jueves, 30 de diciembre de 2010

Año nuevo

Se acaba el año, qué rápido se ha ido.
Habrá sido como todos, bueno y malo, lleno de proyectos y frustraciones, luminoso y oscuro.
El que viene será lo que este, que ya se acaba, comenzó a esbozar.
Espero que esos esquemas, aún borrosos y tímidos, se afiancen y conviertan estos nuevos trescientos sesenta y cuatro días en algo grande.
Por mi parte, lo empiezo con grandes esperanzas.

martes, 28 de diciembre de 2010

Lucha

Días de encuentros, renovaciones, propuestas interesantes, de cerrar trabajos y de abrir otros. Pero no porque acabe un año, sino por el cambio geográfico.
Volar lejos de la rutina siempre nos instaura en otra dimensión donde siendo los mismos, no los somos, haciendo lo de siempre, sabe diferente: Levantarse en otra cama, oler otro café, pasear con los mismos pies otras aceras, renueva. Te acerca a ese lado inquieto que lo cotidiano, asututamente para que no se te le escapes, te esconde.
Cierto que mientras recorres esos planes con la ilusión de la novedad, ya casi hechos en la mente mientras te asomas sorprendiéndote de cada esquina, te crees dueña del destino, y que cuando los estés mirando, otra vez desde tu día a día, no solo no estarán tan claros sino que tenderán a alejarse, a desvanecerse en lo improbable.
Es entonces cuando no hay que darse por vencida y darles alas, esquivando el intento de lo habitual que querrá atarte a su lado.

jueves, 23 de diciembre de 2010

Hoy relato (largo para que dure las Navidades): El museo

Mi amigo estaba allí, sentado como siempre, enfrente de ese cuadro.
Bueno, el término amigo no es el exacto. Con un amigo se comparte un tiempo que se va llenando de experiencias comunes. Yo lo único que compartía con él era el espacio. Mi trabajo es el de guardia de seguridad.
La empresa para la que trabajo nos va dando y quitando destinos ya que, en esta ocupación mía de vigilar, es muy peligroso acostumbrarse demasiado a lo que se vigila.
Se puede llegar a bajar la guardia con mucha facilidad cuando te acostumbras a ver una y otra vez durante horas y horas lo mismo..., claro que sin ese tedio profesional no me habría acercado nunca a..., pero eso viene más tarde.
Al principio no hay peligro de descuidarse. Todo es estimulante. Los recorridos aún no son rutinarios. Cualquier cambio es fácil de detectar, cualquier ruido te pone alerta. El peligro viene con la costumbre y el aburrimiento considerable que trae consigo.
Mi trabajo esa temporada estaba en un museo. No era uno demasiado importante. La gente que venía a visitarlo era más bien poca, así que no me fue difícil fijarme en uno de ellos que repetía día tras día la visita. Mi amigo.
Podría no ser rara su frecuencia de ser, digamos, un estudiante de arte, un pintor, un profesor, incluso. Pero nunca salía de la única sala en la que entraba, y ya en esa sala no se levantaba del único asiento que había, y desde ese asiento no dejaba de mirar siempre al mismo cuadro. Eso sí era raro.
Sus visitas diarias empezaron a ser un peligro para mí. Lo notaba, notaba que estaba más pendiente de él que del museo. Se me iba el santo al cielo intentando adivinar qué haría para estar tanto tiempo ahí quieto, mirando siempre lo mismo, sin desear estar en otro lado, como me pasaba a mí.
Fue un jueves cuando intenté una conversación casual, a modo de acercamiento.
-Bonito cuadro.
El cuadro, impresionista, representaba una casa de campo situada en lo que parecía ser una arboleda. Estaba todo cerrado excepto una ventana entre abierta, del piso superior. Parecía ser la hora de la siesta por la quietud y el juego de sombras que hacía el sol con los diferentes objetos.
-Sí que lo es -tardó mucho en contestar y lo hizo con la entonación lejana del que acaba de situarse en donde realmente está.
-Disculpe si le he molestado.
Me sonrió abiertamente y girándose para verme mejor me aseguró, tanto con sus serenos ojos como con sus palabras, que no lo había hecho en absoluto.
Había logrado romper el hielo, iba a preguntarle cualquier otra cosa, cuando uno de los tres visitantes que había reclamó mi atención. Quería que le indicase dónde estaban los servicios.
Cuando regresé, el hombre de la mirada serena estaba tan ensimismado que no me atreví a volverlo a la realidad otra vez.
A la hora de cerrar, sin embargo, mi amigo se me acercó y me deseó buena tarde. A partir de ese día nos empezamos a hablar compartiendo así algo más que el espacio.
Llegó un día en el que al salir, -ya que sólo nos hablábamos cuando él no miraba al cuadro-, le pregunté por qué sólo estaba interesado en ese precisamente.
-Porque sólo tengo una vida, y no me da para más.


Me pasé toda la noche -que no se acababa nunca-, intentando descifrar su contestación. Finalmente llegó la hora de abrir el museo.
Cuando le saludé, no sé qué ansía me notó en mi voz, que mirándome desde sus profundos ojos oscuros me invitó a sentarme con él en el banco. Me quería aclarar la pregunta que no llegué a formularle.
-Lo que te voy a contar no es nuevo, en absoluto. Todos los grandes pensadores, Aristóteles, Copérnico, Nietzsche, Einstein..., nos lo han indicado una y otra vez a lo largo del tiempo. Otros nos lo han hecho llegar por medio de las palabras: Shakespeare, Calderón, Unamuno, Borges... -me nombró muchos más pero yo sólo retuve unos pocos de los que ya había oído antes.
-¿Qué ves en ese cuadro? -me preguntó. Y yo se lo describí.
-¿Sólo ves eso? -estuve intentando ver algo más. Intenté describirlo más por lo menudo, pero me interrumpió suavemente.
-Después del cuadro. ¿Qué ves después del cuadro?
Le miré desvalido.
-No te preocupes. A mí me costó media vida.
Mirándome con una intensidad casi hiriente, me empezó a explicar cómo ver el cuadro.
-En ese cuadro se puede ver lo infinito, ya que en él se repite lo finito una y otra vez.
Ante mi estupor le oí preguntarme qué veía primero.
-Una puerta cerrada.
-Esa puerta está hecha de madera. ¿No?
-Sí, de madera, parece.
-Pues piensa que para hacerla se necesitarían árboles. Piensa en un árbol. La semilla, la tierra, el agua, el tiempo que necesitó para crecer y ser cortado y dar otras semillas... piensa en los animales que vivieron en él y gracias a él..., en el hombre que lo taló, con su nacer, sus circunstancias, que a su vez te llevarán a otro comienzo. Todo siempre encadenado, y a su vez, ramificado.
Sus palabras las veía en imágenes descomponibles. El árbol en ramas, hojas, sabia... la tierra, sus distintas capas, con sus distintos elementos, y en sus diferentes edades... el agua microscópica... el principio del entrecruzamiento de genes...
-¡Pero esto es una enormidad! -exclamé abrumado.
-Esto es sólo la puerta, amigo mío. Sólo la puerta me costó diez años -paró unos segundos y luego me formuló otra pregunta. ¿Para qué sirven las puertas?
-Para entrar.
-¡Eso es! Aún queda pasar adentro, imaginar lo que hay, las gentes que ahí viven, lo que piensan, lo que están haciendo... y nunca repites, porque aunque hayan otros árboles, sus semillas serán siempre diferentes, sus crecimientos distintos, sus climas irrepetibles... y con los hombres, mucho más evidente.
-¿Y ya lo has visto todo?
-No. Pero ya he logrado llegar a otro plano.
-¿Otro plano?
-Sí. ¿Qué ves?
-Una casa con una puerta...
-No -dijo con suavidad. ¿Qué ves?
-Un cuadro.
-¡Exacto! Después de todo, sólo es un cuadro que alguien pintó y que alguien mira. Está colgado en una pared de un museo que lo contiene y que para acceder al mismo se tiene que traspasar una puerta -ese es el otro plano, el plano que se acerca a lo real.
Las infinitas posibilidades de cada ejemplo sugerido por mi amigo eran impensables... el autor tuvo que tener sus circunstancias que le llevaran a pintar ese -y no otro- cuadro... los que lo mirábamos, pensarnos, conocernos... -lo más difícil que hay-. Luego el museo, su sitio en el pueblo, las gentes que en él viven...
-¿Sólo se acerca a lo real? -Aún me atreví a preguntar.
-Sí, los planos se van cerrando, acercándose en sus límites finitos a lo infinito. Pero no hay un plano real. Hay un punto, sólo un punto en el centro del infinito que genera todos los planos... y aún así, algo más habrá.
-¿Y en qué plano estás?
-¿Lo quieres saber, de verdad?
-Sí, claro.
-Con lo que te revele no podrás volver a ser el que ahora eres.
-No me importa. Mi ser ahora, es querer saber.
Me miró y lentamente empezó el final.
-Esto no es un cuadro, no estamos en un museo.
Esto es un relato, tan sólo somos la mezcla arbitraria de letras unidas por una idea que alguien materializa.
No estamos hablando. Nos están leyendo.
-¿Son esos ojos que nos leen, el centro del punto? ¿Son ellos el infinito?
Mi amigo se echó a reír.

miércoles, 22 de diciembre de 2010

Crear y destruir

Uno construye, otro viene y lo destruye. Y así van las cosas. A cualquier nivel. No es una queja, es una realidad. Lo que intentamos siempre, después de la destrucción es que no nos afecte demasiado, o ver por qué fue arrasado y empezar a crear de nuevo, lo roto o quizá otra cosa.
Desde la autoestima, hasta una ilusión, o un proyecto, un trabajo, un algo..., uno hace y otros deshacen. Y la primera vez que te enfrentas a eso, de niño, es cuando empiezas a entrar en el mundo del adulto. Dejas la ingenuidad, aprendes a defenderte, a entender que dejar, no es que te quiten las cosas, que a esperar de alguien algo, no es frustrarte porque no te lo den..., aprendes a que a pesar de que te destruyan, has de ser mucho más fuerte, y seguir creando.

