lunes, 28 de febrero de 2011

Ancestros

El miedo a lo desconocido, el sonido del viento, la lluvia, reconocer que tras la luna saldrá el sol, despertar a las leyes físicas, entender los sonidos que hacen otros, ser conscientes del propio cuerpo, sorprenderse pensando algo y entendiéndolo y viéndolo.
Dar un paso más allá de la intuición, de la mera supervivencia, pasar de respirar a saber que se respira: Tuvo que se aterrador para los primeros hombres, esos homínidos que se posaron sobre sus dos pies y aprendieron a utilizar las manos. De repente, algunos hubieron de dar el cambio en sus mentes, entender, reconocer sus pensamientos, darles voz a los sonidos. Y ver a los que se quedaron atrás, con pena supongo, pero sin pausa. Condenados a encontrarse a lo largo de la geografía mundial. Condenados a aprender, a pensar, a trascender, a ser.

domingo, 27 de febrero de 2011

Ventajas

Quizá lo que nos hace creer que dominamos sobre otras especies, ya sean animales o vegetales, es la capacidad humana para mimetizarse, para lograr sobrevivir al medio, a cualquier medio, y bajo cualquier circunstancia, y no solo desde que se nace, donde ya los adultos te van dando sus pautas ancestrales, sino en una misma vida.
Somos capaces de acoplarnos a circunstancias que vistas desde un ahora confortable, negaríamos poder superarlas..., pero consta en la Historia que lo hemos hecho.
Es más, incluso ya en el infierno, creyendo que no podríamos aguantar más, si ha tenido que ser, se ha soportado.
Una mujer se quejaba del poco dinero, que casi no podía comprar nada, luego de que solo tenía patatas para cocinar, más tarde, que pocas estaban sin pudrir. Si en su primera desesperación hubiese sabido de la penúltima (la última fue comer insectos), habría sido feliz. Todo es relativo, y el hombre soporta lo que no podría otro ser vivo; su mente se acopla a las circunstancias más adversas y mueve el cuerpo hacia la supervivencia.
Quizá es esta la ventaja: la mente.

sábado, 26 de febrero de 2011

Preguntas

El ápeiron, de donde viene todo antes de que haya nada, lo que no es, pero contiene todo. La nada llena del todo.
La búsqueda del principio, el entender de dónde viene lo que vemos, ha sido, desde siempre, una de las grandes preguntas de la Humanidad.
Supongo que porque así estaremos más cerca de saber adonde vamos. O simplemente, por qué estamos.
Las mil vueltas que ha dado la inteligencia humana para trascender esas simples cuestiones ha creado, no solo la filosofía, la física, matemáticas etc y la religión sino el arte, en todas sus disciplinas, porque al no poder contestarla de ninguna de las maneras, ni con la ciencia, ni con los dioses, ni con la mente, la hemos proyectado en las leyendas, la música, la pintura...
Así que si algún día encontrásemos las respuestas, puede que ya no tengamos más qué hacer.

viernes, 25 de febrero de 2011

Imaginación

El día a día se hace eterno si no lo animamos.
La cuestión es que no lo tomemos como algo inmutable y cotidiano; por mucho que tengamos que pasear por él de la misma manera, con el mismo cuerpo, no tenemos por qué, y ahí viene el aderezo, atravesarlo con los mismos sentimientos ni ideas.
Antes de volcar mis emociones y pensamientos en las hojas, en forma de palabras -cosa que hice desde bien chica-, las soltaba, solo que no conscientemente, las llevaba conmigo, como una bufanda, y miraba la vida a su lado, distorsionando las cosas a mi placer; a veces andaba el camino al colegio como pirata herido, otras como fantasma vengador en busca de su asesino, algunas como detective rastreando misterios -y alguno me fabriqué la mar de interesante-, otras como una gran estrella..., cada día a día, una meta diferente, los pasos que me llevaban a la rutina del colegio iban por un lado, mi mente por otra, la diferencia no era el camino era cómo lo veía cada una de mis creaciones.
Y ahí sigo intentando romper como sea el espejismo de normalidad.

