lunes, 31 de mayo de 2010

Máquinas del tiempo

El tiempo del que disponemos es más bien breve, aunque a veces nos parezca eterno. Pero no lo es. Y además lo infrautilizamos. Lo desconocemos.
Creo que por eso, una máquina del tiempo, es algo que todos hemos soñado tener, en cualquier época y civilización; algo que te muestre cómo era el mundo antes de nacer y cómo será sin ti.
No nos acaba de gustar saber que el mundo existía antes de uno y que seguirá después, nos vemos como la medida del universo -cosa infantil pero hasta lógica, ya que es a través de nuestros sentidos cómo reconocemos el mundo-, por lo tanto, sin nosotros, el universo entero, deja de tener significado real.
Esas ganas de trascender a nuestro tiempo, al Tiempo, de pasearse por entre otras civilizaciones, pasadas, presentes y futuras, nos suaviza un poco la limitación vital, tan mínima.
Da vértigo ver detrás de ti, delante, y no verte.

domingo, 30 de mayo de 2010

Números

Hay quien postula que el mundo entero puede interpretarse en números, que la Naturaleza es legible, que ellos son la base de cualquier actividad. Incluido el arte.
Cierto que la música es matemática pura y el sonido, longitudes de ondas: el La, para serlo, ha de estar a 440 Hz.
Los colores también vibran, dependiendo de a qué velocidad, será azul o amarillo; se ve el que el objeto rechaza; el único color que no posee. Vemos el que no hay.
Las palabras también se pueden substituir por números, cuántos códigos apasionantes lo hacen y lo han hecho. Y sólo han podido descifrarse a su vez, por números y sus combinaciones --uno de los más espectaculares, en su cifrado y descifrado, fue el utilizado por los alemanes en la Segunda Guerra--.
Con la ciencia, es obvia la utilización de los números, no vale la pena ni mencionarlo, estadística incluida, que agrupa parámetros, que en un principio, no eran susceptibles de ser contados.
El universo tampoco se escapa, ni el infinito ni su principio...
Así parece que todo se puede contar, y si no, se busca el modo de hacerlo.
Es una forma de comprender lo que nos rodea.
Eso sí, en todo esto, algo me da vértigo, y es que nos basamos en axiomas; en que dos más dos, siempre da como resultado, cuatro..., pero ¿y si no es así? Seguro que ese mareo, también se puede expresar numéricamente. La ley de la incertidumbre está ahí.
Si somos fórmulas matemáticas, podríamos buscar un resultado mejor.


sábado, 29 de mayo de 2010

Gracias

Gracias a todos los que me habéis felicitado. Así da gusto empezar el año. Besos, a los que pueda, se los daré directamente, ante un café y rodeados de palabras.

viernes, 28 de mayo de 2010

Veintinueve de mayo

Dentro de media hora, entro de lleno en el día en el que, hace años, nací.
Es el día en el que hago balance del resto; mi 31 de diciembre particular.
Miro hacia atrás, a esos trescientos sesenta y cuatro días, para vigilar que no hayan pasado muertos, que sobre la mesa estén unos cuantos logros, superaciones, mejorías, lo que sea que me tiente a comenzar mi año nuevo con ganas y decisión.
Algo hay; muchas hojas escritas, algunas a punto de publicarse, otras en cola, nuevos caminos abiertos, viejas sendas cerradas, nuevos amigos para siempre, otros que no veré ya nunca. Bien, se pueden empezar estos siguientes días sin nostalgias y con ilusiones.
No pienso que lo vivido fue siempre lo mejor, es más, vivo casi intemporalmente, no sé que acaba de significar que pasen los años, eso sucede a cada minuto, no veo un drama por seguir viviendo, nunca he querido ni acelerar ni ralentizar los años. Lo único que de verdad me importa, es que no pasen en balde, vacíos, que no se me escurran por entre los días inertes, sin más.
Si he de seguir un año más, quiero que cuando lo mire para diseccionarlo en el próximo veintinueve de mayo, me guste lo que vea, que me llenase vivirlo.
No me exijo nada más, ni a él ni a mí: que cada instante, no sea vivido en vano.

