domingo, 5 de septiembre de 2010

Cambios

No somos imprescindibles, es algo conocido, pero constatarlo no deja de escocer.
Creo que cada uno ha de tener grabado a fuego, la ocasión en la que esas palabras definieron su situación. Es un chorro de agua helada que nos pone en nuestro sitio, que desde la nada nos muestra que a pesar de que el mundo sigue, perfectamente, sin nosotros, nosotros no podemos continuar sin el mundo; aunque tenga que ser otro.
Continuamente nos movemos y como seres únicos, modificamos el entorno como sólo podemos hacer nosotros, simplemente, por existir. Eso es también parte del susto al comprobar que da igual que estemos o no, no es una contradicción, es un hecho: no somos imprescindibles, pero somos insustituibles.
Lo que aportamos cada uno, sólo puede ser dado por nosotros, nuestro espacio no lo puede ocupar nadie más, nuestro enfoque tampoco, ni aún cuando desaparezcamos; esa energía, esas cenizas, ese cuerpo convirtiéndose en tierra, seguirá ocupando parte de la realidad, física y psíquica: lo que demos, hagamos, digamos, perdurará siempre. Cuánta responsabilidad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario