martes, 31 de julio de 2012

Ni de colores

Esta mañana he oído de un buen amigo, "ya qué importa nada, me da igual todo", y es que a veces, es cierto, da igual todo. La sensación de no ser dueño de tus movimientos es cansina y puede llevar a ese n¡hilismo atroz.
Y no hay fórmula mágica ante ese desánimo, cuando uno está así, solo quiere que ese todo pase, sentirse de nuevo uno mismo, aunque esa apatía también es legítima. No es fácil levantarse cada día y enfrentarse a un vacío, un agujero que absorbe las energías y un darse contra la pared diario.
Está en esto de respirar.
Solo se puede esperar, apretar los puños y procurar mirar alrededor. No todo es negro ni blanco ni gris. Ni de colores.

sábado, 28 de julio de 2012

De nuevo

Somos la frontera entre nosotros y lo que son los otros.
Actuamos, pero las consecuencias se escapan al radio de acción de uno, se esparcen, rebotan, y conmueven a los demás, queramos o no. Somos protagonistas y observadores de esa misma acción por igual, lo que hacemos, a veces regresa como un boomerang, otras ataca por la espalda, muchas ni sabemos de sus consecuencias, las menos no tienen. Cada minuto lo único que lo enlaza a nosotros con el siguiente es la memoria de lo que hicimos, de lo que trajo después, y al no tener el don, o la maldición, de volver sobre los pasos dados, vamos poniendo un pie tras otro creando acciones y reacciones.
Somos ese punto que al moverse es línea y que dibuja algo imposible de entender sin todos los demás puntos que lo van enlazando. Somos nosotros y los otros, nunca diferentes aún a pesar del entorno, quizá condenados a repetir lo que hicimos si pudiéramos rehacer lo hecho.

jueves, 26 de julio de 2012

Horas y eras

Los cuentos para niños suelen comenzar por un "érase una vez" o "érase que se era", incluso "hacía muchos años"... todas ellas meras fórmulas para situar la acción en un pasado lejano, tanto, que ninguno pueda pensar que lo que les van a contar se parece en algo a sus vidas cotidianas; así las princesas y dragones, reyes destronados, casas de chocolate, ogros malvados, brujas inmisericordes serán seres de otras dimensiones, realidades que no interfieran con las suyas. Pero lo hacen, a los pequeños esas criaturas les son tan cercanas como el mismo narrador, cierran sus ojos, o los abren, y se meten de lleno en ese tiempo pretérito que no les protege el presente. Los duendes y fantasmas conviven con los vecinos y porteros, ogros y trasgos se sientan junto a tíos y abuelas, los niños perdidos no son más extraños que los propios amigos, y ese intento de alejarlos de los sueños, no solo no tiene éxito sino que aún crea una atmósfera de misterio intemporal más real que el reloj que marca la hora de la merienda o del cuento.

martes, 24 de julio de 2012

Huecos

Encuentro, cuando busco entre los recuerdos, que mis momentos más entrañables siempre han estado rodeados de palabras y silencios.
Las buenas conversaciones, la gente que sabe usar las palabras, el reto de devolverlas, el juego que se crea entre todos. Lo que se calla más que lo que se dice. El lenguaje corporal que conozco bien y desde donde no se sabe mentir como con la boca, aporta aún más.
Una buena conversación se va animando, tensando, se hace creativa y va de tema en tema, buscando argumentos en los lugares menos inesperados y nos sorprende con ellos. Es un duelo increíble, mágico, sensible, divertido, y une. Da pie a más.
Es difícil que algo una más que esos momentos de complicidad, intimidad, a menos que sean los silencios. Ellos en su elocuencia muda, saben transmitir paz, emociones, sensaciones y nos abren desde dentro hacia afuera lo que somos, queremos, son y quieren.
Pueden pasar horas, quizá, sin pensar que estamos pensando, sin oír voces, pero nunca transcurren sin silencio, el de verdad, el que nos dice tanto.

