jueves, 29 de septiembre de 2011

Trazos

Vivir, quizá, es solo apresar el momento, intentar que los días no sean completamente vacíos, llenarlos con lo que se va creando; día a día, proyecto a proyecto, esfuerzo a esfuerzo. Pude que no, que sea una lucha encarnizada contra los límites que impone, a contrarreloj de los propios deseos, a contracorriente de la corriente. O si no, tal vez, sea un cerrar los ojos para que no duela, o abrirlos bien abiertos para que te fulmine con sus contradicciones. O todo junto. O nada de esto.
Sí que es absurdo pretender conocerla, no lo es tanto querer conocernos, ampliarnos, implicarnos, superarnos... pero siempre se topa uno con lo que nos frena, con esas contingencias ajenas que o nos elevan o nos tumban. Con las que hace que la vida no sea la vida deseada.
Queremos quizá lo imposible, o simplemente, solo queremos vivirla como creemos que hemos de hacerlo. Tantos bloqueos, circunstancias adversas, oportunidades cerradas, tantos sueños que despiertan bruscamente para verse deshechos.
Aún así, seguimos trazando una ruta única, la nuestra. La que va más allá del mero hecho de existir.

martes, 27 de septiembre de 2011

Qué inútil es sentirse inútil

Hay días, momentos, épocas en las que nos sentimos más inútiles que otras; vas viendo cómo nada sale como se quería -o simplemente ni sale-, intentas moverte, moverlo todo, intentas una suerte de destino a tu favor y constatas que no, que tampoco se mueven los vientos, y te miras, y miras, y sigues mirando, y no ves nada.
En un alarde de euforia, y no queriendo caer en las garras del desánimo o la melancolía, incluso de la depresión, sigues actuando como si no supieras, claramente, dónde estás, y lo poco que avanza todo. Haces aún más cosas, el ánimo lo mantienes alto, la sonrisa puesta, las esperanzas bien presentes... pero ese equilibrio precario es fácil de tumbarse, y de hecho, cualquier contingencia cotidiana te lo tira la suelo.
Y lo ves ahí, desparramado todo, hecho añicos, vacío, sin ganas ni fuerzas, te sientes inútil y lo peor de ese sentimiento es que sabes lo inútil que es sentirse así.
Así que ni eso consuela.
A seguir moviéndose, al menos, no parar.

lunes, 26 de septiembre de 2011

Zapato de cristal

Todos nos ajustamos, en menor o mayor grado, la realidad; nos la calzamos al gusto, igual que la hermanastra de la Cenicienta, en su versión original, una que muy poca gente conoce, desvirtuada por la más ñoña y común. Las hermanastras, ante el zapato de cristal, al ver que no les cabe, instigadas por la madre -madrastra para la dueña del zapato-, se cortan una dos dedos, y la otra medio talón para que así les quepa. Por supuesto, el lacayo ve la sangre, y no lo da por válido -la transparencia es lo que tiene-.
Eso hacemos todos, nos cortamos lo que haga falta para que esa realidad nos entre, una que los demás claramente distiguen, porque no es la suya; no es su zapato, aunque a veces, entran varios en el mismo engaño.
Hay casos gravísimos de mutilación y ceguera, pero en general: quién no se engaña, quizá, para ilusionarnos con esa nueva persona, o trabajo o proyecto o día... hasta que se vea la sangre, va funcionando.
No es malo guiñar un ojo, ayuda a no verlo todo demasiado oscuro o luminoso, lo malo, lo que no debería suceder, es cerrarlo.