jueves, 24 de febrero de 2011

Tesoros

"Mira qué bonito"; "¿A ver, a ver?";"¿Lo ves", ¿a qué es bonito?"; "Mucho, déjamelo". "No, que es mío. Lo encontré yo". "Déjamelo un rato, anda"; "Si quieres tú uno, encuéntralo tú". "¡Mamáaaaa!"
Y desde ese punto intervino la madre que regañó a quien encontró el tesoro y le exigió que se lo dejase al hermano y luego a este que se lo devolviera a su legítimo dueño.
A veces, algunos padres ni lo solucionan; pasan de intervenir, pero no para que se apañen, sino porque están en lo suyo, o acaban a gritos o bofetones.
Pero por lo que cuento esto es porque el tesoro; unas cuentas de cristal con forma de piedras preciosas, estaban ahí toda la tarde, muchos niños habían pasado de largo, incluido el hermano que no se fijó, y bastó con que el otro las cogiera, y sobre todo, las admirara, las elevara a categoría de tesoro, para que las codiciase. Si solo las hubiera cogido y jugado con ellas, nadie habría venido a disputárselas, pero es que es muy difícil abstenerse de compartir lo que tenemos, lo que creemos bello, tanto por la alegría de mostrarlo como por el orgullo de poseerlo.
Hay que asumir el riesgo a compartir, no se sabe si siempre vale la pena.

miércoles, 23 de febrero de 2011

Niños

El mundo de la infancia es apasionante, es la base de lo que somos, es contra lo que lucharemos en la edad adulta, es la parte más sólida, y a la vez, más frágil de nuestro yo más profundo. Y a pesar de eso, mucha gente no la sabe ni reconocer en los niños que le rodean ni en el niño que aún es, por mucho que no lo vea.
Es un mundo aterrador el del niño, donde nada acaba de comprenderse, donde todo está lejano, inalcanzable, donde los juegos se toman en serio y la rutina no llega a cuajar, porque el sentido del tiempo es diferente; es eterno, inmutable y seguro.
La vida de una personita es demasiado oscura, necesita de los adultos para que se la iluminen y depende de ellos para que lo hagan bien, que le muestren todos los rincones, no dejen en tinieblas zonas que luego le atrapen, tienen el derecho de que se les desvele quiénes son, qué son capaces de hacer, dónde han venido a parar. Y sobre todo, que se les trate como lo que son; niños inteligentes que se han de ir conociendo sobre la marcha, sobre lo cotidiano, sobre los obstáculos que les vayan saliendo al paso; se les ha de mostrar que pueden superarlos, que sus pies marcan su senda, pero nunca andar por ellos.

martes, 22 de febrero de 2011

Tío Vania

Cuando leí la obra de teatro de Chéjov, Tío Vania, me impresionó profundamente el hecho de que toda la vida de Vania, la hubiera ofrecido a Serebriacov, a que él pudiera dejar tras de sí, por su esfuerzo casi de esclavo, un legado para la humanidad, que luchara con fe ciega para que él escribiera y dejara huella en el mundo.
No sentía que se sacrificaba lo bastante, le mandaba todo el dinero, le mimaba. Desde su incapacidad para crear, creaba la posibilidad para que el otro, ilustre profesor y escritor, pudiera mejorar el mundo. Su legado sería ese, el sacrificarse por él, el abonar ese talento.
Eso en sí mismo, duro pero comprensible, deja de tener todo sentido cuando se descubre, al final de la obra, que el profesor a quien Vania dedica su vida, es un fracasado, alguien sin ningún talento, ninguna repercusión; un ser humano egoísta, vacuo, aprovechado y sin nada que ofrecer.
Qué terrible broma, qué horror haber dado cada gota de sudor, cada moneda a alguien que no las supo aprovechar, que no hizo nada con la vida ofrecida. El momento en el que Vania lo ve, en el que entiende la verdad, es tan duro, que al poco, hace como si nada supiera, nada hubiera comprendido, y sigue con el mismo modo de vida; dándolo todo.
Y es que si no, su vida ante él, sí habría estado desaprovechada, inútil, vacía: Si dejo de ver, aún podré mirar más allá. Si me ciego, veré lo que quiero ver y seguiré adelante.
Y lo peor de esto, es que sucede más allá del teatro, a cuántos hemos visto sacrificar tiempo, energías, vida en alguien que no las merece.


