miércoles, 29 de septiembre de 2010

Ideas

Al día nos vienen a la mente miles de ideas, realizamos cientos de proyectos, vivimos docenas de vidas, pero no nos paramos en ninguna idea en concreto, ni continuamos con alguno de esos proyectos ni, por supuesto, cambiamos de vida.
Eso sólo lo logra la imaginación.
La vida real, con sus imposiciones, nos acota y ata corto; nos concede, únicamente, una vida, unos cuantos proyectos y una docena de ideas. Quién no ha sido actor, escritor, virtuoso instrumentista, conferenciante, deportista de élite en segundos, pero para serlo de verdad, se necesita paciencia, tiempo, dedicación, suerte, esperanza..., se necesita toda la vida.
Y qué rabia da tener sólo una. No cabe todo. Porque lo peor de las ideas es que hay que elegirlas, seleccionarlas y reconducirlas. Son el inicio. Y si no las mimas, se van; desaparecen.
A lo largo del día, intento retenerlas, las anoto o memorizo, pero al igual que se hace con las mariposas cuando las prendemos con un alfiler; mueren, dejan de volar, de ser bellas y tan sólo queda el rumor de lo que fueron.
Si las ideas pudieran solidificarse en proyectos y éstos en vidas, cuántas cosas haríamos.


lunes, 27 de septiembre de 2010

Ahí estamos

Cuántas veces uno está tranquilamente respirando y de repente, sin más, se encuentra en el medio del ojo del huracán, uno que encima no has creado tú, uno que te arrolla sin venir a cuento.
Y ahí estás, viendo cómo todo lo que te rodea sale volando, despedido por una fuerza ajena y feroz.
Kafka sabía lo que se decía en el Proceso; somos condenados una y otra vez por delitos que nadie nos explica pero que sí nos aplican, caminamos a ciegas por lugares señalizados en idiomas que no comprendemos, somos parte de un gran plan del que nos sabemos excluidos, pero de donde nos obligan a participar.
Y ahí estamos, intentando comprender lo incomprensible, aceptar lo inaceptable y vivir lo imposible.
Pero ahí estamos.

domingo, 26 de septiembre de 2010

Traidores

Ahora, casi instalados de nuevo en la rutina, sin alejarnos de ella, es cuando vivimos más el tiempo discontinuo del verano; los viajes, los días distintos, ya no están atados a horarios, cansancio, calor, contratiempos. Ahora se les puede mirar con romanticismo, recordar lo hermoso, las novedades, los encuentros; lo limpiamos de realidad y nos quedamos con la esencia.
Eso está bien, mientras sepamos ver que tenderemos a manipular, maquillar y pulir los recuerdos eliminando las incomodidades vividas, porque si no somos conscientes, nos agobiará el regreso a la cotidianeidad, una que desde lejos, también podríamos lavarle la cara y recordarla con nostalgia.
Los recuerdos son engañosos, bonitos, pero traidores si les dejamos.

jueves, 23 de septiembre de 2010

Relato: Sola


No podía dejar de llorar, qué absurdo todo de nuevo. Miró a su alrededor y no encontró nada que la calmara. Los ojos enrojecidos, la boca seca, el futuro muerto. Ahí estaba, sola otra vez. Los rostros de cada una de las personas que conoció y la abandonaron, se agolpaban susurrándole cómo fue lo que compartieron. Una soledad absoluta la invadió, un escalofrío le recorrió desde la infancia hasta ahora. Nadie. Sola.
Con la mirada borrosa, y a la vez nítida por las lágrimas, se enfrentó al entorno: una hostilidad real era lo único que se la devolvía. No había nadie ahí. La oscuridad de los últimos años se había materializado en una negrura espesa la rodeaba. Sus ojos ya se habían acostumbrado a esa densidad de tinta, pero no su ánimo. La esperanza todavía se resistía a mezclarse con esa sombra. A pesar de este último fracaso, se atrincheraba, se agarraba con fuerza, se resistía a que la absorbiera.
Seguía llorando, rodeada de muertos, no se sentía capaz de hacer otra cosa. No quedaba nadie más. Estaba sola, la epidemia no la afectó. Pasó por su lado llevándose al poblado entero, pero a ella la respetó, ni la rozó. Fue testigo de cómo contagió a su familia, amigos, vecinos, desconocidos. Cuando quedó huérfana, se fue trasladando a las demás casas, hasta que la enfermedad entraba tras ella y preparaba el camino a la muerte.
Había estado ayudando a todos, buscando cómo curarles o cómo contagiarse: cualquier opción le habría valido. Pero no se contagió y no los curó.
Y ahora el último de ellos la había dejado. No sabía qué hacer. El absurdo de seguir ahí sola, o de acercarse a otro lugar, quizá ya asolado, le parecía lo mismo. Aún así, decidió partir, y con ella, la enfermedad, trasmitiéndose por todo el país tras sus pasos.

