martes, 6 de septiembre de 2011

Y sí, esto termina.

La vida no es ilimitada, y cuando un suceso viene a confirmar lo que desde que empezamos a enterrarar a nuestro muertos, sabemos, no deja de sorprendernos. Nos incomoda que no sea para siempre, tanto, como nos molesta Ella misma con sus vericuetos, zancadillas, dificultades pero también alegrías, ilusiones y novedades.
Estar vivos implica no estar muertos y eso a veces, no lo tenemos demasiado en cuenta, dejamos que se nos vayan los días, la horas, los años y de repente, sabemos lo que sabíamos: no somos eternos.
Y eso nos pone de nuevo en perspectiva, aunque solo sea un ratito, el necesario para volver a apoltronarnos en su cotidianeidad, en sus brazos.
Vivamos sin matar nuestras propias posibilidades, abramos cada instante y miremos en cada esquina. No es para siempre.

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