jueves, 24 de febrero de 2011

Tesoros

"Mira qué bonito"; "¿A ver, a ver?";"¿Lo ves", ¿a qué es bonito?"; "Mucho, déjamelo". "No, que es mío. Lo encontré yo". "Déjamelo un rato, anda"; "Si quieres tú uno, encuéntralo tú". "¡Mamáaaaa!"
Y desde ese punto intervino la madre que regañó a quien encontró el tesoro y le exigió que se lo dejase al hermano y luego a este que se lo devolviera a su legítimo dueño.
A veces, algunos padres ni lo solucionan; pasan de intervenir, pero no para que se apañen, sino porque están en lo suyo, o acaban a gritos o bofetones.
Pero por lo que cuento esto es porque el tesoro; unas cuentas de cristal con forma de piedras preciosas, estaban ahí toda la tarde, muchos niños habían pasado de largo, incluido el hermano que no se fijó, y bastó con que el otro las cogiera, y sobre todo, las admirara, las elevara a categoría de tesoro, para que las codiciase. Si solo las hubiera cogido y jugado con ellas, nadie habría venido a disputárselas, pero es que es muy difícil abstenerse de compartir lo que tenemos, lo que creemos bello, tanto por la alegría de mostrarlo como por el orgullo de poseerlo.
Hay que asumir el riesgo a compartir, no se sabe si siempre vale la pena.

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