jueves, 31 de enero de 2013

Ondulaciones

Ves cómo el mundo pasa ante ti, tú en un barco, en tu vida, y navegas lentamente, surcando el tiempo, y la brisa de las horas te envuelve, y miras a tu alrededor y compruebas la estela que dejas atrás, blanca, espumosa, cuajada.
Si la brisa molesta, puedes enfundarte en un jersey abrigado, suave, para aguantar un poquito más el embite de las olas, de esas gotitas que a veces hasta duelen por la velocidad a la que chocan contra nuestra cara. Saladas a veces, como las lágrimas.
Ahí de pie, sin hacer más que contemplar el mundo azul, puedes pasar la vida, pero si quieres, aún en ese barco en movimiento, puedes moverte a tu vez, caminar, recorrerlo todo, correr incluso. Y así, la velocidad normal e invariable del barco que no está en tu mano modificar, la amplías y aumentas con la tuya propia, la que sí es susceptible a tu voluntad.
Y desde ese movimiento eterno, involuntario, se añade ese otro movimiento finito pero voluntario.

martes, 29 de enero de 2013

Relato infantil. 2 Parte, El serecito

El serecito, que no había estado triste nunca, supo lo que era. 
Desde que se fue el espejo que le devolvió su imagen dejó de ser él mismo. Pasó noches llorando, escondido en su casa agujero, sintiendo por primera vez lo oscura que estaba. "Ay, yo creí que no era feliz antes, qué equivocado estaba" y suspiraba y dejó de dar consejos.
El escarabajo que llevó la pelota al Rey se sentía culpable, le iba a visitar cada día y cada día le ofrecía una bola hecha para él, "Toma, ¿te gusta?, es mejor que la del del Rey". 
El serecito se lo agradecía, las colocaba en una esquina, en fila. Pero ninguna tenía su reflejo. Empezó a darle igual todo: ni quién era ni dónde estaba ni si quería estar donde estaba. Solo suspiraba.
Pero un día notó que se le habían terminado los suspiros, y las lágrimas, cansadas, tampoco querían salir más. Se sentó a la puerta de su agujero a pensar. "Esto no me gusta. Antes era mejor". Y decidió dejar de lamentarse por lo perdido sin moverse y comenzó a luchar: buscó por los túneles, y entonces les encontró sentido; buscó entre los demás, y los conoció, buscó en su casita oscura y le dio luz para ver mejor, buscó en sí mismo y aunque se sabía diferente, dejó de importarle porque una vez, durante un ratito encontró a alguien como él, que le miró desde ese espejo que ya, aunque no lo volviese a ver, jamás olvidaría.
Aprendió a esperar sin desesperarse, a recordar sin angustiarse. Y cuando supo de memoria cada túnel, cuando hubo hablado con cada criatura, cuando no lo quedó ni una bola por investigar, decidió que igual, donde había que ir era a la casa del Rey.
Y con mucha ilusión emprendió camino. 
-¿A dónde vas?, le preguntaron.
-A ver al Rey. 
-¿Sin tributo?; le volvieron a preguntar.
-Sí que le llevo uno- contestó.
-¿Y cuál es?.
-Mi esperanza.
Y allá se fue.

lunes, 28 de enero de 2013

Relato Infantil. 1 Parte, El serecito (para Carmen)

Había, en un lugar oculto, muy oculto, un pequeño ser que vivía en un pequeño agujero oscuro, muy oscuro donde raras veces le saludaba el sol. Nuestro ser vivía bajo tierra y era gran amigo de lombrices y escarabajos. Se sabía distinto a ellos pues lo miraban con respeto, incluso le consultaban qué hacer con esto o aquello: "Verás, es que no sé cómo agrandar mi túnel". "Pues el otro día, ¿no tuvo la desfachatez de venir y coger mi pelota?, sí, esa, la que me costó tanto de hacer, la de la pelusa azulada".
El pequeño ser, sin sentirse triste, no era feliz y se preguntaba quién era, qué hacía allí, tan distante le parecían los problemas de los demás, tan alejados de los suyos propios. Le daba miedo ser un engreído, incluso se planteó hacer túneles y pelotas, pero ni con entusiasmo pudo engañarse; eso no era lo suyo. Y si eso no lo era, ¿qué lo era? ¿quién era?

