sábado, 12 de febrero de 2011

Parte final: DIECIOCHO SEGUNDOS


Tras tantas horas de incertidumbre, de querer acabar con todo, de que se decidieran ya y dejasen de pegar, de preguntar, de trasladarme de un sitio a otro a cual peor, sin comida, con frío, sin apenas horas de sueño. Sólo anhelaba el fin.
Y ahora no quiero por lo que tanto recé; no deseo librarme de la humedad, del hambre, del dolor, de la vida: Quiero seguir esperando el final, creerme y mantenerme vivo.
Si pude sobrevivir a esas celdas, he de lograrlo ante este muro: dicen que en el último segundo cada día de tu vida viene a visitarte, a recordarte lo que estás a punto de perder, quizás para no olvidarte de ti mismo en la eternidad, pero a mí aún no se me ha presentado ni siquiera el más mínimo suceso; todavía estoy esperando, no tengo la certeza de mi fin ya que no he visto su principio: ningún recuerdo fugaz ha venido a avisarme de la inmediatez del fin; ese segundo no ha transcurrido, por lo tanto, puede no suceder, y en este lapso de tiempo todo puede ocurrir, incluso la esperanza de que no pase nunca. Yo aún no me he mostrado ante mí, tal y como viví y sin esos recuerdos de vida, no puedo morir.
Espero, y en la espera soy eterno.



-¡Fuego!

No hay comentarios:

Publicar un comentario