miércoles, 22 de septiembre de 2010

Es así

Todo cambia, y suele hacerlo bruscamente, de repente, aunque siempre nos avise antes: ligeras premoniciones, nubes grises sobrevolando cielos despejados, algún que otro escalofrío, pero no hacemos caso; todo va bien, hasta que ya no.
El cambio es radical, viene después de brillar desde la cima del otro mundo; el que ahora deja de ser.
Se dice que el último canto del cisne, antes de morir, es el más hermoso, la luz de una simple bombilla alumbra hasta el doble de su capacidad antes de fundirse. Pues con la vida, igual.
Y aún se continúa un tiempo creyendo que no ha sucedido, que el cambio no se ha dado, que en nada, todo volverá a ser como antes. Es normal, nuestro cerebro es más lento que la vida. Asimilar le lleva su tiempo.
Nos aferramos a lo que era para entrar bien en lo que es, pero hemos de saber soltarlo a tiempo, porque si no, no le dejaremos ni ser.
Y a empezar de nuevo; es así. Así es.

martes, 21 de septiembre de 2010

Novedad

Cuando no tenemos lo que solemos poseer, es cuando lo echamos de menos, si no, hasta lo despreciamos: eso pasa con los días, nos instauramos en su rutina, sin ver nada más, sólo cuando algo viene a romperlo -choques a lo de siempre-, es cuando abrimos los ojos; vemos ese árbol, nos gusta el entorno, saltamos de la cama, no nos levantamos, y respiramos con ilusión... hasta que lo cotidiano de la novedad lo vuelve a sepultar todo.
Cada día se ha de vivir como si no fuera nuestro cada día diario, que no siempre tenemos a mano novedades que nos alumbren las horas.
Y si las tenemos, mejor que mejor.

domingo, 19 de septiembre de 2010

Imaginemos

Imaginemos que sólo disponemos de veinticuatro horas, que cuando terminen, no habrá más.
Cómo apreciaremos cada segundo, no existirá la monotonía, lo cotidiano brillará, cada pensamiento será suficiente, no necesitará de planes, respiraremos comprendiendo que lo hacemos.
Imaginemos que sólo nos queda un día.
Mañana, antes de que acabe el plazo, contaré cómo fue, cómo será, ese último día.

sábado, 18 de septiembre de 2010

Aterrador

Los extremos de la vida lo son tanto, que es casi imposible entenderlos sin haberlos vivido.
Experimentar hambre, dolor, abandono, injusticia, desolación, extenuación, es algo que ni remotamente sabemos qué es. Lo que llamamos así, no lo es, en absoluto.
Cierto que lo que siente cada uno, es único, y que si a alguien le duele un dedo, ese dolor le será más terrible que el que tenga un recién operado, por ejemplo. No es egoísmo, es así; un corte en el dedo propio, duele más que una cicatriz ajena.
Los testimonios directos de quienes vivieron o viven en condiciones inhumanas son atroces. Uno, en concreto, me pareció terrible por lo directo y sencillo.
La supervivencia se lleva a cabo por segundos, minutos a lo sumo. No miran más allá, no pueden. No lo resistirían. Miran lo de su alrededor sin verlo, sin sentir; es un lujo que no se permiten si quieren durar ese segundo más.
Pero el dato que me sobrecogió es el de la certeza, que tenía el resto, cuando uno dejaba de querer vivir: estaban seguros si lo veían fumar un cigarrillo. Sólo eso.
Y no fallaban, en menos de un día, el fumador moría; ¿quién sino uno sin esperanzas consumía él mismo en cenizas, la moneda de cambio más valiosa? Alguien que ya le daba todo igual y que, al menos, se daba el lujo de convertir en un humo sus últimos minutos.
Aterrador.

