viernes, 27 de febrero de 2015

Relativo

De que poco tiempo se dispone, y a la vez, qué largo parecen ciertos días. 
Si miramos atrás, comprobamos que no hace nada, éramos otros; nos sorprende constatar lo rápidamente que han pasado los años, pero eso no quita que nos impacientemos por lo que tarda en llegar lo que esperamos.
Ese pasado, por supuesto, estuvo lleno de momentos lentos, tediosos, malos, de incertidumbre o simplemente, que ni sentimos pasar, pero no los recordamos, vemos lo que fue, comprimido, sentimos que fueron días intensos, plenos, donde éramos conscientes de todo. Falso. Pero de ahí viene la sensación de que antes todo iba mejor. 
Cómo nos dejamos engañar por el tiempo, nos tiene cautivos, y lo único que nos libera es nuestra imaginación, desde donde surgen proyectos, hechos con los que aprehendemos el tiempo y logramos atraparlo a nuestra vez.

miércoles, 25 de febrero de 2015

Generosidad

Las reacciones del ser humano son de lo más curiosas, para bien y para mal.
En cuestión de agradecimientos, suelen ser más bien parcas, ya que si uno hace cien favores, pero el ciento uno lo deniega, las gracias se tornan malas miradas, evitaciones, injurias veladas, o abiertas si hace falta, y culminan con el inmediato olvido de ese centenar anterior al denegado.
Y así es.
Ya se puede uno dejar la piel en los demás, que los demás te la quitarán a tiras -- la que queda--, cuando no cumplas las expectativas, es decir, al darse ese uno que anule los cien.
El egoísmo connatural humano es ilimitádisimo, habiendo grupos, normalmente religiosos, que encima no dan ni las gracias cuando se les da algo; a qué santo están los otros, si no es para ayudarnos, por algo somos los elegidos de dios.
Es así.
Ser agradecido es muchísmo más complicado, por lo que se ve, que ser generoso.

lunes, 23 de febrero de 2015

Saltos

Solemos sorprendernos gratamente cuando algún conocido da un salto y se pone, durante un tiempo, por delante de lo cotidiano; un premio, un acontecimiento que rompe la rutina, lo que sea..., y si es muy sobresaliente nos gusta decir que lo conocemos, y nos sentimos orgullosos.
Pero a veces, aquellos a los que conocemos y destacan, lo hacen para mal; salen en los medios de comunicación, no por haber descubierto, realizado, ganado algo sino por todo lo contrario, por haber destruido, roto y arrinconado algo. Los ladrones, los asesinos, los desalmandos también tienen conocidos y a veces, la persona que ves en la pantalla, esa que ha cometido una atrocidad, es un rostro que ves a menudo, con quien has compartido tiempo o infancia.
Cierto que también decimos que lo conocimos, pero ya no con orgullo, sino con un velo turbio, oscuro, algunos morboso, otros incrédulos, de que se haya hablado con el protagonista del horror.
Es así, a veces, la gente que conocemos no sólo destaca para bien sino para mal. Y si los primeros pueden llegar a darnos envidia, sana, los últimos, nos dan escalofríos y nos muestran el abismo negro que todos bordeamos.

viernes, 20 de febrero de 2015

Oscuro

Es una época oscura, más de lo que queremos pensar. 
El ambiente, la gente, los enfoques empiezan a cerrar filas en torno a una individualidad negra; un sálvese quien pueda, un mirar por uno mismo, un embrión que va creciendo con el malestar.
Cierto que también, y sin ser una contradicción sino un refuerzo de la crisis personal, se crean colectivos que arropan y se arropan ante un malestar común, se van haciendo grupos donde el problema de uno se hace de todos, porque a todos les atañe. Y surgen como setas.
No podemos negar que estamos inmersos en un caos del que no se sabe muy bien cómo se va a salir, eso lo sabrán quienes estudien este trozo de Historia, conocerán al empezar el tema el porqué y cómo se solucionó. Porque bien o mal, esta época desestabilizadora se asentará. Lo que no sabemos, quienes la vivimos, es qué hacer, dónde ir, cómo movernos. Estamos presos en y de los sucesos porque son los nuestros; la solución la tenemos nosotros; así que no la vemos.
Mientras tanto los individuos nos alejamos unos de otros, intentando encontrarnos. 
Y no, ahí no estamos.