lunes, 21 de febrero de 2011

Relato; Sueños


“¿Qué hace?”; “Nada; duerme”; “Pero, algo más hará, digo yo”. “No, ha decidido que no hay nada interesante, que no vale la pena levantarse, así que duerme”.
Hace meses que Andrés decidió que era absurdo poner los pies en la alfombrilla de debajo de su cama cada día, solo para ir y venir a lo largo del día hasta la noche, donde de nuevo colocaba sus plantas desnudas para meterse entre las sábanas. No era algo del todo lógico. Así que aplicó su propia teoría y dejó de levantarse. Al principio le gustó mucho eso de no ir a trabajar ni de luchar contra la entropía diaria, ni tener que enfrentarse al aseo personal, ni a la limpieza de la casa ni a comprar ni a comer. Solo ahí tumbado. Más tarde empezó a dudar, también se agotaba de no hacer nada, incluso creó una rutina; los ruidos de los vecinos le pautaban el día, las luces y sombras de los diferentes momentos del día le marcaban acontecimientos; llegó a temer que lo absurdo de levantarse se repitiera sin hacerlo. Pero reaccionó, se dio cuenta de que la única manera de abstraerse de la vida, no es el mero hecho de dejarla fuera del dormitorio, sino creando un mundo paralelo, y qué universo mejor que el del sueño. Ninguno. En los sueños no hay rutinas, ni entropía ni obligaciones, hambre, temores, absurdo, ya que pasearte por esos impulsos eléctricos, esas imágenes oníricas, esas resoluciones del subconsciente es autosuficiente y, si lo piensas bien, un mundo inexplorado.
Así que empezó a aprender a soñar a voluntad. No fue fácil, primero hubo de dominar el dormirse, el inhibirse del mundo real, el vivir del aire, y luego, introducirse en ese espacio intermedio entre la vida y la muerte, en ese universo donde el tiempo se detiene y los acontecimientos los dominas, porque son tuyos, surgen de ti. Y ahí está, explorando lo que nadie hace, al menos, no más allá de unas pocas horas al día.
“Mírale, solo duerme, qué manera de desperdiciar la vida”
Y Andrés, desde sus sueños, sonrió.



domingo, 20 de febrero de 2011

Elegir

La de veces que hay que elegir, la de cosas que no podemos hacer porque estamos haciendo otras.
Qué desperdicio ser incapaces de utilizar solo una vez el tiempo. Y no vale argumentar que en otros mundos paralelos se está optando por lo que desde este universo no se pudo, y no vale, porque no somos conscientes de las vivencias de esas múltiples elecciones.
Es algo que siempre me ha superado, estar en un lugar, hacer algo, implica, inmediatamente, dejar de hacer otras, sí, en plural; solo una cosa irrepetible en cada minuto irreversible. Eso es, como poco, una maldición. Puede que haya sido eso lo que se nos arrebató al expulsarnos del Edén, cuando se probó del fruto prohibido se nos quitó la posibilidad de realizarlo todo al mismo tiempo, quizá, la sabiduría con la que la serpiente tentó era eso: elegir, ser consecuentes con los errores cometidos, sin segunda oportunidad, limitados por lo tanto, y solo sabios si aprendemos de las experiencias, de las que se dan a veces por haber optado y otras, precisamente, porque hicimos justo lo que no debíamos hacer, sin el don de revivirlo.

viernes, 18 de febrero de 2011

La vida

La vida, el hecho biológico de vivir, de respirar; ¿qué es, para qué sirve, por qué latimos, por qué dejaremos de latir? No me refiero al sentido de la vida, a lo que cada uno entiendo como vida y el cúmulo de acciones y reacciones, aprendizajes y errores que vamos comentiendo al acostumbrarnos a esto de respirar, me refiero al mismo hecho de estar vivo.
Si te tumbas y dejas de pensar, si solo sientes tu propio cuerpo, notas la Vida; el pulso, los latidos, el hormigueo de un brazo, el respirar, el movimiento de las vísceras... notas la Vida, lo que te recorre de arriba a abajo, de adentro a afuera, el aliento.
Una vez dicho esto, sigue la misma pregunta ¿qué es la Vida? por qué necesitamos buscarle sentido al mero hecho de respirar, crecer, movernos..., por qué queremos trascenderla, intentamos retenerla, transmitirla, compartirla, verla, aprovecharla, admirarla... Por qué... Para qué...puede que por miedo a la muerte, quizá demos sentido a la vida por miedo a la no vida.
Pero aún así...¿qué es la vida?