jueves, 16 de septiembre de 2010

Libros nuevos

Siempre es maravilloso asistir a la presentación de un nuevo libro. Y si es de un amigo, más aún. Hoy mi amiga ha celebrado que sus palabras están impresas, y nosotros, que podemos leerlas.
Lo más emocionante ha sido la sinceridad con la que ha expuesto el motivo de su libro; unas reflexiones a las que todos podemos asomarnos y reescribirlas desde sus versos.
La tarde ha sido luminosa a pesar de la lluvia, las conversaciones entre libros y para libros, tranquilas, la compañía agradable y el café bueno como pocas veces.
Poemas encerrados que hoy comienzan a volar porque ya tienen alas; versos, que desde hoy, están ya en nuestras manos.

miércoles, 15 de septiembre de 2010

Otoño

Se van acortando los días, aún hace calor, pero la brisa ya es fresca, ese escalofrío de septiembre que anuncia el otoño empieza a recorrernos. Las clases han comenzado, los niños ya sólo corren por las tardes, las mañanas se las pasan entre pupitres, lápices, tizas y colores. Se preparan para ser, aprendiendo.
Los tonos todavía no son ocres, pero pronto, el ambiente cambia, el olor es otro, uno que impregna nostalgia, que incita a soñar despierto, a dormir con los ojos abiertos.
El vestíbulo del invierno. Siempre me ha gustado atravesarlo.

martes, 14 de septiembre de 2010

Nada

Lo que no sabemos supera tanto a lo que creemos saber, que nadie debería dar por sentado nada.
No tenemos ni idea del mundo, del universo que lo contiene, del infinito donde se mueve, todo son teorías que se van aproximando, o alejando, dependiendo de nuevos descubrimientos, de mejores mentes que lo enfoquen, de logros tecnológicos, que dejan como juguetes ridículos, a sus predecesores; objetos, ideas infantiles, que vistas desde un ahora siempre cambiante, y que fueron base de pensadores, artistas, sociedades y culturas, nos muestran que las ideas que ahora nos sostienen, serán pueriles cuando las desbanquen las que aún no han llegado.
Cierto que la ciencia se basa en eso mismo; en que es válida hasta que se demuestre lo contrario. El paradigma es cierto: nada es para siempre. Y aún así, mira que le cuesta a la sociedad asimilar esas nuevas ideas, cada vez que luchan por imponerse.
Y para no conocer, no hace falta poner los ojos en las estrellas, o la gravedad, o un hormiga, con mirarnos a nosotros mismos, ya tenemos bastante campo desconocido: ni sabemos quienes somos, ni a dónde vamos, ni cómo llegamos. Y menos abstracto; ¿quién se conoce, quién puede describir su propio destino, sus circunstancias, su día a día...? Nadie puede.
No sabemos nada, y aún así, jugamos a saberlo todo.

lunes, 13 de septiembre de 2010

Edad

Es triste, mucho, constatar el deterioro físico y mental de las personas que queremos. En realidad de todas. Ver cómo se pierden en sus propias confusiones, manías, debilidades, torpezas; ser testigos de que cada día son menos ellos mismos y más sus propios defectos, ese volver a la infancia, pero no por no saber vivir aún, sino porque, cansados de hacerlo, deciden involucionar. A veces, porque no tienen más remedio, la enfermedad, el deterioro, los años así lo exigen.
Dentro de esa tristeza, existe también un punto de ternura, de cariño puro al observar, por ejemplo, sus rituales, sus errores, sus cabezonerías, las obsesiones que vienen a ocupar argumentos que ahora ya no saben levantar.
Ahí van, ancianos murmurando para sí, andando pensando en ellos sabrán qué, revolviendo cielos y tierra para conseguir lo que a ojos del resto, es absurdo y para ellos vital.
Pueden hacernos perder la paciencia, los nervios, pero si les vemos con ese prisma tierno, es más fácil estar a su lado, ayudarlos en esa etapa, enriquecernos con sus frases ilógicas, con sus acciones sin sentido.
Quizá sepan más de lo que parece, puede que al dejar de darle sentido a lo que le dieron antes, estén más cerca de entender la sinrazón de nacer, vivir, envejecer y morir.
Ojalá.

