miércoles, 30 de julio de 2014

Renovaciones

La rutina sin rutina, el ocio sin ocio, el trabajo sin trabajo. Se necesita soñar andando, creyendo que se es otro, que las fronteras se mueven, que uno se disfraza con otras pieles. El calor conduce a la indolencia, es más fácil ceder, abandonar las obligaciones, soltar amarras. Si se puede.
Dentro de poco, con el frío, la maquinaria volverá a engrasarse, soñaremos sin andar por el sueño y adelantaremos proyectos que imaginamos al recorrerlos.
Todo empezará de nuevo.

lunes, 28 de julio de 2014

Vueltas

La vida da muchas vueltas, muchas. Nunca sabes qué vas a encontrar a la vuelta de la esquina.
Una de mis mayores sorpresas esta temporada, ha sido reencontrarme con una amiga a la que vi hace años, y admiré desde entonces, cantante sensible y actriz estupenda, coincidimos en el mismo tiempo y espacio de nuevo ante la prosaica oficina del registro de la propiedad intelectual, ambas teníamos nuevos proyectos. Me acerqué tímidamente a ella para recordarle el encuentro, muy lejano, en una mesa de grabación. Desde entonces he tenido el placer de que me acogiera y compartiera conmigo su talento, su mundo, sus sonrisas y sus proyectos, entre ellos, uno que será común, si todo va bien.
Es maravilloso lo que te puedes encontrar dentro esos círculos mágicos de la rutina, que no lo es tanto, si se va con los ojos y la vida abierta.
Entre el desánimo de lo de siempre, nunca deja de haber un resquicio para lo posible.

viernes, 25 de julio de 2014

Esperar sabiendo esperar

No actuar. Esperar.
A veces, hay que saber darle tiempo a las acciones emprendidas, dejar de ir de un lado para otro. Con ese ajetreo no se acelera nada, en todo caso, hasta se tiene la sensación de ir más lento.
Esperar, no amontonar acciones.
No es posible, muchas veces, cerrar lo empezado, terminar como uno quiere lo que quiere. Es complicado y difícil tener que sentarse y esperar. Esperar a lo que se hizo y se empujó desde la cima de la ladera, baje rodando solo, y que alguien, al otro lado, lo reciba, lo sepa entender y lo complete. Los proyectos, igual que nosotros, dependen de muchos factores.
No se puede hacer todo, ni ser todos, ni pretenderlo todo.
Aunque se quiera.
No se puede.
Actuar, esperar, desear, soñar. Vivir.

miércoles, 23 de julio de 2014

Un día

Un día se acabará todo.
No lo pensamos, lo sabemos.
Mientras vivimos, nos encontramos con pequeños ensayos de la muerte; gente que se nos va, amigos que perdemos, relaciones que se extinguen, trabajos que terminan, libros que se cierran, ideas que no logran materializarse, sueños que al despertar se rompen. Cientos de ejemplos que nos presentan, cada uno a su modo, lo que será aquello que no sabemos cómo será.
Desde el principio se ve el final, y ese final, nos pone en perspectiva, nos ayuda a querer empezar.
Lo más difícil es que tendemos a querer repetir las situaciones en las que hemos sido felices, y cuando acaban, echamos de menos revivirlas y a veces, no buscamos lo nuevo sino lo que se parezca a lo perdido.
Puede que la muerte sea eso, una búsqueda de la vida. O puede que sea la clave para entender el porqué de haber respirado. O simplemente sea la nada.

