sábado, 17 de septiembre de 2011

Relato. 3 Parte. Nadie. Nada

Se había despertado de su sueño con la certeza absoluta de que hoy sería el día, sorprendido de sentir alivio ante lo inevitable.

Curiosamente lo que más le molestaba, era que nunca se había imaginado su encuentro así, tan vulgar. Reconoció que ni el mejor de los sueños, ni la peor de las pesadillas pueden competir con la desconcertante e irritante tendencia de la realidad a la improvisación.

-Supongo -continuó Óscar-, que mi vida es lo que me ha ido sucediendo mientras intentaba...

-¿Y María? ¿Qué fue de María? -El hombretón le interrumpió sin dejarle acabar, intuyendo un intento de justificación que para nada le interesaba oír.

El dueño del bar se quedó callado. No había esperado la pregunta -de tantas maneras ensayada en su respuesta-, ni tan directa ni tan pronto.

María.

Cómo decirle que murió. Que el hijo que esperaba no llegó... Quizás el niño intercambiase con la madre, no sólo el alimento, sino también lo que iba a ser su realidad al nacer y decidiese no hacerlo nunca… ¿Y quién podría culparle?... Un niño condenado a crecer al lado del hombre que traicionó doblemente a su padre -a un hombre tan anormalmente grande que suscitaba de manera natural la desconfianza-.

-¿Y María? ¿Y mi hijo?

El dueño le miró primero y abrió la boca después, pero nada dijo, así que la cerró dirigiendo la mirada al suelo.

-Entonces es verdad, murieron.

-Yo lo siento, lo siento mucho -y dijo lo que se había jurado no decir bajo ningún concepto-. Pero todo ha pasado ya. Tengo dinero, el suficiente para los dos. Ahora será distinto, puedo darte lo que quieras, puedo …

-¿Ahora me ofreces de lo que me condenó?

Se echó a reír con pocas ganas.

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