domingo, 22 de julio de 2012

Ausencias vivas

Siempre es durísimo constatar que la vida sigue perfectamente sin uno. Si tú paras, el mundo no lo hace contigo. Donde eras importante, dejas de serlo, solo el recuerdo de tu sombra continúa. Y no es malo, es necesario, pero duele; no es fácil asimilar, cuando lo ves, que al irte, y regresar, nada es igual aunque sea lo mismo. Ya no estás, la gente se mueve sin ti, las cosas sobrevivien a la ausencia de tu tacto, de tu mirada. Has tenido que parar, pero no el resto, que funciona exactamente igual, sin cambios en ese oscilar ondulante de ausencias cubiertas por presencias nuevas... en tu pupitre se sienta otro, en el trabajo otro explica, en las risas de ellos, no está la tuya... pero siguen, todo sigue sin ti.
Es lo que hace que podamos soportar las ausencias; olvidarlas. Con cariño, pero con firmeza, las llevamos a esa zona de niebla donde los márgenes dejan de ser nítidos.
Somos fantasmas de nuestra propia presencia. Ausencias vivas.

viernes, 20 de julio de 2012

Medio

Están reunidos hablando de sus cosas, alrededor de unas bolsas. Paran de hablar cuando se acerca un coche y uno, sin discutir quién, sale del círculo e indica que hay un sitio libre, cosa obvia para el conductor, que dependiendo de lo harto que esté y de las prisas que tenga para aparcar, lo usa o no. Cuando el vehículo o quien lo dirigía, se va, el hombre que mostró el sitio regresa a la conversación con la satisfacción del deber cumplido o el fastidio de haber tenido que trabajar un rato. 
Es imposible no preguntarse de qué hablarán, disimuladamente, pasas cerca sin delatarte y escuchas retazos de días, experiencias más o menos dolorosas con el entorno, discusiones con conductores, policías, compañeros, cómo adquirir más barato esto o lo otro, pero en general, lo que comparten es silencio, incluso cuando hablan lo hacen casi sin ruido, murmullan para ellos mismos y simultáneamente como si supieran que a ninguno le acaba de interesar demasiado lo del otro, sin rencores, asumido. Ahí están, juntos y muy lejos.
Sigues por la calle y se ven más mendigos, éstos sin apresurase a indicar lo evidente, sentados a las puertas de comercios, lugares en los que hay que pagar y puede que el monedero aún esté en la mano cuando se salga, o la mala conciencia de haber gastado más de lo que se querría, haga que se les de unas monedas. Las peleas por esos sitios privilegiados son a veces terribles; los más deseados, los que están en las puertas de las iglesias, son con los que más furia se guardan. Pueden estar desgarrándose las ropas unos a otros, gritándose los improperios más terribles, para, controlando la hora de salida, cambiar completamente de actitud, alisarse ropa y peinado, y de la expresión furiosa pasar a la sumisa para que las ancianas que salen del templo, les dejen caer unas monedas y algunas palabras de ánimo.
Es difícil sobrevivir, da igual que sea una esquina, un sitio para aparcar, un escalón o un puesto directivo, el ambiente, el saber desenvolverse en el que nos ha tocado, lo es todo.

miércoles, 18 de julio de 2012

No ser siendo

Hay veces en las que se vive fuera de la vida, una suerte de vida donde se observa la Vida, no se es activa; solo testigo de cómo los demás la viven. Una mirada atenta a esas acciones en las que por un motivo u otro no se forma parte. Quieta, te mueves como un fantasma corpóreo, comprobando cómo las personas van evolucionando, dando vueltas y recorriendo trechos, ilusionándose ante esas acciones realizadas que darán lugar a hechos creados desde ellas. Y ves, desde esa barrera, la evolución del tablero vital de esas piezas vivas. Y deduces las partidas, anticipando jugadas, finales, rodeos. Y aciertas porque no estás en él, no eres parte integrante del tablero, solo una pieza invisible que observa, entremezclada entre ellos, visibles y reales, lo que acabará siendo un juego cerrado. Lo que ahora solo es un movimiento tras otro. Vidas vistas tras el velo de la inacción. Solo así se logra comprender lo imposible; el dudoso privilegio de no ser siendo.

