lunes, 30 de enero de 2017

Fragmento de la novela El día a día


-Esta noche es la última que pasas aquí.
El ocupante de la cama de al lado fingió dormir.
-Sé que estás despierto, se nota en la respiración.
Le dio igual haber sido descubierto, no iba a hablar. Tenía demasiadas cosas en las que pensar. ¿Y si salía mal otra vez? Un escalofrío le sacudió como un latigazo. Le habían devuelto dos veces. Si esta fracasaba, no lo lograría jamás. Fue un milagro que lo eligieran a él; ya no era tan pequeño, su sonrisa no dejaba al descubierto la falta de ese diente que despertaba ternura; el cuerpo se obstinaba en crecer, la lengua de trapo quedó atrás, sus gestos no encandilaban, le quedaban pocos años de infancia, en menos de tres, habría de cambiar de lugar. Ni aquí le admitirían. “Qué salga bien, que me quieran, que no me devuelvan”.
-Podrías hablarme, estúpido, ¿quién te crees que eres? Ya verás, regresarás-, la rabia, los celos, la impotencia del compañero de su misma edad que estaba acostado a su lado, le llegó como un latigazo, las palabras envenenadas, prohibidas entre ellos, le zaherían con toda la fuerza de quién las había soltado; le acertaron en la herida, en los temores profundos. Las lágrimas de ambos mojaron las almohadas. Los dos con miedo, cada uno parecía sufrirlo por causas distintas, pero en el fondo era por lo mismo: el futuro sin futuro de niños sin presente.





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jueves, 26 de enero de 2017

El día a día

El día a día, se vende a partir de esta noche, también en ebook

La semana que viene pondré un fragmento.

Gracias por leerme.

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lunes, 23 de enero de 2017

Zonas

Siempre me han gustado los patios de luces, terrazas, garajes, esas partes de las viviendas a las que no se hacen caso.
Recuerdo el tejado bajo de mi abuela, donde se tendía, con lo que, inevitablemente caían pinzas, prendas de ropa, pero también cacharros, escobas, juguetes. Lo que más me gustaba era intentar pescarlos. Cuando los mayores empezaban a hablar, libre de vigilancia, iba a recuperar el hilo con una horquilla doblada al extremo que guardaba detrás de las macetas.
No solo había que tener habilidad para enganchar la pesca, sino disputarlo a los gatos que creyéndolo comida, se enredaban con el hilo.
Si cogía algo, normalmente no era lo que se había elegido; la presa solía escaparse del gancho prefiriendo quedar al sol otra semana: un trozo de tela, un calcetín o una pelota desinflada.
Lo que lograba, lo debía esconder o iba directamente a la basura; "Pero qué le encontrará de bueno esta criatura en recoger estas porquerías". Y es que los niños y los adultos no ven lo mismo cuando miran.
Aún me siguen gustando las zonas comunes, terrazas, garajes, trasteros y desvanes. Si puedo, recupero lo que han dejado caer en ellos: recuerdos y fantasmas

jueves, 19 de enero de 2017

Hay que darlo

Nunca parar, nunca estarse quieto, sobre todo, cuando más quieto se querría estar. Cuando no sabes para qué moverte, o no ves el porqué de intentar nada, ahí, es donde más necesidad hay de hacer lo que sea; dar una vuelta, aventurarse por diferentes calles, nuevos barrios, distintas tiendas donde comprar lo de cada día, entrar donde nunca se había entrado. Lo que sea.
Y sí, seguramente, ni ese día ni el siguiente ni quizá el otro sucederá nada extraño, sí que se irá la apatía, eso al primer intento, pero con los días, cambiada la rutina, sucederán imprevistos. Es una verdad, casi axioma vital.
Nunca parar. Nunca estarse quieto. Nunca. Ni cuando no vemos motivo para adelantar ni siquiera un paso.
Hay que darlo.

martes, 17 de enero de 2017

Es

La vida es un tanto inhóspita, nunca acaba de encajar con las aspiraciones, deseos, o simplemente un ir viviendo sin angustias. Ella se mueve por un lado, nosotros por otro. 
Los humanos además, hemos aprendido a vivirla fuera del momento, nos es posible anticiparla, atrasarla, retenerla, darle vueltas. Y eso es bueno y es malo, porque si lo usamos para liarnos, nos hundimos más de lo que el día a día lograría.
El haber aprendido a vivir fuera del tiempo nos ha abierto una puerta que es maravillosa si nos conduce al mundo de los sueños o terrible si es al de las frustraciones continuas.
Quizá el mejor modo de vivir sea ir viviendo sabiendo que una cosa es lo que sucede y otra la que, a base de intentos, caídas y subidas, nos deseamos.