miércoles, 26 de mayo de 2010

Relato, Ana

Esta leyenda la tenemos que empezar en una mañana de otoño no muy fría y debajo de una lápida. Ahí es donde Ana decidió que ya estaba bien, que ya no quería seguir de muerta.
El inicio de este proceso irreversible lo dio un capricho del destino, pues quiso la vida, con sequías y malas cosechas, con hambruna y plagas, que los habitantes del pueblo que rodeaba al cementerio, se marchasen lejos en busca de otros nortes, desperdigándose cada uno con sus sueños, sin volver a saber nadie de nadie, dejando las casas para escombros y los huesos para el olvido.
Así pues, la muerte no pudo reunir a Ana con sus padres y hermanos bajo la misma tierra perdida en la eternidad. A las demás ánimas, todavía doloridas por la vida, y mucho más conformes con su condición de muertas, les trajo sin cuidado que los vivos dejasen de ir a visitarlas. Pero a Ana, que fue la última y más joven sepultada antes del éxodo, no. Sus recuerdos no le llegan tan lejos como su lápida recuerda a todo aquel que quiera leerla:

1887-1899
ANA RUBIO MARÍN
TUS PADRES Y HERMANOS NO TE OLVIDAN

Y esa última frase, escrita para siempre en presente, que Ana estaba condenada a leer una y otra vez, y la injusticia vital del olvido, más que la muerte, fue lo que la empujó hacia el peligroso umbral que existe entre lo inerte y lo animado.
Cuando las últimas flores, ya nunca más renovadas, se confundieron con la tierra, Ana empezó, sin ayuda de los vivos, a recordarse a sí misma. Sabía que una mala enfermedad fue lo que la quitó de viva, pues la evidencia que todos los muertos tienen para reconocer su nueva condición, en Ana, es el susurro del doctor a su madre:
-No tiene cura, sólo queda esperar y rezar.
Confusamente recuerda a un hombre vestido de negro, que despedía un olor muy intenso, cada vez que movía sus brazos hacia su frente. Le oyó, pero no le entendió, hablaba en latín. Lo mismo le pasaba cuando iba a misa con sus padres los domingos, no entendía nada, aunque le gustaba cómo retumbaban las palabras por toda la iglesia y cómo el eco las alejaba y acercaba, convertidas en olas invisibles.
Pero, ahí en su cama no sonaban tan soñadoras, y tenía calor, mucho calor. Un calor que le abrasaba sus pulmones cada vez que intentaba refrescarlos con aire… y a partir de ahí, poco a poco fue retrocediendo hacia atrás en sus recuerdos, que se mezclaban sin sucesión en el tiempo. El olor del perfume de su madre cuando la arrullaba. El susurro de su padre conversando con el abuelo. El dolor que le hizo su hermano al estirarla del pelo… y poco a poco, llegó a otro tipo de recuerdos, llegó a los recuerdos que sólo dan la muerte y la constancia. Llegó a recordar lo que su madre sentía mientras la arrullaba y lo que el abuelo pensaba mientras le hablaban y el porqué de los celos de su hermano.
Era como un caleidoscopio reflejado, a su vez, en un espejo. Era la eternidad. Pero no era suficiente para Ana vivir muerta lo ya pasado, quería, en su rebeldía a desaparecer de la memoria de los vivos, ser recordada. Ana estaba decidida a regresar de dónde vino y ver lo que las otras almas no añoraban.
Se cerró el círculo sobre ella y se supo repudiada. Había cruzado lo incruzable, ya no estaba sólo muerta. Sabía lo que tenía que hacer, como lo supo, instintivamente, al nacer y al morir. Cogió sus huesos envueltos en su mortaja y bien agarrados, para no perder su identidad, salió por un sendero lleno de hojas, que no crujieron bajo sus pies, a recordarse una y otra vez, usando las almas, aún encadenadas al cuerpo que a bien tuvieran verla, en ese estado que entre los vivos llamamos fantasmas.