lunes, 16 de julio de 2012

Laberintos

Ha habido siempre espacios expresamente creados para la confusión, se entra en ellos con dominio de la situación y dependiendo de lo bien creados que estén, se sale aturdido.
La casa de los espejos, los laberintos, la casa del horror, montañas rusas, por nombrar algunos.
Buscamos emociones, retos que nos lleven al límite de nuestras posibilidades, que nos acerquen al modo de vida ancestral donde o cazábamos o nos cazaban, cuando tener refugio para pasar la noche era incierto, de lucha, de vivir al día.
En la vida sedentaria donde lo más relevante y peligroso es si has cogido el metro a tiempo, esa energía atávica, no está cubierta ni satisfecha. Cada uno busca cómo liberarla, ya sea desgañitándose en los campos de fútbol, como desfogándose hasta las tantas en discotecas, bebiendo hasta el límite de la inconsciencia...
Y si además añadimos la falta de sentido que impera últimamente, los proyectos vitales nulos, la independencia tardía, la absoluta falta de ganas de conseguir un objetivo, nos quedamos con la necesidad de descargar adrenalina al máximo; no hay nada, vacío, sólo el cuerpo.
Las grandes aventuras se enlatan, se venden entradas para gritar agarrados a un asiento, ya sea en 3D o en una montaña rusa, nos enfrentan a espejos que nos impiden encontrar la salida reflejándose unos a otros, o a paredes que al girar no nos conducen a la salida.
Nos condecen un simulacro de esa vida que ya no vivimos, pero domesticada, fácil, mero juego. No se necesita de Ariadna para salir de los laberintos porque tampoco hay un minotauro en ellos.

viernes, 13 de julio de 2012

Crear

Hay un pregunta clave para los creadores, en la disciplina que sea, y es si lo proyectado sirve, es útil, ayuda a alguien, o por si lo contrario, es para conseguir fama, dinero o prestigio, únicamente, al autor.
Creo que dependiendo de la respuesta, la obra será más o menos válida. Es decir, si sólo busca dinero, no tendrá mucha alma ni contenido. No es que eso sea malo, es que está más predispuesta al olvido, ya que sin alma, no está arraigada en nadie y el paso del tiempo se la llevará, claro que al autor, si tan sólo quería fama, le dará igual.
La mediocridad abunda más que nunca porque cada vez es más fácil divulgarla, hay medios que nos traen lo que no pasaría por otros filtros más exigentes.
No es malo que se hagan obras facilonas, vulgares, temporales, para nada. Pero sí lo es no saber distinguirlas de las buenas.
Publicar, dar conciertos, pintar, exponer es más asequible, así que la genialidad sigue siendo minoritaria, porque se la ha de encontrar bajo capas y capas de obras vacías, torpes, aunque sean millonarias.
Hay que contestarse bien esa pregunta a la hora de crear y mantenerse dignos en ella, sea cual sea la respuesta.
Sigue siendo difícil ser uno mismo, y eso es bueno.

miércoles, 11 de julio de 2012

Renovarse

Días de encuentros, renovaciones, propuestas interesantes, de cerrar trabajos y de abrir otros. Pero no porque acabe un año, sino por el cambio geográfico.
Volar lejos de la rutina siempre nos instaura en otra dimensión donde siendo los mismos, no los somos, haciendo lo de siempre, sabe diferente: Levantarse en otra cama, oler otro café, pasear con los mismos pies otras aceras, renueva. Te acerca a ese lado inquieto que lo cotidiano, asututamente para que no se te le escapes, te esconde.
Cierto que mientras recorres esos planes con la ilusión de la novedad, ya casi hechos en la mente mientras te asomas sorprendiéndote de cada esquina, te crees dueña del destino, y que cuando los estés mirando, otra vez desde tu día a día, no solo no estarán tan claros sino que tenderán a alejarse, a desvanecerse en lo improbable.
Es entonces cuando no hay que darse por vencida y darles alas, esquivando el intento de lo habitual que querrá atarte a su lado.