sábado, 24 de septiembre de 2011

Novedades

Andar, observar, pensar, perderte entre tus hilos mientras el cuerpo te lleva a donde has de ir. Entras, aún de día. Estás ahí, mucha gente nueva, apenas se habla; usan el móvil para hablar, para no sentirse fuera de lugar, buscan voces amigas más allá de la gente nueva, nadie rompe el hielo, tímidas palabras, miradas, sonrisas breves. Pasa el tiempo. Situados, el entorno deja de ser algo novedoso, ya se ha pisado, observado. Nos sentamos, hablamos, leemos, los pensamientos se comparten, las miradas ya no son esquivas: la palabra nos ha presentado, nos movemos más a gusto, los móviles ya no son necesarios. Descanso. Encuentros, intercambios, probamos sabores nuevos, nos adentramos en nuevas miradas; nos reconocemos ya. Ya no somos extraños, los corrillos se agrandan, las conversaciones fluyen. La noche ya llegó afuera. El día no se ha ido en vano.

viernes, 23 de septiembre de 2011

Clarividencias

Hay momentos, milésimas de segundos, en los que nos sobreviene una clarividencia dolorosa de lo preclara que es; son instantes lúcidos sobre quienes somos, qué somos, qué estamos haciendo con nuestra vida, y son muy breves, aunque nos parezcan eternos en el instante de experimentarlos.
Es como un relámpago de luz sabia, que luego nos trae el ruido de los pensamientos confusos y aterrados del resplandor que nos atravesó.
Saber, aunque sea por un trocito de eternidad, qué somos, es pavoroso: nos vemos sin ningún disimulo, desnudos de todos los caparazones y murallas que hemos ido levantando en nuestro ir moviéndonos, para poder seguir haciéndolo, para perdonarnos, o no caer ante nuestros ojos fulminados por los errores y los fracasos y las omisiones hechas.
Es una sensación de indefensión, de terror, verse así, como se es, sin más... pero también es un empuje enorme, y eso ya viene con el ruido del más tarde, para reaccionar y saber que, en realidad, somos, ni más ni menos que otros, y que hemos sobrevivido al rayo, que hasta el siguiente, quizá, podamos ser un poco más como queremos ser y no como nos hemos acomodado a ser.

jueves, 22 de septiembre de 2011

Pasión

Una, o la única, motivación, la que mueve montañas, la que te sacude la pasividad, el conformismo, la vida misma, es la pasión: la pasión a lo que sea o a quien sea. Es el motor más potente que existe.
Si es hacia un semejante, se ha hablado ya mucho; el amor, la pasión, el deseo indestructible que pasa por encima de donde tenga que pasar para lograr siquiera unos minutos al lado del ser amado... pero también existe la pasión a "algo", ya sea la propia profesión, una investigación, una teoría que nos ronda por la cabeza, el arte... cada uno sabe dónde situarse, qué le mueve a romper con todo, a levantarse cada mañana, a no querer dormirse cada noche, qué le ronda y acapara sus pensamientos, qué le lleva a recorrer las distancias que nunca haría por nada más.
Esa pasión, en general suele ser pasajera, luego queda una resaca, un lejano recuerdo de que una vez se estuvo vivo, pero si se tiene la suerte de que sea parte de ti, de tus proyectos, de tu motor primordial, tienes garantizada la locura, la desilusión que ata, las ganas de seguir, y seguir rompiendo moldes para alcanzar esa frase perfecta, esa nota impecable, esa partitura única, ese color imposible, ese sueño.

martes, 20 de septiembre de 2011

Relato. 6 y última parte. Nadie. Nada.

Pues bien ahora tienes dos opciones; beber de tu botella y acabar dignamente, o esconderte... otra vez.

-Estás delirando -no intentó ninguna excusa, no intentó negar la evidencia-, nadie tendrá nada de que acusarme. ¿Tan importante te crees? ¿Quién te va a echar de menos? No tienes a nadie, no te queda nada.

Al hombre grande se le empezaban a cerrar los ojos. El veneno estaba actuando rápidamente. Pero tenía que cerrar el círculo en el que se había metido. Con su voz cada vez más lejana, siguió.

-¿Cómo vas a asegurarte de qué no he dejado escrito lo que me has hecho?

