viernes, 1 de octubre de 2010

Renovarse

A veces se ven restos de naufragios por la calle; muebles tirados sin miramientos, enseres, objetos imposibles, juguetes, ropas.
Las aceras son como la orilla que recoge lo que ya no se quiere, la resaca lo deja desparramado cerca de contenedores y bordillos.
Observándolo se deduce su entorno, sus dueños y hasta por qué ya no lo quieren: sillas antiguas tapizadas sugieren modernidad, cambio de inquilinos, esa mesita que tanto adoró la abuela, ahora ella muerta, el mobiliario estorba; no se puede acumular historia en espacios tan pequeños. La ropa ha quedado pequeña, los niños crecen y al no haber hermanos detrás, qué hacer con ella, o se ha pasado de moda y el capricho manda.
También hay electrodomésticos, aparatos tecnológicos, ordenadores, móviles; cacharros ahora que ya no funcionan.
La gente se deshace de casi todo: cuadros, espejos, lámparas, jaulas, biombos. No hay nada con lo que no puedas toparte caminado por la ciudad.
Son lo que queda de la ilusión con la que se compraron, ahora sustituidos por sus derrocadores, los que más tarde o más temprano, correrán la misma suerte.
Renovarse o morir.
Pero a veces, pienso que se comprende mal esa frase.

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