miércoles, 18 de febrero de 2015

El tiempo y su espacio

Dominar el tiempo, moverte por él hacia atrás, hacia delante, pasear por los siglos como quien anda por las avenidas de una ciudad desconocida, parándose en los escaparates a contemplar sin prisa, por ejemplo, la evolución de los mamíferos, el alzamiento de un pueblo, el nacimiento de la escritura o lo que fuese que se nos antojara. Tendríamos el tiempo a nuestros pies, no habría secreto inexpugnable ni teorías falsas: podríamos constatarlas todas, porque al dominar el tiempo, dispondríamos del que necesitásemos para asistir a cualquier acontecimiento.
Podríamos leer todos los libros escritos, recuperar los ejemplares destruidos por el fuego en Alejandría, conversar con los Griegos, desayunar con los reyes…, da vértigo. Es abrumador: todo aquí y ahora.
Otra ventaja sería que podríamos, a nuestra conveniencia, acelerarlo o frenarlo, según nos apeteciese. Ese aspecto es más prosaico, casero e intrascendente pero para nada menos útil y práctico, es más, yo diría que es el que se usaría con mayor frecuencia, al fin y al cabo, por mucho dominio sobre el tiempo que tuviéramos, no dejaríamos de ser humanos, es decir, seres especializados en nosotros mismos, no muy inteligentes y poco globales, salvando honrosas excepciones.
Así que ya veo al que domine el tiempo, después de haberse paseado por sus épocas predilectas y visitado a sus personajes históricos más admirados, usando su poder para adivinar resultados de quinielas, loterías, averiguar qué pondrán en un examen, acelerar momentos aburridos y detener los ideales, hasta que por duración ilimitada, dejen de serlo tanto y pasen al primer grupo; el de los aburridos.
Creo que es mejor dejar el tiempo como está, supongo que la imaginación es la mejor ayuda para dominar, no solo el tiempo, sino su ausencia.

lunes, 16 de febrero de 2015

Ruinas

Hay veces que un edificio en ruinas, o en esa fase de demolición en la que todavía no es puro escombro, queda como partido, mostrando impúdicamente lo que las paredes ahora inexistentes guardaban; las distintas habitaciones con sus papeles pintados, algún cuadro, muebles que no se quisieron llevar o no pudieron, porque les pilló desprevenidos su hundimiento, sanitarios, objetos que de lejos nos recuerdan a los que tenemos en casa: lámparas, muñecos, alfombras. Sobrecoge.
Es el cuerpo agonizante de lo que todavía no está muerto, del que estuvo vivo. Es desolador, incluso inquietante, ver abiertamente aquello que la gente que habitaba en ese espacio, ahora roto, utilizaba y quería. Intimida un poco, como si estuviéramos espiando algo indebido, mirar esos espacios descarnados que los acogía. Era el hogar, el refugio del mundo de unos propietarios que forzosamente han tenido que abandonarlo. Habitaciones que nunca habríamos visto y ahora se muestran desnudas, impúdicas pero a la vez, turbadas, incompletas, asustadas, abandonadas a su suerte sin acaban de entender qué ha sucedido.
Una de las imágenes más impactantes tras una catástrofe, un bombardeo, es la de esos edificios abiertos, destrozados, imposibles de habitar pero todavía llenos de lo cotidiano, igual que una casa de muñecas a la que se puede ver con un simple movimiento de sus paredes, pero siniestra.
Contemplar las ruinas de algo que en su día nos acogió, siempre duele.

viernes, 13 de febrero de 2015

Izzy

https://www.kickstarter.com/projects/447385915/izzys-revenge

Visitar los sueños de otros, nos despierta los nuestros.

jueves, 12 de febrero de 2015

Relato, 4 y última Parte; El Museo

 Sus palabras las veía en imágenes descomponibles. El árbol en ramas, hojas, sabia... la tierra, sus distintas capas, con sus distintos elementos, y en sus diferentes edades... el agua microscópica... el principio del entrecruzamiento de genes...
--¡Pero esto es una enormidad! --exclamé abrumado.
--Esto es sólo la puerta, amigo mío. Sólo la puerta me costó diez años paró unos segundos y luego me formuló otra pregunta--. ¿Para qué sirven las puertas?
--Para entrar.
--¡Eso es! Aún queda pasar adentro, imaginar lo que hay, las gentes que ahí viven, lo que piensan, lo que están haciendo... y nunca repites, porque aunque hayan otros árboles, sus semillas serán siempre diferentes, sus crecimientos distintos, sus climas irrepetibles... y con los hombres, mucho más evidente.
--¿Y ya lo has visto todo?
--No. Pero ya he logrado llegar a otro plano.
--¿Otro plano?
--Sí. ¿Qué ves?
--Una casa con una puerta...
--No --dijo con suavidad--. ¿Qué ves?
--Un cuadro.
--¡Exacto! Después de todo, sólo es un cuadro que alguien pintó y que alguien mira. Está colgado en una pared de un museo que lo contiene y que para acceder al mismo se tiene que traspasar una puerta --ese es el otro plano, el plano que se acerca a lo real.
Las infinitas posibilidades de cada ejemplo sugerido por mi amigo eran impensables... el autor tuvo que tener sus circunstancias que le llevaran a pintar ese --y no otro-- cuadro... los que lo mirábamos, pensarnos, conocernos... --lo más difícil que hay--. Luego el museo, su sitio en el pueblo, las gentes que en él viven...
--¿Sólo se acerca a lo real? --Aún me atreví a preguntar.
--Sí, los planos se van cerrando, acercándose en sus límites finitos a lo infinito. Pero no hay un plano real. Hay un punto, sólo un punto en el centro del infinito que genera todos los planos... y aún así, algo más habrá.
--¿Y en qué plano estás?
--¿Lo quieres saber, de verdad?
--Sí, claro.
--Con lo que te revele no podrás volver a ser el que ahora eres.
--No me importa. Mi ser ahora, es querer saber.
Me miró y lentamente empezó el final.
--Esto no es un cuadro, no estamos en un museo.
Esto es un relato, tan sólo somos la mezcla arbitraria de letras unidas por una idea que alguien materializa.
No estamos hablando. Nos están leyendo.
--¿Son esos ojos que nos leen, el centro del punto? ¿Son ellos el infinito?
Mi amigo se echó a reír.