-¡Eso es un farol! Tú no podías adivinarlo. Es mentira, ¡Es imposible!

-... O no.

Óscar se quedó callado. Mientras le miraba morir la cabeza le daba vueltas.

-No me líes. No puede ser verdad, no hay nada escrito. -Óscar intentaba autoengañarse mientras Jonás le contestaba con retraso a su anterior pregunta.

-Efectivamente yo no podía saber cómo lo harías, pero podía intuir que lo harías. Podía escribir esa nota y si nada pasaba, al llegar al hotel podría anularla.

-¿Y tu venganza? ¿Todos estos años temiéndote para nada? -Insistía en justificar su asesinato.

-Tú mismo me has vengado -y con un último esfuerzo le hizo la última y deliberada pregunta-, ¿Vas a beber o vas a huir?

-¡No es verdad! -Lo cogió del cuello, lo zarandeó. - ¡Dime que no es verdad!

Al día siguiente Tono recogió el pedido pero no lo pudo entrar. La puerta estaba cerrada desde dentro y el no tenía las llaves, lo dejó afuera para que Clara lo entrase. Y lo entró, encontrándoles como los había dejado; uno frente al otro.

lunes, 19 de septiembre de 2011

Relato, 5 Parte, Nadie, Nada.

-Bebe. -Tras ese imperativo Oscar intentó llevar la conversación a un terreno menos directo.

El hombre grande cogió el vaso y mirándole muy fijamente lo empezó.

-¿Tú no bebes? -Su voz, ahora profunda, le perforó.

-¡Claro! -Pero no bebió. Siguió hablando.

Su compañero no le escuchaba pero sus ojos le juzgaban, le sopesaban... le adivinaban.

-¿Quieres más? -Y sin esperar respuesta le escanció, pero el otro ya no bebió.

-¿De verdad me crees tan estúpido como antes?

A Óscar se le congelaron las palabras en sus oídos, quemándole.

-¿Qué?

-La botella... no has bebido nada, no has parado de decir insulseces desde que la destapaste...

-Bueno, pensé que si hablábamos podrías cambiar de opinión con respecto a mí, ya sabes. ¿Por qué matarme?

-Tú ya nunca aprenderás. Podrías haberte ahorrado los años que te esperan de huida.

-¿Qué dices? ¿Qué huida?

-La que vas a emprender antes de que amanezca.

Óscar notó cómo toda la sangre se le agolpaba en el estómago, a la vez que sus oídos eran víctimas de un pitido prolongado y su corazón chocaba contra sus costillas. Cuando sus vísceras se calmaron intentó ganar tiempo preguntándole con voz húmeda, que de qué le estaba hablando.

-Mira a tu alrededor. Fíjate en tu bar, en tus dominios; efectivamente a ti la vida te ha resbalado, te has acorazado en tu cobardía, excusado en tu miedo para no hacer nada y a pesar de todo... ¿Tanto apego le tienes a la vida que prefieres malvivirla aquí antes qué salir a enfrentarla fuera? Yo no, para mí la vida no vale el esfuerzo de vivirla. Ya no.

domingo, 18 de septiembre de 2011

Relato 4 parte. Nadie. Nada.

-¿Sabes? A lo largo de todos estos años he vivido desde mi celda la vida que me robaste, una y otra vez. En cada una de ellas introducía sutiles cambios justo en los cruces por donde la otra vida imaginada había elegido hacia el error ¾una muerte, un fracaso-, lo que fuera que fuese por donde mis pasos sin huellas me hubiesen llevado.

He vivido mi vida desde infinitos puntos de vista, he podido enmendar lo imposible, he adquirido la experiencia de todas y cada una de las soluciones a un mismo problema: Tú.

El dueño del bar sintió un escalofrío. Tardó unos minutos en aventurar su versión.