jueves, 17 de febrero de 2011

Buscar

Lo difícil del asunto, creo, es encontrar el lugar adecuado, situarse precisamente donde todo tu "yo" se pueda aprovechar más.
Eso es lo complicado de la vida, encontrar el entorno propicio para desarrollar lo mejor de cada uno. Y saberlo ver desde adentro hacia afuera.
Conocernos, saber dónde damos más de nosotros, qué hacemos mejor, cómo superanos. Eso solo se sabe tras habernos estampado contra muchos intentos, tras haber traspasado varios límites, haber acotado otros. Pensando, actuando, moviendo, rectificando, fracasando..., eso último es a lo que más se le teme, y muchas veces nos desaprovechamos por miedo a no salir adelante, y a veces, hay que lanzarse al vacío para cogerse de verdad.
Y no tener miedo a encontrar nuestro lugar bajo el sol, donde nada es nuevo y donde todo lo podemos volver a rehacer de nuevo.

miércoles, 16 de febrero de 2011

Memorias vivas

El hombre, en cualquiera de sus civilizaciones, sobre todo, las antigüas, ha dejado constancia de su paso; bellísimos monumentos, enormes construcciones, espectaculares estatuas consagradas, muchas veces, no a la vida, sino a la muerte, a la perpetuación de la memoria: qué son si no las pirámides, los monolitos, los dólmenes, entre ellos quizá stonehenge, los guerreros de Xian que custodian la tumba del primer unificador de China, Qin Shihuang.
Y cientos de ejemplos, algunos desconocidos, pero que emergen desde las arenas del tiempo, en medio de desiertos, de ruinas de lo que fueron.
Junto a la muerte, también se han erigido hermosas ofrendas de piedra a los dioses, para que desde esta vida, nos protejan con sus bendiciones, y desde los tótems, sencillos en su magnificencia, hasta las catedrales que quieren tocar los cielos, existen todo tipo de monumentos que pretenden, en su humanidad, rozar la divinidad.
Obras anónimas, no por el rey o faraón o marajá que los mandó levantar, sino por los cientos de personas, posiblemente esclavos, que se dejaron ahí el alma. Quizá por eso son tan bellos, solemnes y merecen nuestra admiración y recuerdo.

martes, 15 de febrero de 2011

Crisis

Hoy me comentaba una amiga, que trabaja cara al público, que la gente está más crispada, hay más agresividad en el ambiente.
Y creo que tiene razón. Las escenas en la calle son más tensas, ya no digo las que salen en las noticias: destrucciones colectivas, llamas, cristales rotos, casi de preguerra, no, me refiero a las personas que vemos al caminar; se gritan más, está cargado el ambiente, se tiene menos paciencia, en las colas se charlas poco, se sonríe aún menos y hay más malas caras, se anda deprisa mirando al suelo, no paseando mirando a nada y a todo. Las madres gritan a los hijos, los hijos entre ellos y a los padre, que también los hay, los ancianos se dicen las cosas gruñendo, y si toca reclamar, los tonos suben.
Sí, es cierto, hay crisis, los problemas son más agudos, el mundo más estrecho, las obligaciones más pesadas. Pero como dijo un cantante callejero en el metro de Madrid cuando acabó su actuación:"No me den dinero, que sé que no está el asunto bien, pero sí una sonrisa, que no se diga que estamos en crisis de espíritu, de eso, no, por favor".

lunes, 14 de febrero de 2011

Lo buscado

Es difícil esperar, sobre todo, mientras se sabe qué se quiere, qué se busca, qué se espera y aún así, por mucho que mires debajo de las alfombras, detrás de los rincones, por las esquinas, recorras kilómetros, vuelvas a desandarlos, no se puede hacer nada si aún no puedes acceder a lo anhelado.
El subconsciente es quien empieza la búsqueda, el consciente sufre esa tiranía, ese viaje seco, ansioso que nos surgió desde dentro y a veces, cuando encontramos ese algo, el mismo consciente no lo sabe, no lo entiende, necesita del otro, del que nos echó en su búsqueda para entender lo que tenemos, o simplemente, también lo reconocemos al perderlo.
Cuántas veces se ha tenido entre las manos, delante de uno, al lado, aquello que se buscaba y no se reconoció, uno se siguió martirizando, hasta hacer añicos lo encontrado, y ya en el suelo, sus trocitos imposibles nos dicen que era eso, o si no su ausencia, su vacío, la torpeza de no ver lo soñado sin el sueño.
No solo es difícil esperar, sino complicado hallar lo buscado, y más todavía, mantenerlo cerca.

domingo, 13 de febrero de 2011

Y la nave va...