domingo, 12 de septiembre de 2010

Tapiz

Nos relacionamos entre nosotros y nuestras circunstancias como podemos, escaneamos el mundo desde una única posición: nosotros, lo que pensamos, cómo lo pensamos, cómo lo desvirtuamos.
El entorno, las gentes, los sucesos, la vida, la filtramos ya mal, impura, incapaces de más puntos de vista, limitados a los sentidos y su procesamiento imperfecto, y aún así, somos tan ignorantes que creemos saberlo todo, movernos mejor que el resto, conocer misterios y secretos ocultos para los demás. Menuda pretenciosidad.
No sabemos nada más allá de nuestras narices, y ni siquiera.
Entender el mundo sin sesgos, sin límites, sin prejuicios, sin nuestra pequeña computadora, sería imposible, increíble, grande: lo veríamos desde todos los ojos, mentes, tiempos, posiciones. Qué caleidoscopio; en ese mosaico, ese tapiz, hecho de cada conciencia estaría el mundo real, no el infinito, pero sí la comprensión del entramado que nos contiene.
Luego ya veríamos cómo buscar la eternidad.
Y más tarde, la eternidad y un día.

jueves, 9 de septiembre de 2010

Competencia

Paseando te encuentras con todo tipo de actividades y gente, es apasionante lo cinematográfica que es la vida, o lo literaria.
En esta ocasión, en el retiro, observé dos puestos enfrentados, en todos los aspectos, de adivinas; las dos, en un reducidísmo espacio -una mesa de camping vestida con un mantel de colores-, tenían un tarot, una bola de cristal, flores secas, ungüentos, pócimas, y un letrero que exponía, con letra muy precaria, los servicios que daban y los precios; todo costaba diez euros, daba igual que te leyeran la mano, o atisbaran tu futuro en la bola de cristal, o bien, fueran las cartas quienes se aventuraran a situarte en el presente; todo el mismo precio, así era difícil decidirse, la verdad.
Las dos mujeres tenían casi el mismo aspecto; bajas, regordetas, de peinados complicados, vestidos muy coloridos y abalorios estrafalarios, sus voces roncas y de dicción horrible, destrozaban la gramática sin más. Pero sólo una de ellas tenía la silla del cliente llena. Vi leer la mano, echar las cartas, incluso mirar la bola pulida, sólo a una. La otra no tenía ningún éxito. Cada vez que se sentaban en la otra mesa, la mirada celosa terminaba sobre su mesa, reubicando los objetos mágicos, compañeros de augurios para ver si así emanaban más misterios, pero nada. Ahí estaba sola y suspirando.
Terminó por parapetarse tras un libro, un Guerra y Paz abreviado, para comerse, con discreción, el contenido de una fiambrera casera, no atreviéndose a dejar el puesto, ya que la de más éxito sí se había ausentado, seguramente para comer.
Pues ni aún así, ni estando al frente del negocio, logró adivinar la suerte de nadie ese día.
Cuando regresé de mi paseo una de las dos no estaba, adivinad cuál.

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Responsabilidad

Hay recuerdos difíciles de extinguir, fantasmas que se niegan a descansar en paz, invocaciones fastidiosas que vienen a empañar momentos. Sí, hay instantes eternos. Y son buenos, si los podemos dominar.
Los que no pueden, viven en un infierno que les impide adquirir nuevos recuerdos: se anclan en un pasado, en un tiempo que ya no es, y ahí quedan atrapados, en su crisálida fosilizada. No se puede vivir hacia atrás.
Una vez escuché decir que pasase lo que pasase a partir de una fecha, le daba igual lo que fuera, porque ya tenía recuerdos de lo que puede ser, de lo que fue. No comparto lo que oí al azar, no me conformo respirando de lo vivido; no es posible, a ninguna edad, conformarse con lo que fue, se puede llegar a desmenuzarlo, desvirtuarlo, inventarlo. Qué patético soñar lo que nunca sucedió, acoplar la vida en torno a ese calor frío, a esos recuerdos adulterados, inmovilistas.
Vivir nos da recuerdos, es inevitable, pero usarlos bien o mal, es sólo nuestra responsabilidad.