martes, 25 de mayo de 2010

Entender

Nos solemos alejar de quienes no son como nosotros. De niños, la primera vez que encontramos a una persona que no sigue los supuestos cánones de normalidad, le miramos con descaro y preguntamos, a veces en voz demasiado alta, por qué es así.
No es fácil tratar con gente distinta, no por raza, sino por sus peculiaridades, algo se nos remueve por dentro, un sentimiento extraño que algunos llaman pena, otros repulsión, los más extrañeza y los menos, indiferencia. Pero ninguno nos quedamos impasibles.
A mí me daba miedo un chico que era muy grande, no sabía hablar, babeaba y no podía mover sus manos, se descontrolaban. Lo ponían al sol, tapado con una manta, cerca de donde yo pasaba de la mano de mi abuela. No podía dejar de mirarle y acelerar el paso cuando estaba cerca. Mi abuela debió de notarlo, un día, ella se acercó al chico y ante mi horror, le empezó a hablar, la madre que estaba cerca, vino para ver qué pasaba, y las dos entablaron conversación. Mi abuela, le cogía la mano, le daba igual que estuviera babada. Yo los miraba y no sabía dónde meterme. Al fin, en lo que a mí se me antojaron años, ella se despidió y cogiéndome la mano de nuevo, fuimos a donde íbamos. No me comentó nada, sentía mi turbación, pero no dijo ni una palabra.
Me costó entenderlo.
Un día fui yo quien le habló.

domingo, 23 de mayo de 2010

Segundo eterno

Un segundo, en un sólo segundo, ocurre todo lo que cabe, no sólo en una vida, sino en La Vida.
Ahora, en este mismo instante, cada uno de nosotros está experimentando una de las incontables combinaciones vitales. Si se vieran, desde arriba, todas las piezas a la vez -nosotros-, comprobaríamos que en un segundo se agota la Vida.

Si se piensa detenidamente, da hasta vértigo: a cada segundo transcurre la experiencia longitudinal de cada posibilidad de opción de vida. Y eso sucede ahora, y luego, y más tarde. Nos vamos moviendo, situándonos vitalmente, en ese punto de mira; uno a uno, pasamos por el mismo punto, de diferentes maneras, pero igual: todos hemos de nacer, morir, crear, destruir, enamorarnos, llorar, traicionar, dormir, comer, sufrir, reír, aprender, soñar..., es infinito, no nuestras vidas limitadas y sin posibilidad de repetirse, sino ese instante donde cualquier posibilidad se da porque, de hecho, se está dando.

Somos ese instante eterno y efímero compartido, segundo a segundo. Y ahora estamos encajando nuestra pieza, y luego, y más tarde...

viernes, 21 de mayo de 2010

Tesoros

Cuando mi hijo era pequeño nos encantaba ir por el barrio en busca de tesoritos, los había siempre y por todas partes, era maravilloso ver su carita, su alegría cuando encontraba cualquier objeto brillante, o algún juguete perdido, una hoja de árbol bonita, una piedra de forma poco corriente. No fallaba, no había día que no regresáramos cargados de tesoros.
Hoy paseando por las calles me he encontrando con una caja llena de ovillos de lanas de todos los colores, me he quedado embobada mirándolos, la verdad es que la gama era espectacular, me los imaginé trenzados en diferentes prendas, y luego entre los deditos de mi niño, que les habrían encantado deshacer y enredarse en ellos, desenrollando cada madeja y enrollándose él mismo en los hilos de colores.
Mirando la lana recordé también una escena que vi en Santiago de Compostela; un buhonero llevaba una caja de cartón, llena de colgantitos multicolores de plástico, estaba muy llena, iba vendiendo de ella hasta que se desfondó y una lluvia de color cayó al suelo gris, iluminándolo, cientos de piezas de colores invadió esa callejuela gallega. Fue hermoso, la luz les daba de lleno y un arco iris se expandió por el suelo.
Qué cosas más bellas te puedes encontrar sin buscarlas, lo más simple, siempre, es lo más hermoso.