Pasaron las lluvias, los calores, los vientos y el serecito, que vivía bajo tierra, oculto, en su agujero oscuro y que sabía lo que sucedía arriba, afuera por los cambios de las raíces que iban creciendo o menguando según la estación, seguía preguntándose, en ese estado de duermevela que da la certeza de la incertidumbre, quién era, para qué servía, qué le haría feliz. 
--Mira qué pelota, amigo.
Y el serecito la miró; algo brillaba en ella: un trocito de cristal de espejo que se había quedado atrapado. curioso, se acercó a investigar y vio a un ser como nunca antes había visto. Era verde, luminoso, y en lo que parecía un triángulo había dos ojos enormes que le miraban asombrados, admirados de lo que veían, que le investigaban a su vez con sabiduría y cariño. 
--Regálame tu pelota, por favor.
--Uy, pues no sé. Esta era para el Rey, como me quedó tan bien, pues yo...
--Regálamela, por favor.
--¿Y qué llevaré yo al Rey de tributo este mes? No puede ser. 



 

domingo, 27 de enero de 2013

Fantasmas de ecos

La ilusión se alimenta de realidad, sin ella, languidece y muere.
Solo de sueños es difícil levantarse, cierto que sin ellos nunca lo harías, pero qué es una esperanza que no desee ser real. Nada. Mera distracción, o simple cobardía. A un deseo se le ha de conceder la vida. No es digno atraparlo y retenerlo como excusa; se tiene que trabajar para él, para que cobre vida.
Es compleja y contradictoria esa frase que te previenen contra lo que desees porque podría convertirse en realidad. Si no quisieras esa verdad, no lucharías al lado de esa ilusión.
Creo que un sueño sin despertar no es sueño, sino pesadilla. Los ecos que despierte en vida sí serán dignos de su vigilia: entonces empezará de verdad a soñar.

jueves, 24 de enero de 2013

Ruido silencioso

El silencio es un estado difícil de conseguir, en la ciudad casi imposible, ni en las horas más entradas de la noche, donde los camiones de riego van avanzando despaciosamente mojando el asfalto, limpiando las calles del día, del ajetreo. O pasos que resuenan con fuerza por el eco de la luna. O algún que otro grito alcoholizado.
En la propia casa, el silencio está roto por miles de ruidos, crujidos, vecinos que se acuestan tarde, el disparador de la luz del rellano, el goteo de un grifo.
El campo, por mucho que se piense lo contrario, es aún más ruidoso; todos esos animales nocturnos que reviven con la negrura bajo el fresco sin sol, son de lo más escandalosos e inquietantes; ese ulular, gruñido, croar o rascar. Esos pasos suaves, nerviosos, de algo que no ves pero sientes recorrer al lado.
Y el viento, el viento que suena a través de los árboles de día y noche, que cuando encuentra oquedades canta, como cuando se mete juguetón entre botellas o agujeros entre piedras, dependiendo de la zona.
Y lo que más escándalo hace: el propio silencio; que zumba con ese sonido suyo, cuando nada viene a molestarlo y él mismo se anula.

domingo, 20 de enero de 2013

Equlibrios

Ahí afuera, aquí adentro.
La vida está fuera y dentro. Es lo que vivimos y lo que pensamos que vivimos. Muchas veces se contaminan entre ellos y hay que hacer un esfuerzo, o muchos, para equilibrarlo, para saber distinguir lo de dentro de lo de afuera, lo de afuera con lo de dentro. Si las vivencias fluyen, todo está en orden, es más fácil, pero cuando se van torciendo, cuando lo que obtenemos está descompensado entre dentro y fuera, la balanza tiende a inclinarse hacia un lado, o hacia otro. O se mueve continuamente entre los dos.
Hay que saber situarse, ver, comprender desde dentro, lo más objetivamente posible lo que nos sucede afuera; no caer en las trampas de nuestro propio entendimiento, no apartarnos demasiado de ese afuera que no nos da lo que quisiéramos, ni acomodarnos en exceso a ese adentro desde donde se puede amoldar, peligrosamente a veces, lo ajeno.
Vivir es lo que pensamos que vivimos y vivimos tal como pensamos que es vivir.
En el medio de ese círculo estamos nosotros.