martes, 21 de diciembre de 2010

Ilusiones a cuatro centavos

Es divertido, a la vez que un poco triste, ver cómo siempre han exisistido listillos que juegan con la ingenuidad de la gente y se aprovechan de ella para colar productos de pacotilla.
Uno de los iconos del Lejano Oeste, indiscutible, es el vendedor ambulante, ese mercachifle que intenta vender a la gente elixires milagrosos que todo lo curaban, ya fuera la calvicie, la gripe, la obesidad. Ahí están, clamando su mercancía junto con sus ganchos entre el crédulo público, que picaba y se llevaba todas las botellas que podían.
No retrocedo a las curas milagrosas de meigas ni hechiceras, pero ahí queda dicho. Desde que el mundo es mundo, se intenta el engaño.
Y ahora en pleno siglo XXI no iba a ser el final. Los anuncios increíbles, tanto en prensa, como en televisión y ordenador -que se note, al menos en la difusión, que estamos avanzados-, se sigue intentando vender timos: que si esto te hará más joven, más delgada, corta mejor, pinta sin manchas, calienta en invierno, cura en verano..., seguimos bombardeados por los mismos embaucadores de antes, y sí, siguen vendiendo.
Es que claro, quién pude resistirse a creer en los sueños, a que por el módico precio de tanto, se consiga lo que la voluntad o las circunstancias nos lo pone difícil... somos fáciles de engañar porque queremos creer que no es un engaño. Sólo un sueño cumplido.

lunes, 20 de diciembre de 2010

Superpoderes

El otro día escuché esta conversación entre dos niños; "¿Tú qué superpoder prefieres tener?" el otro niño, como si eso de tener superpoderes fuera tan fácil como pedirlos a los Reyes Magos y que te los dejaran al lado de las zapatillas, junto al agua y la comida que se pone para refrescar a sus camellos, le contestó muy convencido, "Yo quiero ser invisible"; "Ah, sí, también está guay" y se ensimismó en las ventajas de una cualidad que parecía no haber tenido en cuenta; "¿Y tú, tú que superpoder te pides?"; "¡Ua, a mí me gustaría volar.", "Sí, la verdad es que sí." y se quedaron callados un rato, volando y paseando sin que les vieran. "Jo, ¿y no se podrían tener más de un superpoder?"; "No sé, no creo, ¿no?" "¿Y por qué no? Mira, yo quiero volar y viajar en el tiempo, siempre siendo invisible, claro, para no montar líos."; "Claro, claro, no es cuestión. Pues mira, yo quiero volar y poder atravesar paredes." "¿y eso de las paredes para que sirve?"; "Buah, que pregunta, tu imagínate que puedes atravesar paredes... ¿a qué mola?"; "Sí, tienes razón, mola."
Y ahí los dejé, tenía que cruzar, y no podía acompañarles más trozo en sus ilusiones, eso sí, cruzando me sorprendí pensando en cuales eran mis superpoderes favoritos y apuesto a que alguno de vosotros también ha pensado en cuál sería el suyo...¿me equivoco?...

sábado, 18 de diciembre de 2010

Horas que vuelan

Dos tardes especiales, dos tardes con dos amigas entrañables, de esas que da igual el tiempo que pase, da igual lo que pase, porque nada más estar ahí, estamos ahí, compartiendo lo que sucedió entre la última vez y esta, poniendo en claro, y oscuro, todo lo humano y lo divino, recuperando el tiempo sin ellas, y haciendo acopio hasta el próximo encuentro.
Una poetisa, y una conocedora de almas; palabras hermosas y certeras, risas y recuerdos, no de lo que compartimos, sino de lo que les sucedió, lo que nos sucedió, pero que al contarlo, ya no es exclusivo de ninguna porque pasa a ser de las dos; ese trasvase de experiencias, sueños, proyectos, ánimos, entendimiento, reconocimiento; ese mirarse en la otra, comprobando, una vez más, por qué somos amigas, por qué se pueden ir cinco horas sin darnos cuenta, por qué se hace el esfuerzo de coger trenes y de andar kilómetros bajo la lluvia para encontrarnos, sentirnos cerca y darnos fuerza.
Gracias.

jueves, 16 de diciembre de 2010

Ternura y hambruna

Una de las cosas más terribles y tiernas de las que me he enterado hoy, como podía haberme enterado ayer o nunca, es un recurso de madre en tierras pobres, y de hambre, aunque más que de hambre, de hambruna.
El ingenio se agudiza cuando lo básico escasea, siempre. Los resultados pueden ser peligrosos, risibles, válidos, brillantes, pero éste en especial, me pareció de una ternura tristísima.
La madre pone a los pequeños sentaditos alrededor de un fuego, en el fuego coloca un puchero, lo llena con agua, y lo va removiendo con la cuchara de palo, rato y rato y rato, y les cuenta lo buena que va a ser esa sopa, y les enumera lo que echará en ella, y sigue moviendo la cuchara y los niños hambrientos siguen sus evoluciones, calentitos por el fuego, arrullados por la voz de la madre, dulce, envolvente, hipnótica... hasta que se duermen, y ya en los sueños, ella quita la olla y al despertar los niños están contentos porque soñaron que habían comido.


Sí, es un truco tierno, terrible, emocionante...

martes, 14 de diciembre de 2010

Metas

Hay varios tipos de planes, los de corto, medio y largo plazo.
Los últimos son los que nos indican el norte que hemos querido marcar y que desde él, se justifican los otros dos.
El primero se va modificando por las circunstancias más inmediatas, se llenan de obstáculos chicos pero engorrosos y nos pautan los meses.
Los de medio plazo, son más costosos, el esfuerzo de mantenerlos vivos lo va minando el día a día, pero son los caminos, que no atajos, que nos llevarán a la meta; a donde conducen todas las sendas, es como nuestra Roma particular, la que ilumina cuando lo vemos negro pero que también nos desespera por verla siempre lejana, aunque hemos de saber que nos acercamos cada ratito más.
Y es bueno tener esas metas, y pueden ser varias y modificables, aunque no se suele mover la esencia.
Si no se ve voluntad más allá de esas metas cortas, que en sí mismas, se agotan y agotan. Si no se hace ese esfuerzo que nos desasosiega, que nos impide acomodarnos del todo, en la nada, nuestro mundo se quedará vacío y nosotros con él.

lunes, 13 de diciembre de 2010

Poema; Instante

Maneras de vivir,
sentires diferentes,
bullicios desconcertantes,
olores penetrantes,
callejuelas laberínticas,
gritos aturdidores.
Mentes ocupadas de maneras diferentes,
unidas en su sentirse vivas,
distintas en sus opciones.
Todos podríamos ser todos.

Cada instante es eterno
y en uno sólo se da
todo el ciclo vital;
a cada segundo se nace,
se ríe, se muere, se duda,
se traiciona, se odia, se ama.
Cada segundo es la vida completa
del que podríamos haber sido
del que quizá seamos,
riendo, naciendo,
muriendo, traicionando.
Cada segundo sólo nos recuerda
que no somos nada.
Suspendidos en el infinito, desconocido,
sin tiempo,
sin línea más allá del segundo constante,
diferente, turbante,
bullicioso, innegable.
Maneras de vivirlo

domingo, 12 de diciembre de 2010

Gracias

Me sorprende y me emociona cuando alguien me comenta que mis palabras le han gustado, que lo que he escrito le ha interesado o le ha transportado al mundo que esbocé, donde se sumergió desde ese apunte para adentrarse en su propia geografía, con su topografía personal, sus recovecos y sus olores, sólo sugeridos por mi propio mundo trasladado al papel, o a la pantalla. Da igual.
Gracias por decírmelo todos y cada uno de los que lo hacéis, por compartir mis palabras ya completas, porque regresan relucientes por las vuestras.
Gracias.
El día que no lo logre, dejaré, no de escribir, que no puedo, pero sí de compartirlas.

viernes, 10 de diciembre de 2010

Objetos de museo

A veces, las cosas más sencillas, más simples nos atrapan en su simplicidad, en su entrañable modo de ser, de entregarse.
Me refiero a esos objetos casi primitivos que ahora quedan relegados a museos etnológicos, o al fondo de los armarios de los abuelos. Me encantaba ver moler el café en esas cajitas cuadradas, de madera casi de café, tanto por el color, como por el olor de tantas veces moliéndolo, que se abría por una esquinita y entraban los granos fuertes, enteros y que con una manivela se les iba moliendo, reduciéndolos a polvo, y que parecía fácil y cuando insistías mucho para que te dejaran moverlo, se te cansaba la mano y no crujía con el mismo ritmo que a ella, o la chocolatera, que con la maza iba esponjando el chocolate, o ese ajetreo de palillos que se movían luchando para crear una puntilla, enganchados los hilos en alfileres y bailando un vals sólo conocido por la mano y los bolillos, de donde surgía una tira de espuma de hilos y vacíos... cómo sonaban, cómo olía el café, el chocolate, qué hermosos esos utensilios hoy tan lejanos, como el botijo, ese objeto de barro, que sudaba para que el agua viviera siempre fresca, siempre dispuesta a derramarse por tu boca abierta a la espera de ese chorro que nunca parece llegar y que luego se desborda por toda la cara..., y te da risa y lo dejas agradecido, hasta la próxima sed. Si es porrón, tendrá vino, como la bota, esa de cuero vuelto... o la navaja que servía para todo... esos objetos humildes que ya no están, que se extinguen con apenas un suspiro, sin querer molestar, los que fueron la tecnología de los abuelos de nuestros abuelos.
Qué entrañables objetos, ahora, imposibles.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

El yo

Si no nos tuviéramos a nosotros mismos, ¿cómo apreciaríamos la vida? quiero decir, que sin nuestra manera única de percibir las cosas, si no fuéramos organismos individuales irrepetibles, pero a la vez, iguales a todos... seríamos un ente donde, como los ojos de las moscas, contemplaríamos el entorno sin filtro de una manera caleidoscópica y desde todos los puntos de vista, pero sin sacarle partido, ya que al no ser nosotros, al no tener opinión, nos daría igual ver la de los demás.
Ese era uno de los puntos que no me gustaba de chica entre las opciones que se dan para después de la muerte; ser un todo. Ahí también se pierde la individualidad, el yo, ese yo imperfecto y traidor, pero al que reconocemos como entidad, y creo que es esa pérdida la que angustia al pensar en la muerte.
Se dan muchas salidas a ese trance, pero muy pocas nos respetan ese yo que tanto nos está costando sacar adelante.
La reencarnación tampoco me convencía; pasar por otro yo, desde el principio, tener que olvidar uno para construir otro, sentirte a gusto en esa piel, para luego no sólo perder una identidad sino muchas, y yo pensaba, y con cuál te quedas una vez muerto de nuevo, si con todas, ya te has diluido de nuevo...
Supongo que una vez muerto, si hay consciencia de ello, y ya libres de las limitaciones perceptivas mortales, el yo será tan distinto que sólo ahora podemos elucubrar sus características.
Mejor vamos viendo como es ese yo aquí y ahora.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Escucha