Pues sí, esa nave va imparable, y nos transporta, y aunque a veces nos tiraríamos por la borda, seguimos en ella, esperando...
La vida solo hay que vivirla, como se pueda, distraerse con lo que haya a bordo, mirar al horizonte, interactuar con los demás pasajeros, soñar en el próximo puerto, recordar otros, aislarnos en nuestro camerino, deambular entre las olas, protegidos o no, como queramos sentir sus gotas contra el cuerpo, ponerse a favor o en contra del viento, para que nos agite o nos peine el pelo, las ideas, los sueños. Incluso se puede coger un bote, de los que está provista la nave, y aventurarse en solitario por ese mar un rato, ya que si se está demasiado a la deriva, pasa lo que pasa... aunque sigue siendo una opción válida llegar a su último extremo.
Lo único que hay que asimilar, es que no sabemos por qué estamos realizando el viaje ni por qué hay que terminarlo. El cómo sobrellevarlo es totalmente cuestión nuestra.
Dejemos que la nave vaya.

sábado, 12 de febrero de 2011

Parte final: DIECIOCHO SEGUNDOS


Tras tantas horas de incertidumbre, de querer acabar con todo, de que se decidieran ya y dejasen de pegar, de preguntar, de trasladarme de un sitio a otro a cual peor, sin comida, con frío, sin apenas horas de sueño. Sólo anhelaba el fin.
Y ahora no quiero por lo que tanto recé; no deseo librarme de la humedad, del hambre, del dolor, de la vida: Quiero seguir esperando el final, creerme y mantenerme vivo.
Si pude sobrevivir a esas celdas, he de lograrlo ante este muro: dicen que en el último segundo cada día de tu vida viene a visitarte, a recordarte lo que estás a punto de perder, quizás para no olvidarte de ti mismo en la eternidad, pero a mí aún no se me ha presentado ni siquiera el más mínimo suceso; todavía estoy esperando, no tengo la certeza de mi fin ya que no he visto su principio: ningún recuerdo fugaz ha venido a avisarme de la inmediatez del fin; ese segundo no ha transcurrido, por lo tanto, puede no suceder, y en este lapso de tiempo todo puede ocurrir, incluso la esperanza de que no pase nunca. Yo aún no me he mostrado ante mí, tal y como viví y sin esos recuerdos de vida, no puedo morir.
Espero, y en la espera soy eterno.



-¡Fuego!

viernes, 11 de febrero de 2011

5 Parte, DIECIOCHO SEGUNDOS

No quiero. No puedo hacerlo, cómo es posible exigirle a nadie lo que me piden a mí, a los demás. Qué ha sucedido para que esté yo ahora en esta situación. Juan me dijo que las dudas sólo aparecen la primera vez: “Tú tranquilo, respira hondo, y adelante, pero ante todo, no los mires”, me dijo que apuntase al frente sin mas, que nadie puede saber, yo no puedo saber, quién lo hizo tras todo ese humo y ruido y gritos, ensordecido por los propios latidos retumbando en las sienes, atento a los pensamientos de uno mismo: Nadie lo puede saber; “y si tienes la certeza, guárdatela para ti, pero ante todo no mires, ni antes ni después.”
No puedo dominarme, estoy temblando.
Si no hubiese dudado en ese último momento cuando les oí llamarme como cada noche para que saliese furtivamente a reunirme con ellos, a recorrer las calles prohibidas para beber hasta perder la conciencia, a amanecer en camas extrañas de las que te despertaban sin miramientos ni ternura, de las que salías destemplado, vacío y a las que te jurabas no volver con esa falsa determinación de voluntad del cuerpo satisfecho.
Si les hubiese acompañado.
Las noches fueron cambiando de cariz, el alcohol ya no dirigía los cuerpos, sino las palabras: se volvieron peligrosas, secretas: conspiraban. No me gustaba pero yo las pronunciaba como los demás: acepté el destino de los que ahora tengo delante, el que traicioné haciéndome el sordo la noche en la que preferí estar dónde estoy ahora: Su realidad, la mía, unidas pero opuestas. No seré yo quién las rompa, quién las vacíe: Mis manos tiemblan, no acertaré. No quiero. No voy a hacerlo.
Cómo se puede presionar a nadie a estar aquí, en cualquiera de los dos lados. Qué poder es ese.
“Sólo pasa la primera vez, recuerda: Ante todo no mires, y si eres capaz; no pienses.”

jueves, 10 de febrero de 2011

4 Parte. DIECIOCHO SEGUNDOS

-¡A…punten!