viernes, 18 de enero de 2013

Escondites

Los rincones, esos espacios muertos donde se acumula vida microscópica y suelen esconderse los niños, atragantados de risa mientras juegan al escondite.
También pueden ser siniestros, quién no te dice que en ese lugar oscuro, lejano del cuarto que lo contiene no hay algo terrible acechando.
Las esquinas son lugares molestos, no acaban de ser diáfanos, quitan amplitud a los lugares, se les descuida llenándose de suciedad, de olvido, de nada.
Pero a veces, son esos resquicios inaccesibles los que nos acogen.
Qué niño no ha tenido que huir de situaciones desagradables, y no ha terminado encontrando esa parte desechada, olvidada de todos, para refugiarse en ella; un desván, un sótano, un tragaluz, una escalera... Lugares mágicos donde leer, soñar, pensar, llorar y situarse de nuevo para salir a esos cuartos limpios, soleados y sin pizca de misterio ni de calor.
Qué seríamos sin nuestros rincones, puede que almas convencionales, que no habrían aprendido a crear un mundo propio, ni a imaginar. No ha de ser tan malo, pues, haber tenido el dudoso privilegio de tener que estar en ese escondrijo angosto, único, donde si hacemos memoria, hasta volvemos a ver, oler, escuchar cómo nos llaman los adultos, trayéndonos de vuelta a su mundo.
Menos mal que la infancia tiene rincones.

miércoles, 16 de enero de 2013

Espacios

De un espacio a otro no hay tanto.
Aunque en el traslado te llevas contigo, sólo cambia el escenario. Eres más tú, quizá, fuera de tu propio ámbito. Has de moverte en un entorno diferente al acostumbrado, te pones a prueba. 
Es todo un reto.Otro tiempo, otro momento, diferentes calles, idiomas, gentes. Visitar en horas, lo que antes constaba días, meses. Ir alegremente a lo que antes se enfrentaba con susto, y testamente hecho, es una de las ventajas de la técnica. Magia: ahora aquí, ahora allí.
Aún así, a ti no te dejas, sólo abandonas, por un tiempo, la rutina diaria, para al llegar, adornarla, mejorarla y soñar con el siguiente espacio, lejos de todo, menos de ti mismo.

lunes, 14 de enero de 2013

Barrios

Con las prisas se suele comprar en las grandes superficies y creo que de vez en cuando, hay que pasarse por las pequeñas tiendas del barrio, ajeno o propio, no para comprar cosas prácticas sino para sumergirse en ellas, en sus dueños y su clientela, que suele ser mayor, y escuchar las historias que se cuentan, algunas casi folletines, que van evolucionando de día en día, de barra de pan en barra de pan; te enteras de operaciones, enfermedades, esperanzas humildes y alegrías domésticas. La interacción entre el dueño o dueña y sus parroquianos es entrañable.
Hoy en una pequeña panadería he visto que había un perchero de donde colgaban muchos sacos del pan, de esos de tela a cuadritos con el nombre "pan" bordado con mimo o de ganchillo sobrio, y me pregunté para qué estarían ahí, para venderse, quizá, pero no, son los sacos de pan de las clientas que los dejan y así el panadero los llena del pan recién horneado y ellas, a la vuelta de las otras compras, tienen sus barras calentitas y mimadas. No sé por qué me vino a la mente una guardería de panecillos.
Una señora mayor vino a por su saco, y mientras pagaba le contaba su última entrega familiar y el panadero le hablaba sobre Rusia y lo cara que estaba la harina, y los dos, satisfechos de la conversación y la transacción, se despidieron hasta mañana.

viernes, 11 de enero de 2013

Seguir

La paciencia sola no basta, la necesidad de logros, de sentir que se avanza, de comprobar que se va bien por ese camino, una señal mínima que lo indique, no solo lo da la paciencia, ni la ilusión, quizá ni la esperanza. Lo da la perseverancia, incluso la desesperanza. 
Seguir a pesar de todo, de la aparente esterilidad de los pasos, del cansancio de no conseguir lo esperado, de mirar atrás y luego adelante y verlo igual, raso, sin relieves. Y seguir siguiendo.
Desde ese paso terriblemente cansado, buscar entre esa grisura para encontrar que siempre hay algo distinto; otro tono gris aunque sea, que rompe el polvo. Y seguir. 
Es la única manera de llegar, aunque sea a ninguna parte, si es donde se quiere ir, adelante.