-Yo, en cambio, he pasado toda la vida temiéndote. Es como si ésta me hubiese rehuido, repudiado. Sin dejarme vivirla. Sin paz para buscar mujer, desde que el rostro de María murió para aparecérseme en todas y cada una de las restantes y ya inalcanzables mujeres a las que intenté acercarme.

Hizo una pausa, apartando recuerdos como si fuesen telarañas, y sin que su voluntad mediase para nada, se oyó preguntar lo más temido.

-Y ahora, ¿qué?

El silencio se hizo tan tenso que logró hacer saltar en astillas a esa última pregunta.

Óscar, sin hablar, abrió la botella y sin preguntar, llenó los dos vasos.

-Esta botella ha viajado conmigo durante todos estos años. Me juré que sólo la abriría para ti... si me dejabas tiempo para ello.

-¿Crees que estás a salvo sólo porque no he entrado con un arma en la mano? ¿Crees que no me debes tu vida?

-¿Es imprescindible? Todo ha pasado ya, nada se puede recuperar... ¿Por qué arriesgarte a ir a la cárcel de nuevo?

-¿Quién te ha dicho que me dejaría coger esta vez?

sábado, 17 de septiembre de 2011

Relato. 3 Parte. Nadie. Nada

Se había despertado de su sueño con la certeza absoluta de que hoy sería el día, sorprendido de sentir alivio ante lo inevitable.

Curiosamente lo que más le molestaba, era que nunca se había imaginado su encuentro así, tan vulgar. Reconoció que ni el mejor de los sueños, ni la peor de las pesadillas pueden competir con la desconcertante e irritante tendencia de la realidad a la improvisación.

-Supongo -continuó Óscar-, que mi vida es lo que me ha ido sucediendo mientras intentaba...

-¿Y María? ¿Qué fue de María? -El hombretón le interrumpió sin dejarle acabar, intuyendo un intento de justificación que para nada le interesaba oír.

El dueño del bar se quedó callado. No había esperado la pregunta -de tantas maneras ensayada en su respuesta-, ni tan directa ni tan pronto.

María.

Cómo decirle que murió. Que el hijo que esperaba no llegó... Quizás el niño intercambiase con la madre, no sólo el alimento, sino también lo que iba a ser su realidad al nacer y decidiese no hacerlo nunca… ¿Y quién podría culparle?... Un niño condenado a crecer al lado del hombre que traicionó doblemente a su padre -a un hombre tan anormalmente grande que suscitaba de manera natural la desconfianza-.

-¿Y María? ¿Y mi hijo?

El dueño le miró primero y abrió la boca después, pero nada dijo, así que la cerró dirigiendo la mirada al suelo.

-Entonces es verdad, murieron.

-Yo lo siento, lo siento mucho -y dijo lo que se había jurado no decir bajo ningún concepto-. Pero todo ha pasado ya. Tengo dinero, el suficiente para los dos. Ahora será distinto, puedo darte lo que quieras, puedo …

-¿Ahora me ofreces de lo que me condenó?

Se echó a reír con pocas ganas.

viernes, 16 de septiembre de 2011

Relato: 2 Parte: Nadie. Nada.

Una vez hecho esto se acercó a un estante de la barra que se distinguía de los otros por tener una pantalla de cristal que sí dejaba ver su contenido; una única botella. La cogió junto con dos vasos y sentándose a una mesa indicó con las cejas al hombre grande que le imitase, lo cual hizo, aunque no inmediatamente; primero se tomó su tiempo inspeccionando su alrededor, desganado. Parecía incluso decepcionado cuando finalmente se sentó.

-Ha pasado mucho tiempo desde la última vez.

El gigante liberó así a su extraña voz, por segunda vez desde que hubo entrado.

El dueño del bar la reconoció, como se reconocen con temor esas obsesivas melodías de las que, una vez oídas, sólo un gran esfuerzo de la voluntad las puede apartar de la mente, evitando su insistencia malsana. En un momento se le agolparon todos los años en los que había estado intentando no volver a sentirla.