Noto el cuerpo entumecido, no sé si podré aguantar. Las piernas me tiemblan. Espero que ninguno de nosotros se venga abajo, no lo soportaría. Si alguien llorase o gritase, sería terrible, no podría responder de mí. Debería estar pensando en otra cosa, en intentar poner mis asuntos en orden, quizás en recordar a los que dejo atrás. No puedo, mi mente está colapsada, sólo siento el dolor de las manos, el aflojamiento de mis músculos, me molesta la venda; hace que me pique la nariz y no puedo rascármela, eso me irrita y toda la atención se me escapa en esa dirección. Cómo es posible que sea ese picor, este frío, el dolor lo único que tenga en mente, lo que me vaya a llevar conmigo al infinito; dónde está el rostro, la voz, los recuerdos de mi madre, de Ana, de mis amigos, por qué soy incapaz de pensar en algo que no sea esta desazón a la que no puedo calmar: la inmediatez del fin no puede ser tan trivial, tan necio, tan vulgar; dónde están los pensamientos elevados, la compresión última de la existencia, el miedo ancestral ante lo desconocido. No es serio que mis temores sean no caer, no llorar, aliviarme este picor insoportable. Lo intento pero no recuerdo los rasgos de ninguno de los que quise, no alcanzo a estructurar ideas nobles: mis piernas no me van a soportar, voy a caer. Por favor, que nadie diga nada, que sigan enteros. Ellos a lo mejor sí piensan, sí recuerdan. Estuvimos juntos poco tiempo, sólo la noche, nos trajeron por separado, yo fui el primero, apenas nos dijimos nada, cada uno tenía mucho que decirse en silencio. Nos dejaron fumar. No faltó tabaco. Nadie durmió, quizás unas cabezadillas. Yo desde luego, no pude pegar ojo, me tumbé en ese camastro tan incómodo del que no me hubiera levantado nunca. Vinieron a por nosotros cuando aún estaba oscuro afuera, al alba sólo se la intuía. En la confusión de la salida es cuando más hablamos, era como si con el sonido de nuestras voces exortizáramos el miedo, alejando dudas, esquivando respuestas. Me compadecí del chico, tan joven, los otros también, era evidente. Me costó entender que compartíamos destino, al menos pensar en él me distrajo un rato.
Cómo me pica la nariz, no puede ser eso lo que me lleve conmigo. He de hacer un esfuerzo y pensar, pensar. Pensar.

miércoles, 9 de febrero de 2011

3 Parte: DIECIOCHO SEGUNDOS

Diosteguardemaríallenaeresdegraciaelseñorescontigo…, Dios mío, no puedo engañarme, no me estoy enterando de lo que digo, son meras palabras vacías, hueras, sin eco, no me reconfortan ni vibran. Por favor, no me abandones ahora.
Sí, ya lo sé pero, Señor, yo no me lo busqué; el mundo se ha vuelto loco, Señor, tuve que hacerlo… benditatúeresentretodaslasmujeres…, lo siento, nunca fui uno de los mejores, mis obligaciones las hacía por cumplir; la ilusión, el ímpetu de los comienzos se me fue arrinconando en las costumbres, bajo la rutina. Me acostumbré al dolor que llamaba a mi puerta, lo consolaba con palabras dichas tantas veces que se desgastaron, olvidando su significado. Y ahora no las encuentro, no vienen a mis labios como salvación sino como derrota: la mía, me perdí por el camino que me había trazado, no he sido quién soñé ser, no he ayudado ni he hecho grandes cosas. Señor, qué ha quedado de mí, dónde estoy, por qué he de terminar así, sudando, al lado de los que no supe querer, a manos de quienes, con una docilidad suicida, no me enfrenté. No me abandones como yo hice, por favor.
Ybenditoelfrutodetuvientrejesus.