miércoles, 9 de enero de 2013

Suponer

Si de verdad existen mundo paralelos es un desperdicio no poder movernos por ellos, así da igual que sean ciertos o no.
No podemos disfrutar de vernos vivir más vidas, y no como en el eterno retorno, que nos condena a vivir una y otra vez los mismos errores, los mismos aciertos, sino comprobando, en cada paralelismo, los diferentes resultados.
Es como cuando has estado muy unido a alguien y al tiempo, que es quien separa y une, lo vuelves a encontrar: ya da igual, no es él o ella, es un cuerpo que se les parece, y a veces, ni eso. Bueno, sí, los ojos, la mirada suele ser el mundo paralelo confirmado, si miras en ellos aún se puede recuperar la esencia de quién fue, al igual que tú mismo, que ya no eres nada más que un mero encuentro.
Así que si uno no quiere sumergirse en los ojos de nadie, cómo vamos a vernos, aún si pudiéramos, paseando por esos mundos iguales, ligeramente diferentes, que se llaman realidades paralelas, si con ésta ya no sabemos qué hacer, cómo estrujarla al máximo, cómo abarcarla de verdad.
Supongo que la mejor manera de hacerlo es vivir creyendo que se puede conseguir todo, que los límites los marcas tú. Y con la paciencia bien cerca. Eso sí.

lunes, 7 de enero de 2013

No es lo que parece

Más de una vez, y más de dos, nos enfadamos con nosotros mismos, nos sorprendemos haciendo o diciendo justo lo contrario de lo que nos habíamos prometido hacer o decir. Nos pillamos los dedos aceptando algo que no queríamos, o realizando lo que nos dijimos que ni de broma haríamos.
Pero no es porque seamos imprevisibles, es que aunque no queramos, dependemos del contexto en el que nos movemos, no somos solos, somos entre y con gente.
Es como una broma pesada, si te mantienes inflexible llevando a ultranza lo que crees que eres y piensas, tampoco te sientes satisfecho, y si te vas demasiado de los parámetros en los que te crees moverte, menos.
Y es que creo que somos quienes somos a pesar de lo que creemos que somos.

sábado, 5 de enero de 2013

Pues eso...

Es curioso, cuando a veces, entramos en casa, o estamos entre amigos, y nos sentimos seguros; es como cuando niños y se jugaba al escondite o cualquier juego de tensión, se tocaba mare, y si lo hacías, estabas a salvo; nadie podía hacerte nada.
De adultos también necesitamos ese refugio incondicional, y como de chicos, no cuestionable, porque a ver, ¿por qué detrás de ese árbol estás libre y más allá, no? era el lugar arbitrariamente elegido para ser zona segura. Como una frontera u otra cuando hay guerras. Es un gran juego también.
Y tampoco nos lo cuestionamos del todo, porque una vez en esa casa, ese país, esa familia, ese amigo..., en realidad, tampoco estamos más seguros que tras el árbol: tan sólo somos unos minúsculos seres habitando un planeta pequeño precariamente en equilibrio en un universo inmenso, desconocido, infinito....
Somos nada sobre nada en la Nada.

jueves, 3 de enero de 2013

Todos

Hay juegos peligrosos, de los que al jugarlos, pierdes aunque ganes. Son todos aquellos que tienen que ver con las emociones de los demás. Hay gente manipuladora que se mete en ellos sin más consecuencias que su propia alma, que ya hace tiempo perdieron en las apuestas. Suelen ser personas frías que se disfrazan de cálidas, mentirosas que dicen contar verdades, egoístas que lo dan todo en un principio, hasta que tienen abierto el camino que buscaban.
Día tras día veo los naufragios de esas víctimas rotas, que todavía no acaban de entender que les mintieron, que se llevaron sus sentimientos, ilusiones, fe, dinero... y no asimilan que los lobos se siguen disfranzando de corderos. Y en este juego, no hay sexos: todos juegan.

miércoles, 2 de enero de 2013

Tiempo

-¿Y adónde va el año viejo?
-A ninguna parte
La niña mira al padre con ojos incrédulos.
-A algún sitio irá.
-No. El tiempo ni se va ni viene. Transcurre.
Unos cuantos pasos en silencio. La pequeña pensando, el padre distraído sin enterarse de la trascendencia de las preguntas de su hija. Cosas de críos que no paran de preguntar.

“¿Qué vas a hacer esta nochevieja?”; “Pues aún no lo sé. ¿Y tú?”; “Supongo que lo de siempre”, “Ya”. Las chicas pasan al lado del padre y la hija. Van arregladas, andando sin prisas. Les sobra el tiempo.

-Papá, si el año no se va, ¿por qué hay que despedirlo?
-Es una costumbre. ¿Qué había dicho tu madre que comprásemos?
-Leche.
-Cierto.

“Pues yo te digo que esto no pasaba”; “No, no pasaba”; “¡Ay!”. Dos ancianos parados en una esquina, dejan de hablar mirando a la niña y su padre. Sonríen a la pequeña; niños. Hijos. Nietos. Tiempo.