-Mucho tiempo..., eso parecía antes. Ahora que ya estás aquí, todo ha sucedido en nada.

-A la vida se la ve muy breve mirando hacia atrás. ¿Qué tal has vivido la tuya, Óscar?

El gigante lo miró directamente a los ojos mientras se lo preguntaba, escudriñándoselos. El otro se los apartó al empezar a hablar.

-Al principio, cuando te cogieron, mi vida era ágil, no había miedo. Sólo alivio. Había ganado y tenía toda la vida por delante. Pero poco a poco me di cuenta de que la distancia que pusiese entre nosotros nunca sería la suficiente, porque el tiempo todo lo acorta.

Óscar elevó -ahora sí- sus ojos hasta mirarle directamente; era él. Ya no era un adelanto de lo real. Era lo real.

jueves, 15 de septiembre de 2011

Relato, 1 parte, Nadie,Nada

Clara barría con una energía envidiable para esas horas de la noche, creando a su alrededor un pequeño tifón de polvo que iba dejando a su paso una estela de papeles, colillas y restos de comidas varias, al ritmo de una percusión infernal de mesas y sillas.

Era la evidencia, para los clientes rezagados, de que esa realidad que habían intentado dejar afuera, se estaba empezando a impacientar y usaba de sus muchos recursos para que volviera a ella.

El dueño estaba al otro lado de la barra observándola. Eso extrañó mucho a Clara ya que nunca se quedaba hasta tan tarde.

Él lo notó.

-Clara, gracias. Ya está bien por hoy. Puedes irte.

-Todo está ya en orden y mañana vienen los del pedido...

-No te preocupes, mañana se levantará Tono y lo recogerá él. Hasta mañana.

-Adiós, pues.

Clara recogió deprisa la basura y se metió en el cuartito interior de detrás de la barra. Se la oía trajinar, adivinando por los ruidos qué ropa se estaba quitando y cuál poniendo. Finalmente salió y dando otra vez las buenas noches se dirigió hacia la puerta por la que no pudo salir, ya que un hombretón estaba intentando entrar.

-Disculpe. -Le dijo a Clara con una voz suave, desgastada. Impensable en un cuerpo tal.

-Vamos a cerrar, señor.

-Déjale pasar, Clara. Vete a casa.

Y se fue, dejándolos como más tarde los habría de encontrar; uno frente al otro.

Así se mantuvieron hasta que el dueño del bar salió de detrás de la barra para, con excesivos y nerviosos movimientos, encerrarse con el gigante.

martes, 13 de septiembre de 2011

A veces sucede

Hay sueños que despiertan realidades,
rincones rotos que esconden trozos de luz,
luces hechas sombras que no encajan tras las llamas de una vela,
figuras negras que se estrellan contra esa misma claridad del sueño:
partículas, motas ínfimas esparcidas, que a veces, encuentran donde unirse,
un tiempo y un espacio que las condense, que las atraiga, reteniendo el sueño, la esperanza, el destino, el azar,
y ya una vez unidos, se materialice en la necesidad esperada, en la realidad rota del rincón donde se tuvo que dejar, a la espera.

lunes, 12 de septiembre de 2011

Esencias

Con internet se tiene acceso a conocer, lo que sin la red, habría sido muy improbable. A veces es para bien, otras no tanto. Esto que vi por casualidad, es del segundo grupo.
Una señora, quizá con más de un problema afectivo que necesita dominar para dejar de proyectar sus necesidades en otros, nos dejó en las ondas cómo vive su gato; le ha enseñado a comer en la mesa, sentado, y con cubiertos.
Sí, así es: ante el contenido de la lata, en un plato claro, le da un tenedor, y el minino, a toda velocidad lo vacía. El postre; helado, lo come con una cuchara, y el no vas más: le pone spaghetti y le da palillos chinos... y los usa.
Primero, que yo sepa un gato no debería tomar ni helado ni pasta, segundo, darle cubiertos solo para que la dueña se deleite de lo monísimo que queda, es discutible, pero lo aberrante fue cuando vi que lo sacaba a pasear con correa. A un gato.
El bicho, hay que decir, no tenía ninguna expresión, sus ojos no brillaban, estaba gordo y se movía como un autómata: Le han robado su esencia; no era ya gato, era lo que ella quiso que fuese para decorar su salón. En una esquina, el marido, detrás de un periódico o mirando cómo comía el gato en la mesa, a su lado y al del de ella, también tenía esa expresión domesticada, agostada y resignada.
No se puede quitar la esencia a nadie. No se debería poder.