lunes, 9 de julio de 2012

Sentido sin sentido

¿Cuál es el sentido de la vida? Sí, una pregunta muy directa y muy absurda también, porque no tiene una sola contestación, hay tantas respuestas como almas vivas, cada una de ellas le da sentido a su manera, a su sentir o a su no sentir.
Se puede teorizar largo y tendido, de hecho se hizo y se hace, y no se llega a ningún punto, quizá porque el punto es tan grande y abarca tanto que no se le ve. Nietzsche dijo; "Yo tengo mi manera, tú la tuya, el otro la suya, por lo tanto no hay una sola manera." Y es cierto. Lo que también es verdad es que sí hay algo en común a todas esas maneras y respuestas; en todas sin excepción, se busca encontrar ese equilibrio entre la sinrazón de un estar respirando, respirar y sentirnos bien por hacerlo: la respuesta variará pero querrá atar esos tres principios.
Otra cosa que puede desconcertarnos es que, en el caso de que nos sintamos contentos por haber llegado a una solución, es efímera esa euforia, ya que la solución varía en el tiempo, debido a que cambiamos de circunstancias vitales y el último punto, se ha de revisar con frecuencia.
Por lo tanto, todavía hay más maneras de las que auguró Nietzsche, ya que la manera de uno, tampoco sirve para toda esa vida en busca de sentido.

sábado, 7 de julio de 2012

Uno es quien es

Si no nos tuviéramos a nosotros mismos, ¿cómo apreciaríamos la vida? quiero decir, que sin nuestra manera única de percibir las cosas, si no fuéramos organismos individuales irrepetibles, pero a la vez, iguales a todos... seríamos un ente donde, como los ojos de las moscas, contemplaríamos el entorno sin filtro de una manera caleidoscópica y desde todos los puntos de vista, pero sin sacarle partido, ya que al no ser nosotros, al no tener opinión, nos daría igual ver la de los demás.
Ese era uno de los puntos que no me gustaba de chica entre las opciones que se dan para después de la muerte; ser un todo. Ahí también se pierde la individualidad, el yo, ese yo imperfecto y traidor, pero al que reconocemos como entidad, y creo que es esa pérdida la que angustia al pensar en la muerte.
Se dan muchas salidas a ese trance, pero muy pocas nos respetan ese yo que tanto nos está costando sacar adelante.
La reencarnación tampoco me convencía; pasar por otro yo, desde el principio, tener que olvidar uno para construir otro, sentirte a gusto en esa piel, para luego no sólo perder una identidad sino muchas, y yo pensaba, y con cuál te quedas una vez muerto de nuevo, si con todas, ya te has diluido de nuevo...
Supongo que una vez muerto, si hay consciencia de ello, y ya libres de las limitaciones perceptivas mortales, el yo será tan distinto que sólo ahora podemos elucubrar sus características.
Mejor vamos viendo como es ese yo aquí y ahora.

jueves, 5 de julio de 2012

Otros ángulos

Césped fresco.
No hay lugar mejor para tumbarse, mirar hacia arriba y ver nubes, cielo, árboles, pájaros, ideas. El viento se pasea sobre ti, cierras los ojos y respiras; qué olor a césped. Si aguantas las cosquillas, bichitos ajenos a la naturaleza de lo que están pisando, se pasean inconscientemente por tu persona, ya que a veces es lo último que hacen.
Se está tan liberada del tiempo, tumbada sobre la tierra, escuchando el silencio o las palabras de conversaciones que van y vienen andando hacia ti. Sin pensar en nada; sólo respirar, sentir el sol o la tormenta que se acerca, o esa lluvia ligera aún, que te hará levantar con fastidio si continúa, pero si se aleja dejará que sigas ahí, tumbada, con las ideas fluyendo porque no las llamas. En paz. Qué paz.
La soledad verde deja de serlo cuando se comparte con amigos, hablando descalza, atenta a las personas que comparten contigo ese suelo vivo, ese cielo, con palabras, mates, silencio, risas.
La naturaleza es lo que busco cuando no pasa nada, o ha pasado de todo, si estoy desesperada o realmente ilusionada. Siempre ando, camino sin rumbo; me concede el tiempo necesario para tranquilizar las cosas. Y cuando el ánimo está sereno y miro dónde estoy, me sorprende que bajo mis pies o las ruedas de mi bici, haya hierba.
Me tumbo sobre ella, miro el cielo, no pienso y las ideas llegan a tropel, como esa bandada de pájaros, esas nubes, esa nueva ilusión o ese fracaso estrepitoso. Te das la vuelta, apartas bichitos, aspiras el olor a tierra y te sientes en paz, por el momento, contigo, con el mundo. Habrá días malos, buenos, peores y mejores, eso a la tierra le da igual, no mide el tiempo tan patéticamente corto como nosotros, ella seguirá ahí siempre.
Quizá sea eso lo que reconforta, tocar, sentir directamente el infinito.