miércoles, 19 de mayo de 2010

Amigos

La amistad implica entrega, paciencia, saber cómo es el contrincante y no exigir nada, sólo estar bien en compañía. Y viceversa.
Si eso funciona, no hay tiempo que lo destruya, ni obstáculo que lo deje atrás. Dará igual que haga mucho que no se vean, o que la vida haya distanciado el contacto directo, si existe esa entrega, ese estar bien unos con otros, sin más, nada podrá con ella. Los amigos que perduran, son los que nos han acompañado siempre, aún no estando al lado.
A veces se confunde amistad con mero jaleo y barullo de los que estuvieron rondando un tramo de la vida, pero es fácil descubrirlos; no aprecian lo que se les da, trastocan todo; a la paciencia la toman como que todo vale; con la entrega, abusan; no se conocen ni nos conocen, y lo peor, ni lo intentan, y por supuesto, sólo exigen.
Hay pocos que pasen la prueba. Mirando atrás verás quienes seguirán delante.

martes, 18 de mayo de 2010

Leyendo

Un día de chica, como no, leyendo, me di cuenta de que casi todos los protagonistas de las grandes aventuras eran niños. Pocas niñas se aventuraban en un barco en busca de un tesoro, o se escondían de Joe el Indio, ninguna blandía espadas ni viajaba mil leguas. Quizá Alicia tenía su propio mundo maravilloso, pero en general, ellas, las mujeres, sólo estaban para que las salvaran y protegieran los héroes. Si tenían protagonismo por sí mismas, era por ser malas y perversas, y por supuesto, terminaban mal.
“Qué aburrido ser niña”, fue la conclusión lógica a la que llegué.
Y es que las mujeres han estado ahí, camufladas, acompañando al héroe, ya fuese por musas, compañeras, modelos, anfitrionas, madres, esposas…, pero pocas han podido tener nombre propio. Las que han dejado su historia detrás, alta y clara, son menos de las que tuvieron que brillar a escondidas. Es cierto que han manejado los hilos hábilmente y que la Historia la han escrito hombres y mujeres. Pero a ellas no se les ha permitido hacerlo abiertamente; cientos de impedimentos las han anulado.
Más tarde, como no, viviendo, observé que sí era verdad que las mujeres no solían tener papeles protagonistas serios, y que, desde siempre, para conseguir un lugar bajo el sol, han tenido que recurrir a artimañas de libro, entre algunas, hacerse pasar por hombres si querían escribir, ser guerreras, o simplemente escapar de la aburrida vida doméstica a la que estaban destinadas. Así se juntaban las tramas novelescas con la realidad y viceversa. Era apasionante.
Dejé de pensar que era aburrido ser niña; era un reto, eso era. Y eso es.
Ahora escribo, y como no, mis niñas y mujeres crecen y eligen vivir sus vidas de palabras más allá de lo establecido, tienen esa libertad y la usan.

lunes, 17 de mayo de 2010

Proyecciones

La de veces que nos habremos cruzado con el destino.
Si alguien pudiera vernos salir justo cuando entraba nuestro azar, se habría mordido las uñas, como en una película de suspense. Pero, que se sepa, nuestra vida no se proyecta en ninguna sala, si no, verían cómo nos libramos por los pelos de accidentes, malos encuentros, o por el contrario, observarían, impotentes, cómo nos alejamos de la felicidad por cruzar una calle y no otra.

Hay diversas opiniones con respecto a lo casual; aquellas que promulgan que estamos predestinados, que hagamos lo que hagamos, el resultado será el mismo y los que dan al azar su toque libre y afirman que las cosas son como resultan ser, sin determinismo. Hay más grupos, pero esos dos son los extremos del continuo.
Uno puede dar vueltas y vueltas al tema, leer y convencerse de uno o de otro, pero no podrá evitar la elección -no de la corriente en la que esté más cómoda-, sino la de actuar, por lo tanto, la de limitarse.