miércoles, 11 de febrero de 2015

Relato, 3 Parte; El Museo

 Me pasé toda la noche --que no se acababa nunca--, intentando descifrar su contestación. Finalmente llegó la hora de abrir el museo.
Cuando le saludé, no sé qué ansía me notó en mi voz, que mirándome desde sus profundos ojos oscuros me invitó a sentarme con él en el banco. Me quería aclarar la pregunta que no llegué a formularle.
--Lo que te voy a contar no es nuevo, en absoluto. Todos los grandes pensadores, Aristóteles, Copérnico, Nietzsche, Einstein..., nos lo han indicado una y otra vez a lo largo del tiempo. Otros nos lo han hecho llegar por medio de las palabras: Shakespeare, Calderón, Unamuno, Borges... --me nombró muchos más pero yo sólo retuve unos pocos de los que ya había oído antes--.
--¿Qué ves en ese cuadro? --me preguntó. Y yo se lo describí.
--¿Sólo ves eso? --estuve intentando ver algo más. Intenté describirlo más por lo menudo, pero me interrumpió suavemente.
--Después del cuadro. ¿Qué ves después del cuadro?
Le miré desvalido.
--No te preocupes. A mí me costó media vida.
Mirándome con una intensidad casi hiriente, me empezó a explicar cómo ver el cuadro.
--En ese cuadro se puede ver lo infinito, ya que en él se repite lo finito una y otra vez.
Ante mi estupor le oí preguntarme qué veía primero.
--Una puerta cerrada.
--Esa puerta está hecha de madera. ¿No?
--Sí, de madera, parece.
--Pues piensa que para hacerla se necesitarían árboles. Piensa en un árbol. La semilla, la tierra, el agua, el tiempo que necesitó para crecer y ser cortado y dar otras semillas... piensa en los animales que vivieron en él y gracias a él..., en el hombre que lo taló, con su nacer, sus circunstancias, que a su vez te llevarán a otro comienzo. Todo siempre encadenado, y a su vez, ramificado.

martes, 10 de febrero de 2015

Relato, 2 Parte; El Museo

 Fue un jueves cuando intenté una conversación casual, a modo de acercamiento.
--Bonito cuadro.
El cuadro, impresionista, representaba una casa de campo situada en lo que parecía ser una arboleda. Estaba todo cerrado excepto una ventana entre abierta, del piso superior. Parecía ser la hora de la siesta por la quietud y el juego de sombras que hacía el sol con los diferentes objetos.
--Sí que lo es --tardó mucho en contestar y lo hizo con la entonación lejana del que acaba de situarse en donde realmente está.
--Disculpe si le he molestado.
Me sonrió abiertamente y girándose para verme mejor me aseguró, tanto con sus serenos ojos como con sus palabras, que no lo había hecho en absoluto.
Había logrado romper el hielo, iba a preguntarle cualquier otra cosa, cuando uno de los tres visitantes que había reclamó mi atención. Quería que le indicase dónde estaban los servicios.
Cuando regresé, el hombre de la mirada serena estaba tan ensimismado que no me atreví a volverlo a la realidad otra vez.
A la hora de cerrar, sin embargo, mi amigo se me acercó y me deseó buena tarde. A partir de ese día nos empezamos a hablar compartiendo así algo más que el espacio.
Llegó un día en el que al salir, --ya que sólo nos hablábamos cuando él no miraba al cuadro--, le pregunté por qué sólo estaba interesado en ese precisamente.
--Porque sólo tengo una vida, y no me da para más.

