. No me atrevería a molestarle, hijo. Me da repelús, eso es todo.

Samuel, el caballero que tanto inquietaba a la portera de su nueva vivienda, dio la vuelta a la esquina para hacer cola en la parada del autobús.
Al ratito de estar entre el grupo, las conversaciones bajaron de volumen hasta extinguirse. Todo quedó suspendido, congelado.
Hubo una señora que se le quedó mirando de reojo y una pequeña se agarró con fuerza a la mano de su madre, metiéndose literalmente bajo sus faldas.
Su mera presencia les alejó de sus planes cotidianos durante unos minutos, sumiéndoles en sus pensamientos más recónditos, más olvidados. El autobús llegó, puntual.

martes, 16 de octubre de 2012

Una detrás de otra

Detrás de una puerta hay otra que abres y que da a un pasillo largo y eterno que comienzas a recorrer, las piernas se cansan pero la mente insiste y no las deja flaquear, las distrae pensando en cualquier cosa, y cuando menos te lo esperas, cuando ya iban solas, llegas al final de ese interminable corredor donde quizá hayan transcurrido años, siglos mientras lo recorrías. Te encuentras con que hay otra puerta. La intentas abrir pero no cede. Estás un rato maniobrando el pomo y hasta la golpeas con el cuerpo, pruebas con los insultos, pero no hay caso: no se abre. Miras a tu alrededor pero solo están las paredes que crean el pasillo por donde viniste. Se te pasa por la mente regresar. Los pies aún duelen, la mente rechaza la idea. Te sientas, después de haber intentado de nuevo abrir la puerta que impide que avances. Puede que hasta caigas en un duermevela que te sumerja en la sensación lejana de que habías abierto una puerta que conducía a otra y que esta daba a un pasillo kilométrico que terminaba a su vez en una puerta cerrada donde te acurrucabas a soñar.

sábado, 13 de octubre de 2012

Gotas

Los días lluviosos tienen algo de melancólicos, no grises, sino cubiertos de una pátina triste, donde caminar, pensar, recordar se agudiza. Los sentidos algo embotados nos salen al paso mojados, como una fotografía mal conservada, con los rasgos desdibujados, quizá por lo mucho que se ha mirado, desgastando perfiles, imaginando, más que mirando, lo que nos cuenta desde su espacio congelado, eterno.
La lluvia potencia ese estancamiento, esa borrosidad nítida de lo que fue, de lo que es. Nos empapa con lo que no se ha realizado, nos urge a recomponer las figuras de los sueños, de lo que se quiere hacer. Miras cómo el cielo abierto se desparrama sobre nosotros, sobre lo que pisamos y no nos gusta tomar conciencia de lo que no hemos andado, ni hecho.
La lluvia nos recuerda que todo pasa, que nada es lo que es, sino lo que quisiéramos que fuese y los sueños se nos mojan, pendientes de un sol que los ilumine, les de vida y calor.
Sí, son días para dejarse llevar por la melancolía, esa emoción tan suave, dulce y a la vez, sosegada y acuciante.

miércoles, 10 de octubre de 2012

Despacito

Vas andando despacito, con cuidado de no pisarte las ilusiones, mirando hacia adelante, suavecito, para no perderte nada. Hay momentos de desánimo en los que nada acaba de valer la pena, en los que sólo andar, mirar, ver, salir de uno mismo, los hace más llevaderos.
No es fácil, a veces, nada fácil.
Pero el mar está para cruzarlo.
El camino siempre cambiante ya dará respiro, mientras tanto, hay que respirar solos, despacito, andando con cuidado de no dejar atrás lo que te hace ir hacia adelante, sintiendo los pies que surcan la tierra, para no perderte nada. Caminar, aunque sea en círculos, pero no parar. Adelante. El sentido ya vendrá.
A pesar de que, a veces, no sea fácil.