Esa pantalla nunca dejaría que el hipotético espectador tuviese un minuto de respiro. Si como dicen, antes de morir, se nos pasa toda la vida ante los ojos, podría ser que fuéramos nosotros mismos los que sufriéramos la tensión de lo que pudo ser y no fue. Quizá sí nos enteremos del argumento, aunque sea tan al final.
Una buena vuelta de tuerca del destino.

domingo, 16 de mayo de 2010

Ad libitum

Me gustaría disponer de un día para empezarlo cada vez, así podría utilizarlo en hacer lo que las elecciones diarias me impiden.
La primera vivencia, sería como las demás, la segunda, optaría por realizar lo que no pude desde el desayuno y vería cómo se desarrolla, y cada empezar, sería distinto, con nuevas opciones, infinitos caminos laberínticos donde perderse sin perderse nada, ya que tendría el poder de recorrer cualquier rincón.
Qué maravilla, un día eterno en el que vivir todas la vidas posibles, y cuando te canses, pasar la hoja del calendario, avanzar de nuevo en tiempo, hasta decidir revivir ad libitum otras veinticuatro horas infinitas.

viernes, 14 de mayo de 2010

Hay días así, anodinos

Hay días que uno borraría del mapa, son como si hubiese dado igual vivirlos que no, ahí están, mirándonos desde el borde de la cama, disculpándose por haber sido tan neutros, o terribles o espesos. Pero ya está, ya nos han dado sus horas.
En ellos, lo mejor es no hacerles demasiado caso, darles unos golpecitos sobre los hombros, y acostarse. Han hecho lo que han podido, sólo que no dieron para más.
Ahora esperemos que al despertar, esas nuevas veinticuatro horas nos despidan el día brillantes. Y si no, paciencia. Todo llega.

jueves, 13 de mayo de 2010

Lo perfecto cansa

A veces, nos entregamos a soñar con los ojos abiertos, creando conscientes, el argumento de lo que nos gustaría vivir.
Al principio, intentamos que sea lo más realista posible, para ver de encajarlo con la rutina real, al rato, ya puestos en la ensoñación, vamos apartando, precisamente, los datos que impiden que el sueño se cumpla y que habíamos intentado meter a calzador antes, así que llegado a este punto, nos encogemos de hombros, y apartamos todo atisbo de realidad, para empezar, en serio, a imaginar cómo sería lo imposible.
En plena trama, bien lejos de la gravedad que nos sujeta al sofá y lo real, vamos rizando el rizo, y ya, sin ningún recato, soñamos en alto, dando giros y vueltas de tuerca, emocionándonos al crear, no ya un tímido deseo, sino un universo entero donde somos los protagonistas y todo nos sale como queremos.
Así nos podemos pasar rato y rato, hasta que empezamos, aún resistiéndonos a admitirlo, a aburrirnos; todo nos sale tan bien, a pesar de los obstáculos estratégicamente colocados por nosotros mismos, que tanto esplendor, cansa.
En esa parte, se nos desdibuja bastante el tema, saltamos de uno a otro, nos tambaleamos, y finalmente nos damos cuenta, de que ya no estamos soñando, sino haciendo planes reales.

Y es que ni en la mente, todo ha de salir bien, necesitamos retos, conflictos, obstáculos y sólo si los superamos, nos sentimos bien de verdad.
Eso sí, cómo se agradecen esos momentos de absoluto poder.

martes, 11 de mayo de 2010

Dos grupos

Hay dos clases de sentimientos, los que nos hacen sentir bien y los que no. Son más bien contrarios entre sí.
Y algo más los distingue, unos suelen diluirse hasta desaparecer y los otros, en cambio, pueden llegar a límites insospechados.
Las emociones dulces, sosegadas, como el cariño, la tristeza, el amor, la confianza, son suaves, tranquilos, nos acompañan, y ni los notamos cuando ya no están. En cambio, el odio, la pasión, los celos, la envidia, los del otro grupo, nos aprisionan, no se van, incluso pueden devorarnos.
Es triste ver cómo un amor languidece, terrible comprobar cómo un odio crece.
Las emociones fuertes nos superan, se convierten en obsesiones; muerden la mano que los alimentó.
Las otras, tan benignas, humildes y leales, las que nos equilibran, las que son tan difíciles de ver, nos miran con paciencia y esperan su momento.
Unas curan lo que las otras dañaron, y en medio, nosotros; hojas que se mueven al viento.