martes, 7 de septiembre de 2010

Opinión

Una vez escuché de una persona que presumía de no tener opinión, que tenerla era incluso desaconsejable y equivocado. Era su opinión por supuesto. Lo que no sé es si era consciente de que "era" una opinión abogar por no tenerla, y es que creo que es casi imposible prescindir de ella; sin su guía estamos más expuestos a perdernos entre los argumentos de los otros, a que nos manipulen, a no tener nunca un norte propio.
La opinión es la suma de todas los demás puntos de vista que hemos analizado, comprendido, disentido y asimilado; es nuestra brújula, y lo mejor de todo, es que la podemos ir afinando a medida que adquirimos más experiencia.
Pero si no se quiere tener opinión, todo valdrá; seremos pasto fácil de los tiempos, de las modas, seremos marionetas de la sociedad, dejaremos de buscar nuestra individualidad para ser parte de una masa anónima, sin opinión.

domingo, 5 de septiembre de 2010

Cambios

No somos imprescindibles, es algo conocido, pero constatarlo no deja de escocer.
Creo que cada uno ha de tener grabado a fuego, la ocasión en la que esas palabras definieron su situación. Es un chorro de agua helada que nos pone en nuestro sitio, que desde la nada nos muestra que a pesar de que el mundo sigue, perfectamente, sin nosotros, nosotros no podemos continuar sin el mundo; aunque tenga que ser otro.
Continuamente nos movemos y como seres únicos, modificamos el entorno como sólo podemos hacer nosotros, simplemente, por existir. Eso es también parte del susto al comprobar que da igual que estemos o no, no es una contradicción, es un hecho: no somos imprescindibles, pero somos insustituibles.
Lo que aportamos cada uno, sólo puede ser dado por nosotros, nuestro espacio no lo puede ocupar nadie más, nuestro enfoque tampoco, ni aún cuando desaparezcamos; esa energía, esas cenizas, ese cuerpo convirtiéndose en tierra, seguirá ocupando parte de la realidad, física y psíquica: lo que demos, hagamos, digamos, perdurará siempre. Cuánta responsabilidad.

sábado, 4 de septiembre de 2010

Naufragios

Cuando algo termina, no desaparece de inmediado: una resaca viene a confirmar que sucedió, nos muestra lo que dejó tras sí; ahí queda, en la orilla de la memoria, restos de lo que fue, independientemente de que lo terminado haya sido bueno o malo: el día, el curso, el verano, una ilusión, un dolor, cualquier cosa deja su estela y nuestro inconsciente lo va recogiendo, acumula trozos de esos naufragios y los guarda; la base de nuestros recuerdos.
Mientras vivimos el viaje, estamos plenamente en él; vemos, olemos, reímos, disfrutamos o sufrimos, pero somos ese acontecimiento, es luego, al acabar, cuando lo rememoramos, es al acariciar con alivio o nostalgia esos objetos abandonados a su suerte, cuando sabemos si el esfuerzo de haberlo hecho nos compensó.
Pero siempre vale la pena, aunque haya sido terrible, porque al terminar y reunir sus restos, nos sentimos en la cima del mundo por haberlo sobrevivido.
Mirar de vez en cuando, nuestra colección de objetos imposibles nos define, nos dice quién somos y quienes queremos ser: ellos, los restos de lo que vivimos, la base de nuestro recuerdos. Nosotros.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Dones y duendes

A pesar de los pesares, creo firmemente, que lo que más nos acerca a estar vivos es hacer aquello que nos llena, que hacemos bien, que nos da esperanzas y disgustos, que nos sigue a lo largo del tiempo, aunque, a veces, lo haga bajo tierra esperando su momento. Sin eso que nos ancle en el día a día, que nos persiga y acompañe, independientemente de los acontecimientos, es más complicado respirar.
Y todos tenemos ese duende, todos hacemos algo mejor que nadie y que nos hace sentir bien al hacerlo.
Esos duendes son escurridizos y están muy malcriados, van a su ritmo, no esperan a nadie ni a nada, se confabulan incluso contra nosotros, pero ahí están, confeccionando zapatos mientras dormimos, para que cuando nos levantemos, tengamos algo por lo que mantenernos despiertos.