domingo, 11 de septiembre de 2011

Caramelos

Unos niños van mirándolo todo desde su altura. Hay mucha gente, así que deben sentirse agobiados: bosques de piernas, bolsos peligrosos que se mueven con inercia, zapatos de todos los modelos. Su padre, que lleva a uno en cada mano, va más a su ritmo que al de ellos, así que han de correr casi. Pero eso no les impide observar ese nuevo entorno, escuchar un idioma que no es el suyo, dejándose guiar por la seguridad del padre.
El mundo visto desde sus ojos es gigantesco, amenazador a veces, absurdo unas cuantas. Todo demasiado grande, inalcanzable, incomprensible.
El padre les da un respiro y ellos detectan, entre todas las tiendas cercanas, una multicolor, llena de caramelos de mil sabores y texturas, y sin poder evitarlo entran dentro para contemplar los distintos tesoros; toda la tienda es de cristal y lo que contiene se ve casi a ras de suelo, para que hasta un bebé en carrito vea lo que ofrecen: dulces de todas las formas imaginables, pequeñas estatuas de gominolas representando los dibujos animados más de moda; un revoltijo de colores transparentes, hechos de azúcar, y sueños.
A los dos pequeños se les ha detenido el tiempo, rodeados de sabor y objetos imposibles. El padre, que ha entrado detrás, los mira, recordándose, quizá, ante esos dulces que le costaba recibir de la madre y menos de la abuela, sin ser consciente de su sonrisa, les dijo que podían elegir diez unidades cada uno, y los pequeños, abrumados por la elección, se movieron por la tienda, concienzudamente, para escoger los mejores, mirando de reojo lo que observaba el hermano por si él estaba más acertado.
Al final, cuando se decidieron tras una eternidad, salieron con sus bolsas repletas, no solo de caramelos, sino de niñez.

sábado, 10 de septiembre de 2011

Reseña: Caminos nocturnos

La Editorial Sajalín nos trae un título fantástico; “Caminos nocturnos” escrito por el ruso Gaito Gazdánov, (1903-1971), uno de los escritores rusos, junto con Novokov y otros, que se exiliaron en París tras la Primera Guerra Mundial.

Gazdánov se alistó siendo un adolescente en el Ejército Blanco, que al ser derrotado, le llevó a probar suerte en diferentes ciudades: Turquía, Bulgaria y finalmente, París, donde vivió su vida.

Trabajó en muchos oficios, entre ellos, obrero de la Citröen, estibador, limpiador de trenes, estudiante, empleado de la editorial Hachette, y el oficio en el que más tiempo estuvo, casi treinta años: taxista, al que dejó cuando en 1952 le contrataron en Radio Liberty, encontrando así un lugar donde poder desarrollar mejor sus capacidades.

Gazdánov es un gran escritor, injustamente desconocido; la sombra del éxito internacional de Navokov que acaparó la atención del gran público como escritor ruso exiliado, eclipsó a muchos otros, pero ahora Sajalín viene a enmendar este error; no solo fue Navokov; hubo grandes escritores en ese mismo círculo, y Gazdánov fue uno de ellos.

