miércoles, 11 de febrero de 2015

Relato, 3 Parte; El Museo

 Me pasé toda la noche --que no se acababa nunca--, intentando descifrar su contestación. Finalmente llegó la hora de abrir el museo.
Cuando le saludé, no sé qué ansía me notó en mi voz, que mirándome desde sus profundos ojos oscuros me invitó a sentarme con él en el banco. Me quería aclarar la pregunta que no llegué a formularle.
--Lo que te voy a contar no es nuevo, en absoluto. Todos los grandes pensadores, Aristóteles, Copérnico, Nietzsche, Einstein..., nos lo han indicado una y otra vez a lo largo del tiempo. Otros nos lo han hecho llegar por medio de las palabras: Shakespeare, Calderón, Unamuno, Borges... --me nombró muchos más pero yo sólo retuve unos pocos de los que ya había oído antes--.
--¿Qué ves en ese cuadro? --me preguntó. Y yo se lo describí.
--¿Sólo ves eso? --estuve intentando ver algo más. Intenté describirlo más por lo menudo, pero me interrumpió suavemente.
--Después del cuadro. ¿Qué ves después del cuadro?
Le miré desvalido.
--No te preocupes. A mí me costó media vida.
Mirándome con una intensidad casi hiriente, me empezó a explicar cómo ver el cuadro.
--En ese cuadro se puede ver lo infinito, ya que en él se repite lo finito una y otra vez.
Ante mi estupor le oí preguntarme qué veía primero.
--Una puerta cerrada.
--Esa puerta está hecha de madera. ¿No?
--Sí, de madera, parece.
--Pues piensa que para hacerla se necesitarían árboles. Piensa en un árbol. La semilla, la tierra, el agua, el tiempo que necesitó para crecer y ser cortado y dar otras semillas... piensa en los animales que vivieron en él y gracias a él..., en el hombre que lo taló, con su nacer, sus circunstancias, que a su vez te llevarán a otro comienzo. Todo siempre encadenado, y a su vez, ramificado.

No hay comentarios:

Publicar un comentario