jueves, 17 de julio de 2014

Ojos

Pocos niños no son curiosos, con esos ojazos bien abiertos mirando el mundo que se les ofrece.
En cuanto son capaces atraen objetos a la boca para conocerlos, más tarde los manosean como ciegos, para quedarse con sus contornos y texturas, después, siguen explorando preguntando, señalando, deduciendo de los elementos más simples para comentarnos sus conclusiones, de una lógica aplastante. Mirándolo todo como el que cree que lo que ve puede llegar a no estar mañana.
Paulatinamente, dejan de curiosear, preguntar, interesarse por lo de afuera y comienzan a verse por dentro, ya saben que el mundo no va a cambiar, y sienten que ellos mismos sí lo hacen. Las preguntas son menos fáciles de contestar, sus ojos, menos abiertos, empiezan a soñar.
Y en ese punto crítico dejan de ser niños, se aventuran, de nuevo, a recorrer el mundo, uno que ya no puede ser descrito por quienes les llevaban de la mano, sino por su consciencia, encontrándose con otros niños antiguos con los que compartirán deducciones, experiencias.
Crecerán, crecemos, pero no nos olvidemos jamás de abrir los ojos, de preguntarnos y contestarnos. Nunca.

miércoles, 16 de julio de 2014

Consciencia

Nunca empleo mejor el tiempo que cuando escribo, cuando dejo impreso ideas que ni sé que tenía, libero sensaciones y emociones que vienen a susurrarme cómo me siento, en qué mundo vivo, qué pasa a mi alrededor.
Es un esfuerzo enorme enfrentarse a la vida, pero sin las palabras, sin las que surgen de los dedos sin saber que estaban ahí, escondidas, esperando su momento, sería todavía más horrible andar entre los segundos diarios y entre los días finitos que se nos presentan cada mañana.
Sin dejar constancia de lo que somos, de lo que soy, de lo que aprendo y veo, investigo y curioseo, de la gran necesidad de saber, de comprender, creo que no valdría la pena ni levantarse de la cama.
Las probablidades infinitas de los días se multiplican cuando el mundo de las palabras nos amplia ese margen estrecho de la única vida vivible; con ellas, cualquier mundo es posible, cualquier idea se convierte en un universo que nos incita a investigarle y cualquier segundo, se estira hasta el infinito. El tiempo se intensifica, se hace más nuestro.
Vivir sin ser consciente de que se vive, más allá de lo vivido, es vivir menos.

lunes, 14 de julio de 2014

Y otra vez

Días de viajes, ajustes, cierres, proyectos para después de estos días de viajes, ajustes, cierres.
La vida, la Historia es cíclica, nos repetimos a nosotros mismos, varía la forma de las circunstancias, pero jamás el fondo.
"El que no conoce su historia está condenado a repetirla", esa famosa frase es cierta, y no, porque creo, que se sepa o se ignore lo pasado, tanto un individuo como una sociedad, nos persigue en el tiempo y en el espacio, creando círculos, subiendo en esa espiral de hacer y rehacer, lo que desde siempre, se hizo y se rehizo.
Un eterno retorno que nos atrapa porque no sabemos no ser eternos, ni regresar.

viernes, 11 de julio de 2014

Rutas

Vivir, quizá, es solo apresar el momento, intentar que los días no sean completamente vacíos, llenarlos con lo que se va creando; día a día, proyecto a proyecto, esfuerzo a esfuerzo. Pude que no, que sea una lucha encarnizada contra los límites que impone, a contrarreloj de los propios deseos, a contracorriente de la corriente. O si no, tal vez, sea un cerrar los ojos para que no duela, o abrirlos bien abiertos para que te fulmine con sus contradicciones. O todo junto. O nada de esto.
Sí que es absurdo pretender conocerla, no lo es tanto querer conocernos, ampliarnos, implicarnos, superarnos... pero siempre se topa uno con lo que nos frena, con esas contingencias ajenas que o nos elevan o nos tumban. Con las que hace que la vida no sea la vida deseada.
Queremos quizá lo imposible, o simplemente, solo queremos vivirla como creemos que hemos de hacerlo. Tantos bloqueos, circunstancias adversas, oportunidades cerradas, tantos sueños que despiertan bruscamente para verse deshechos.
Aún así, seguimos trazando una ruta única, la nuestra. La que va más allá del mero hecho de existir.

