martes, 31 de julio de 2018

Pie tras pie

Paso a paso, pie tras pie, mirando a lo lejos, fijándonos en lo cercano, a veces, girando para echar una última ojeada a lo que dejamos atrás, recorremos segundo a segundo lo que será inamovible.
Y solo una vez. 
Y solos. 
Que nadie venga a decirnos que es ahí o allá donde tenemos que pisar, porque nadie lo sabe, ni los que nos lo indican, ni nosotros. Solo andamos dependiendo de lo que vamos aprendiendo o acumulando, será nuestro error y nuestro acierto, ser o dejarnos llevar; andar o parar; quejarnos o no hacer demasiado caso, el justo, el necesario para no parar, porque aunque nos dejemos caer, los segundos siguen, aunque nos detengamos el tiempo no lo hace. La vida sigue sin nosotros. Y no debería ir sola, las expectativas del camino son a veces el mismo lastre, otras el motor. Qué difícil acompasar el ritmo de los sueños, realidades, desilusiones y esperanzas al paso de un camino hecho de tiempo. El nuestro.

martes, 24 de julio de 2018

Nueva reseña de En esa delgada línea de Reyes García- Doncel Hdez. Gracias


UNIVERSO INTROITO
Reyes García- Doncel Hernández


Eva Monzón Jerez
NPQ Editores
Un enfermo en estado de coma, como consecuencia del tiroteo de un asesinato múltiple, escribe mentalmente la novela de su vida. Además de las historias de los asesinados —cada víctima tiene la suya—, nos cuenta también la de aquellos que vienen de visita —ya sea a él o a otros enfermos —, la de sus familiares, la de los vecinos de su pueblo… siendo cada cual más original, curiosa o disparatada, en algunos casos raya el realismo mágico, y en otras no falta el humor negro, aunque: “Reírse, sin cuerpo que te acompañe, da tristeza”, nos dice el narrador.
La novela —o deberíamos decir el conjunto de relatos— es una declaración de amor al acto de narrar, siendo la curiosidad del protagonista la excusa para encontrar historias, ya que éste sigue a la gente por la calle para averiguar su vida, se cuela en notarías, entierros y funerales para oír los testamentos, suplanta personalidades, se hace amigo del cartero…, relatos en los que disfruta de su infancia y libertad de movimientos perdidos. Invariablemente vuelve al ahora, a su cama de hospital, donde vegeta entre tubos y respiradores, y desde donde investiga el autor del crimen que lo dejó postrado, por lo que podemos considerar que “En esa delgada línea” es también una novela de intriga detectivesca.
El enfermo percibe olores, colores, sonidos, tiene nostalgia de la cotidianidad y, desde ese observatorio “privilegiado”, se convierte en un estudioso de la especie humana. Los personajes toman vida, las historias son reales y a la vez inventadas: “En sueños, o a través del viento, o cuando menos lo espero, escucho de nuevo esa palabra susurrada” o, por lo menos, el lector es incapaz de distinguirlas, e incluso duda de que hayan pasado -como si desde su cárcel hubiera poseído los recuerdos de los demás-, se relatan unas dentro de otras en un magnífico ejercicio de cajas chinas, a veces en orden cronológico y a veces no —de hecho la edad del niño, joven o adulto en coma, no está bien definida, lo que casa a la perfección con ese ambiente onírico entre lo real y lo inventado, cuestión que al final de la trama se descubrirá su porqué—. La autora utiliza microrrelatos, leyendas, la misma historia contada por personajes distintos en forma de espejo, juegos de palabras, todo con una prosa clara donde no faltan pasajes poéticos, como la preciosa descripción de los cambios en el pueblo según la hora del día; y siembra la intriga, la duda sobre si el narrador e víctima o asesino, porque: “La verdad de toda muerte, por muy intrincada que parezca, está escrita en los actos de la víctima”.
Entre los relatos más sugerentes señalaré: Rosario la portera, cotilla por condición congénita: “Que gran inquisidora se perdió el mundo, es lo que le pasa a los genios cuando el destino, impertinente, los desubica”; Federico, el viajero sin moverse de su casa; Leopoldo, médico de muñecas y juguetes, incluso con horario de urgencias, lo que todos habríamos querido tener cerca cuando niños; Andrea, la hija del sepulturero, cuyos muñecos son los bebés muertos y recién embalsamados; Josete el peluquero que viene al hospital para asearlo y le cuenta las historias que ve en las casas, incluso las más truculentas, las que no quiere oír nadie; Sebastián, el enterrador, en su huerto junto al cementerio recolecta muy buenas hortalizas y limones, pero nadie se las compra; y Elena, la policía encargada de resolver el asesinato múltiple, aunque hay una Elena real, un poco torpe, y otra que él inventa, más lista y segura de sí misma.
También visitan al narrador muertos recientes, desorientados que no encuentran el camino de salida, y suicidas, lo que le permite a la autora reflexionar sobre la vida y la muerte, porque la narración nace de un ser que habita en esa delgada línea, que participa de ambos mundos: “Un segundo eterno en el que todavía estás vivo pero vas para muerto, en el que ya muerto aún sigues vivo: esa frontera donde los recuerdos se agolpan desesperados” Entre los muertos, con humor negro y socarrón, se mantienen las mismas rencillas y trifulcas que cuando estaban vivos, porque: “Ser fantasma no te libra de tu personalidad”, nos viene a decir la autora. Y de nuevo —como ya vimos en su novela anterior “El día a día”— Eva Monzón muestra una gran percepción del mundo de la infancia, de ese momento en el que el miedo, las decepciones y contradicciones de la existencia hacen que ya siempre “crezcas torcido”.
Interesante novela —a la que también me atrevo a calificar de divertida—, donde se reflexiona sobre si nuestra experiencia vital, lo que denominamos realidad, puede ser comprendida sin ser narrada; es más: se duda de si los hechos existen antes de ser narrados, porque: “Somos nuestras propias ficciones. Yo soy mi propia ficción”.