Para, escucha con atención..., ¿oyes algo? es tu respiración, y si estás más atento, oirás el latido de tu corazón y si esperas un poco, te escucharás, no dejas de hablarte, de decirte cosas, todas paralelas y simultáneas a tus pensamientos, acciones, movimientos y hasta ideas. Si sigues atento notarás tu cuerpo, los pies en el suelo, las piernas, los brazos moviendo el ratón, los ojos que leen y reciben la luz de la pantalla, quizá te estés moviendo en la silla, ya un poco cansado de estar sentado, pensando mientras lees en lo que tienes qué hacer a continuación.
Shhhh, escucha..., son los ruidos que te rodean, los que hace tu casa, o la oficina, ese ciber café quizá, y huele..., son aromas domésticos, que te reconfortan y te dan seguridad... tus sentidos viven, te muestran el entorno, tu cerebro los descodifica a la vez que enciende tus pensamientos, recuerdos, ideas, planes, y acciona con eficacia todos los órganos de ti mismo que tú no eres consciente de usar o mover, tu pecho se mueve al respirar, tus células se regeneran, tu pelo crece, tus uñas también, estás gastando energía, oxígeno, estás ocupando un lugar en el universo único, sientes, sueñas, lees, piensas, opinas, vives....shhh, atento... escucha la vida.

sábado, 4 de diciembre de 2010

Sin criterio propio, mal vamos

Se tiende a creer lo que se nos dice, más aún si se activa el sesgo de autoridad que ya comenté, se vive sin esa postura crítica que es la que llevó a unos pocos, da igual la época, a cuestionárselo todo y por lo tanto, a avanzar en la Historia, consiguiendo que ese criterio libre les llevara, muchas veces incluso, a la hoguera o en el mejor de los casos, al ostracismo, pero que ahora, desde la comodidad, veneramos.
Lo malo, es que actualmente, dejamos de pensar, no por miedo, sino por simple despreocupación, desidia, o llanamente, por falta de costumbre.
Se tiende a creer, también, lo que nos conviene, si lo que se nos pone por delante es un crítica negativa contra algo, o alguien, que nos perjudica lo aceptamos sin más.
Y aquí estamos en el siglo XXI cometiendo los mismos errores, haciendo eco de lo que se nos dice, haciéndonos cruces cuando quieren y sin más capacidad de crítica, de investigación, de mirar los dos lados de la moneda para luego, ya, decidir, opinar, criticar.
George Orwell, en su 1984, se acercó más que peligrosamente a esa dictadura perfecta basada en la neolengua, en el no pensar por uno mismo, y en el no sorprenderse por las obvias contradicciones de los que lanzan la información.

jueves, 2 de diciembre de 2010

Accidentes

Lo cerca que pasan de uno las desgracias, a veces, y sólo le rozan; un coche que pasa tan al lado que te vuela la ropa, un tropiezo que de haber perdido el equilibrio te hubiera precipitado escaleras abajo, una tapa de alcantarilla medio rota vista a tiempo y salvada, un golpazo de manillar que te evita una caída grave... cientos de ejemplos, que vienen a confirmarte que aún se te quiere entero.
Pero al contrario también sucede, cuántas veces, al explicarnos alguien el accidente tonto de tal cuando se rompiera una pierna o de cual que lo dejó casi muerto, nos damos cuenta de que tampoco tiene lógica ninguna: No se sabe por qué los accidentes acechan casi a diario y algunas veces logran su propósito y otras no.
Lo llaman, azar, o no era tu hora, o destino, o lo que quieran, pero nadie sabe aún el porque de esas amenazas reales que acechan por las esquinas de la vida cotidiana. Puede que sea simplemente la cuenta atrás.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Malentendidos

Los malentendidos siempre tontos al principio, pocas veces son dramáticos en sus comienzos, aunque los hay, como el que provocó la detonación de la segunda bomba atómica sobre Japón, pero vamos, en general se empieza por un no comprender un gesto, unas frases, alguna actitud, que en sí mismas, no eran nada, pero por lo que sea, activa un mecanismo interno y tuerce, desde ese mismo momento, todo lo que venga de esa persona o fuente; empezamos a sesgar, a tergiversarlo todo desde ese chispazo, y vemos lo que no hay, dando a cambio una actitud equívoca que consigue que la persona también nos rechace, y como en una cadena, ese mismo rechazo provocado por nosotros mismos, nos confirma que algo había, y entonces sí que la chispa prende un fuego, a veces, devastador.
No hablamos con sinceridad, no decimos lo que pensamos, nos lo callamos y lo tapamos bajo la capa siniestra del malentendido y buscamos confirmación entre otros, agrandando el abismo.
Y si alguna vez se pone en claro ese roto, casi siempre, si hay buena voluntad, o si no, con el tiempo, se ve que todo ha sido por nada. Una amistad, una pareja, un trabajo, una postura... todo es susceptible de romperse en mil pedazos por no hablar con sinceridad, desde dentro. Y por no escuchar al otro, sólo oyendo lo que uno quiere oír.

martes, 30 de noviembre de 2010

Destacar

Solemos sorprendernos gratamente cuando algún conocido da un salto y se pone, durante un tiempo, por delante de lo cotidiano; un premio, un acontecimiento que rompe la rutina, lo que sea..., y si es muy sobresaliente nos gusta decir que lo conocemos, y nos sentimos orgullosos.
Pero a veces, aquellos a los que conocemos y destacan, lo hacen para mal; salen en los medios de comunicación, no por haber descubierto, realizado, ganado algo sino por todo lo contrario, por haber destruido, roto y arrinconado algo. Los ladrones, los asesinos, los desalmandos también tienen conocidos y a veces, la persona que ves en la pantalla, esa que ha cometido una atrocidad, es un rostro que ves a menudo, con quien has compartido tiempo o infancia.
Cierto que también decimos que lo conocimos, pero ya no con orgullo, sino con un velo turbio, oscuro, algunos morboso, otros incrédulos, de que se haya hablado con el protagonista del horror.
Es así, a veces, la gente que conocemos no sólo destaca para bien sino para mal. Y si los primeros pueden llegar a darnos envidia, sana, los últimos, nos dan escalofríos y nos muestran el abismo negro que todos bordeamos.

lunes, 29 de noviembre de 2010

Cárcel

Siempre he pensado que el tiempo es una cárcel y que los primeros barrotes se colocan cuando empiezas a aprender a medirlo.
De niños da igual hoy que ayer que mañana, y más aún el mes pasado o el año que viene; se vive al instante, con todo lo de hermoso y terrible que tiene, ya que se vive de manera absoluta, es lo que hay aquí y ahora; aún no hay recuerdos o si existen son difusos y vagos.
Con el lenguaje comienza a forjarse la jaula, pero todavía queda el concepto tiempo, la experiencia de anticipar, de recuperar, de soñar.
Pero llega y con ella, se cierra la puerta. Ya está, estamos dentro del paso inexorable del segundo a segundo, sin poder saltarnos ni uno, quizá, el sueño, la necesidad de que esas gotas de tiempo se aceleren, sea una liberación vital del goteo diario, un descanso de la rutina carcelaria temporal.
Pero dentro de esa prisión, la que nos separa de lo deseado con lo real, estamos libres para movernos, para romper rutinas si es necesario, o para crearlas, para vivir en el tiempo, acortando el espacio que media entre nuestros sueños y sus metas.

domingo, 28 de noviembre de 2010

Poema, Enigma

Una puerta cerrada; un enigma.
franquearla; una desilusión.
La búsqueda de lo imposible,
la necesidad de lo imaginario.
La realidad, por sí misma insuficiente,
la entremezclamos con imposibles.
¿Quién puede sobrevivir a sus sueños?,
despertarlos es una pesadilla.

Descubierto lo posible, se anula lo imposible,
cerramos la ilusión tras la puerta abierta.
Parapetarnos tras lo fugaz, lo inalcanzable,
los pasos sin huella.
Refugiarnos en lo no-posible
bregar con lo hecho, asumir lo deshecho,
sobrevivir al desencanto que trae
el abrir una puerta cerrada.
Resolver un enigma,
dejar de crear un misterio.

viernes, 26 de noviembre de 2010

Asombro

Dejarte sorprender por lo que te rodea es más una actitud, que un rasgo. Mirar con ojos nuevos lo viejo, pasear a lo largo del día pendiente del pulso de los acontecimientos es un buen viaje. Y da igual que el entorno sea siempre el mismo, porque si lo miras bien, no lo es. O si lo observas desde otro ángulo.
La habituación es tan sólo otro de los famosos recursos del cerebro para no sobrecargarse, pero rebelándote contra él, puedes moverte cada vez por un barrio diferente, escuchar conversaciones distintas y hasta pensar en ideas menos cotidianas.
La capacidad de asombro, la necesidad de curiosear, el querer ver más de lo que capta el ojo, es un ejercicio de la voluntad, sólo de niños es como respirar.
Vale la pena ejercitarlo.

jueves, 25 de noviembre de 2010

Cuidado

Se empiezan a ver indicios evidentes de que se acerca la Navidad, no hay supermercado sin turrón a la venta, ni tiendas sin adornos chillones y festivos, todo reclamos para consumir, en resumen.
Y es que la Navidad, esa fiesta que se supone es para reencuentros familiares, buenos deseos, paz, milagros cotidianos y luces de esperanza, hace mucho que se convirtió en disgustos alrededor de una mesa, malhumor, guerra, tropiezos varios y sobre todo, consumo. Mucho consumo. Primero en la mesa, luego en los regalos, más tarde en la fiesta de fin de año, luego en el primero de año, así la tradición queda establecida: este año, aunque sea nuevo, se gasta lo mismo y más, si puedes. Más regalos, cenas fuera, regalos, vestidos, peinados complicados, salas de fiestas abarrotadas, más comida, visitas obligadas...
Creo que el espíritu de las fiestas hace mucho que se esfumó, se convirtió en obligaciones y tarjetas de crédito. Y lo peor es cuando se va, y ves a tu alrededor la tierra quemada; kilos de más, regalos que no gustan o que arruinaron presupuestos, familias más tensas, amigos menos amigos... y todo por querer meter con calzador lo que no se puede: disfrutar de las cosas, de la gente, de regalar y que nos regalen cuando queramos, no cuando un calendario cada vez más interesado nos lo obligue.
Así que, cuidado.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Escribir