lunes, 10 de mayo de 2010

Relato; La madriguera

“Pero nunca, nunca, bajo ningún concepto te metas aquí solo, ¿lo has entendido?”. La hermana sabía que a partir de ahora, el pequeño incordio, como le llamaba en secreto, haría lo imposible para hacer lo contrario. Donde no tenía que quedarse a solas, era una madriguera cubierta de matorrales, que Elsa descubrió mientras buscaba espárragos para la cena. Nada más verla le vino a la cabeza la idea. “Seguro que se mete ahí. No podrá salir y seré yo quién lo salve y papá dejará de gritarme, llamándome inútil, y él ya no será el favorito porque verán que es tonto y desobediente”. Plan perfecto.
A la tarde siguiente David no estaba a la hora de la merienda. “¿Sabes dónde está tu hermano?” “No”. Elsa les miró con la mirada límpida del inocente, y así se sentía, hasta había olvidado conscientemente la trampa. “No, ni idea”. La madre y el padre, cuando se pasó la hora de la merienda y se acercaba la de la cena, preocupados en serio, salieron a buscarle por los alrededores. Llamaron a los pocos vecinos que tenía la granja. Nada. “¿No se te ocurre dónde puede estar?” Elsa los miraba ir y venir, a la vez que el cielo ennegrecía, y la desesperación de los padres aumentaba. “¿Algún sitio que él prefiriera?, puede que se haya caído y…”. La madre se echó a llorar sin acabar la frase, el padre, conteniéndose, le cogió la mano. “Hija, haz un esfuerzo, anda, preciosa”. Elsa, se sentía de nuevo el centro de todo. ¡Cuánto tiempo sin serlo! Ese pequeño monstruo había venido a trastocarlo todo. Se sentía bien, tanto, que decidió ayudar a sus padres a encontrar al hermano. “Puede que esté ahí”. “¿Dónde es ahí, cielo?”. Momentos de gloria para la niña, los dos pendientes de ella. “Pues, ahí, en esa madriguera. Pero yo le dije que no se metiera solo dentro, que no se puede salir sin ayuda”. “Es un inconsciente. Si está allí, después de habérselo dicho tú, se va a enterar”. Elsa saboreaba los azotes que le darían. Volvería a ser la preferida. No se lo pensó más. “Os llevo a ver si está en la madriguera”. Salieron ya de noche, con antorchas, a buscar el escondite prohibido. La niña, delante, señalaba el camino. Al cabo del rato, sus pasos se hicieron menos firmes. Se paraba, miraba alrededor. “¿Falta mucho, cariño?” “No. No creo”. Elsa se había perdido. No tenía ni idea de por dónde estaba. De noche era imposible orientarse. Un escalofrío le recorrió entera. “No os preocupéis. Ya estamos cerca”.

sábado, 8 de mayo de 2010

Disimular

Hay épocas en las que parece que nada avanza, calma sin viento, y mientras, uno va buscando lo que sólo el azar o el destino, nos ponen delante, no cuando queremos, sino cuando menos lo esperamos, es la paradoja de que si buscas, no encuentras, qué difícil es disimular, engañar ese azar para que no se entere de que estamos anhelando algo, pero no hay quien se lo salte; lo deseado llega cuando llega y de la manera más inesperada.
Entre tanto vamos viviendo, uniendo secuencias, hasta que, al dejar de pensar en lo deseado, aparece.
El destino siempre está a la vuelta de la esquina, lo que nos toca saber, es en qué esquina está apostado, y la única manera que tenemos es andar y girar disimulando.

viernes, 7 de mayo de 2010

Verdades

"¿Cuánta verdad somos capaces de soportar?", quien dijo esto, murió loco. Y es cierto, no siempre se puede asimilar toda la verdad de golpe, normalmente, la vamos digeriendo poco a poco, las grandes verdades nos dejan como anestesiados, igual que al darnos un golpe y no sentir el dolor, pero saber que en segundos aparecerá, y las manos se dirigen a la zona para intentar amortiguarlo, masajeándola, en un intento inútil de que no acusemos el trompazo. Con la mente sucede igual, a grandes golpes de veracidad, nuestro subconsciente se acerca para suavizar, filtrar, confundir, negar, darnos un tiempo -doloroso-, para acusar esa nueva realidad.