https://universointroito.wordpress.com/2018/07/24/en-esa-delgada-linea/

jueves, 19 de julio de 2018

Elecciones

¿Tenemos la posibilidad de vivir a la carta? Es decir, ¿podemos manipular la vida, acoplarla a nuestro gusto, mover las variables que queramos para estar cómodos en ella?
Las palabras ayudan, son la materia prima de los pensamientos, y éstos son los que nos enfocan los sucesos, tanto internos como externos.Somos un organismo vivo que ha de sobrevivir al entorno, depende de cómo lo asimilemos, actuaremos. La mente, cambiante, nos guía. Está comprobado.Las palabras moldean los pensamientos, dan nombre a las emociones, ayudan a construir nuestro universo, encarrilan los sucesos. También recogemos las de los otros, que mezclándose con las que tenemos, nos garantizan mejores pensamientos, emociones, universos.

miércoles, 11 de julio de 2018

Ser

Somos muchos los que intentamos dejar algo detrás de nosotros, una huella que perdure, un intento de que lo que llevamos dentro sirva para otros, que lo que pensamos se materialice en ideas móviles, compartidas, como si así, trocitos nuestros se esparcieran y completaran junto con otros, un trazo mayor; una manera de sentirnos útiles.
Lo que somos, es lo que hacemos, lo que pensamos podría convertirse en actos, por lo tanto en nosotros, y si pudiéramos lanzarnos al viento llegando a los cuatro puntos cardinales, sería como si cumpliéramos un poco con la necesidad que tenemos todos de trascender, de sentir que nuestra vida no es completamente irrelevante ni vacía.
Si somos porque hacemos, mejor hacer algo con lo que somos.

jueves, 5 de julio de 2018

Dos caras

Escuché de un pintor una frase que no creo que olvide nunca. Estaba explicando cómo dibujar; "¿ves ese árbol?, sus ramas, hojas..., si lo quisieras pintar tendrías que fijarte en ellas, esbozarlas. Eso es lo que nos enseñaron desde chicos: pinta lo que ves. Pues bien, se ha de ir más allá: se ha de pintar lo que no se ve también, sobre todo, lo que no se ve: el hueco que dejan las ramas, el cielo que permite ver la distancia entre las hojas. Se ha de aprender a ver lo que el objeto elegido libera, y a su vez, tapa".
Cierto. Se ha de aprender a vivir con lo que se tiene y con lo que se tuvo, con lo que se recuerda y con lo que se ha olvidado; la vida está hecha de tonos, de presencias y ausencias, de recuerdos y realidades inmediatas, de sueños y de logros. Pintar los días es saber ver lo que tienen y lo que justo por tenerlo, no tienen.
Las ausencias, el hueco de las presencias, también forman parte de la realidad, quizá son lo más real que hay.

lunes, 2 de julio de 2018

Entrevistada por Ginés -Gonzo magazine

Gracias por la entrevista y porque sigáis leyéndome.