A la conclusión que hemos llegado, y a la que llegamos siempre, una amiga poetisa y yo cuando hablamos, es que lo importante de escribir no estriba en estar delante de personas que te escuchen, hayan sido convocadas o no, amigos o incondicionales. Lo que mueve la poesía, las palabras, son las ganas, la necesidad de escribirlas, esa desazón que te recorre por dentro hasta que las liberas; ese agobio diario si no te has puesto a plasmarlas en el papel, en la pantalla; es salpicarlas por todas partes, que no dejen de mojarlo todo, cualquier superficie, cualquier lector que las atrape y se las lleve consigo, para reescribirlas, para que le crezcan por dentro y le den una pequeña lucecita, un ligero calor, ese cosquilleo agradable que hacen al moverse cuando están en uno.
Eso es escribir. Lo demás son daños colaterales.

martes, 23 de noviembre de 2010

Para qué preocuparse

Es curioso, cuando a veces, entramos en casa, o estamos entre amigos, y nos sentimos seguros; es como cuando niños y se jugaba al escondite o cualquier juego de tensión, se tocaba mare, y si lo hacías, estabas a salvo; nadie podía hacerte nada.
De adultos también necesitamos ese refugio incondicional, y como de chicos, no cuestionable, porque a ver, ¿por qué detrás de ese árbol estás libre y más allá, no? era el lugar arbitrariamente elegido para ser zona segura. Como una frontera u otra cuando hay guerras. Es un gran juego también.
Y tampoco nos lo cuestionamos del todo, porque una vez en esa casa, ese país, esa familia, ese amigo..., en realidad, tampoco estamos más seguros que tras el árbol: tan sólo somos unos minúsculos seres habitando un planeta pequeño precariamente en equilibrio en un universo inmenso, desconocido, infinito....
Somos nada sobre nada en la Nada.

domingo, 21 de noviembre de 2010

Conocer

No nos conocemos unos a otros... cierto, ni aún que se conviva, ni se hable, ni se divierta ni se le tenga en la familia..., cierto. No sabemos nada.
Pero la pregunta más terrible es: ¿Qué queremos saber, hasta dónde nos molestaríamos por querer conocer, cuánto esfuerzo emocional estamos dispuestos a invertir?
Y si esa pregunta obtiene una contestación más o menos positiva, aún hay otra: ¿Cómo olvidarnos de ser nosotros para ser esa persona a la que queremos ver sin nuestra propia visión? Y tras esa pregunta, para quien llegue a ese nivel, todavía le queda otro escalón más: aceptar esa persona tal como es, sin más.

Cierto, no nos conocemos, pocos invierten tiempo y ganas en el intento y menos llegan a conseguirlo. Y la paradoja, es que cuando más nos vaciamos de nosotros mismos, más nos conocemos desde ese fondo insoldable para los demás y para uno. Somos el reflejo que nos devuelven y que devolvemos.

sábado, 20 de noviembre de 2010

El sentido de la vida

¿Cuál es el sentido de la vida? Sí, una pregunta muy directa y muy absurda también, porque no tiene una sola contestación, hay tantas respuestas como almas vivas, cada una de ellas le da sentido a su manera, a su sentir o a su no sentir.
Se puede teorizar largo y tendido, de hecho se hizo y se hace, y no se llega a ningún punto, quizá porque el punto es tan grande y abarca tanto que no se le ve. Nietzsche dijo; "Yo tengo mi manera, tú la tuya, el otro la suya, por lo tanto no hay una sola manera." Y es cierto. Lo que también es verdad es que sí hay algo en común a todas esas maneras y respuestas; en todas sin excepción, se busca encontrar ese equilibrio entre la sinrazón de un estar respirando, respirar y sentirnos bien por hacerlo: la respuesta variará pero querrá atar esos tres principios.
Otra cosa que puede desconcertarnos es que, en el caso de que nos sintamos contentos por haber llegado a una solución, es efímera esa euforia, ya que la solución varía en el tiempo, debido a que cambiamos de circunstancias vitales y el último punto, se ha de revisar con frecuencia.
Por lo tanto, todavía hay más maneras de las que auguró Nietzsche, ya que la manera de uno, tampoco sirve para toda esa vida en busca de sentido.

jueves, 18 de noviembre de 2010

Movimiento

Ves cómo el mundo pasa ante ti, tú en un barco, en tu vida, y navegas lentamente, surcando el tiempo, y la brisa de las horas te envuelve, y miras a tu alrededor y compruebas la estela que dejas atrás, blanca, espumosa, cuajada.
Si la brisa molesta, puedes enfundarte en un jersey abrigado, suave, para aguantar un poquito más el embite de las olas, de esas gotitas que a veces hasta duelen por la velocidad a la que chocan contra nuestra cara. Saladas a veces, como las lágrimas.
Ahí de pie, sin hacer más que contemplar el mundo azul, puedes pasar la vida, pero si quieres, aún en ese barco en movimiento, puedes moverte a tu vez, caminar, recorrerlo todo, correr incluso. Y así, la velocidad normal e invariable del barco que no está en tu mano modificar, la amplías y aumentas con la tuya propia, la que sí es susceptible a tu voluntad.
Y desde ese movimiento eterno, involuntario, se añade ese otro movimiento finito pero voluntario.

miércoles, 17 de noviembre de 2010

Excusas

La de vueltas que se dan para no hacer lo que se tiene que hacer. Antes de ponerse a la faena, parece que se necesite rondarla, ya sea estudiar, escribir, pintar, hacer las camas..., uno sabe que lo ha de hacer, y lo intenta, y se sienta y entonces recuerda que tenía que mirar algo, lo mira, se sienta, entonces piensa que no, que antes ha de coger esto o lo otro, lo vuelve a retrasar. Se vuelve a situar, se vuele a desubicar, y así hasta que finalmente, ataca la faena y ya con el tiempo más justo del que hubiera tenido si hubiese empezado cuando comenzó a intentarlo, se le llevan los mil demonios por no tener tiempo.
Pero al día siguiente sucederá tres cuartos de lo mismo. Eso sí, si se dispone de tiempo, si no, la verdad, ni te lo piensas, te sientas y lo haces de un tirón para luego salir corriendo al exterior.
Es como si al disponer de más tiempo, lo utilizáramos peor. Mira que nos gustan las paradojas en esto de movernos contra la entropía.

lunes, 15 de noviembre de 2010

Sesgos

Solemos creernos lo que nos dicen, es parte de la economía que usa el cerebro; esos caminos cortos que utiliza para no sobrecargarse: los sesgos, que básicamente clasifican la información excesiva que lo rodea de una manera muy particular. El sesgo de autoridad, hace que tendamos a creernos todo lo que venga de alguien a quien le demos esa facultad, ya se por cargo, vestimenta o lo que sea que nos imponga.
También está el sesgo halo, donde damos a la persona, por extensión, virtudes que no posee sólo por el hecho de que tenga una.
En la mente individual se dan docenas de sesgos que hacen que la realidad sea distinta para cada cual, por eso es tan difícil coincidir en dos versiones parecidas de un mismo hecho, por eso, y porque también por economía, tendemos a no comprobar si la información es o no verdadera, no falsamos, y eso nos lleva a errar más de lo que querríamos.
La mente se defiende de la sobrecarga, pero la personalidad ha de ser más lista y exigirle más; pensemos más allá de lo que creemos. Funciona.

domingo, 14 de noviembre de 2010

Piramidal

Cuando algo no te gusta, hay tres soluciones básicamente: o intentas no verlo y dejarlo correr, o te rasgas la vestiduras ante la desesperación pero no lo solucionas, o con calma te planteas, que aunque no te guste nada, aunque quisieras desaparecer, no puedes así como así, por lo tanto, miras de frente eso tan terrible y lo desmenuzas hasta que puedas enfrentarlo, arreglarlo, minimizarlo, asimilarlo.
Y sí, hay tragos terribles, pero si los sitúas, si le das la perspectiva correcta, es más fácil sobrellevarlos. La cima de esa jerarquía ha de ser la muerte, desde ahí hasta abajo, se colocan los problemas de mayor a menor importancia, y en la base, se coloca siempre la pasividad, el dejar que todo suceda y no mover un dedo.
De esa pirámide siempre se sale fortalecido, atravesar esos laberintos llenos de trampas y maldiciones nos dejan nuevos.
Teniendo a la muerte como opción, lo demás, en serio, se aligera. Siempre una buena visión desde arriba, lo abarca todo mejor.

sábado, 13 de noviembre de 2010

Esfuerzos

Cierto que sin tiempo acumulado y trabajo sistemático nunca hay resultados, y es igual de cierta la desesperación de ver ante uno todo lo que queda al empezar cualquier proyecto; se hace interminable, ante ti está el pasillo que si no atraviesas, no llegas, y quieres llegar, y si se pudiera, en ese mismo momento en el que has hecho el propósito de cruzarlo, lo harías: correrías hasta el final. Pero es imposible la mayoría de las veces, lo normal es que en ese arrebato obligado de los comienzos, no se pueda terminar.
Y sabes, desde que eliges hacerlo, el camino más o menos arduo que te aguarda, días tras día, paso tras paso, ánimo tras desánimo, todo para llegar a una meta que quieres, que has decidido rebasar.
Y sí, aquí estamos una vez más ante ese camino largo y costoso que promete un final anhelado. Si se pudieran tener las mismas fuerzas y energías que se tienen en el primer paso, si se pudiera conseguir todo en ese momento de euforia, se habrían hecho millones de más cosas de las que hay. Quizá es una ley natural de supervivencia, quizá las ideas también tiene selección natural, y sólo deban materializarse las que de verdad lo merezcan y sean más fuertes.
Puede que la Humanidad y su bagaje lo agradezca. Pero así, al pronto, mira que cuesta emprender esos caminos.
Hale, primer paso hoy. Y sé que habrá un segundo.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Vidas

No se puede evitar mostrar la personalidad de uno en todo lo que hacemos, en cómo nos movemos y arreglemos el entorno; en la casa, la cartera, el bolso, la ropa, los gestos... el lenguaje corporal y la ordenación del espacio privado nos delata. Nadie escapa a eso.
Si encontramos, por ejemplo, una cartera y en ella hay una estampita de una Virgen, fotos de niños y adultos, recibos atrasados, nos hacemos una idea del dueño... dueña, más bien: vemos una mujer mayor de las de misa diaria, con sus nietos adorados y muy metódica, y de paso ya. nos imaginamos que su casa estará llena de tapetes de ganchillo, figuritas de dudoso gusto, todo muy reordenado y relimpio y con alguna que otra planta. Puede que con gato, puede que no. No, sin gato.
Es apasionante conocer las personalidades a través del rastro que van dejando, verdaderas novelas vivientes.
Cómo me gusta leerlas.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Relativo

El tiempo cuando más lo persigues, más se escurre. La manera de medirlo es la clave, si lo tienes todo al segundo parece que no llegas, si se te desbarata uno, todo se va al traste; la ansiedad crece y el día se deshace.
En cambio si se le deja transcurrir y no se va a contracorriente, todo encaja; uno se pasea entre las tareas y las realiza con calma.
Es casi una paradoja, cuando más tiempo necesitas, menos tienes. Cuando se es niño, el tiempo pasa en un día como un mes; en vacaciones un día puede durar minutos, o si estamos a gusto. El tiempo mueve a las sociedades dependiendo de cómo lo movamos a él. Es relativo.
Einstein dijo, en su ley, que esa relatividad no afectaba a la vida diaria, que era inapreciable, que el movimiento del tiempo en el espacio, no era cuantificable. Pero sí lo es, varía dependiendo de dónde te desenvuelves y cuándo.
Todo es relativo.

miércoles, 10 de noviembre de 2010

Poema: Ella

No era ella, ya no más.
Ni su cuerpo ni su mirada, opaca.
No es ella, ya no más.