No creo que nadie acepte sin pestañear una verdad ajena a la suya, que por fuerza, será sesgada, incompleta, propia. Qué difícil mantener un cara a cara con la realidad más allá de nosotros; esa verdad es la insoportable, la que nos enfrenta a la que habíamos amoldado a nuestro gusto.
La Verdad no existe; son parcelas de diferentes realidades. Pero ver cómo es la tuya desde otro lado, puede ser aterrador o no, depende de lo deformada que la hayas cultivado.

jueves, 6 de mayo de 2010

Relato: Aullido

No sabía lo que había sucedido ni dónde estaba ni siquiera si estaba. La cabeza le dolía, pero mucho menos que el cuerpo, amasijo inerte debajo de un montón de escombros. Intentó recordar. Imposible. Vagamente se veía ante un café con leche, alegre, esperando a su amigo; iban a ir al cine. Llegaba tarde como siempre, miró el reloj para cerciorase y entonces hubo ese ruido. Qué dolor, los tímpanos no podrían resistirlo. Miró alrededor, todo se ralentizó, iba a cámara lenta; la gente apenas se movía, los coches, las nubes, él mismo, y no se oía nada.
Algo más ocurrió. Sí. Otra explosión. Porque era eso, explosiones, bombas que estallaban. Esa segunda cayó aún más cerca. Cómo duelen las piernas. La cabeza. Aún no tengo la capacidad de oír, casi ni veo. Qué humo, nunca hubiese supuesto que la destrucción provocara tanta niebla, tantas partículas del caos, del horror. Las dos chicas que estaban hablando en la mesa de al lado tan a gusto, ahora tumbadas, rotas, cubiertas de ese polvo gris que las cubría. ¿Y yo? ¿Cómo estoy yo? Me gustaría levantarme, pero por alguna razón no puedo, mis piernas no me sostienen. Mis brazos les ayudan asiéndose a lo que queda de la mesa, pero no logro enderezarme.
“Tranquilo joven, estese quieto, enseguida viene la ambulancia”; “Sí, gracias, sólo ayúdeme a levantarme”; “No, déjelo, no haga ningún esfuerzo”; “Ayúdeme, por favor”. “No podemos hacer nada, no se mueva. Ahora le llevarán al hospital, se pondrá bien. No haga nada. No se toque”.
Pero no hizo caso, en un esfuerzo supremo se izó del suelo con la fuerza de los brazos. Su mirada no se me olvidará jamás, la expresión que puso cuando comprendió porque no se mantenía en pie, cuando sintió que más debajo de la cintura estaba vacío. Abrió la boca, pero no salió grito alguno. La onda expansiva nos había ensordecido a todos. Aún así, nunca he dejado de escuchar su aullido.

miércoles, 5 de mayo de 2010

Maldad casera

La maldad existe, y la peor maldad es la que viene de la estupidez. No hay combinación más peligrosa que esa. Es una agrupación que se da mucho más de lo aconsejable. No sólo los genocidas, asesinos, y demás colectivos son dañinos, ellos arman más revuelo, pero no tienen la exclusiva del mal, ni de la estupidez.
Hay casos terribles, desconocidos, pero igual de letales.
Esas personas que impiden vivir libremente a los que les rodean, que chantajean emocionalmente a los de su alrededor para conseguir cosas triviales -recordemos que hablamos de la maldad y la estupidez-, y que anulan a quienes dominan, esa gente contamina vidas, ilusiones, sueños, parejas, hijos. Todo.
He sabido de una madre que al ver que el hijo empezaba a no hacerle caso, a independizarse de su yugo, tuvo la estúpida maldad de suicidarse en un día clave para la vida del hijo e hizo todo lo posible para que la descubriera él; buscaba la culpabilidad extrema Y lo logró, el hijo no fue persona en su vida.