martes, 8 de febrero de 2011

2 parte, DIECIOCHO SEGUNDOS

Hace frío. Tengo las manos entumecidas. Me equivoqué; no ver es todavía peor: ya es tarde. La pared está húmeda, esta noche ha helado, normal que el calor del sol acumulado durante el día no haya podido esperarme; él que sabía. Tengo hambre y casi me da vergüenza confesármelo, no es lo más oportuno, si profundizase en el tema no sé si me daría por reír o llorar. Da igual, lo voy a dejar, ría o llore no he de comer. Si pudiera ver el cielo. Cómo me arrepiento de haber dicho que sí, ahora podría fijarme en las nubes, aunque quizás hoy no haya, a lo mejor tengo ante mí un firmamento liso; lo que me desesperaría no ver ni una, no poder buscar en ellas las figuras que esbozan, que sugieren. Cuántas horas pasé de crió tumbado sobre la espalda, oliendo a tierra, jugando con las briznas de hierba al alcance de la mano mientras ante mi se paseaban todas las cosas que deseaba de niño y no tuve: un barco, bicicletas, ese mecano…, o aquellos que acaparaban mi interés en esos momentos compartiendo mis días: un dragón al que vencer; un pirata sanguinario; mi madre, tan inestable, a veces adorada otras odiada; la vecina eternamente desaliñada y ronca del tercero de la que huía por miedo…. Puede que me desesperase más tener ante mí un cielo vacío de imágenes, de ilusiones, de futuro; ahora sé que no hay camino alguno que conduzca hasta él: Sólo existe lo que se puede tocar, oler, ver. No tuve lo que quise de chico, me aferré a lo que conseguiría para seguir adelante sin odios ni envidias al comprobar que otros sí lo tenían: aprendí a ser yo el que iba en esa bicicleta que montaba otro, a mancharme la boca con los bombones que los demás compraban en esa tienda elegante de la esquina y de la que cada vez que se abría su puerta se podía, mientras duraba el tintineo suave y alegre de las campanillas doradas, oler un aroma de azúcar, nata, y bollos recién horneados que casi dolía, y ese fue el olor al que asocié el futuro toda mi infancia; su apariencia la vinieron a poner las piezas de los mecanos tan brillantes y precisas que pueden ensamblar todo aquello que tu habilidad y paciencia den de sí; yo me forzaba a igualarlo con piedrecitas cuidadosamente escogidas, maderas y cortezas, palos y barro a los que toscamente montaba para que saliesen de mis manos el coche o el avión vistos en el escaparate de mi presente deforme que olía a sopa.
Tenía que haber dicho que no: al menos ahora vería. Siempre eligiendo mal el camino que me condujese a ese aroma de pan recién hecho.
Qué oscuridad, qué frío hace. Cuándo acabará todo.


lunes, 7 de febrero de 2011

Relato por entregas; 1 parte, DIECIOCHO SEGUNDOS

-¡Pre…parados!


Todo se ha precipitado derrumbándose. Yo no debería estar aquí, ni Miguel ni este otro que huele tanto a sudor, ni el del pelo rojo que apenas si es un crío. Nadie. Cómo ha podido sucedernos esto. Qué hago que no estoy en casa, con Laura, con el niño que no nos deja dormir, al que exijo un silencio imposible; hay que ser necio y estar ciego para gritarle a la felicidad, para no verla. Y ella qué hará, cómo se las va a arreglar, ahora que de verdad queda sola, sin visitas furtivas ni dinero, sin las cartas repletas de palabras apresuradas que dejaba cuando podía donde convinimos mientras me miraba rota tras haber perdido la batalla: reconoció en mis ojos esa obstinación sorda que me impide oír nada que esté más allá de mi propia determinación, sin resquicios por donde recuperarme de nuevo, todo su cuerpo se rindió, cayó desmadejado en la silla, apagó su voz y aceptó la derrota. Partí esa misma noche, dejándola al cuidado de ese hijo aún tan tierno que lucha por su derecho a la vida, absorbiendo la de ella, ajeno a la realidad que pasa rozándole la cuna y de la que no me debería haber alejado. Quién me mandaría meterme donde nadie me llamaba. Ayer, hace una eternidad, no veía otra posibilidad; había que hacer algo más que observar en silencio las oportunidades de sobrevivir. Ella se enfadaba tanto, eran imposibles las palabras, pensaba que sólo veía lo que tenía ante ella, un reducido mundo doméstico, un conformismo mezquino, un egoísmo estrecho. Todo eran gritos al final. No la entendí, no supe ver mas que cobardía en esa actitud suya que ahora le reconozco tan extrañamente valiente, su lucha es igual de enérgica que la mía, quizás más efectiva por lo prudente, por intuir que más allá de uno mismo, no hay nada.
Me fui a defender lo que ella ahora guarda. El monte, los compañeros, las emboscadas. Qué bien me sentía creyendo arreglar el mundo, no me arrepentí nunca. Y si me soy sincero, no lo hago ahora; sólo lamento que no pudiera cambiarlo, ni siquiera moverlo.

domingo, 6 de febrero de 2011

Poema, Descanso


Los párpados apagan la realidad,
permitiendo que los ojos miren hacia adentro
a quién uno imagina ser,
a quien se quiere ser.