No se reconoce, sin energía, apagada,
transformada... ¿en qué?.
Su pelo sin brillo,
su aliento sin vaho,
su boca sin el consuelo de las palabras
que nunca más susurrará.

Nunca más seré yo en ella,
sus recuerdos se apagaron
fundida la ilusión,
la esperanza rota de un nuevo día,
que ya no será.

¡Es mentira!. La mentira de
un cuerpo inerte que ya no puede
mover su voluntad.
No es ella,
aunque ayer aún lo fue.

La vida maneja los cuerpos
que la muerte desmadeja,
esa muerte aborrecida por los vivos
hasta que la entienden.

Lágrimas vertidas que acompañan
al cuerpo antes vivo.
Ahora vacío, abandonado
de sí mismo,
crea estupor ante los ojos que lo sabían vivo.

Ella nunca más será,
nada más, que un instante en mi vida
que también, un día, me abandonará
siendo yo, nunca más ella.

Y ella nunca más yo.

martes, 9 de noviembre de 2010

Invasiones

Me gusta observar, mirar a la gente como va andando y hablando por sus móviles, si te acercas un poco, sigues la conversación sin problemas, van contando sus asuntos como si estuvieran en el salón de su casa, cosa que no hacen si están diciéndoselo a un amigo presente. Es curioso, pero al hablar con un interlocutor que no está, es como si nosotros tampoco, como cuando un niño cierra sus ojos y dice, no estoy, no me ves.
Se escuchan sin querer problemas laborales, sentimentales, prácticos, triviales, cotidianos. Tenemos una puerta abierta a sus vidas desde ese creerse solos. Y cada vez se ven más personas solas que cogen el teléfono para sentirse acompañados en el trayecto, o con música, para lo mismo.
La tecnología parece que esté hecha para invadir el mundo de uno, esa soledad necesaria para escuchar los propios pensamientos. Si es así: Peligro.

lunes, 8 de noviembre de 2010

El lado oscuro

Dentro de la creación, innerente a ella quizá, cohabita normalmente una tendencia oscura que no se da tanto en otros parámetros.
Hay como una necesidad tirana que arrastra hacia la disciplina adecuada. El artista no es que sea diferente al no artista, teniendo en cuenta que todos tenemos en nuestras personalidades los mismos ingredientes, sólo varían las cantidades, digo que el artista posee en su centro una necesidad vital de crear y que si no se canaliza, se malogra, se convierte en algo oscuro y no en la obra de arte a la que estaba destinada.
Por ejemplo, las mentiras. Los escritores han de fabular, inventar, crear con la realidad, es algo más fuerte que ellos mismos. Está ahí el mundo para ser reeinventado, y si no se lleva al papel, se lleva a la mentira, y desde ahí a sentirse culpables, estafadores, o simples infelices, en vez de cogerlas, moldearlas y crear.
Con las demás disciplinas sucede lo mismo: un niño que no para quieto, quizá sea bailarín; una persona que busca y rebusca el equilibrio, sería un buen intérprete; un exagerado, un actor... cientos de ejemplos.
El lado oscuro tiene también su lado luminoso. Sólo hay que elegir.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Si no quiero, no lo veo

Hola; Hola; ¿Qué haces, preciosa? La niña estaba sentadita ante un pupitre de plástico en su casa, tenía muchos folios delante y otros tantos en un montón, los iba garabateando, y me explicaba qué eran; esto es una nube, esta mi casa, mira, ¿ves?, es mamá. Y así iba nombrando cada uno de los dibujos. Qué bonitos, iba halagando, y ella sonreía. Hasta ahí, normal. Lo que no lo era tanto, es que detrás de ella había una cunita con un hermanito recién nacido al que trataba como si no existiera; un ser invisible.
Quería saber hasta qué punto, la niña, negaba esa realidad y procuraba llevar la atención y la conversación hasta él, pero no había manera, se escurría con una habilidad pasmosa; negaba, no sólo su presencia sino su propia existencia. Incluso cuando el bebé lloró un poquito, aproveché su llanto para indicarle si creía que el hermanito querría algo. La pequeña ni se inmutó, no es que preguntara, qué bebé, o contestara que no había escuchado nada, es que trató la cuestión como si no la hubiera dicho. No había niño rival por ahí, sólo dibujos y llamar mi atención, sobre todo, si miraba en la dirección de la cuna, ahí hasta me estiraba de la ropa para que admirara sus obras. Por lo tanto sabía. Por lo tanto era consciente. Por lo tanto, a la tierna edad de tres años el ser humano ya está capacitado para intentar cambiar la realidad a su gusto, para no querer enfrentarla.
Cuántos facturas pendientes tenemos los humanos.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Cantidad y calidad

Ahora, más que nunca, se puede acceder a esos quince minutos de gloria que nos espera a cada uno, prometidos por A. Warhol.
Sí, ahora uno puede hacer lo que quiera y verlo en pantalla; fotos, escritos, música, pensamientos, comentarios... todo, la red nos abre las puertas, no sólo al mundo, sino desde nuestro mundo hacia el de los demás.
Es un arma de doble filo, por supuesto, como todo. Pero aquí, en la superabundancia de información se confunde lo irrelevante y lo banal con lo bueno y digno, los ídolos de pies de barro, el imperio de la estupidez se pasean con mucha más fuerza que en otros medios.
Ahora la tecnología permite lo que sólo con dinero y esfuerzo lograban unos pocos, ya fuese en imágenes, sonido, palabras, pintura..., ahora cualquier móvil graba cualquier cosa y al minuto puede ser, no sólo visto por millones de personas, sino tratado como lo mejor del momento, desbancando a los que de verdad se lo trabajan. Se confunde calidad con cantidad sin más criterio, sin más análisis: lo ven todos, lo veo yo; te gusta, pues a mí también.
No es una crítica, para nada, del medio, creo en la creatividad, en las oportunidades, en la diversión, en compartir lo que se hace.
Mi comentario va dirigido más bien, al temor, de que entre tanta información superficial, terminemos con la capacidad de crítica, con la gente que de verdad hace algo interesante, y quizá, con la calidad; que al final, quede sepultada entre tanta cantidad y bajo esa peligrosa pereza que se da al no ejercer el propio criterio.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Asideros

Vivir no es fácil, es más, a veces es muy difícil. Pero la misma vida te va ayudando a vivirla con pequeños placeres que van y vienen; como ese té que prepara una amiga tan especial, ese café que sirven en un bar amable, el paseo del parque que ahora está hermoso por el otoño, esa serie a la que le esperas cada capítulo con ganas, uno de tus autores preferidos que va a sacar otro libro, una cerveza fría, ese plato de champiñones que hace tu amigo insuperable, la risa de un niño que frecuentas... son tantas cosas, y nos enganchan por épocas, y cuando ya no son esos, y por lo que sea, nos topamos con ellos en la nueva rutina, un velo de recuerdos nos invade, nos retrotrae al tiempo donde nos ayudaron a pasar los días, y los vemos nítidos, ante nosotros. Y si todo va bien, recordaremos los buenos momentos, si va menos bien, también invocarán los malos que hubieron, nos reiremos sintiéndonos casi ingenuos por haberlos necesitado ayer, y sin más, los dejaremos donde los encontramos -o tiraremos- para ir, inmediatamente, a aferrarnos a los de hoy. Sin ser casi conscientes de que serán recuerdos mañana.
La idea es ir viviendo.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

Somos

Más de una vez, y más de dos, nos enfadamos con nosotros mismos, nos sorprendemos haciendo o diciendo justo lo contrario de lo que nos habíamos prometido hacer o decir. Nos pillamos los dedos aceptando algo que no queríamos, o realizando lo que nos dijimos que ni de broma haríamos.
Pero no es porque seamos imprevisibles, es que aunque no queramos, dependemos del contexto en el que nos movemos, no somos solos, somos entre y con gente.
Es como una broma pesada, si te mantienes inflexible llevando a ultranza lo que crees que eres y piensas, tampoco te sientes satisfecho, y si te vas demasiado de los parámetros en los que te crees moverte, menos.
Y es que creo que somos quienes somos a pesar de lo que creemos que somos.

lunes, 1 de noviembre de 2010

Celebraciones

Estamos en días de cementerios, tumbas, flores, suspiros, alguna que otra lágrima, sacar fotos en sepia o ya amarillentas por los años para verlas, paseos melancólicos, recuerdos.
No me acaba de gustar que hayan días señalados para nada, ni para visitar a los muertos, ni para los buenos sentimientos, ni para el padre, la madre, el cáncer, la infancia..., sé que hay trescientos sesenta y cinco días al año, hora más hora menos, y que a algunos les encanta, y más, de una parte hasta ahora, etiquetarlo todo y decidir por los demás, cómo sentir, qué celebrar y cuándo.
No me gusta.
Yo quiero recordar a mis muertos cuando entre ellos y yo nos apetezca, quiero sentir paz y amor al mundo no sólo el veinticinco de diciembre, no deseo celebrar ni un san Valentín ni un día de la madre cuando lo marque un calendario, ni siquiera me gusta que el treinta y uno de diciembre se haya de festejar que se acabó el año; cada día se acaba el año, ya que cada día, hace un año que fue ese día.
Decididamente, no me gusta que me empaqueten de serie cada veinticuatro horas, ya es dura la rutina como para que encima, te la impongan de afuera.