Aquí la tenéis más los enlaces.


“EL DOLOR DE LA AUSENCIA ES LA PEOR SOLEDAD”

EVA MONZÓN
Entrevistamos esta semana a la psicóloga y escritora Eva Monzón. Nació en Santander, pasó su infancia en Palma de Mallorca y, actualmente, vive en València. Estudió música, idiomas, y psicología. Ha publicado relatos cortos y poesía en diversas revistas. Su novela Entreactos resultó ganadora del certamen de novela Alfonso el Magnánimo en castellano en 2006. Ha publicado, así mismo, Tiempo Muerto (Bartleby), Errantes (Paréntesis, y Sargantana) y El día a día (Sargantana). También ha escrito guiones, tanto de cortos como de largometrajes, y varias adaptaciones de ópera de cámara. En teatro, ganó el certamen de Crono Teatro con La pelea, en 2014. Le preguntamos en esta ocasión por su reciente novela En esa delgada línea(NPQ editores). GINES J. VERA
Quiero empezar preguntándole por la voz narrativa de En esa delgada línea. Y lo hago extrayendo una frase en la que el protagonista reflexiona acerca de que “no hay mejor oyente de lo que tenemos que decir que uno mismo”. ¿Qué opina?

Que es cierto, y a la vez, no lo es. Es decir, tras decirnos a nosotros mismos lo que queremos entender, o ignorar, nos sabe a poco; necesitamos más, queremos que los otros nos escuchen para dar a lo contando un voto de realidad.

En otro pasaje de la novela, el protagonista habla (a sí mismo) sobre la infancia. Dice que esta es la “zona donde somos quienes seremos”. Eso de que la infancia nos condiciona sobre lo que seremos de adultos suena… freudiano, ¿me equivoco?

Ja ja ja, Freud habla del subconsciente, de cómo nos ocultamos traumas, sucesos impactantes en él que luego repercuten en nosotros para mal. Cierto que en la infancia es donde más pueden darse choques así, pero no es parcela única para los golpes. Lo que sí es cierto, es que el niño aprende a ser adulto, y el adulto habría de aprender a recordar cómo fue de niño.

De soledad también se nutre esta historia, como descubrirán pronto los lectores de En esa delgada línea. Curiosamente, encuentro esta sugerente frase al hilo de ello para que nos la comentes: “No hay peor soledad que la que espera a quien no está”.

Es que realmente creo que la soledad más terrible es la que nace de la separación de quienes nos hicieron los días mejores. El dolor de la ausencia es la peor soledad.

Y junto a la soledad, se alían el recuerdo, la necesidad de recordar y, de alguna forma, de narrar, como leemos en cierto pasaje de la novela: “Narrar implica acercarse a la zona imprecisa de los recuerdos, recuperar lo olvidado”. ¿Nos lo comenta?

La memoria es selectiva, recordamos lo que queremos, y no siempre es lo mismo. A medida que crecemos, o cambiamos, o cambian nuestras circunstancias, solemos rememorar de modos diferentes.  De hecho, muchas veces, recordamos lo que nos hemos narrado de lo que fue, no lo que ocurrió de verdad,  porque incluso cuando lo estamos viviendo, no somos objetivos con lo que nos pasa, en absoluto. Imagina, encima, recordándolo. La memoria es un borrón que enfocamos a nuestro gusto dependiendo del momento.

No sé si se atreverá a tildar de intriga a En esa delgada línea. Lo comento por cierta frase que leemos del protagonista: “Cuando pienso en Elena, la narración se me amotina, alejándose de mi esquema, para jugar a ser novela de intriga”.

Esta novela es un juego de espejos, es y no es novela, es y no es la vida que se narra, es y no es una historia negra, son y no son vidas reales las que se cuentan. Toda ella está en esa delgada línea que separa dos extremos, cada relato, incluido el hilo principal, está en ese centro mismo donde se puede estar vivo o muerto, se puede odiar o amar, ser malo o bueno, inocente o culpable. Es el juego con el que está construido todo el libro.