Con sus Caminos nocturnos, Gazdánov nos muestra la realidad que tuvo que vivir en un país extraño desde el volante de un taxi en las horas nocturnas de un París sórdido. Docenas de historias protagonizadas por seres acabados, apurando los últimos impulsos, se cruzan en su ruta, y él, mientras nos narra cada una de esas vidas de borrachos, oficinistas grises, prostitutas vacías, grandes glorias olvidadas, no deja de contarnos su propia vida; sus inquietudes, sus sueños, anhelos, decepciones, rutina, su manejarse por la noche parisina topándose con una mezcolanza del ser humano: aquellos que ya han tirado la toalla, algunos incluso antes de haber intentando siquiera luchar; sus compatriotas emigrados; sus compañeros de profesión.

Unos mundos solitarios y terribles a los que se acerca y nos acerca desde una sensibilidad prodigiosa, desde su manera de ver un mundo oscuro, y entrecruzarse con historias vivas; como Platón, filósofo borracho que analiza cada paso de la vida; una mujer que estuvo en lo más alto de la sociedad ahora vieja y empeñada en pasar sus secretos a un prostituta vulgar, esa misma prostituta que no soporta que la toquen, un antiguo compañero que se empeña en ver el mundo desde las conspiraciones y sobre todo su propia historia, la historia de un escritor que no podía escribir por tener que trabajar cada noche en un taxi recorriendo las calles y las vidas de un París, a veces, inhóspito, que le acogió.

La belleza y sencillez de las palabras que utiliza para mostrar las diferentes psicologías y profundidades humanas de cada personaje en sus historias, nos acerca inmediatamente a cada uno de ellas, conociéndolos e implicándonos junto con él para compartir sus miserias, esperanzas, y ruinas.

Una novela de personajes que se asoman desde una noche, que sin la mirada de Gazdánov, se habrían perdido entre las sombras del anonimato, como todas las que ahora mismo, pasean de noche por cualquier ciudad.

jueves, 8 de septiembre de 2011

Barrios

Paseado por un barrio antiguo de una ciudad, al lado de un buen amigo, constaté que esa ciudad ha dejado que sus tiendas antiguas se pierdan; en vez de relojerías, sombrererías, pastelerías, ultramarinos, bordados, pipas, zapatos y todos aquellos artículos que se vendían antaño en esa calle y que daba carácter al barrio han huido, ahora solo se venden artículos al por mayor para abastecer a comercios de todo a sesenta céntimos de euro; las tiendas ya no invitan a entrar con su estética cuidada, su decoración y objetos a veces, sorprendentes, únicos y originales.
Ahora esa calle aún empedrada, con monumentos cerca, impregnada de historia, está contaminada por una estética monótona y aburrida, a la que ni se ha intentado darle una identidad; nada.
No hay dinero, mantener una tienda minoritaria es insostenible, no hay ayudas, los hijos no quieren quedarse con semejante ruina, los bajos se realquilan, la cara cambia, no se cuida, no se mima. Y una ciudad no solo ha de conservar sus iglesias, o edificios, sino su alma; las calles y callejones, las tiendas de siglos, los bares de siempre... y si ha de cambiar, que se cuide el cambio. Que no se abandone. Sí, sigue faltando dinero, y sobrando mal gusto.

miércoles, 7 de septiembre de 2011

Vueltas

Y se va uno moviendo, andado hacia ese paso más que nos llevará al siguiente, y ese otro, a otro, y así, sin pausas. No se puede parar, nunca.
Los caminos sean estos oscuros o luminosos siguen y siguen y no paran, hemos de pisarlos despacito para no perdernos las bifurcaciones de este gran laberinto en el que un día despertamos llorando, y sin entender nada. Y así seguimos, sin comprender nada más. Vamos con precaución observándolo todo, hablando con los que también caminan con cara de despistados, aunque lo quieran disimular como puedan, y a veces, hasta vamos juntos unas baldosas, no siempre amarillas, no siempre señaladas.
La senda es la misma para todos pero única para cada uno; lo que vemos en ella no es lo que mira el resto, la información de sus recovecos no se parece cuando la compartimos entre nosotros, pobres viandantes de esta ruta sin pies ni cabeza.
Estamos en un laberinto circular con engaños en el medio para que al ir a buscarlos, nos perdamos aún más; entelequias y quimeras que nos distraen de lo único que tenemos: el camino en sí.

martes, 6 de septiembre de 2011

Y sí, esto termina.