sábado, 30 de octubre de 2010

Almas

Trabajo con almas, ya sea escribiéndolas, ya sea escuchándolas, reflejándolas en espejos para que se vean y sepan encontrar ese camino que perdieron o cosiéndolas a las hojas con palabras para que al leerlas, vivan en quien las lee.
Y es hermoso, creo que es lo más hermoso que hay, ver esa parte, ese fondo que está en nosotros y que pocas veces, como dije, surge.
Ver el fondo de esos pozos, iluminarlos para que solos brillen, es una de las cosas que vale la pena mirar.
No suelo enterarme de si mis almas escritas llegan a buen puerto --y es bueno, ya que hay muchos libros cuyos dueños no conozco y he podido hablarles a través de ellas--y a las que veo, tampoco es fácil. El tiempo es quien suele acercarme sus logros, y siempre que les va bien, me alegra.
Pero hace poco sí pude escuchar un elogio, uno que me gustó mucho: "Ojalá alguien haga por ti lo que tú has hecho por mí." Me pareció precioso y me sentí, no sola, que es como te quedas al lanzar un libro al mercado, un adiós a alguien, sino muy acompañada por todas mis almas.

viernes, 29 de octubre de 2010

Relato para leer en la noche de las ánimas; El libro

Cogió ese libro de la estantería, estaba muy deteriorado, hojearlo, con sus páginas adelgazadas por los siglos, frágiles y rotas por bichos, era un reto, una operación delicada. Fueron sus dedos quienes lo eligieron, los ojos se habían fijado en otro, más luminoso, pero sus manos se adelantaron y las obedeció. Se lo llevó consigo al cuarto de invitados. No era una habitación especialmente acogedora, más bien al contrario. El polvo lo inundaba todo, era un milagro que los muebles se mantuvieran en pie; la carcoma los martirizaba dejando montoncitos de serrín bajo cada agujero; agonizaban con cada viruta derramada. Las cortinas pesadas. La alfombra descolorida.
Se metió en una cama que crujía, cuando quiso leer, la lamparita no se encendió; trató de coger el sueño, sabiendo que le costaría. Al rato, intentó engañarse respirando como si estuviese dormida. La habitación le desagradaba, estaba inquieta sin razón. Notó cómo un sudor frío la iba invadiendo, el corazón latía con demasiada fuerza, no controlaba su mente ni lo que pensaba, pero supo que estaba dentro de un ataúd: el olor a tierra removida, la humedad caliente del encierro, los miembros doloridos por la posición forzada lo confirmaban: la habían enterrado en vida. Quiso gritar. No pudo. Moverse; inútil. Un ruido ensordecedor, rítmico y desagradable la angustiaba todavía más: sus latidos, aunque no los identificó. A lo lejos, sentía maullar gatos vagabundos paseándose por el camposanto, o quizá, no eran gatos ni maullidos, sino almas en pena gimiendo. Puede que ella misma fuese una. El pavor la inundaba, inmovilizándola, pensaba si sería una muerta en vida o una viva aún no muerta: olía, sentía, escuchaba, pero no reaccionaba. Quizá eso era la muerte: ser sin ser. Su corazón golpeaba tan fuerte que le dolía. Era incapaz de cualquier movimiento. Los ojos se posaron en el libro, único testigo de su pesadilla, del Terror. Ahí estaba, sobre la mesilla; vivo, contento, animado.
Era una primera edición del Gato Negro, firmada por su autor.

miércoles, 27 de octubre de 2010

Tiendecitas

Con las prisas se suele comprar en las grandes superficies y creo que de vez en cuando, hay que pasarse por las pequeñas tiendas del barrio, ajeno o propio, no para comprar cosas prácticas sino para sumergirse en ellas, en sus dueños y su clientela, que suele ser mayor, y escuchar las historias que se cuentan, algunas casi folletines, que van evolucionando de día en día, de barra de pan en barra de pan; te enteras de operaciones, enfermedades, esperanzas humildes y alegrías domésticas. La interacción entre el dueño o dueña y sus parroquianos es entrañable.
Hoy en una pequeña panadería he visto que había un perchero de donde colgaban muchos sacos del pan, de esos de tela a cuadritos con el nombre "pan" bordado con mimo o de ganchillo sobrio, y me pregunté para qué estarían ahí, para venderse, quizá, pero no, son los sacos de pan de las clientas que los dejan y así el panadero los llena del pan recién horneado y ellas, a la vuelta de las otras compras, tienen sus barras calentitas y mimadas. No sé por qué me vino a la mente una guardería de panecillos.
Una señora mayor vino a por su saco, y mientras pagaba le contaba su última entrega familiar y el panadero le hablaba sobre Rusia y lo cara que estaba la harina, y los dos, satisfechos de la conversación y la transacción, se despidieron hasta mañana.

martes, 26 de octubre de 2010

Intentos

El intento de todos por realizarnos, sentirnos contentos en nuestra piel, trascendernos, entender... el intento de vivir con sentido nos hermana, aunque nos diferencia, ya que cada uno comprende ese intento a su manera.
Hay factores comunes en esa búsqueda, pero muy superficiales, aunque por fuera parezcan lo mismo al comentarlos, pero no lo son; ya que somos impenetrables, lo que decimos se aleja ya de lo que pensamos, nos comportamos con papeles que vamos aprendiendo a interpretar, los contextos mandan, somos islas entre islas, a veces con más fortuna, a veces con menos. Podemos estar muchas de estas islas juntos, pasar buenos ratos, compartir tramos de vidas, trabajos, ilusiones... pero en el fondo, no acabamos ni de conocernos ni de darnos a conocer. Algo hay en cada uno que no sale a la superficie.
Somos desconocidos aún compartiendo espacio, quizá ese intento de ser, es lo que nunca intentamos ver.

domingo, 24 de octubre de 2010

Las arenas del tiempo

El tiempo pasa volando, es una expresión que a veces se queda corta, sobre todo cuando miras hacia atrás, y ves todo el tiempo transcurrido: marea.
Lo mejor es contabilizarlo por cosas realizadas, logros superados, metas que aún siguen, pero están más avanzadas, ideas que nos acompañan y crecen.
El tiempo sin nada que lo plasme, parece más muerto, más estéril, más tiempo.
Ese día a día que nunca parece terminar, que nos obliga a salir adelante, a conseguir propósitos, es en realidad el Tiempo, el reloj de arena que miras hipnotizado mientras ves caer los granitos minúsculos de una parte a otra, arriba lleno, abajo, llenándose; ahí está ese discurrir continuo y no notas que se va vaciando; tarda tanto... y cuando más absorto se está viendo pasar la arena, se forma ese remolino arriba, indicando el principio del fin; lo que había en abundancia, se va. Y se va, ves ese último granito caer y ya está, se terminó el tiempo.
Menos mal, que en este caso, aún se le puede dar la vuelta para invertirlo..., pero una vez habrá que no.

jueves, 21 de octubre de 2010

Hibernar

Creo que hay épocas vitales en las que si pudiéramos, hibernaríamos, nos quedaríamos en la cama, a falta de cueva, dormitando, dejando el barullo exterior fuera, recuperando energías y labrando sueños para cuando decidiéramos ponernos en la calle de nuevo.
No tiene por qué ser en invierno, esas temporadas, cortas o largas, se dan cuando se dan. Las notas porque despertarse cuesta más, los sueños son más profundos, los vives tan intensamente que una vez de pie, los recuerdas como si lo hubieras vivido en la realidad de la vigilia. "¿Yo no había comprado ese cuadro?" y caes en que la compra la realizaste en ese mundo onírico que a veces es más real, cuando lo experimentas, que la propia vida.
Es extraordinario lo integrados que podemos estar en los sueños, yendo a lugares ya visitados, gentes que conoces sólo ahí, olores, sensaciones, imágenes que la memoria también almacena como lo hace con lo cotidiano, sólo que acceder a ellos es más complicado, tendemos a emborronarlo al perseguirlos. Como la vida misma, que cuando más queremos vivir, parece que menos nos deja.

miércoles, 20 de octubre de 2010

Tiendas

Hay una tienda, por llamarlo de alguna manera, que siempre me ha llamado la atención, es un bajo cerca de la zona del mercado, lugar que me encanta y al que voy en cada ciudad grande que visito; los mercados y los cementerios, dos instituciones que marcan el ritmo de vida de sus gentes. Pero no voy hoy por ahí.
Hoy es ese bajo polvoriento, inalterable, que está exactamente igual que cuando lo descubrí la primera vez, hace años, que se ve a través de unos cristales opacos de lo sucios, y medio logras ver un sofá, posiblemente verde, muchos sacos, una mesa llena de herramientas y un oso pardo, una cabeza de reno, dos pájaros subidos eternamente a unas ramas. Es la tienda de un taxidermista. Un lugar siniestro por lo sucio y oscuro, que huele desde fuera a formol y sustancias fuertes, que constatas en las sucesivas visitas su único cambio; la figura que monta esa temporada sobre esa mesa mostosa, junto con ojos de cristal, pieles, rellenos, clavos, botes.
Toda una vida dedicada a preservar la muerte, a crear apariencia de vida tras la vida, a perpetuar la compañía de animales a los que se han querido o conseguido con esfuerzo, pero a qué precio. Nunca he visto al artesano pero me lo imagino calmo, mayor, sin pelo, de movimientos lentos y precisos, sin prisa por nada, dejado, que irá rellenando los cadáveres asépticos mientras piensa en sus cosas. Un hombre sin recuerdos, un artífice del ahora, que sabe que no vale la pena aferrarse a algo muerto.

martes, 19 de octubre de 2010

Extraños

Ha habido varias inauguraciones seguidas estos meses a las que he asistido; me gusta observarlo todo.
Lo que más me llamó la atención fue ver, en todas, al mismo tipo. Me explico, no es que sea extraño repetir eventos, muchos amigos nos íbamos citando para la próxima, pero ese hombre, alto, de pelo largo y cano, callado y muy delgado, no hablaba con nadie; su actitud en cada una de las exposiciones, era de desconcierto, de no saber muy bien qué hacía allí. Miraba las fotos o los cuadros o escuchaba las conferencias callado, con los ojos mirando sin ver, correcto, apartado, comiendo y bebiendo con pausa -porque si se lanzase a los aperitivos, teníamos el enigma resuelto, hay gente que cena gratis en estos sitios-, pero él no, él comía como se movía, tímidamente.
De allá para cuando, miraba entre la gente, como buscando algo, alguien. Y eso también podría ser una solución; intuir que esa persona, que no acaba de venir, podría hacerlo en un evento así, y él, romántico empedernido, preparaba un encuentro casual. Esa me gustó; asiste a todo aquello que le podría interesar a la/el ausente en un intento de reencuentro sorpresa: "Hola, cómo estás, qué suerte haberte visto, qué casualidades tiene la vida, ¿no?".
Pero si era esa la causa, la última vez que lo vi, seguía mirando sin ver, sin tener al azar de su parte.
Igual es simplemente como yo, le gusta curiosear, y a mí me tiene fichada como a alguien que busca a alguien, ya que debo de dar la misma impresión, buscando su figura larga para ver por qué me lo encuentro siempre solo, siempre esperando algo indefinido.