miércoles, 9 de julio de 2014

Caos

Si fuéramos conscientes de que vivimos sobre un minúsculo planeta que gira sobre su eje alrededor de un sol, que algún día dejará de brillar, que es parte de una galaxia, a su vez, contenida en un Universo, que ya se ha demostrado que no es infinito, y que acabará o expandiéndose, o contrayéndose, a ver qué opción es peor. Digo, si fuéramos conscientes de semejante inestabilidad, mezcla fortuita entre absurda y genial, no nos preocuparíamos tanto de ciertas cosas.
Pero es imposible no hacerlo; nuestro propio universo, el que contenemos en nuestro yo profundo, o no tanto, ha de atarearse con lo que nos circunda: con que los precios suben, los niños crecen, los amigos no llaman, la pareja nos da problemas, no llego a donde quiero, no se cumplen las expectativas... Nuestras vidas nos parecen mezquinas cuando las comparamos con otras, más terribles o importantes; nuestro rostro, al que veces vislumbramos en los espejos, nos sorprende mirándonos, acuciados por los problemas diarios, corriendo de un sitio para otro, a ver si arreglamos algo..., pero sin ser conscientes de dónde tenemos puestos los pies: Sobre un suelo perdido en un universo desconocido.
Esta realidad debería situarnos y permitirnos vivir mejor, con más confianza en el caos, pues de ahí sale y surgió todo.

lunes, 7 de julio de 2014

Relato, 4 y última Parte. Tristán

 "Queridos niños y niñas: estad atentos a esta historia; no os perdáis por el camino que conduce al castillo de Baobí, porque tendréis que ayudarnos en la búsqueda". Con una reverencia, regresó tras de la tela, dejando a los pequeños con la responsabilidad de participar y disfrutar. Que es lo que hicieron.  
El minúsculo telón púrpura se levantó, y de la nada, surgieron unos muñeco vivarachos, aunque obedientes a unos hilos casi invisibles, que no les impedía luchar, hablar, galopar, sufrir, soñar, yendo más allá de quienes los manejaban desde arriba. Tristán absorbía las escenas, fijándose en el movimiento de las manos que las creaban. Jamás había sentido esa energía. 
Entonces, de repente, lo supo: Ese era su lenguaje, su mundo, lo que hacía; esos dedos que hablaban sin palabras, esos gestos precisos, hermosos. Vitales.
Él era un titiritero.
Sacó su muñeco de corteza del bolsillo: su primer títere. Lo miró con un cariño que el hombrecito de leña apreció: se dejaría moldear, atar a los hilos, ser libre en ellos. Los dos se reconocieron en ese destino vislumbrado al mismo tiempo. El niño irradiaba tanta luz, que su madre se asustó hasta que comprendió el porqué. La corteza estaba viva en la manita del niño. 
Con los ojos húmedos le acarició suavemente: era uno de ellos. 