martes, 3 de julio de 2012

Relato 4 y última parte; El secuestro

Todos, los dos grupos, sintieron como el tiempo se espesaba hasta casi poder asirlo. No sabían que pasaba afuera, no debía ir  bien. Eran las siete menos cinco y no habían sido liberados. Oían, no sólo sus propios latidos, sino los de su compañero.
El grupo de diecinueve miraba al hombre de la chaqueta azul, miraba a sus secuestradores. Intuían un cambio, algo indefinible había sucedido entre los cuatro.
El hombre de la chaqueta azul, se llamaba Julio, su esposa Mara, su hija llevaría el mismo nombre. Iban a comprar un coche más grande. No era un enemigo. No era anónimo. No luchaban contra él.
Las siete.


La policía estaba rodeando el edificio desde las doce de la mañana, intentando llegar a un acuerdo con los de dentro. No iban a ceder, ésa siempre es la consigna.
A las siete, en punto, se oyó una detonación.
Un rehén abrió la puerta y dejó caer el cuerpo inerte de su compañero.
La policía se acercó.
¾Van en serio. Han matado a un anciano. Que vengan los de negociaciones terroristas. ¡Sólo nos queda una hora!.




lunes, 2 de julio de 2012

Relato 3 Parte; El secuestro

Sin embargo el terror no llegó hasta que les descubrieron y quitaron la pequeña radio que uno de ellos, un anciano, llevaba. El oírla, el saber desde fuera lo que les estaba pasando dentro, les creaba la irrealidad, la esperanza de no ser ellos los protagonistas de lo radiado a través de las ondas, de la distancia.  Al ser elegido el primer hombre se tuvo la intuición de  que quizás ya nadie pudiese contar nada a nadie.


Faltaban tres horas para que se cumpliese el plazo dado por los tres. El grupo de diecinueve estaba crispado, a la expectativa. Eran los privilegiados dentro del horror: el hombre de la chaqueta azul les indicaría si sus vidas corrían peligro real o no, más allá de sus temores.
El grupo más pequeño estaba aburrido, hablaban entre ellos a golpes, escuetamente con la policía, ininteligiblemente para ellos. El tiempo se les hacía eterno.
El más alto fue el que le hizo la primera pregunta al hombre de azul ¾cuando después quiso saber porqué, no supo contestarse; por mero pasatiempo, por curiosidad, evasión. Ya da igual¾. Esa pregunta se contestó largamente, casi con ansia.
Fue un alivio, una catarsis. El hombre se aferró a su respuesta y dejó de pensar. Contó que sí, que estaba casado, que esperaba su segundo hijo, una niña, parejita. El suceso interesó al que parecía el jefe. Su hermana iba a tener un bebé también.
 Se entabló un diálogo, le dieron un cigarro para fumar, fumaron los cuatro. Hablar de cosas triviales, cotidianas, que sonaban casi frívolas en ese contexto. Supieron de su casa, su trabajo, que le iban a ascender, de su miedo a volar, compartieron su vida.
La alarma del reloj del jefe marcó las siete menos cuarto. La policía no había cumplido con sus exigencias, les habían dado largas.    
Las siete menos diez.