La vida no es ilimitada, y cuando un suceso viene a confirmar lo que desde que empezamos a enterrarar a nuestro muertos, sabemos, no deja de sorprendernos. Nos incomoda que no sea para siempre, tanto, como nos molesta Ella misma con sus vericuetos, zancadillas, dificultades pero también alegrías, ilusiones y novedades.
Estar vivos implica no estar muertos y eso a veces, no lo tenemos demasiado en cuenta, dejamos que se nos vayan los días, la horas, los años y de repente, sabemos lo que sabíamos: no somos eternos.
Y eso nos pone de nuevo en perspectiva, aunque solo sea un ratito, el necesario para volver a apoltronarnos en su cotidianeidad, en sus brazos.
Vivamos sin matar nuestras propias posibilidades, abramos cada instante y miremos en cada esquina. No es para siempre.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Asombro

Un día te das cuenta que has crecido, que las esquinas oscuras no te dan tanto miedo, que has aprendido a calmar las esperanzas, a no ser inmediato en los deseos, a dormir a pesar de que al día siguiente algo grande se espera, y constatas que la vida brilla menos, que los colores empiezan a ser opacos, que las emociones no te dominan tanto... y no te gusta.
No.
Nunca se debería crecer dejando al lado la ingenuidad de ver la vida sin experiencia, se habría de procurar andar junto con los años pero no junto con las decepciones; ilusionarte igual ante cada rincón, emoción, probabilidad, novedad, pero a la vez, sin dañarte cuando no sea lo que parece.
Esa mezcla de experiencia y entusiasmo es la deseable: soñar sin ahogarte si el sueño se hunde; curiosear con inquietud y ganas ante todo sin dejar que nos digamos; "es lo mismo de siempre", ya que nunca lo es... ; abrir los ojos sin pestañear ante cada segundo, sentirnos vivos entre lo cotidiano y asombrarnos de estarlo.

sábado, 3 de septiembre de 2011

Solos

La soledad, esa opción contra la que nos peleamos y por la que buscamos, a veces desesperadamente, compañía, nos la guarda y nos la devuelve con creces; no le gusta que la abandonemos y cuando puede, se venga. Nos deja más solos aún que cuando no teníamos gente cerca.
Es un hecho constatable que todos estamos solos, aún sin estarlo físicamente, y también es comprobable la necesidad social y emocional que nos crea el vínculo y la unión con más de una persona.
Veo diariamente el dolor que nos causamos unos a otros: los desencuentros, los ajustes que van más allá de nuestra propia conveniencia, la desgracia de uniones, y constato, continuamente, que casi todos prefieren eso a la soledad: "No, si ya sé que él/ella me amarga y la vida a su lado es un infierno y que nos gritamos y no tiene solución... pero, al menos, no estoy solo/a". Terrible frase que se hace eco casi cada día.
La ilusión de la compañía es necesaria, el poder compartir, sentirnos próximos, necesarios, dar y recibir, es algo innato, imprescindible, es ancestral, va de la mano con la misma supervivencia. Pero solo es eso. Y no será más, sobre todo, si no aceptamos, desde lo más profundo, que estamos solos, que nadie podrá conocernos ni nosotros a ellos, que los espejismos emocionales son hermosos, pero pasajeros, y que desde ese axioma, sí podemos ser felices con quienes estén cerca porque no les cargaremos el peso de nuestra propia infelicidad, ni buscaremos en ellos lo que no sabemos darnos: a nosotros mismos en nuestra propia soledad.