viernes, 4 de julio de 2014

Relato, 3 Parte (y penúltima) Tristán

 “Hola, chaval”, le dijo cuando se acercó con la lista de las actividades del día. El niño, entusiasmado, le enseñó el folleto. “Ya veo que te has enterado antes que nadie”, le despeinó con cariño mientras le ofrecía la pequeña trompeta. “Anda, sopla bien fuerte; que se callen todos”. Lo hizo; las gentes se acercaron a curiosear las novedades, las que ayudan a distinguir ayer de hoy. Tristán leyó en los labios lo que Antonio recitaba monocorde: “Se hace saber, por orden del señor alcalde, que el lavadero estará disponible también por las tardes estos meses, y que el día de riego será mañana desde la linde del arrabal”. Voceó las órdenes dos veces, a la segunda, el niño se fue para casa a compartirlas con la madre junto con el papel.
Solo faltaban dos días para el domingo, el niño no paraba quieto contándoselo, una y otra vez, a su trozo de corteza en forma de personita. En un momento de euforia, le dijo que se lo llevaría consigo: "te pondré en el bolsillo de arriba y lo verás todo, así cuando vengamos lo comentaremos juntos" 
Como todo llega, domingo y sol aparecieron por la ventana: no llovería, lo único que habría evitado la función, abrió los ojos y respiró aliviado. Tenía preparadas las dos sillas desde el mismo día en el que se enteró. A la hora de comer apenas mareó el plato; la madre dio por imposible entretenerlo más allá de las cuatro, y para la plaza que se fueron: ahí estaban, en primera fila, sentados en sus dos sillas una hora antes de que la furgoneta del espectáculo apareciera, bajaran tres hombres, empezaran a montarlo todo con la facilidad del experto, y sin darse cuenta, donde no había habido nada, hubo un teatrillo tras el que se escondieron los hombres.  
Al poco, fueron llegando los demás junto con sus sillas. Tristán, emocionado, no dejaba de acariciar a su muñeco al que tenía asomado en el bolsillo de la camisa. La madre le dejaba hacer, sus dedos se hablaban, pero poco; no quería echar a perder la excitación del pequeño.
A las seis en punto, un hombre vestido completamente de negro, salió de detrás del teatro y de la tela oscura que habían colocado como fondo.

miércoles, 2 de julio de 2014

Relato, 2 Parte, Tristán

Las manos del niño hablaban a la madre de su mundo: el río helado donde los pies, insensibles, pisaban piedras y musgos; esa culebra blanca que se le quedó mirando con descaro antes de alejarse en zigzag; el camino que le acercaba a la ermita; la huerta de Tomás y el estanque negro de renacuajos con los que conversaba mientras se deslizaban entre los dedos:  lo que se desesperaban por ser ranas para recorrer mundo.
Se enfadaba porque sus gestos, torpes, lentos, no alcanzaban a las ideas. La madre le calmaba meciéndolo como la brisa. 
Una mañana recogió del suelo el anuncio donde decía que el domingo habría una representación, advertía que nadie faltara y recomendaba que se trajeran, eso sí, las sillas de casa, porque en el parque, a las seis en punto, se les esperaba.
 Tristán, que ya leía sin necesitad de que el índice apoyara las palabras, se alegró, como siempre ante la novedad, incluido el mercadillo de los jueves porque jamás era el mismo: le apasionaba pasearse entre el bullicio. 
Con el anuncio a salvo en el bolsillo, esperó al pregonero que desde chiquito, le dejaba soplar la trompeta con la que se anunciaba; la vibración le hacía cosquillas en la lengua; lo más parecido a las palabras que encontró. 

martes, 1 de julio de 2014

Relato, 1 Parte, Tristán

No es que fuera un niño apagado, es que no hablaba. No podía. Había aprendido a leer los labios, su mundo silencioso le era agradable; no se echa de menos lo desconocido. Tristán había crecido entre sombras de susurros, bocas abiertas sin sentido, envuelto entre caricias y gestos. Pronto descubrió que las manos hablaban, que los dedos bailaban un lenguaje suyo que también describía el mundo. Su madre le contaba cuentos con esa danza, a veces, usaba la luz tapándola con las manos para proyectar figuras negras contra la pared blanca que le representaban las historias que todo niño ha de conocer para soñar.
Tristán, inquieto y curioso, creció en silencio, pero no sin ruido propio. El mundo le atraía, absorbiéndole mucho más que a sus compañeros que quizá, el sonido de las cosas les distraía más. Cierto que no escuchaba cómo el viento susurraba a las hojas, pero era testigo del movimiento de las ramas; más de una vez vio su rostro invisible que lo miraba atento, acercándose a acariciarlo tras despedirse de los árboles.
Igual fue el viento quien desprendió un día ese trocito de corteza de álamo. Le cayó en la mano; lo guardó en su bolsillo. Al llegar a casa lo colocó sobre la mesa, cerca de la ventana. Se le iba el tiempo observando esa extraña forma de mandrágora. Ese hombrecito vegetal tenía algo que decirle; miraba con atención los labios que aún no entendía bien.