lunes, 9 de febrero de 2015

Relato, 1 Parte; El Museo

 Mi amigo estaba allí, sentado como siempre, enfrente de ese cuadro.
Bueno, el término amigo no es el exacto. Con un amigo se comparte un tiempo que se va llenando de experiencias comunes. Yo lo único que compartía con él era el espacio. Mi trabajo es el de guardia de seguridad.
La empresa para la que trabajo nos va dando y quitando destinos ya que, en esta ocupación mía de vigilar, es muy peligroso acostumbrarse demasiado a lo que se vigila.
Se puede llegar a bajar la guardia con mucha facilidad cuando te acostumbras a ver una y otra vez durante horas y horas lo mismo..., claro que sin ese tedio profesional no me habría acercado nunca a..., pero eso viene más tarde.
Al principio no hay peligro de descuidarse. Todo es estimulante. Los recorridos aún no son rutinarios. Cualquier cambio es fácil de detectar, cualquier ruido te pone alerta. El peligro viene con la costumbre y el aburrimiento considerable que trae consigo.
Mi trabajo esa temporada estaba en un museo. No era uno demasiado importante. La gente que venía a visitarlo era mas bien poca, así que no me fue difícil fijarme en uno de ellos que repetía día tras día la visita. Mi amigo.
Podría no ser rara su frecuencia de ser, digamos, un estudiante de arte, un pintor, un profesor, incluso. Pero nunca salía de la única sala en la que entraba, y ya en esa sala no se levantaba del único asiento que había, y desde ese asiento no dejaba de mirar siempre al mismo cuadro. Eso sí era raro.

Sus visitas diarias empezaron a ser un peligro para mí. Lo notaba, notaba que estaba más pendiente de él que del museo. Se me iba el santo al cielo intentando adivinar qué haría para estar tanto tiempo ahí quieto, mirando siempre lo mismo, sin desear estar en otro lado, como me pasaba a mí.

viernes, 6 de febrero de 2015

Un día

Un día se acabará todo.
No lo pensamos, lo sabemos.
Mientras vivimos, nos encontramos con pequeños ensayos de la muerte; gente que se nos va, amigos que perdemos, relaciones que se extinguen, trabajos que terminan, libros que se cierran, ideas que no logran materializarse, sueños que al despertar se rompen. Cientos de ejemplos que nos presentan, cada uno a su modo, lo que será aquello que no sabemos cómo será.
Desde el principio se ve el final, y ese final, nos pone en perspectiva, nos ayuda a querer empezar.
Lo más difícil es que tendemos a querer repetir las situaciones en las que hemos sido felices, y cuando acaban, echamos de menos revivirlas y a veces, no buscamos lo nuevo sino lo que se parezca a lo perdido.
Puede que la muerte sea eso, una búsqueda de la vida. O puede que sea la clave para entender el porqué de haber respirado. O simplemente sea la nada.

miércoles, 4 de febrero de 2015

Izzy´s revenge


Un proyecto hecho desde un salón por cuatro jóvenes, donde las horas, la ilusión, el esfuerzo y la magia existen... ahora que se haga realidad... 

Os gustará.




https://www.kickstarter.com/projects/447385915/izzys-revenge


Nada

El otro día subí en un ascensor con una señora toda indignada, se le notaba en la cara, en los gestos, en la manera de moverse. Me miraba como queriendo transmitirme su disgusto, luego se giraba y murmuraba para sí. Yo esperaba. A la altura del tercer piso, no pudo más y explotó. Se dirigió a mí como si me conociera de toda la vida y expuso con enfado lo que le había sucedido: "Y mira como es la gente, sólo que preguntan "¿Y a dónde vais este año de vacaciones?" Y yo les digo que no nos vamos, que no solemos irnos, y ellos me miran con compasión y dicen "ya, la crisis, ¿no?". ¡Pues no, ni crisis ni nada! -su irritación ya había sobrepasado el quinto piso-, a mí nunca me ha gustado irme de vacaciones en época de vacaciones, yo me voy cuando me da la gana y sí me da la gana". Respiró agitada, cogió la bolsa que había dejado en el suelo y quedó callada hasta su destino. El ascensor paró, se despidió de mí y ya más relajada antes de cerrar la puerta me dijo, "Gracias, es que la gente no sabe, no sabe nada" y ahí se quedó, más tranquila que como empezó el viaje, eso sí.

Y es verdad, la gente no sabemos nada.

lunes, 2 de febrero de 2015

Siempre

Detrás siempre hay alguien; nos sigue la estela de quienes fuimos.
Delante siempre hay alguien; es la sombra de lo que seremos si sabemos ser.
Alguien siempre va detrás y delante de nosotros, nuestro pasado que será futuro y que no existe.
Somos ahora, que pronto será hace un instante y jamás llegará a pisar el momento que está a punto de ser. Nos pisamos la sombra dejando una estela.
Pues que sean unos buenos pasos porque una vez hechos, serán nuestros. Seremos lo que hagamos.