lunes, 12 de septiembre de 2011

Esencias

Con internet se tiene acceso a conocer, lo que sin la red, habría sido muy improbable. A veces es para bien, otras no tanto. Esto que vi por casualidad, es del segundo grupo.
Una señora, quizá con más de un problema afectivo que necesita dominar para dejar de proyectar sus necesidades en otros, nos dejó en las ondas cómo vive su gato; le ha enseñado a comer en la mesa, sentado, y con cubiertos.
Sí, así es: ante el contenido de la lata, en un plato claro, le da un tenedor, y el minino, a toda velocidad lo vacía. El postre; helado, lo come con una cuchara, y el no vas más: le pone spaghetti y le da palillos chinos... y los usa.
Primero, que yo sepa un gato no debería tomar ni helado ni pasta, segundo, darle cubiertos solo para que la dueña se deleite de lo monísimo que queda, es discutible, pero lo aberrante fue cuando vi que lo sacaba a pasear con correa. A un gato.
El bicho, hay que decir, no tenía ninguna expresión, sus ojos no brillaban, estaba gordo y se movía como un autómata: Le han robado su esencia; no era ya gato, era lo que ella quiso que fuese para decorar su salón. En una esquina, el marido, detrás de un periódico o mirando cómo comía el gato en la mesa, a su lado y al del de ella, también tenía esa expresión domesticada, agostada y resignada.
No se puede quitar la esencia a nadie. No se debería poder.

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