"El infierno son los otros", a veces, es muy cierto.




martes, 4 de mayo de 2010

Problemas amigos

"La gente feliz no tiene historia", frase dicha por Simone de Beauvoir. Y tiene razón. Quizá porque al ser feliz ya no se necesite de más -que todo no se puede tener-, así los que no llevan una vida afortunada, tienen historias que contar.

Nos gusta que nos cuenten de los demás, nos interesa saber qué pasó con ese, cómo se metió en aquello, con quién se vio o se dejó de ver..., nos apasiona todo lo que se salga de la norma, de la media. Nos atraen las historias. Nadie se pasa más de cinco minutos atento a la vida tranquila y suave de nadie -a menos que se le vean nubarrones cerca-. Nos gusta en conflicto, el ver qué sucederá, ponernos a un lado o a otro de la contienda, mostrar nuestras simpatías o antipatías, anticipar soluciones. Ese intercambio de argumentos no lo da una vida feliz, por lo tanto previsible.

La frase tiene la misma validez para la ficción; las historias más leídas, vistas, comentadas, son las conflictivas, las que nos enganchan al libro o la butaca desde la primera hoja, el primer fotograma. Y luego qué placer comentarlas, confrontarlas, desmenuzarlas entre todos, empujar a que se vean, lean.
No hay historia universal sin problemas, ya que, qué habría que contarse sin ellos.


lunes, 3 de mayo de 2010

Piezas

"El tiempo dirá". Cuántas veces se dice y se escucha esa frase, muchas. Y es que es verdad que parece que el tiempo dé sentido a lo fragmentario, a lo inconexo. "Ya verás como con el tiempo todo se arregla", otra que tal, y claro, una vez a toro pasado, es fácil juntar las piezas, incluso darles sentido.
Cualquier mosaico se ve mejor desde la distancia, cómo no iba a comprenderse así la propia vida, hecha de trocitos de vivencias, de momentos cruciales, de elecciones al vacío -ya que nunca se sabe bien hacia dónde nos llevarán, no se nos da la opción de volver atrás-.
Me pregunto si ese sentido que da el tiempo, no será una falacia, uno de los ardides de nuestra mente humana, que todo lo quiere cerrar, para darnos un sentido a las acciones inconexas que hemos realizado, puede que unamos significados forzosos; sólo disponemos de los hechos vividos, el resto es pasto de la especulación, imaginación, sueños.
Qué fácil ver dónde se había de ir, qué se necesitaba hacer, a quienes hacer caso o no.
Desde la lejanía, física o espacial, las piezas se ajustan, siempre, como los dibujos que creemos ver en esas nubes que nunca los trazaron.
Vemos el sentido de unos fragmentos inamovibles formando una línea vital coherente, porque es muy sencillo: ya está hecho.
Ahora enfréntate al día a día, esas piezas aún sin situar en el mosaico, y dale sentido. Eso sí es mérito.

domingo, 2 de mayo de 2010

Dobles

Creo que todos hemos pensado alguna vez lo útil que sería tener un doble que nos hiciera el trabajo sucio. Así, en vez de ir a la oficina, podríamos quedarnos en casa, o dar una vuelta; qué hay que pasar por una situación desagradable, pues se coge el doble y uno tan tranquilo.
Sí, sería práctico y más de una vez lo usaríamos, de hecho, habríamos de tener más de uno para cubrir varios frentes a un tiempo.
Y aún así no estaríamos satisfechos del todo, puede que echáramos de menos uno para que se aburriera por nosotros.
La raíz del asunto, no está en hacer esas tareas, sino realizarlas cuando no nos viene bien. Lo pesado de trabajar no es el hecho en sí; es tener que anteponerlo, es la obligación diaria de repetirlo, con ligeras variaciones, queramos o no. Ah, los dobles, suspiramos camino de lo que no haríamos.
Esto se debe a que nuestra vida es secuencial; no se puede saltar de un momento a otro, se ha de vivir, segundo a segundo, cada plano de nuestra realidad: no es posible adelantar secuencias, ni saltárselas.
La vida es exhaustiva, algorítmica y concatenada. Ningún doble nos liberaría de recorrer cada minuto que respiramos.