domingo, 17 de octubre de 2010

Paralelismos

Si de verdad existen mundo paralelos es un desperdicio no poder movernos por ellos, así da igual que sean ciertos o no.
No podemos disfrutar de vernos vivir más vidas, y no como en el eterno retorno, que nos condena a vivir una y otra vez los mismos errores, los mismos aciertos, sino comprobando, en cada paralelismo, los diferentes resultados.
Es como cuando has estado muy unido a alguien y al tiempo, que es quien separa y une, lo vuelves a encontrar: ya da igual, no es él o ella, es un cuerpo que se les parece, y a veces, ni eso. Bueno, sí, los ojos, la mirada suele ser el mundo paralelo confirmado, si miras en ellos aún se puede recuperar la esencia de quién fue, al igual que tú mismo, que ya no eres nada más que un mero encuentro.
Así que si uno no quiere sumergirse en los ojos de nadie, cómo vamos a vernos, aún si pudiéramos, paseando por esos mundos iguales, ligeramente diferentes, que se llaman realidades paralelas, si con ésta ya no sabemos qué hacer, cómo estrujarla al máximo, cómo abarcarla de verdad.
Supongo que la mejor manera de hacerlo es vivir creyendo que se puede conseguir todo, que los límites los marcas tú. Y con la paciencia bien cerca. Eso sí.

viernes, 15 de octubre de 2010

Magos

Estos días he estado sumergida en palabras envolventes y entre magia verdadera.
A quién no le gusta la magia, quién no se ha pasado horas, de niño, practicando juegos de manos ante espejos, primero, familiares pacientes más tarde y amigos, ya para el final. Qué susto que se nos viera el truco, que espectacular cuando no lo veían y nuestras manos eran de verdad mágicas y las bocas abiertas de nuestros espectadores la recompensa. Horas para pulir trucos elementales, persiguiendo a madres pacientes para que se sentaran entre tarea y tarea y nos aplaudieran el nuevo abracadabra. Momentos de triufo cuando no sabían cómo lo hacíamos y pedían más. Que entrañables esa varita mágica, la chistera, las cajitas que hacen desaparecer los objetos que les pones, aros, pañuelos, monedas, cualquier objeto susceptible a ser el protagonista de esa fantasía.
La magia es un reto para quien la realiza y para quien la recibe, y cuando el duelo entre mago y público tiene tensión, el niño que quiso ser mago, sale de la chistera y aplaude a ese conejo blanco que volvió a aparecer.
Magia, qué se haría sin ella.

miércoles, 13 de octubre de 2010

Mezclas

Un olor, un color, una frase al azar, un objeto de cualquier tipo y de repente, todo un fragmento del pasado más lejano se te presenta cercano, vívido, reciente. Días infantiles, momentos olvidados, vivencias que habían permanecido ocultas, entre telarañas, te sorprenden con una claridad que difícilmente tenía hace apenas unos segundos; cómo algo tan real que casi toco, que estoy oliendo, estaba tan profundamente enterrado en mí, tanto que si no llega a ser por ese anzuelo anecdótico que me lo trajo, seguiría ahí abajo, en las profundidades de la memoria.
Y es que es más fácil recuperar algo, que recordarlo. No podríamos haber revivido la escena sin ese enganche que nos lo sacó del abismo.
Somos selectivos, recordamos lo que necesitamos, pero dentro, muy adentro, está todo lo que fuimos, esperando con paciencia las imagenes de lo que ahora somos para ser lo que seremos y aún no recordamos, pero haremos.

lunes, 11 de octubre de 2010

Lo nuevo

Ese sentimiento entre desplazado y tímido que experimentamos cuando estamos inmersos en sucesos no cotidianos, es agridulce; nos ponemos a prueba a nosotros mismos y comprobamos el grado de adaptación que tenemos, integrándonos pasito a pasito entre lo y los desconocidos, nos aventuramos a reconocernos conociéndonos a través de otros, hablando sin firmeza al principio, casi sin voz, fijándonos en todo para no desentonar, asimilando el ambiente, y mimetizándonos en él. Es inquietante, es una desazón no del todo desagradable, que nos mantiene en vilo hasta que cogemos confianza y soltura y esa esquina ya no nos es extraña, ni ese rostro desconocido ni esa voz ajena. Nos integramos, somos ya de ese trocito de mundo y crecemos. Siempre crecemos.

sábado, 9 de octubre de 2010

Depende

Cuántas veces se tiene la sensación de irrealidad, de que ésto de respirar es surrealista, como poco.
Si miras atentamente lo que te rodea, y si te ubicas tú en el centro, pierde el poco sentido que tiene, como cuando gastamos el significado de las palabras a base de repetirlas machaconamente.
Pues con la realidad igual, si nos sentamos en medio de nuestra vida y la miramos con lupa, es de risa. Sucesos concatenados, unidos, simplemente, por nuestra consciencia, que encima los filtra y desajusta, los aleja de una supuesta realidad objetiva, devolviéndonoslos como queremos verlos.
Hay épocas donde los sueños se confunden con la vigilia, se entremezclan en los recuerdos y soñar y estar despierto, es la misma cosa. A todos nos ocurre esto cada día, unas décimas de segundo, cierto, pero en ese espacio lo real y lo onírico se yuxtaponen.
La realidad es susceptible al cambio. Se puede recorren una calle habitual sorprendiéndonos de cada esquina y pasear por una desconocida sin fijarnos en ella para nada.
La realidad la ponemos nosotros. Lo que nos sucede no es lo que somos, somos el modo de entenderlo.

jueves, 7 de octubre de 2010

Dudas y certezas

Mirando la historia, uno ve que se ha ido tejiendo con las acciones, por lo tanto, decisiones de cada uno. A mayor responsabilidad, mayor peso, pero todos, sin excepción, somos quienes hacemos la Historia con nuestras resoluciones.
Y ahí voy. Qué difícil es saber lo que hay que hacer a cada paso.
Cuando miras atrás es diáfano, es transparente ver que se tuvo o no que hacer, a posteriori es de risa no ver qué partido tomar, qué batalla ganar y dónde, con quién ser aliado y con quién no, dónde ir, dónde no ir..., tan obvio, que constatar que se equivocaron da hasta rabia; cómo no vieron que eso estaba siendo así o asá, cómo es posible dejar de hacer eso o esto. Qué fácil se ven las cosas desde arriba.
Pero ahora, sin tener datos, sin saber el final, quién es capaz de decidir sobre nada, con la total garantía de que esa opción y no otra, es la correcta, la que nos dará lo que queremos, la que se debe dar.
No es un camino cómodo ésto de elegir, no lo es, ya que sólo tenemos una opción y no sabemos a dónde nos va a conducir.
Lo difícil no es hacer, sino saber qué se ha de hacer.

martes, 5 de octubre de 2010

Ciego o sordo

Y tú qué prefieres, quedarte ciego o sordo. Esa pregunta tan extraña y siniestra se la iba preguntando a todo aquél que se le acercaba: amigos, familiares, vecinos. Tardaba un ratito y tras las observaciones de rigor y frases típicas de las conversaciones de ir por casa, soltaba a bocajarro, esa pregunta. La gente, tras el primer impacto, contestaba cuál de los dos sentidos preferiría perder y si respondían que les importaría menos no oír, el anciano se revolvía y les intentaba convencer de lo contrario, argumentaba a favor de la ceguera hasta la pasión. Los sordos potenciales, que realmente les daba igual no escuchar que no ver, se dejaban convencer y así, de paso, escapar de esa conversación incómoda y surrealista.
Los que a la primera se decantaban por la ceguera, eran halagados por su buen gusto y discernimiento.
Me intrigaba el abuelete, y le seguí la pista todo lo que puede seguirse a un desconocido.
Hasta que un día, supe la razón de querer que el mundo entero se conformara con no ver: iba con bastón blanco, inseguro pero sonriente. Había perdido la vista. Sólo quería asimilarlo. Sabía que se estaba quedando ciego y el consuelo de sentir que no era tan malo, que la gente lo prefería a otras desgracias, quizá le ayudó con su última imagen.

lunes, 4 de octubre de 2010

Relato: identificación

-Pase. Es por aquí. Espere un momento.
El policía que la había llamado haciendo añicos, no sólo la tarde tranquila del domingo, sino quizá, la vida, le pidió que aguardase. Asintió con un gesto y esperó; si tuviese razón…, pero, no, no podía ser de ninguna manera, la gente se equivoca, es más, por eso la necesitaban, para que confirmara lo impensable.
-Entre.
Fueron a buscarla a casa dos hombres, además del policía, uno muy bien trajeado, que no paraba de hablarla, de darle indicaciones, de añadir confusión al caos en el que la llamada la había sumido. “Todo irá bien. Es cuestión de unos momentos. No hay nada seguro”. Y a esa frase se agarraba, desesperada, pensando sin saber que pensaba, que recordaba, que intentaba reorganizar una vida que aún no se había confirmada rota, pero que amenazaba derrumbarse si las sospechas de ambos hombres fueran verdad. Y era ella, nadie más, quien tenía que dar el paso; ese antes y después. Ella solamente en contra de sí misma, era la única que cambiaría su vida con un “sí” o un “no”. Una mirada breve, un instante angustioso y todo podría abrirse bajo sus pies o bien nada, quedarse igual, con una anécdota macabra para contar, que se iría diluyendo, desmenuzando, olvidando. Pero ahora, es imposible recordar cómo se vive sin esta angustia, sin este miedo que paraliza, que aleja hasta lo inverosímil lo que hasta hace nada era real: ahora sus pensamientos están atrapados entre un humo denso, tupido, son lentos, ajenos, no aciertan a ser coherentes, firmes: no quieren pensar en qué pasaría si, efectivamente, fuese él.
-Pase, señora.
El cuerpo obedeció la orden. Apretó los puños, se encogió por dentro y entró en esa sala que la esperaba desde la llamada. Qué extraño lugar, de un frío metálico, de un blanco sucio a pesar de lo inmaculado. Unas manos la sujetaron con firmeza y la condujeron a una mesa. Un bulto tapado por una sábana era lo que había venido a ver. Ahora le descubrirían el rostro, y si era él, el vértigo de lo imposible se la tragaría, se abriría la vida bajo sus pies. Y era ella la única que podía evitarlo: si no le reconocía, si bajo esa tela blanca no estaban sus ojos verdes, su pelo castaño, su nariz recta. Si no lo identificaba, no sería él. Podría irse a casa, a esperarlo, a preparar juntos la cena, a dar marcha atrás al reloj, y deshacer lo hecho, a borrar ese instante en el que todo se vino abajo, a enmendar lo imposible. Sólo tenía que no ser él, no reconociéndolo. Todo volvería a ser como antes de la llamada, como antes incluso, de la pesadilla de ayer. Si olvidase lo que sucedió, si no fuese él, si no hubiese ella…
-¿Es su marido, señora?
Las manos la sujetaron con más fuerza, la sábana a punto de deslizarse, su corazón al límite, su mente paralizada, su vida en suspenso.
-¿Es él, señora?
El rostro que vio no era el de él: no podía serlo y no lo fue. Ahora sólo quería ir a casa para esperarle a preparar la cena juntos, a olvidarlo todo, a reírse de lo sucedido. A intentar vivir como si nunca hubiese habido una llamada, como si no fuera él a quien había ido a ver.