lunes, 8 de octubre de 2012

Nunca

El intento de todos por realizarnos, sentirnos contentos en nuestra piel, trascendernos, entender... el intento de vivir con sentido nos hermana, aunque nos diferencia, ya que cada uno comprende ese intento a su manera.
Hay factores comunes en esa búsqueda, pero muy superficiales, aunque por fuera parezcan lo mismo al comentarlos, pero no lo son; ya que somos impenetrables, lo que decimos se aleja ya de lo que pensamos, nos comportamos con papeles que vamos aprendiendo a interpretar, los contextos mandan, somos islas entre islas, a veces con más fortuna, a veces con menos. Podemos estar muchas de estas islas juntos, pasar buenos ratos, compartir tramos de vidas, trabajos, ilusiones... pero en el fondo, no acabamos ni de conocernos ni de darnos a conocer. Algo hay en cada uno que no sale a la superficie.
Somos desconocidos aún compartiendo espacio, quizá ese intento de ser, es lo que nunca intentamos ver.

viernes, 5 de octubre de 2012

Absurdo y terrible

Hay un hecho histórico en la antigua Albania comunista con el que me topé leyendo y que me ha impresionado, por lo literario y absurdo y terrible.
En las prisiones abarrotadas durante el Terror de "políticos", todos aquellos ciudadanos acusados de contra- revolucionario y metidos en los gulags bajo el epígrafe 58.
Pues en Albania, esos presos debían cumplir condena, aún de muertos.
 Es decir, si cuando morían no habían acabado la condena, que solían ser de quince años para arriba en unas condiciones infrahumanas, los enterraban en el suelo de la cárcel. Además, separados, como en las celdas, dependiendo de los años que les quedasen. Y una vez expiada la culpa, los familiares podían ir a buscarles, ataúd (o bolsa grande, dependiendo del dinero) en mano para recoger los restos, ya bendecidos por el Estado.
Eso es cumplir a rajatabla con las normas.
Los humanos llevamos al límite lo impensable, no sé si somos ridículos, absurdos o simplemente, eso, humanos.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Lenguas

Según la Biblia Dios castigó al Hombre que, por arrogancia, intentó llegar hasta Él, construyendo la Torre de Babel. Desde las alturas, esas que Su creación pretendía alcanzar, maldijo la Palabra y dio lugar a las diferentes lenguas: con eso consiguió el caos de la incomunicación; desde ese momento fueron incomprensibles por tener diferentes códigos.
Pero yo creo que creó el caos más allá de los diferentes idiomas. Lo creó incluso en los mismos lenguajes.
Pocas veces se entiende lo que te dicen, y menos aún sabemos expresar lo que queremos. Las palabras enmascaran los sentimientos, dan coartadas perfectas para escondernos tras ellas. Hablamos mucho pero no decimos nada.
Compartimos lenguaje, costumbres y aún así, solemos malinterpretar a los que nos rodean; si es así dentro de la propia cultura, que no será en otras donde diferentes usos y signos aún nos despistan más.
La genialidad de ese Dios Bíblico de aplastar de raíz la incipiente capacidad de compartir lo que somos a través de las palabras, sean estas compartidas o no, evitó y evita, que expresemos lo que somos a los demás y a uno mismo. Efectivamente, no nos dejó aproximarnos a Él. Sabio. (Y quizá temeroso y precavido).

lunes, 1 de octubre de 2012

Piezas del todo

Si miramos de una vez cualquier todo, este pierde individualidad; se convierte en una masa donde los detalles desaparecen.
Como dicen; si un hombre, o mujer, pudiese ver cómo será su vida de golpe, se suicidaría. Y me lo creo. Es un "todo", ahí quedaría lo absurdo, la amalgama sin detalle de unos hechos, el sinsentido de recorrer las horas sin más. Y quizá por eso nadie tiene ese don, porque el ir despacio, segundo tras segundo, sin saber siquiera lo que sucederá en el siguente, nos da el ánimo, o engaño o esperanza de que existe ese cambio que uno quiere, porque todos queremos que el minuto que precede al eternamente presente, sea mejor.
No es agradable vernos esas horas, ese futuro, ya empaquetado, rutinario, inamovible y estancado. Es mejor desmenuzarlo, pasarlo de puntillas sin romper la ilusión de que no es un bloque, sino que está compuesto por miles de fracciones interesantes.