La mente descansa de las urgencias,
se evade sin que la realidad lo impida,
allá adónde no haya trabas,
ni idas sin venidas.

El cuerpo ya no es carga, descansa.
No exige.
Las ilusiones prevalecen,
el ansia de hacerlas realidad,
se agota ante la urgencia, imposible, de realizarlas ya.

Los proyectos van engrandeciéndose,
aplastando con sus irrealidades,
el descanso que se intentó dar al cuerpo,
tras haberle dejado los ojos cerrados.

viernes, 4 de febrero de 2011

Volar

Hoy comienza el Nuevo Año chino, el año del conejo.
Si miramos el calendario musulmán, veremos con asombro que están en el siglo XV, igual que nos miran ellos a nosotros con nuestro siglo XXI, supongo.
Con estos dos mínimos ejemplos quiero comentar que el tiempo no existe, que se le puede engañar, que es un constructo humano, que somos nosotros quienes nos atrapamos en él, no él quien nos atrapa a nosotros.
Cuando de chica alcancé a comprender que el tiempo horario es diferente a la misma hora en todo el mundo, y que cuando yo me levantaba otros se estaban acostando, llegué a planear la vida infinita: pensé que si me metía en un avión y que cuando fueran las cinco en un sitio, me iba volando a otro donde fueran las cinco, para evitar que llegaran las seis, y así siempre, nunca dejaría que se pusiera el sol, que acabara el día. Infinito.
Y me convencí que era algo fácil, que incluso lo hacía mucha gente, que había aviones llenos de personas que vivían eternamente porque nunca terminaban el día, hasta que, primero, lo vi muy aburrido y limitado, y segundo, comprendí que aunque el día durase eternamente, el tiempo seguiría transcurriendo, porque El Tiempo no tiene nada que ver con el calendario ni con el reloj que torpemente lo mide a nuestros ojos imperfectos.
Así que me quedé en tierra, aunque volar sea una de las cosas que más me gusta.

jueves, 3 de febrero de 2011

Metaconciencia

La explicación de lo inexplicable es algo que necesitamos desde que fuimos conscientes de que vivíamos, por lo tanto supimos con un escalofíro, que también íbamos a morir.
Los primeros asentamientos humanos se realizaron porque no quisieron separarse de sus muertos, así que más bien, fueron unas casas alrededor de un primer cementerio.
Desde que se tuvo la consciencia de la muerte, el mundo dejó de ser solo hermoso, para convertirse en inquietante; empezaron a temerlo, a la vez que a venerarlo. Tuvieron que buscar un porqué para todo: el dios luna, la hermana agua, el espíritu viento... Cientos de mitologías surgieron, hermosas, ingenuas, terribles, sanguinarias, politeístas, monoteístas, represoras, cósmicas, animistas..., todas y cada una dichas en alto para exorcitar el primer gran descubrimiento del hombre como hombre: moriremos.
Y nunca quisimos que fuera en vano.


martes, 1 de febrero de 2011

Duelos

Antes se arreglaban las diferencias con duelos, cambiaba las formas, las armas, pero no el sentido y el fondo; desde las embestidas de dos caballeros armados, uno contra el otro; las espadas reflejando la luna en callejuelas oscuras; pistolas al amanecer ante cincuenta pasos entre la vida y la muerte; navajas, puños, emboscadas, pies envueltos en cemento en aguas portuarias...
Los duelos, las venganzas, los ajustes de cuentas, la justicia por la mano de uno, es algo que nos ha acompañado a lo largo de la evolución social, al entramado de cada una de las sociedades, son casi símbolos de épocas determinadas; todos vemos el salvaje oeste ante la imagen de una soga con un hombre colgando en ella en un árbol solitario; metralletas de rueda las asociamos con gánsters, la ley seca, Chicago; espadas entrechocando, con capas, honor, la de los mosqueteros...
La conclusión lógica de esto es que los asesinatos también han hecho historia; la historia del Hombre.