sábado, 2 de octubre de 2010

Talento

El talento es algo que más bien duele que ayuda. Suele no verse, o si se ve entre los que no lo tienen, lo esconden para que no les haga sombra.
Habría que definir talento, pero yo lo veo como la capacidad de hacer lo que los demás no logran, de ver lo que nadie ve, de llegar a donde pocos llegan y cambiar, con su punto de vista, el tapiz habitual.
Músicos, físicos, poetas, narradores, visionarios que etiquetan y encierran con sus talentos, perdiéndolos junto con sus disciplinas al no permitirles ser libres de transmitir lo que pueden dar.
Muchos se malograron, otros no fue hasta su muerte, que ya, indefensos y mansos, se les pudiera aclamar. Pero los que intentan luchar desde su talento contra la infraestructura existente, siempre, pierden energías en esa guerra, quizá necesaria, puede que absurda. Pero nunca productiva. Lo que pudo hacer Galileo sin la Inquisición, Mozart sin los celos, Sócrates sin la envidia..., parece como si los genios, tuvieran que tener freno para no acelerar demasiado las cosas.
Cuánto talento estamos parando ahora. Es la pregunta.

viernes, 1 de octubre de 2010

Renovarse

A veces se ven restos de naufragios por la calle; muebles tirados sin miramientos, enseres, objetos imposibles, juguetes, ropas.
Las aceras son como la orilla que recoge lo que ya no se quiere, la resaca lo deja desparramado cerca de contenedores y bordillos.
Observándolo se deduce su entorno, sus dueños y hasta por qué ya no lo quieren: sillas antiguas tapizadas sugieren modernidad, cambio de inquilinos, esa mesita que tanto adoró la abuela, ahora ella muerta, el mobiliario estorba; no se puede acumular historia en espacios tan pequeños. La ropa ha quedado pequeña, los niños crecen y al no haber hermanos detrás, qué hacer con ella, o se ha pasado de moda y el capricho manda.
También hay electrodomésticos, aparatos tecnológicos, ordenadores, móviles; cacharros ahora que ya no funcionan.
La gente se deshace de casi todo: cuadros, espejos, lámparas, jaulas, biombos. No hay nada con lo que no puedas toparte caminado por la ciudad.
Son lo que queda de la ilusión con la que se compraron, ahora sustituidos por sus derrocadores, los que más tarde o más temprano, correrán la misma suerte.
Renovarse o morir.
Pero a veces, pienso que se comprende mal esa frase.

miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ideas

Al día nos vienen a la mente miles de ideas, realizamos cientos de proyectos, vivimos docenas de vidas, pero no nos paramos en ninguna idea en concreto, ni continuamos con alguno de esos proyectos ni, por supuesto, cambiamos de vida.
Eso sólo lo logra la imaginación.
La vida real, con sus imposiciones, nos acota y ata corto; nos concede, únicamente, una vida, unos cuantos proyectos y una docena de ideas. Quién no ha sido actor, escritor, virtuoso instrumentista, conferenciante, deportista de élite en segundos, pero para serlo de verdad, se necesita paciencia, tiempo, dedicación, suerte, esperanza..., se necesita toda la vida.
Y qué rabia da tener sólo una. No cabe todo. Porque lo peor de las ideas es que hay que elegirlas, seleccionarlas y reconducirlas. Son el inicio. Y si no las mimas, se van; desaparecen.
A lo largo del día, intento retenerlas, las anoto o memorizo, pero al igual que se hace con las mariposas cuando las prendemos con un alfiler; mueren, dejan de volar, de ser bellas y tan sólo queda el rumor de lo que fueron.
Si las ideas pudieran solidificarse en proyectos y éstos en vidas, cuántas cosas haríamos.


lunes, 27 de septiembre de 2010

Ahí estamos

Cuántas veces uno está tranquilamente respirando y de repente, sin más, se encuentra en el medio del ojo del huracán, uno que encima no has creado tú, uno que te arrolla sin venir a cuento.
Y ahí estás, viendo cómo todo lo que te rodea sale volando, despedido por una fuerza ajena y feroz.
Kafka sabía lo que se decía en el Proceso; somos condenados una y otra vez por delitos que nadie nos explica pero que sí nos aplican, caminamos a ciegas por lugares señalizados en idiomas que no comprendemos, somos parte de un gran plan del que nos sabemos excluidos, pero de donde nos obligan a participar.
Y ahí estamos, intentando comprender lo incomprensible, aceptar lo inaceptable y vivir lo imposible.
Pero ahí estamos.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Traidores

Ahora, casi instalados de nuevo en la rutina, sin alejarnos de ella, es cuando vivimos más el tiempo discontinuo del verano; los viajes, los días distintos, ya no están atados a horarios, cansancio, calor, contratiempos. Ahora se les puede mirar con romanticismo, recordar lo hermoso, las novedades, los encuentros; lo limpiamos de realidad y nos quedamos con la esencia.
Eso está bien, mientras sepamos ver que tenderemos a manipular, maquillar y pulir los recuerdos eliminando las incomodidades vividas, porque si no somos conscientes, nos agobiará el regreso a la cotidianeidad, una que desde lejos, también podríamos lavarle la cara y recordarla con nostalgia.
Los recuerdos son engañosos, bonitos, pero traidores si les dejamos.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Relato: Sola


No podía dejar de llorar, qué absurdo todo de nuevo. Miró a su alrededor y no encontró nada que la calmara. Los ojos enrojecidos, la boca seca, el futuro muerto. Ahí estaba, sola otra vez. Los rostros de cada una de las personas que conoció y la abandonaron, se agolpaban susurrándole cómo fue lo que compartieron. Una soledad absoluta la invadió, un escalofrío le recorrió desde la infancia hasta ahora. Nadie. Sola.
Con la mirada borrosa, y a la vez nítida por las lágrimas, se enfrentó al entorno: una hostilidad real era lo único que se la devolvía. No había nadie ahí. La oscuridad de los últimos años se había materializado en una negrura espesa la rodeaba. Sus ojos ya se habían acostumbrado a esa densidad de tinta, pero no su ánimo. La esperanza todavía se resistía a mezclarse con esa sombra. A pesar de este último fracaso, se atrincheraba, se agarraba con fuerza, se resistía a que la absorbiera.
Seguía llorando, rodeada de muertos, no se sentía capaz de hacer otra cosa. No quedaba nadie más. Estaba sola, la epidemia no la afectó. Pasó por su lado llevándose al poblado entero, pero a ella la respetó, ni la rozó. Fue testigo de cómo contagió a su familia, amigos, vecinos, desconocidos. Cuando quedó huérfana, se fue trasladando a las demás casas, hasta que la enfermedad entraba tras ella y preparaba el camino a la muerte.
Había estado ayudando a todos, buscando cómo curarles o cómo contagiarse: cualquier opción le habría valido. Pero no se contagió y no los curó.
Y ahora el último de ellos la había dejado. No sabía qué hacer. El absurdo de seguir ahí sola, o de acercarse a otro lugar, quizá ya asolado, le parecía lo mismo. Aún así, decidió partir, y con ella, la enfermedad, trasmitiéndose por todo el país tras sus pasos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Es así

Todo cambia, y suele hacerlo bruscamente, de repente, aunque siempre nos avise antes: ligeras premoniciones, nubes grises sobrevolando cielos despejados, algún que otro escalofrío, pero no hacemos caso; todo va bien, hasta que ya no.
El cambio es radical, viene después de brillar desde la cima del otro mundo; el que ahora deja de ser.
Se dice que el último canto del cisne, antes de morir, es el más hermoso, la luz de una simple bombilla alumbra hasta el doble de su capacidad antes de fundirse. Pues con la vida, igual.
Y aún se continúa un tiempo creyendo que no ha sucedido, que el cambio no se ha dado, que en nada, todo volverá a ser como antes. Es normal, nuestro cerebro es más lento que la vida. Asimilar le lleva su tiempo.
Nos aferramos a lo que era para entrar bien en lo que es, pero hemos de saber soltarlo a tiempo, porque si no, no le dejaremos ni ser.
Y a empezar de nuevo; es así. Así es.

martes, 21 de septiembre de 2010

Novedad

Cuando no tenemos lo que solemos poseer, es cuando lo echamos de menos, si no, hasta lo despreciamos: eso pasa con los días, nos instauramos en su rutina, sin ver nada más, sólo cuando algo viene a romperlo -choques a lo de siempre-, es cuando abrimos los ojos; vemos ese árbol, nos gusta el entorno, saltamos de la cama, no nos levantamos, y respiramos con ilusión... hasta que lo cotidiano de la novedad lo vuelve a sepultar todo.
Cada día se ha de vivir como si no fuera nuestro cada día diario, que no siempre tenemos a mano novedades que nos alumbren las horas.
Y si las tenemos, mejor que mejor.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Imaginemos

Imaginemos que sólo disponemos de veinticuatro horas, que cuando terminen, no habrá más.
Cómo apreciaremos cada segundo, no existirá la monotonía, lo cotidiano brillará, cada pensamiento será suficiente, no necesitará de planes, respiraremos comprendiendo que lo hacemos.
Imaginemos que sólo nos queda un día.
Mañana, antes de que acabe el plazo, contaré cómo fue, cómo será, ese último día.