jueves, 12 de enero de 2017

Un día

Un día se acabará todo.
No lo pensamos, lo sabemos.
Mientras vivimos, nos encontramos con pequeños ensayos de la muerte; gente que se nos va, amigos que perdemos, relaciones que se extinguen, trabajos que terminan, libros que se cierran, ideas que no logran materializarse, sueños que al despertar se rompen. Cientos de ejemplos que nos presentan, cada uno a su modo, lo que será aquello que no sabemos cómo será.
Desde el principio se ve el final, y ese final, nos pone en perspectiva, nos ayuda a querer empezar.
Lo más difícil es que tendemos a querer repetir las situaciones en las que hemos sido felices, y cuando acaban, echamos de menos revivirlas y a veces, no buscamos lo nuevo sino lo que se parezca a lo perdido.
Puede que la muerte sea eso, una búsqueda de la vida. O puede que sea la clave para entender el porqué de haber respirado. O simplemente sea la nada

lunes, 9 de enero de 2017

Solo

Dentro de la creación, inherente a ella quizá, cohabita normalmente una tendencia oscura que no se da tanto en otros parámetros.
Hay como una necesidad tirana que arrastra hacia la disciplina adecuada. El artista no es que sea diferente al no artista, teniendo en cuenta que todos tenemos en nuestras personalidades los mismos ingredientes, solo varían las cantidades, digo que el artista posee en su centro una necesidad vital de crear y que si no se canaliza, se malogra, se convierte en algo oscuro y no en la obra de arte a la que estaba destinada.
Por ejemplo, las mentiras. Los escritores han de fabular, inventar, crear con la realidad, es algo más fuerte que ellos mismos. Está ahí el mundo para ser reinventado, y si no se lleva al papel, se lleva a la mentira, y desde ahí a sentirse culpables, estafadores, o simples infelices, en vez de cogerlas, moldearlas y crear.
Con las demás disciplinas sucede lo mismo: un niño que no para quieto, quizá sea bailarín; una persona que busca y rebusca el equilibrio, sería un buen intérprete; un exagerado, un actor... cientos de ejemplos.
El lado oscuro tiene también su lado luminoso. Solo hay que elegir.

jueves, 5 de enero de 2017

Unos a otros

No nos conocemos unos a otros... cierto, ni aún que se conviva, ni se hable, ni se divierta ni se le tenga en la familia..., cierto. No sabemos nada.
Pero la pregunta más terrible es: ¿Qué queremos saber, hasta dónde nos molestaríamos por querer conocer, cuánto esfuerzo emocional estamos dispuestos a invertir?
Y si esa pregunta obtiene una contestación más o menos positiva, aún hay otra: ¿Cómo olvidarnos de ser nosotros para ser esa persona a la que queremos ver sin nuestra propia visión? Y tras esa pregunta, para quien llegue a ese nivel, todavía le queda otro escalón más: aceptar esa persona tal como es, sin más.

Cierto, no nos conocemos, pocos invierten tiempo y ganas en el intento y menos llegan a conseguirlo. Y la paradoja, es que cuando más nos vaciamos de nosotros mismos, más nos conocemos desde ese fondo insoldable para los demás y para uno. Somos el reflejo que nos devuelven y que devolvemos.

lunes, 2 de enero de 2017

Vanidad

Lo he comentando antes, pero insisto en ello. 
Lo bueno y lo malo del escaparate de las redes sociales, lo bueno y lo malo de la tecnología que nos ayuda a crear lo que antes era casi imposible sin ser profesional.
Me refiero a que ahora todo es posible: cantar, escribir, diseñar, dibujar. Todos tenemos, no solo las herramientas al alcance, sino el escaparate para mostrarnos tocando música, publicando, exponiendo. 
No hay límites.
Ni criterio.
Por supuesto que la maravilla de crear se ha universalizado, y eso es bueno. Lo que no lo es tanto, es la falta absoluta de, diría yo, dignidad creativa. Todo vale, todo entra, todo tiene a su alrededor éxito, firmas, público, cada creador en la disciplina que haya elegido (y los hay que tocan varias, ya puestos), se pasean por las redes mostrando éxitos continuos, buscando reconocimiento a calzador y envidias, malsanas a ser posible. Se autoensalzan con unos eventos más bien básicos, minúsculos, que agrandan hasta niveles ridículos, están siempre en todas partes, se les ve ocupados por ese éxito discutible que ellos mismos crean con fotos a rebosar y rebosantes de lugares, amigos, viajes, lugares donde lucen sus obras.
Eso sí, la calidad de lo hecho no se tiene en cuenta, es lo de menos, lo importante es destacar, creer que te buscan, que se ha logrado salir en los medios, olvidando que son trucos de magia intrascendentes, que esos quince minutos de fama, se pueden conseguir cada día, todos los días.
El tema está en que no te importe la obra, solo su lucimiento. y por supuesto, exponer tu imaginación, ese motor íntimo, para que te dé éxito inmediato, dejando así de servir para crear. Las creaciones mediocres no la necesitan mientras te paseen por tus propios escenarios artificiales.